Oswald en México

Se cumplieron 50 años del asesinato de Kennedy. Como es lógico, en un país que no recuerda su historia antigua inexistente, pero evoca a cada rato recuerdos más recientes, han proliferado los programas especiales, los libros y los ensayos sobre aquellos acontecimientos ya lejanos. Nada demasiado nuevo ha surgido, salvo quizás dos o tres enfoques diferentes sobre el magnicidio de Dallas.

El primero lo resumió bien el académico Larry Sabato en su nuevo libro, después de haber utilizado tecnología del siglo XXI para escudriñar audios, videos y documentos delegados del siglo XX. Concluye que Oswald actuó solo, pero que nunca sabremos si fue inducido por alguien o si procedió por su cuenta. En el espacio de esa duda se insertan varios libros más, empezando por el recién publicado JFK: caso abierto, de Philip Shenon; el prólogo a la edición de bolsillo de Brian Latell, Los secretos de Castro; y uno de hace cinco años, de Jefferson Morley, Nuestro hombre en México. Winston Scott y la historia oculta de la CIA. Estos tres textos se centran en múltiples interrogantes abiertas por la investigación tanto de la Comisión Warren como del Comité Selecto sobre Asesinatos del Congreso norteamericano de 1979.

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¡España y Portugal sí, Cuba No!

Las protestas en Brasil contra el alza del precio del transporte, el sobregasto para el Mundial, los Juegos Olímpicos y la corrupción generalizada han llevado a un gobierno sensible a buscar respuestas novedosas. No todas han prosperado; la mayoría de los legisladores rechazaron la propuesta de Dilma Rousseff de celebrar un referéndum sobre una reforma política. Otra de las ideas principales, el programa llamado “Mais Médicos”, ha suscitado controversias por varias razones, entre ellas el trabajo obligatorio, la no especialización y el enviar a miles de galenos a zonas lejanas sin su consentimiento.

Uno de los aspectos más interesantes, aunque no el más importante, de esta propuesta de expandir los servicios de salud en Brasil ha sido la de importar entre 6 y 13 mil médicos del extranjero. Brasil padece un déficit serio en esta materia: un médico para mil habitantes, mientras que Argentina tiene 3,2 y México 2. Desde el mes de mayo, antes de las protestas callejeras, el gobierno anunció que negociaba con Cuba un acuerdo para traer aproximadamente 6 mil médicos de la isla. Poco después, el ministro de Salud, miembro del partido gobernante de izquierda, aliado cercano del régimen cubano, declaró que no prosperó esa idea, ya que “descartamos buscar médicos cuyo tiempo de formación no sea reconocido en nuestro país, como ocurre con la Escuela Latinoamericana de Medicina en Cuba”.

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Snowden: nadie come lumbre

El tragicómico episodio del vuelo presidencial boliviano entre Moscú y La Paz encierra, como buena novela de espionaje, todo tipo de enigmas, engaños, excesos y connotaciones. Seguramente, en los próximos días nos enteraremos de una de parte los chismes pertinentes y otros permanecerán en el misterio. Por lo pronto podemos utilizar el incidente -grave por la resonancia y, como hubiera dicho una tía de Héctor Aguilar Camín, ”el retintín’’ europeo frente a los países tropicales- pero también envuelto en lo que en algunos momentos parece ser una comedia de mayor o menor mal gusto. Como todo es especulación, conviene proceder por preguntas sin respuestas.

Para empezar, ¿por qué uno de los gobiernos más pobres de América Latina tiene un avión presidencial Dassault Falcon 900 de fabricación francesa con autonomía de vuelo de 7,400 kilómetros? Uno puede legítimamente preguntarse si un país que padece el atraso de Bolivia debe enviar a su presidente a decenas de miles de kilómetros de distancia a una conferencia, por importante que sea, en avión privado. De haber viajado en avión de línea, nada de esto le hubiera sucedido a Evo.

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