El Frente de Izquierda canta victoria

¿Existe algún vinculo entre el desarrollo de la huelga docente y las elecciones municipales de Mendoza capital? Solamente si se captura esa relación se puede caracterizar el fenómeno político que se desarrolla en el país desde hace unos años. Es un hecho objetivo que la huelga docente doblegó la decisión de imponer un convenio en los términos que convienen a la política de devaluación, tarifazo y reendeudamiento estéril que ha emprendido el gobierno nacional. Esta lucha ha sido traducción práctica de lo que significa el ascenso de la izquierda en el sindicalismo docente. La derrota del oficialismo por parte de los docentes dejó instalada, en la crisis política presente, la metodología de la huelga general.

En Mendoza, por su lado, esta lucha ha adquirido también una gran amplitud. Además de los docentes, se encuentran movilizados los empleados de la administración pública, los judiciales y los trabajadores de prensa. Con este marco, avanza la formación de una lista amplia de la izquierda, con posibilidades de ganar la dirección de la CTA de la provincia a mediados de año. Es, por lo tanto, en el marco de un avance de la lucha de los trabajadores y de la continua inserción social y política de la izquierda entre estos trabajadores, que el Frente de Izquierda ha ratificado, el domingo pasado, la gran votación que recogió en octubre de 2013, cuando consagró un diputado nacional. El ingreso de una concejala del Frente de Izquierda es la expresión del avance de una correlación política históricamente diferente en Argentina.

Es un nuevo golpe a la tesis caprichosa de que el ascenso de la izquierda es un fenómeno episódico y a los que se consuelan con que seríamos beneficiarios de un voto castigo. Para que se diera esta variante, el Frente de Izquierda y el Partido Obrero deberían ser, ellos mismos, una construcción fugaz, algo que refutan una historia de luchas reales y de creciente inserción en el movimiento obrero y la juventud. La misma conjetura se tejió para el Partido Obrero de Salta, cuando obtuvo su primer legislador en 2001; en octubre pasado le ganamos al peronismo en la capital por trece puntos.

Los resultados del domingo pasado, en Mendoza, parecen haber satisfecho a todos los contrincantes. La UCR, porque ganó; el PRO-PD, porque salió segundo; y hasta los K, el partido oficial, contentos por la diferencia de 140 votos que le sacaron al Frente de Izquierda. ¡Qué ilusión! La UCR perdió como en la guerra, unos 17,5 puntos, para mayor desgracia para las aspiraciones de Cobos, y aun más para su aliado Fayad, un radical K, castigado en su doble condición. El macrismo chupó los votos radicales, en lo que equivale a una rotación del electorado entre fuerzas de la misma naturaleza social – esto porque los ‘gansos’ mendocinos representan a una burguesía venida a menos, sin el apoyo (todavía) de los pulpos mineros que merodean Mendoza. El gobierno de Paco Pérez ha perdido hasta el respeto del electorado. Que el partido de CFK se solace por un ‘empate técnico’ con nosotros, habla por sí solo.

Argentina atraviesa una transición política marcada por una crisis severa. Los resultados electorales definen los campos en lucha. En esencia, tenemos un oficialismo en retirada completa, desesperado por complacer al capital financiero, y una oposición de dirigentes y contenido capitalista, que no ha ofrecido todavía un programa alternativo, ni ha creado un polo de atracción. Que la izquierda realmente socialista avance en el plano electoral y de las luchas constituye un cambio estratégico en la historia nacional. La transición política tiende a convertirse en una transición histórica.

Rejuntes

El oficialismo K sufre del defecto conocido como “hablarse encima”. Consiste en convencerse a sí mismo de ciertas mentiras a fuerza de repetirlas hasta la fatiga. Es el caso cuando se adjudica una condición nacional y popular o cuando declama la intención de ‘democratizar la Justicia’ que, sin embargo, actúa como cómplice en el tratamiento de las denuncias de fraudes y ‘enriquecimientos ilícitos’ de funcionarios del gobierno, incluso en la trata de personas y esclavización laboral.

La novedad reciente en esta saga es la pretensión de la presidenta de que el Frente para la Victoria representa un ‘proyecto’ que se distingue del ‘rejunte’ de sus opositores. Una distorsión semejante de la realidad la hacen quienes llegaron al gobierno de la mano de Eduardo Duhalde, gobernaron con la complicidad de Clarín, hicieron un frente ‘transversal’ con Julio Cobos, se distanciaron y acercaron a Jorge Bergoglio y, finalmente, bajo el paraguas de las retenciones a la soja impulsaron el mayor monocultivo de la historia agraria de Argentina, con ganancias nunca vistas de las cerealeras y una gigantesca penetración de la gran industria química y semillera en las actividades agrícolas. El kirchnerismo no es un ‘proyecto’ (es incapaz de algo semejante en el marco de la declinación capitalista), sino un sistema de improvisación permanente.

Continuar leyendo