No se puede vivir ni gobernar con odio

Jorge Santos

Una organización cualquiera sea esta -una familia, una empresa, un país- necesita ser coordinada mediante el intercambio de opiniones para poder alcanzar objetivos comunes.

Ese intercambio de ideas debe realizarse mediante el diálogo frecuente, habitual, de sus integrantes o dirigentes.

Una vez establecidas las pautas de acción y el horizonte sobre el cual avanzar, es necesario que los componentes del grupo sean convencidos que remar para el mismo lado tiene sentido para lograr la meta.

Así funciona una sociedad organizada.

Lo expresado resulta tan elemental que parece absurdo señalarlo.

Sin embargo, nuestro país hace diez años que está manejado por una familia, los Kirchner, que no habla con nadie o con casi nadie.

Ni siquiera existe a nivel gobierno reuniones de la presidente con sus ministros.

¿Con quién o quiénes habla Cristina Fernández?

La pregunta es tan difícil de responder que uno de sus funcionarios llegó a decir que ”a ella no se le habla; se la escucha“.

Hablar también implica saber escuchar. La primera magistrada se escucha a sí misma. Parece dialogar con el espejo.

Cristina está encerrada en su mundo. Un mundo que se exhibe autoritario, soberbio, muy cargado de odio, plagado de amenazas (todo el que no piensa como ella está en su contra), lejano al sentimiento de dolor por el prójimo (como se ha podido apreciar en Cromañón, Once e inclusive en su conducta durante las inundaciones de La Plata y Buenos Aires).

En medio del dolor de miles de argentinos que han sufrido una enorme tragedia y aún con la incertidumbre de la cantidad real de muertos, la habitante de la Rosada lanzó su vengativo ataque final a la República, yendo por la destrucción del Poder Judicial independiente, que aún sobrevive.

Cristina tiene sed de poder y carece de autocrítica. Ella dice una cosa y hace la otra.

No por nada, gente de su entorno más cercano llegó a decir que el “enemigo más grande que tiene el gobierno es la propia Cristina”.

A la presidente parece importarle más los votos que los ciudadanos.

Los hechos así lo indican.

La habitante de Olivos ha manejado, junto a su extinto esposo, un período único de diez años donde la Argentina ingresó recursos por novecientos mil millones de dólares.

¿Qué se hizo con semejante multimillonaria suma de divisas para que los argentinos tengan mejor educación, mejor salud pública, mejores carreteras, mejores trenes, obras de infraestructura hidráulicas que eviten catástrofes, mejores subtes, se autoabastecieran en materia de energía, mejor seguridad?

Poco o nada. El dinero se evaporó y el país no se capitalizó para poder desarrollarse.

La gente vive peor.

Sí, no lo dude, vive peor… ingresaron fondos equivalentes a más de dos veces que los que la nación percibió en sus doscientos años de vida.

No se puede vivir y menos gobernar con aversión y sin conversar.

Desde que se creó el Ministerio de Seguridad, se gestionó con tanto revanchismo a la Policía Federal que esta fuerza:

De 45.000 efectivos, hoy dispone de 37.000.

Cada año la Federal necesita renovar su flota de patrulleros compuesta entre 200/220 vehículos, para 53 comisarías.

Desde el año 2010 la Policía no renueva su vieja flota de patrulleros; los cuales no pocos por problemas de sobreuso y mala manutención no prestan servicio.

Se decidió sacar a la policía de hospitales y de bancos, creyéndose que con estos efectivos se lograría poner más en las calles. No, esos policías se fueron a sus casas ya que cobraban extras del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires y de las instituciones bancarias, por hacer otro turno fuera de servicio.

Un sueldo inicial de la Federal se arrima a $ 5.000; mientras que uno de la Metropolitana bordea $ 12.000.

El cinturón Sur quedó a cargo de la Prefectura y la Gendarmería. Los agentes de la Federal de esa zona fueron distribuidos en las restantes comisarías con lo cual buena parte de ellos pidieron el retiro. Les convenía más hacerlo que tener que ir al otro extremo de donde viven y trabajaban.

La Prefectura como la Gendarmería (además de no estar preparadas para tareas de calle) mientras cubren funciones que no le son propias descuidan la seguridad fronteriza por donde ingresa y sale contrabando, delincuentes, drogas.

Para ser coherente con lo que sucede en la cúpula del gobierno nacional, a la Policía Federal le está impedido hablar con la Policía Metropolitana; y por consiguiente coordinar las tareas de seguridad en el ámbito de la Capital Federal.

Usted. ya sabe quién se perjudica.

Así como la corrupción mata y la falta de diálogo también se cobra vidas; el odio no se queda atrás a la hora de generar preocupación diaria en la población de estas tierras.