César Chávez en la Casa Blanca

WASHINGTON – César Chávez, el líder histórico de la comunidad latina, nunca fue invitado a la Casa Blanca. Al menos ocho presidentes pudieron invitarlo, pero no lo hicieron.

Quizás porque Chávez hacía sentir muy incómodos a los poderosos. O tal vez porque le tenían miedo a alguien que había bautizado a sus perros “Boycott” y “Huelga”.

Una de las mejores cosas de Estados Unidos es esa voluntad de disculparse públicamente y de corregir errores. Por ejemplo, estoy seguro de que, tarde o temprano, este país rectificará el gravísimo error de haber deportado a dos millones de personas en seis años y de haber esperado casi tres décadas para legalizar a la mayoría de los 11 millones de indocumentados. Eso vendrá. Pero lo que ya ocurrió fue la invitación de César Chávez a la Casa Blanca.

Hace unos días el presidente Barack Obama invitó a los actores de la nueva película César Chávez – Michael Peña, América Ferrera y Rosario Dawson – y a su director, Diego Luna, a la Casa Blanca. Junto a ellos estaban Dolores Huerta, la principal aliada de Chávez en el sindicato de campesinos United Farm Workers, Paul Chávez, el sexto de los ocho hijos del líder, y una docena de familiares. Yo estaba de testigo y aquello fue una fiesta. César Chávez, por fin (y aunque de manera simbólica, en un filme), había llegado a la Casa Blanca.

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El gran cuento de los republicanos

Es un gran cuento. Por unos momentos, el Partido Republicano hizo creer a los hispanos y a los inmigrantes que realmente quería una reforma migratoria para este año. Pero, la verdad, todo parece indicar que no va a pasar nada. El final del cuento es que los inmigrantes indocumentados se quedarán sin legalización por mucho tiempo más y los republicanos se volverán a quedar sin la Casa Blanca en el 2016.

 

Es todo un juego político. El año pasado, el Senado (con mayoría demócrata) aprobó una propuesta de reforma inmigratoria. El punto central era legalizar a la mayoría de los indocumentados y darle un camino a la ciudadanía. Llegó, entonces, el turno de la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, y ahí todo se echó a perder.

Después de muchos titubeos y consultas internas, el Partido Republicano dio a conocer hace unos días una “lista de principios” sobre inmigración. La lista incluía, como era suponerse, más seguridad en la frontera, más visas, más verificación en los empleos, más registros de entradas y salidas de visitantes. Pero lo importante es que le daría un estatus legal a la mayoría de los indocumentados.

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