¿Qué hacemos con ellos?

La crisis creada por miles de niños centroamericanos cruzando solos la frontera de México a Estados Unidos nos ha tomado a todos por sorpresa. Nadie parece saber qué hacer con ellos. Pero lo primero, lo más importante, es cuidarlos, tratarlos como niños y dejar a un lado la politiquería.

Las cifras son alarmantes. El año pasado fueron detenidos tras cruzar la frontera entre México y Estados Unidos unos 24 mil niños provenientes, sobre todo, de El Salvador, Honduras y Guatemala. Este año el gobierno de Obama calcula que serán más de 90 mil. ¿Por qué tantos?

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El Chapo, los chapitos y los marihuaneros

La buena noticia es que el “Chapo” Guzmán todavía no se ha escapado. La última vez, en el 2001, sus carceleros se quedaron enojados porque se salió sin avisarles. No volverán a cometer el mismo error. Pero la mala noticia es que ya hay competencia para reemplazar a el Chapo y que aquí en Estados Unidos hay más marihuaneros que nunca. No es para lloverle a la fiesta del presidente de México, Enrique Peña Nieto: capturar a uno de los hombres más buscados del mundo es un triunfo, y se logró sin disparar una sola vez cuando las autoridades irrumpieron en el condominio donde Guzmán se escondía, en Mazatlán. Pero la captura ocasional de un importante jefe del narcotráfico no reducirá la violencia en México ni pondrá fin a la guerra contra las drogas.

La estrategia de perseguir a los jefes de los carteles de las drogas no genera paz ni seguridad. Se arresta a un Chapo y, al rato, aparecen más chapitos. Ésa es la regla de este mortal juego. En enero de este 2014 fueron asesinadas 1,366 personas en México (según cifras oficiales) y hubo 132 secuestros. Estas cifras son casi las mismas que las de enero del año pasado y, para nuestra desgracia, serán casi iguales en este marzo, abril y mayo.

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La salida en Venezuela

¿Quién puede apoyar a un régimen que mata estudiantes, encarcela opositores, arma a grupos paramilitares y luego, para esconder la pedrada, censura la televisión y los medios de comunicación? Ésta es la pregunta en Venezuela.

Cuando los venezolanos hablan de “una salida” se refieren, fundamentalmente, a dos cosas. Una, cómo salir de la peor inflación del continente (más del 60 %), de la constante devaluación de su moneda, de una escasez generada por una burocracia inútil y de una de las más altas cifras de criminalidad en el mundo (más de 24 mil asesinatos en el 2013). Y dos, cómo deshacerse del gobierno autoritario y represivo de Nicolás Maduro. Esto último es lo más difícil.

Ningún demócrata puede apoyar un golpe de estado ni la violencia. En casi todo el mundo lo condenarían. Y el mandato de Maduro es hasta el 2019, aunque haya ganado con trampa las elecciones. La oposición venezolana lo sabe y no quiere cometer el mismo error del golpe militar del 2002 contra Hugo Chávez. Un golpe es un golpe. Maduro – que no es Chávez, aunque copie su forma de hablar, sus gritos, sus insultos y hasta lo ve en forma de “pajarito” – planteó el dilema legal de la siguiente manera: “si la oposición quiere salir de mí, que junten las firmas para el plebiscito revocatorio del 2016.”

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El desafío de vivir juntos

Nada aquí es fácil. Nada fluye. Todo se tiene que discutir, negociar y acordar. Y después de hacerlo, hay que empezar de nuevo. Esta maravillosa y milenaria ciudad alberga, dentro de sus muros, el principal problema internacional de nuestros tiempos: ¿Cómo lograr la paz entre Israel y los palestinos?

Israelíes y palestinos, les guste o no, están condenados a vivir juntos en un territorio muy pequeño. Ninguno de los dos grupos se va a ir a vivir a otro lado. Pero todavía no se ponen de acuerdo en las reglas de su obligada convivencia.

En una reciente visita a Israel y a los territorios palestinos, el extraordinario guía que me acompañó sufría para describir los lugares que me mostraba. “Este es un lugar liberado, según Israel, u ocupado, de acuerdo con los árabes”, me decía. Uno de esos lugares liberados/ocupados fue Belén. Desde luego, no deja de sorprender que donde yace una estrella plateada con 14 puntas nació, según la tradición cristiana, el hombre que originaría una de las religiones más importantes del planeta. Pero a mí lo que más me impresionó fueron los muros que dividen a Belén de Israel.

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Gordos y otras malas palabras

¿Cómo va la dieta? En México, muy mal. Tengo la edad y la memoria para recordar una época en que llamar a alguien “gordo” no era ofensivo ni despectivo. Por el contrario, entre mis familiares y amigos en México había muchos y entrañables “gordos” y “gorditos.”

Incluso era frecuente escuchar que alguien le llamara “gordita” a su novia y, en lugar de una bofetada, recibiera una sonrisa y un beso. Vengo de un país donde la desnutrición mataba a miles de personas. Ser sumamente flaco significaba, muchas veces, enfermedad y pobreza extrema. Lo mismo ocurría en otros países del mundo.

Mucho ha cambiado en los últimos años. Hoy en día llamarle a alguien “gordo” es una ofensa, políticamente incorrecto y demuestra una enorme ignorancia. La obesidad es una enfermedad y, en el caso de México, es una verdadera epidemia. En el último año, México se convirtió en el país con mayor obesidad del mundo, superando incluso a Estados Unidos, Nueva Zelanda, Chile y Australia, según un estudio de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura. Las cifras son devastadoras.

Qué rico se come en México. El problema es que se nota. Mucho. 7 de cada 10 mexicanos adultos son obesos o tienen sobrepeso (de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición del 2012). Las mujeres mexicanas (73 %) lo sufren un poco más que los hombres (69.4 %).

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Los muertos de Nicolás Maduro

Venezuela es más violenta que Irak: eso es lo que dicen los datos. Chavistas, maduristas y su ejército de troles en la internet aseguran que esas cifras son invenciones de pitiyanquis y lacayos del imperio. Pero no lo son. Es la triste realidad que se vive en Venezuela. Y las cosas están empeorando con Nicolás Maduro al frente del gobierno.

El brutal asesinato de la ex Miss Venezuela, Mónica Spear, ha hecho que fijemos nuestra mirada en uno de los países más violentos del mundo. La última vez que el planeta se fijo colectivamente en Venezuela fue tras la muerte en marzo del comandante Hugo Chávez. Pero en esta ocasión, la muerte de Spear no estaba anunciada.

Spear, de 29 años, una estrella de de telenovelas, vacacionaba en Venezuela con su ex esposo, Thomas Berry, y su hija de 5 años, Maya, cuando su automóvil se descompuso cerca de Valencia la noche del 6 de enero. La pareja hacia señales a un camión de remolque que pasaba cuando cinco hombres armados se acercaron y empezaron a disparar. Spear y Berry se encerraron rápidamente en su auto con Maya, que estaba dormida, pero las balas perforaron el vehículo, matando a Spear y Berry e hiriendo a la niña.

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