El santuario

Hay que reconocer que el poder político es algo mucho menos serio de lo que se viene pensando en el último par de siglos. Tanto esfuerzo por ponerlo en caja, tornarlo previsible, servicial, hasta protector, que el deseo no le deja lugar a la mirada atenta. El propósito de amansarlo mediante instituciones cuando no se alcanza deriva en mistificación.

Se producen dos bandos, los aburridos que lo atan y los divertidos que lo desatan. Los divertidos están cada vez que hay que repartir para cosechar sonrisas y los aburridos nos recuerdan que toda cuenta se paga. Los divertidos acusan a los aburridos de no querer fiesta y los aburridos están aburridos de explicar que antes de festejar hay que tener con qué. Lo que pasa es que cuando se tira el dinero de otros la responsabilidad parece más tediosa que cuando uno tiene que pagar.

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