Llegó el rodrigazo

Jorge Altamira

Para que el Banco Central se retire del mercado de cambios y deje que el peso se devalúe a cerca de nueve pesos el dólar, no hace falta que ‘nos audite’ el FMI  y/o que Argentina deba someterse a sus dictados. Es más de lo que el FMI hubiera “recomendado”. La lógica de este golpe monetario es ir a la liberación cambiaria. Se ha confirmado, de este modo, un pronóstico que realicé en 2012, en Prensa Obrera y en Perfil. Debido a esta previsión, Roberto Lavagna me mentó como desestabilizador en una columna destacada de Clarín. La megadevaluación tiene lugar un día después de que el Club de París le bajara el pulgar a Kicillof, como advertí ayer en un comunicado, cuando el ‘soviético’ intentaba obtener del Club un salvoconducto para emitir deuda internacional sin pasar por el rodrigazo. La megadevaluación deja planteado un naftazo, para mantener en vigencia los acuerdos con Chevron y reducir la factura de la importación de energía. Constituye, asimismo, una sacudida para los Tesoros de las provincias, que tomaron deuda con el sistema del ‘dólar-linked’. “Les jeux son faits”. Al verano nacional y popular le ha caído el rayo del naufragio económico.

Los voceros del oficialismo enfrentaban hasta ahora el desmadre de la situación financiera repitiendo los lugares comunes que ensayaron durante toda la ‘década’. El gobierno respondió a ‘los golpes de mercado’ con concesiones inauditas, como lo es el remate de los títulos públicos en poder de la Anses en beneficio de los ‘operadores’ privados, o simplemente de las reservas del Banco Central. El ‘desendeudamiento’, que consistió en pagar a los acreedores privados hipotecando los recursos previsionales y el patrimonio del Banco Central, cede lugar al ‘reendeudamiento’ con esos mismos acreedores internacionales. Por la vía de ‘trascendidos’ se desprende que el gobierno se encuentra a la espera del ingreso de dólares de la cosecha de soja, mientras ignora que buena parte de la cosecha precedente sigue retenida a la espera de una desvalorización cada vez mayor del peso. Los K han instaurado un cuádruple mercado cambiario -el comercial, el bursátil, el del turismo y el negro- sin ningún beneficio pero con todas sus desventajas. Desde los malogrados Cedines y Baades, los ‘economistas’ K no dan pie con bola: a pesar de la devaluación acelerada en todos los mercados, no ingresa un ‘verde’ ni en pleno verano. La devaluación oficial y la carestía se retroalimentan; la nafta aumenta sin pausa. La intención frustrada de tasar el llamado impuesto a la riqueza a precios de mercado o el cercenamiento a las compras al exterior por internet muestran a una gestión desesperada y sin rumbo.

Los fondos internacionales han advertido una posibilidad de cesación de pagos o colapso financiero cuando comenzaron a vender deuda argentina a pesar de las ventajas que representa la desvalorización de los activos del país. El ‘desinterés’ del Club de París por la gestión apresurada del ministro Kicillof, fue, como dije ayer en un texto, el “último paso de un gobierno a los tumbos” -y no “le premier pas” de una negociación larga, como anunciaba en tapa Página 12. Kicillof pretendía que el Club de París acompañara la intención de Argentina de reanudar la emisión de deuda internacional, sin la condición previa de un plan de ajuste devaluatorio.  El propósito de delegar la gestión de gobierno en una parte del aparato justicialista, a partir de la expulsión de Moreno y la designación de Capitanich, quedó en el recuerdo. El inmovilismo oficial aleja todos los días al 2015 como el plazo de un recambio político.

El llamado ‘campo opositor’ ya ha tomado nota de la situación límite que se ha creado. Rodolfo Terragno advierte, en sus columnas de prensa, la necesidad de modificar la ley de acefalía, mientras Rodolfo Barra, ‘supremo’ de Menem, reaparece para proponer la designación de un jefe de gabinete pactado con el Congreso. Curiosamente, el único viable en  la línea sucesoria, Julián Dominguez, el presidente de la Cámara de Diputados, ha recibido el apoyo casi unánime de los bloques parlamentarios (con la excepción del Frente de Izquierda) y al mismo tiempo el del Papa, para la discusión de la reforma del Código Civil. En lo que hace a la economía, el planteo ya está lanzado: devaluación, con o sin desdoblamiento cambiario;  un fuerte aumento de la tasa de interés para retener en el país los dólares de la exportación de soja; un fuerte ajuste de los gastos sociales. La convocatoria de Moyano y Barrionuevo a Scioli, Massa y De la Sota muestra que hay una agenda para adelantar la salida presidencial y, al mismo tiempo, deja en evidencia la falta de homogeneidad entre los interlocutores. La ‘oposición’ -todos vienen del oficialismo- vacila en dar el paso decisivo. La solicitada de la CGT moyanista convoca a “romper este círculo maldito” en 2014.

La retirada estratégica concebida por el kirchnerismo, luego de la derrota electoral, o sea el copamiento del poder judicial para cuidar sus huesos y sus cajas, ha sido superada por la velocidad de la crisis. Nada deja más claro el retraso político del gobierno que el desgaste que ha sufrido la aplicación de la Ley de Medios, que ya no interesa para contener a Clarín sino para resolver las incompatibilidades legales de los medios afines. Incluso la expectativa de que el nombramiento de César Milani sirva como un escudo protector del gobierno en caso de crisis, está superada. El nuevo jefe del Ejército se pondrá al servicio de quienes reúnan la masa crítica de poder. Scioli y Macri ya reivindican, como el mismo gobierno, un rol de represión interior para las fuerzas armadas, bajo el pretexto de las operaciones relacionadas con el narcotráfico.

En el marco de este impasse explosivo, las inquietudes se multiplican entre los trabajadores por la crisis inflacionaria y por un conjunto de motivos: despidos, reclamos salariales, cortes de luz; crisis de salud, educación y vivienda; crisis provinciales; trata de personas. La salida para estas inquietudes no podría estar contenida en la exclusiva reivindicación de paritarias sin techos, como abogan de palabra la mayoría de los dirigentes sindicales. El destino de las paritarias será determinado por la marcha de la crisis; ya son parte de la crisis política. En resumen, las reivindicaciones populares necesitan un marco estratégico, en especial cuando se confronta una implosión del gobierno, por un lado, y una conspiración política de una parte decisiva de la oposición, por el otro.

Los trabajadores, cuyos intereses son antagónicos con el desmadre inflacionario como con el ajuste que se impulsa como alternativa, necesitan una política propia, o sea independiente de ambos bloques capitalistas. La prohibición de los despidos; el ajuste de los salarios y jubilaciones por la inflación; el salario mínimo de nueve mil pesos, en conformidad con el costo de la canasta familiar, y una jubilación del 82% móvil; estas reivindicaciones deben ser parte de un plan de salida conjunto de los trabajadores. Hay en marcha un plan de entrega completa de los hidrocarburos a los Chevron y una tentativa de pagar resarcimientos e indemnizaciones a petroleras como Repsol y a fondos especulativos, con más deuda externa. Luego de cincuenta años de estrangulamiento financiero, la deuda pública, inflada hasta el extremo como consecuencia del pago de la deuda externa con fondos de la Anses y el Banco Central, debe ser debatida por el conjunto de los trabajadores. En definitiva, la inminencia de una nueva crisis de poder y de un nuevo colapso económico, plantea la convocatoria de un congreso de trabajadores, con delegados mandatados por asambleas de sus lugares de trabajo, para impulsar un plan de lucha y un programa económico y político alternativo de la clase obrera.