Una nueva oleada de luchas

Gestamp, Cables Lear, línea Sarmiento, alimenticia Calsa, paro activo de la UOM Córdoba y la huelga próxima en la siderurgia, huelga pendiente de choferes, peleas crecientes en las empresas que suspenden, huelga azucarera en Salta, paros de bancarios, paritarias sin arreglo en camioneros, alimentación, neumáticos, lucha contra el impuesto al salario en Aluar y numerosas empresas.

Hemos ingresado en una etapa crucial de luchas, como consecuencia de la crisis industrial, el ajuste, la inflación y la perspectiva de crisis provinciales y un derrumbe financiero. La acumulación de deudas del Banco Central con la banca local y las cerealeras e importadores, para frenar la inflación, acentúan la recesión económica y anuncian una nueva devaluación fuerte a corto o mediano plazo.

La crisis industrial opera como un factor de ataque al movimiento obrero, luego de las grandes huelgas docentes en Buenos Aires y Salta, la ocupación de Valeo, la ex Ligget y Rieter en Córdoba y el enorme paro nacional del 10 de abril pasado. La firma de convenios a la baja, por parte de los burócratas de la CGT de Caló, por un lado, y la decisión de Moyano de desensillar (aunque no aclare), por el otro, pesan como un lastre sobre la pelea que los trabajadores empeñan en sus lugares de trabajo -mediante ocupaciones y/o cortes de ruta. Asimismo, queda más clara la función de la ley antipiquetes de los K, que ha sido apoyada por sus supuestos rivales: Berni ha estado haciendo un despliegue descomunal de la Gendarmería, por afuera de cualquier agenda de “inseguridad”.

El empeño de la burocracia por acompañar el ajuste capitalista choca, sin embargo, con la envergadura de la crisis que el ajuste ha provocado. Es precisamente lo que demuestran la crisis metalúrgica en Córdoba o el enfrentamiento de la UOM con Techint y Acindar-Arcelor. El reclamo salarial de la UTA forzaría al gobierno a aumentar los subsidios al transporte y agravar el grave déficit fiscal, o producir un aumento descomunal del boleto. Si la burocracia de la UTA sigue dando largas al reclamo, como lo viene haciendo desde enero, estallarán huelgas en numerosas líneas de colectivos. En el tramo final de la experiencia kirchnerista, se asiste a una crisis de conjunto que impacta con fuerza en la lucha de clases como no se registra desde hace tiempo.

El gobierno no encuentra paliativos para esta crisis, porque se ha quedado sin recursos. El Banco Central no puede salir en su socorro, por la simple razón de que se encuentra en quiebra; financia al Estado a fondo perdido, lo que incrementa la inflación y lleva las tasas de interés, para la producción o el crédito al consumo, a tasas usurarias. Un rescate internacional, por parte de la gran banca, condiciona una gran devaluación del peso y los tarifazos. La crisis industrial e inflacionaria desembocará en una crisis política.

En estas condiciones, podríamos atravesar el Mundial de Fútbol “a la brasileña” -con huelgas, cortes y movilizaciones. La huelga del pasado 10 de abril y la huelga activa de la UOM, en Córdoba, demuestran que es posible movilizar a los grandes contingentes de los sindicatos. Al lado de la lucha por empresa o rama está planteado el reclamo de una huelga general de advertencia, en principio por 24 horas, para parar las suspensiones y despidos, y ajustar los salarios, mensualmente, a la inflación. Llamamos a iniciar una campaña por una huelga general por estas reivindicaciones.

La crisis no deben pagarla los trabajadores. Si cae la producción, que se repartan las horas de trabajo entre todo el personal sin reducción del salario promedio real de los últimos seis meses. Que se abran los libros de las empresas para conocer los costos y planes de producción, y las ganancias capitalistas acumuladas. Que se abran las cuentas de las financistas de esas empresas y de los bancos, que revelarán los costos usurarios que se cargan a los clientes.

Los trabajadores necesitamos un programa de conjunto. Por eso es importante que se convoque a un Congreso de delegados del conjunto del movimiento obrero, con mandatos de asamblea.

Llamamos a todo el activismo y la juventud a unir fuerzas en defensa de las luchas en curso, que están aisladas, mediante una gran agitación por la huelga general de los sindicatos en conflicto y de las CGT y las CTA, que consista en marchas, cortes, volanteadas. Llamamos la atención de todos los luchadores acerca de la necesidad de discutir la ocupación de las empresas que suspendan, despidan o cierren, para prepararlas debidamente y como parte de un plan de conjunto.

La apología oficial de la “maquila”

En una de las últimas emisiones del programa “6-7-8″, Roberto Felleti, economista y diputado oficialista, dedicó buena parte de su intervención a atacar el señalamiento del periodista Ismael Bermúdez acerca de que la industria automotriz en Argentina es una armaduría de partes extranjeras. Los punteros oficialistas están lanzados a una campaña contra Bermúdez y Altamira, con falsificaciones y arbitrariedades. Les preocupa menos el Club de París o los especuladores que se quedan con el patrimonio de la Anses. Después de batir el parche acerca de que la emisión de moneda para pagar la deuda externa y los subsidios a los capitalistas, no es inflacionaria, y que quienes afirman lo contrario son indiscriminadamente ‘neoliberales’, se han llamado a silencio ante la brutalidad de la suba de las tasas de interés del Banco Central para absorber moneda en circulación, a cambio de un beneficio usurario monumental para los bancos.

Quien esto escribe, en columnas en Perfil y Clarín, y Bermúdez, en Mitre, coincidieron en caracterizar que la industria automotriz y la electrónica son armadurías o ensambladoras de partes importadas, que dejan un balance negativo de divisas, que se agravará considerablemente como consecuencia de la mega devaluación. La participación de autopartes producidas en el país no llega al 25%. El déficit de balanza comercial de la industria llegó a los 35.000 millones de dólares en 2013. Felleti acusó a Bermúdez de pretender el desmantelamiento de estas industrias, para que el excedente comercial de la soja quede en manos de la oligarquía agrario-cerealera. Es claro que, para Felleti, ese excedente de divisas (una vez remuneradas las sojeras y las cerealeras) debe ir a manos de GM, Fiat, VW, Ford, Renault o Toyota. Ocurre que, precisamente, debido, entre otros factores, a esta transferencia parasitaria de divisas, el gobierno ha procedido a una megadevaluación del peso, que ya es del 40%, lo cual significa una desvalorización equivalente del patrimonio nacional, en especial de la fuerza de trabajo (y los jubilados).

La apología de la maquila industrial, asocia a Felleti al desarrollismo de Frondizi-Frigerio-Alsogaray-Martínez de Hoz (1959-1962), una cría de ‘Libertadora’, cuya seudoindustrialización provocó, en solamente dos años, una grave crisis de balance de pagos, debido al déficit comercial, el pago de regalías y la remisión de utilidades al exterior. Estas crisis produjeron, a su vez, despidos y un aumento tendencial de la tasa de desocupación. El parasitismo de los regímenes de subsidio a la electrónica y productos digitales fue denunciado hasta por Horacio Verbitsky; la industria automotriz ha recibido del gobierno K adelantos de capital y el pago de la mitad de los salarios. La burguesía nativa y sus representantes políticos e intelectuales han sido incapaces de formular una vía para industrializar a Argentina. Por eso ocultan que la megadevaluación acentuará el desequilibrio comercial o, en su defecto, desatará despidos masivos en la industria.

El armado de partes, maquila, es el método de superexplotación nacional que el capital internacional ha impuesto a numerosos países periféricos, como ocurre con México, Centroamérica y Asia. Es precisamente la ‘tercerización’ industrial del capitalismo ‘neoliberal’.

La posición de Felleti es tan grosera, que desmiente a su tutor, Aldo Ferrer: “La causa principal de la restricción externa, dice Ferrer (BAE, 23/1), es la creciente brecha en el comercio internacional de manufacturas (…), particularmente (sic) en las autopartes, el complejo electrónico, los bienes de capital y el sector químico”. Ferrer destaca “la subindustrialización y la débil participación en el proceso innovativo de la industria argentina”. El lamento de Ferrer es tardío, incluso porque ya hacía de las suyas como ‘joven frondicista’.

El ataque de Felleti y los punteros televisivos K es, de todos modos, una maniobra de distracción. Estos energúmenos han salido a defender el ajuste, la mega devaluación, las tasas de interés usurarias, el entreguismo a las petroleras y el sometimiento a los usureros internacionales, que cobrarán 4.000 millones de dólares en 2014 por la reestructuración ruinosa de la deuda externa por parte de Kirchner-Lavagna-Nielsen, y por la falsificación de las estadísticas de producto interno bruto.

Quién dijo que la bancarrota capitalista es un recuerdo

Fue, durante mucho tiempo, la noticia más cantada en el mundo financiero: el Banco Central de Estados Unidos pondría fin a la política de compra masiva de la deuda pública norteamericana, la cual se ha desarrollado mediante una emisión monetaria gigantesca. El objetivo perseguido -apalancar a la economía norteamericana e incluso a la del resto del mundo- se habría alcanzado. Esa emisión había logrado mantener la tasa de interés de referencia a poco arriba del cero por ciento, así como transferir las inversiones en deuda pública a las acciones de empresas, lo que promovió un ascenso espectacular de las bolsas. Sin embargo, cuando llegó la hora de la verdad, la Reserva Federal pestañeó: la cancelación gradual de la política de emisión de moneda quedaría para más adelante. La vacilación de los banqueros centrales dejó al desnudo la profundidad de la bancarrota capitalista mundial, cuando se han cumplido más de seis años desde su inicio.

Es que, a pesar del ‘estímulo’ monetario gigantesco, la esperada reactivación de la economía apenas se hizo notar. En relación con el desempleo ocurrió lo mismo: la reducción del 9 al 7,5% se debió a la baja en la gente que dejó de buscar trabajo -bajó la población activa, no la desocupación. Los empleos que se han creado durante la crisis son, por otra parte, de peor calidad y el salario medio no creció, lo cual implica el desplome de quienes ocupan la parte inferior de la escala. “La lectura más reciente -dice The Wall Street Journal (27/6)- muestra un escenario inestable. Las inversiones de las empresas norteamericanas avanzaron apenas un 0,4% en el primer trimestre. El ritmo de inversiones está un 4% abajo del período pre-recesión. La producción total de las fábricas norteamericanas, el mes pasado, fue un 5% inferior al promedio de 2007″.

Nuevo ciclo especulativo

El dinero emitido no fue a la inversión ni al crédito, sino a la compra de activos y papeles que ya se encuentran en circulación, cuyos precios se habían abaratado en relación con el aumento de la deuda pública. Una periodista británica (Gillian Tett, Financial Times, 20/9) tuvo que aludir a la “baja productividad del dinero”, para justificar que tanta plata sólo hubiera logrado producir un incremento del 2% del PBI de Estados Unidos y virtualmente nada en Europa. El fracaso del ‘estímulo’ puso de manifiesto que los fundamentos de la crisis han empeorado: la tasa de beneficio industrial no se ha recuperado, como tampoco la demanda de los consumidores; el nivel de endeudamiento mundial apenas se ha movido de los 500/600 billones de dólares; el sistema bancario está atiborrado de créditos incobrables -los principales bancos europeos tienen un déficit de capital de cien mil millones de euros. Grecia y Portugal reclaman nuevos rescates; Italia, España y Francia se encuentran en un completo impasse. La ya mencionada periodista señala: “Hoy, en el Reino Unido, apenas el 15% del total de flujos financieros es canalizado efectivamente hacia ‘proyectos de inversión’; el resto sustenta activos empresarios, inmobiliarios o finanzas personales no garantizadas, que existen para estabilizar el ciclo de vida del consumo”.

La emisión descomunal de la Reserva Federal de Estados Unidos (a la que acompaña, desde mucho antes, la mayor aún del Banco de Japón) ha operado, en realidad, como una provisión de ‘dinero fácil’ para financiar una especulación financiera, la cual ha superado a la que llevó al derrumbe de 2007/9. Con una expansión de su balance, de casi cero a cuatro billones de dólares, el Banco Central norteamericano desplazó a China y a Japón como los principales tenedores de deuda pública de Estados Unidos. Frenó, de este modo, la amenaza de un retiro de fondos de esos países, motivada por el temor a que la deuda norteamericana no encontrara financiación. Una reducción de los gastos y de la deuda pública de Estados Unidos se encuentra bloqueada en el Congreso norteamericano, aunque el avance de un ‘ajuste’ tendría como resultado un retorno directo a la recesión. Es claro, entonces, que la Reserva Federal tuvo que recular de la intención de poner fin una política que no lleva a ningún lado, porque su cancelación (incluso si fuera gradual) habría acentuado la crisis económica en Estados Unidos e incluso agravado la crisis financiera con un derrumbe generalizado de las bolsas. La caída persistente de la cotización del oro, desde que se anunció el propósito de disminuir el ritmo de emisión monetaria, dejó planteado el recrudecimiento de la deflación que acosa al conjunto de la industria mundial.

Países emergentes

La ‘madre de todas las crisis’ se asomó, sin embargo, en los llamados ‘países emergentes’. Ocurre que la reducción de la tasa de interés norteamericana, como resultado de la compra masiva de deuda pública por medio de emisión de moneda, movilizó los capitales especulativos hacia inversiones de mayor rendimiento, en especial a las de aquellos países -sea para deuda pública, la bolsa, préstamos de todo tipo o la financiación del consumo interno. El endeudamiento público y privado de los ‘emergentes’, a través de toda clase de instrumentos financieros, adquirió desde 2010 proporciones colosales y, en especial, el uso de esa financiación para apalancar la deuda doméstica. La deuda de las familias en Brasil (la cual está financiada por créditos internacionales a los bancos) es del 52% de sus ingresos y ha producido una incobrabilidad del 10/12%. El gobierno brasileño ha llegado al ridículo de protestar contra este retiro de fondos internacionales, luego de haberse quejado por lo contrario -el ingreso de fondos- dos años antes, lo cual calificó entonces como una ‘guerra monetaria’. Es también lo que ocurre en Indonesia y la India, en la misma escala. La incobrabilidad, por un lado, y la perspectiva de aumento del costo del crédito internacional -en anticipación al retiro de los ‘estímulos’ de la Reserva Federal- por el otro, han desatado una salida de capitales en gran escala y, por lo tanto, la devaluación de las monedas de esas naciones. Lo mismo pasa en Argentina, donde el crédito con tarjeta ha crecido sin parar, a pesar de que tiene menor exposición al mercado internacional de capitales. En junio pasado, cuando el retiro de los ‘estímulos’ por parte de la Reserva Federal planeaba como una posibilidad, Le Monde (26/6) titulaba: “El costo de los empréstitos inquieta de nuevo a Europa: la tasa de las deudas soberanas de Irlanda y Portugal ha aumentado en forma neta en los últimos días”. Los fondos estadounidenses, que habían inundado de dólares a Europa, luego de la ‘sequía’ de 2011, amenazaban con un nuevo retiro, precisamente por el encarecimiento del crédito a la metrópoli. En efecto, antes del anuncio que después no se produjo, la tasa a largo plazo en Estados Unidos se aproximó al 4%, a pesar de los ‘estímulos’. A finales de junio pasado, una “venta record de títulos públicos de Estados Unidos” obedeció a “la liquidación por parte de países en desarrollo, para financiar la salida de dólares” (Financial Times, 28/6).

La vacilación del Banco Central norteamericano para eliminar en forma progresiva su política de estímulos se explica por el temor a provocar un derrumbe financiero de alcance internacional. Las críticas al recule no se hicieron esperar, desde los que aseguran que sólo servirá para amplificar la especulación en desarrollo y desatar una crisis aún peor en un futuro próximo, hasta los que aseguran que el derrumbe de la especulación al interior de los ‘países en desarrollo’ es imparable sin importar qué se haga al respecto más allá de sus fronteras. Por eso, es interesante el abordaje de esta crisis por el nuevo presidente del Banco Central de la India, el cual ha elevado en forma drástica la tasa de interés interna para contener la devaluación de la rupia y ha indexado los créditos-deudas -esto para contener la salida de capitales. Es por este camino que rumbea también el kirchnerismo, en especial si se confirma el establecimiento de un nuevo índice de precios que sirva, precisamente, al ajuste por inflación. Podría ser, no hace falta decirlo, la ‘salida’ de los Massa-Lavagna-Nielsen en el marco de una devaluación del peso.

Todo esto ocurre cuando disminuyen la producción y la demanda de China y se desarrolla -especialmente en ese país- una crisis bancaria formidable. Aunque China es acreedora internacional por un monto bruto de cinco billones de dólares, frente a un pasivo bruto de tres billones (Valor Económico, 4/6), tiene un elevado déficit de inversiones, debido a la diferencia de rendimientos de uno y otro: mientras las inversiones extranjeras en China obtienen rendimientos del 22 al 33% anual, el de las inversiones chinas afuera “es casi nulo”.

La salida de la crisis con métodos especulativos ha desatado una crisis de alcance mayor a la que estalló en 2007/8; el mercado financiero internacional (incluidos sus mercados domésticos) ocupa el lugar que hace seis años ocupó la crisis hipotecaria y la de los bancos vinculados a ella. El ‘pestañeo’ de la Reserva Federal es la manifestación política del nuevo derrumbe que se encuentra en desarrollo.