Mi desayuno con Gabo

La verdad, nunca le llamé Gabo, o Gabito. Hubiera querido, pero nunca fui parte de ese privilegiado círculo de amigos y escritores que se reunían frecuentemente con Gabriel García Márquez, el novelista más importante de nuestro tiempo. Es más, ni siquiera lo conocía en persona.

Como millones de lectores, crecí con él, leyéndolo, analizándolo, tratando de llegar hasta el hueso de cada una de sus frases perfectas. Su carpintería era única; siempre parecía encontrar la palabra exacta para decir lo que quería. Y eso requería mucho trabajo, mucho talento y muchas páginas en la basura. (Se nos olvida ya que la computadora es post-Aureliano Buendía y su descubrimiento del hielo.)

En mi época universitaria, García Márquez ya era García Márquez, el genio de Cien años de soledad y el mejor exponente del realismo mágico – esa manera tan nuestra del ver el mundo. Macondo es América Latina. Y en este rincón del planeta donde todo es posible – dictadores que no mueren, niños con colas, mujeres que flotan, amores eternos y fantasmas más vivos que los vivos – García Márquez fue el primero en darle voz y legitimidad.

En 2004, cuando un colega periodista me invitó a un evento en Los Cabos, México, donde iban a homenajear a García Márquez, acepté con una condición: preséntamelo.

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Cambien la iglesia pero dejen al Papa

Es un fenómeno raro: el papa Francisco es, sin duda, uno de los personajes más populares del mundo; igual sale en la portada de Time que en Rolling Stone. Pero la iglesia que dirige está bajo ataque y muchos de sus miembros quieren que cambie. El mensaje de los católicos es claro: “Me gusta el papa, pero cambien la iglesia”.

A finales del año pasado el pontífice había ordenado que se enviara un cuestionario a los católicos del mundo para saber qué pensaban sobre su religión y su iglesia. Pero la cadena de noticias Univision se adelantó al Vaticano: pidió a la empresa Bendixen & Amandi International que hiciera una encuesta con 12 mil personas en 12 países, representando cuatro continentes, y los resultados fueron contundentes (la encuesta la puedes ver acá). En pocas palabras, hay mucho que cambiar.

Entre los católicos, 58 % no está de acuerdo con la prohibición de la iglesia al divorcio, 65 % cree que el aborto debe ser aceptado en ciertos casos, 78 % aprueba el uso de anticonceptivos, 50 % quiere que los sacerdotes se casen, 45 % desearía que las mujeres pudieran ordenarse como sacerdotes, y 30 % apoya el matrimonio entre personas del mismo sexo (en España y en Estados Unidos el apoyo es mucho mayor: 64 %y 54 %, respectivamente).

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Surfear a los 55

El instructor no sabía lo que yo estaba haciendo ahí. Había llevado a mis hijos a surfear, pero yo también quería aprender cómo pararme en una tabla y dejarme llevar por las olas. Todo es parte de un plan personal para no dejarme rebasar por el futuro. De lo que se trata es de no terminar como una cámara Polaroid: inservible y recordando que el pasado color sepia fue mejor.

Me dieron una tabla de casi el doble de mi estatura y me pusieron a practicar en la arena. Playa Tamarindo es espectacular, con atardeceres como para no cerrar nunca los ojos y un mar fogoso. Finalmente dejé los juegos en la arena y no tarde en enterarme de que el Pacífico nada tiene de pacífico. Sobra decir que descubrí que cuando te revientan en la espalda olas de 2 y 3 metros de altura, más que surfear lo mío era el buceo.

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