El fin de la experiencia kirchnerista

Una vez más, como ocurre desde hace más de dos décadas, el escenario político de la Plaza de Mayo el pasado Primero de Mayo fue ocupado por la izquierda y el movimiento obrero combativo. La burocracia sindical, por su lado, estará disputando un contrato de basura con el municipio de Quilmes, cuyo intendente es otro burócrata de los sindicatos, en defensa de sus intereses empresariales. La burocracia sindical, que funge también como patronal, no se limita a José Pedraza.

El contexto político, además, ha cambiado en forma considerable luego de que el Frente de Izquierda obtuviera cerca de un millón y medio de votos en las elecciones pasadas y le ganara en forma holgada al peronismo en la capital de Salta. El Frente de Izquierda tiene hoy un bloque de diputados nacionales y varios otros en legislaturas de provincia y Ciudad, y en varios concejos deliberantes. Es decir que se desarrolla una transición política de alcances históricos en una masa significativa de trabajadores. Esta transición queda en evidencia en los avances en los sindicatos regionales o por empresas y en el movimiento estudiantil.

Cuando se conjuga esta tendencia con otras manifestaciones de la realidad política y social de Argentina, es claro que este Primero de Mayo se distinguió por el ascenso de una fuerza histórica que ha estado muy relegada en las últimas décadas, en especial porque la destrucción de los militantes y luchadores populares fue el objetivo estratégico de la dictadura militar y de quienes la sustentaron: el gran capital y las principales potencias imperialistas.

El ascenso de la izquierda y la unión creciente con el movimiento obrero se desenvuelve en un contexto de bancarrota económica, la cual ha dado paso a otro plan de ajuste e incluso a un “Rodrigazo”. Argentina no se enfrenta solamente a una agudización de los conflictos sociales y a una intervención enérgica del movimiento obrero, como se pudo comprobar ya con la huelga docente bonaerense, la huelga del 10 de abril, la actual huelga docente en Salta y la vigorosa acción de diversos sindicatos en las zonas de exportación de Rosario.

La izquierda se encuentra empeñada en dar una orientación victoriosa a esta resistencia contra el intento de descargar la crisis capitalista sobre los trabajadores. Sus filas se refuerzan, como consecuencia. Las devaluaciones y los tarifazos, así como las entregas a petroleros y a banqueros nacionales e internacionales, marcan asimismo el final de la experiencia kirchnerista, que se había postulado, oportunamente, como el canal exclusivo del movimiento popular. Esto se terminó. Pero la desintegración afecta al conjunto político tradicional: desde los diversos post-kirchneristas del peronismo hasta el progresismo que se alía con la derecha de la UCR e incluso busca el amparo de Macri. La agenda que emerge para la izquierda, a partir de este Primero de Mayo, es conquistar a la base que ha seguido a los K y a la masa progresista que ve con repugnancia el contubernio del centroizquierda con la derecha.

La izquierda y el Partido Obrero hemos llegado a esta instancia histórica luego de una lucha principista muy firme contra el relato kirchnerista y también contra una izquierda que pretendía convertirse en ala de una movimiento ‘plural’ acomodaticio con el régimen vigente. O sea que este lugar histórico ha sido conquistado, no recibido, como expresión de un programa adecuado a las condiciones de un capitalismo mundial en decadencia, que produce crisis cada vez más catastróficas. Fue en estos términos que celebramos este nuevo Primero de Mayo, con las viejas palabras: “Proletarios de todos los países, uníos”.

El Frente de Izquierda canta victoria

¿Existe algún vinculo entre el desarrollo de la huelga docente y las elecciones municipales de Mendoza capital? Solamente si se captura esa relación se puede caracterizar el fenómeno político que se desarrolla en el país desde hace unos años. Es un hecho objetivo que la huelga docente doblegó la decisión de imponer un convenio en los términos que convienen a la política de devaluación, tarifazo y reendeudamiento estéril que ha emprendido el gobierno nacional. Esta lucha ha sido traducción práctica de lo que significa el ascenso de la izquierda en el sindicalismo docente. La derrota del oficialismo por parte de los docentes dejó instalada, en la crisis política presente, la metodología de la huelga general.

En Mendoza, por su lado, esta lucha ha adquirido también una gran amplitud. Además de los docentes, se encuentran movilizados los empleados de la administración pública, los judiciales y los trabajadores de prensa. Con este marco, avanza la formación de una lista amplia de la izquierda, con posibilidades de ganar la dirección de la CTA de la provincia a mediados de año. Es, por lo tanto, en el marco de un avance de la lucha de los trabajadores y de la continua inserción social y política de la izquierda entre estos trabajadores, que el Frente de Izquierda ha ratificado, el domingo pasado, la gran votación que recogió en octubre de 2013, cuando consagró un diputado nacional. El ingreso de una concejala del Frente de Izquierda es la expresión del avance de una correlación política históricamente diferente en Argentina.

Es un nuevo golpe a la tesis caprichosa de que el ascenso de la izquierda es un fenómeno episódico y a los que se consuelan con que seríamos beneficiarios de un voto castigo. Para que se diera esta variante, el Frente de Izquierda y el Partido Obrero deberían ser, ellos mismos, una construcción fugaz, algo que refutan una historia de luchas reales y de creciente inserción en el movimiento obrero y la juventud. La misma conjetura se tejió para el Partido Obrero de Salta, cuando obtuvo su primer legislador en 2001; en octubre pasado le ganamos al peronismo en la capital por trece puntos.

Los resultados del domingo pasado, en Mendoza, parecen haber satisfecho a todos los contrincantes. La UCR, porque ganó; el PRO-PD, porque salió segundo; y hasta los K, el partido oficial, contentos por la diferencia de 140 votos que le sacaron al Frente de Izquierda. ¡Qué ilusión! La UCR perdió como en la guerra, unos 17,5 puntos, para mayor desgracia para las aspiraciones de Cobos, y aun más para su aliado Fayad, un radical K, castigado en su doble condición. El macrismo chupó los votos radicales, en lo que equivale a una rotación del electorado entre fuerzas de la misma naturaleza social – esto porque los ‘gansos’ mendocinos representan a una burguesía venida a menos, sin el apoyo (todavía) de los pulpos mineros que merodean Mendoza. El gobierno de Paco Pérez ha perdido hasta el respeto del electorado. Que el partido de CFK se solace por un ‘empate técnico’ con nosotros, habla por sí solo.

Argentina atraviesa una transición política marcada por una crisis severa. Los resultados electorales definen los campos en lucha. En esencia, tenemos un oficialismo en retirada completa, desesperado por complacer al capital financiero, y una oposición de dirigentes y contenido capitalista, que no ha ofrecido todavía un programa alternativo, ni ha creado un polo de atracción. Que la izquierda realmente socialista avance en el plano electoral y de las luchas constituye un cambio estratégico en la historia nacional. La transición política tiende a convertirse en una transición histórica.

El garantismo senil

El intento de reformar el Código Penal data del año 2012, cuando el kirchnerismo todavía se aferraba a “Cristina eterna”; ahora se trata del “legado” que pretende dejar una década de “puras ganancias”. El anteproyecto fue consensuado con la UCR y hasta con el PRO, y también pasó por el cedazo de la Iglesia.

Este producto tardío es, antes que nada, el canto del cisne del garantismo. Predicado, por un lado, como un refuerzo de los derechos del ciudadano ante las arbitrariedades y “armados” de las fuerzas de represión y, por el otro, como sustituto de la pena o el castigo por la reeducación y la reinserción social, el garantismo choca con todas las tendencias reaccionarias que caracterizan al capitalismo en descomposición. De una parte, choca con el incremento de la violencia social y política, como se manifiesta en el crecimiento de las guerras de opresión, en la multiplicación de los crímenes de guerra y en el desarrollo del delito y del crimen organizado; de otra parte, con el crecimiento de los aparatos del Estado que operan en las sombras y por el despotismo en aumento de los que tienen legalidad constitucional. Los bombardeos a Serbia, Irak, Afganistán, Libia, Sudán, por caso, o la cárcel de Guantánamo y las cárceles clandestinas de la CIA, son la metáfora del derecho moderno. Existe una Corte Penal Internacional que avala todos los delitos que comete la democracia, en nombre, o no, de la lucha contra el terrorismo. La Corte norteamericana ha avalado la tortura y la jurisdicción de la justicia militar para civiles, o sea que ha consagrado el estado de excepción. En Argentina, esa metáfora está representada por la ley antiterrorista, el espionaje X, las torturas en las comisarías, el gatillo fácil y la desaparición (trata) de personas. El código de Zaffaroni sería una especie de cortina de humo del espionaje de Milani.

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Rejuntes

El oficialismo K sufre del defecto conocido como “hablarse encima”. Consiste en convencerse a sí mismo de ciertas mentiras a fuerza de repetirlas hasta la fatiga. Es el caso cuando se adjudica una condición nacional y popular o cuando declama la intención de ‘democratizar la Justicia’ que, sin embargo, actúa como cómplice en el tratamiento de las denuncias de fraudes y ‘enriquecimientos ilícitos’ de funcionarios del gobierno, incluso en la trata de personas y esclavización laboral.

La novedad reciente en esta saga es la pretensión de la presidenta de que el Frente para la Victoria representa un ‘proyecto’ que se distingue del ‘rejunte’ de sus opositores. Una distorsión semejante de la realidad la hacen quienes llegaron al gobierno de la mano de Eduardo Duhalde, gobernaron con la complicidad de Clarín, hicieron un frente ‘transversal’ con Julio Cobos, se distanciaron y acercaron a Jorge Bergoglio y, finalmente, bajo el paraguas de las retenciones a la soja impulsaron el mayor monocultivo de la historia agraria de Argentina, con ganancias nunca vistas de las cerealeras y una gigantesca penetración de la gran industria química y semillera en las actividades agrícolas. El kirchnerismo no es un ‘proyecto’ (es incapaz de algo semejante en el marco de la declinación capitalista), sino un sistema de improvisación permanente.

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