Calma cambiaria con optimismo exacerbado

Juan Gasalla

Desde las elecciones del 25 de octubre el dólar “blue” empezó a perder posiciones. Al contrario de lo ocurrido en anteriores procesos electorales, la divisa descendió 6% en dos semanas, de 16,06 a 15,14 pesos. Es una baja celebrada por el Gobierno, que interpreta la suba del billete verde como un factor desestabilizador para el resto de las variables. Lejos de una señal de confianza a la actual gestión, la dinámica coincidió con la percepción de muchos agentes financieros de que un triunfo del opositor Mauricio Macri es posible en la segunda vuelta del 22 de noviembre y que sus políticas terminarán con la sequía de capitales e inversiones del exterior.

En el mercado paralelo también pesaron otros motivos para bajar el dólar. A principios de mes abundan los ahorristas que venden divisas adquiridas en el circuito oficial, para beneficiarse con el arbitraje de precios, mientras que escasean los compradores, en tanto éstos puedan satisfacer su demanda a través de los bancos. En estos flujos de billetes “cash” está el provecho de los operadores de las “cuevas”, que pisan la cotización para hacerse de “mercadería” que será revendida en las próximas semanas con mayor margen de ganancia.

Una pronta unificación del mercado de cambios será más probable con un triunfo de Macri, quien lo postuló en campaña. Dos de sus referentes económicos, Alfonso Prat Gay y Rogelio Frigerio, coincidieron en que los precios internos de bienes y servicios ya tienen incorporado un tipo de cambio cercano a los 14 pesos del “contado con liqui” que atenuará el impacto inflacionario que sin duda tendrá la devaluación. “La propuesta nuestra es unificar todo en un solo precio. Da lo mismo que usted sea productor, consumidor, ahorrista, turista, inversor o lo que fuera. El precio del dólar como cualquier otra mercadería es uno”, puntualizó el ex presidente del BCRA.

El control de precios del dólar fue una prioridad del Gobierno, que consiguió su objetivo. En todas sus variantes la divisa subió a una tasa mucho más baja que la inflación. En los últimos 12 meses el dólar paralelo avanzó 12,4% (de 13,50 a 15,14 pesos), el mayorista, un 12,6% (de 8,51 a 9,58 pesos), y el “contado con liqui”, un 6,6% (de 13,12 a 13,99 pesos).

El mercado reaccionó a los resultados electorales con optimismo exacerbado, pues considera que en 2016 se impondrá en la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda una visión más afín a la actividad financiera. El índice Merval de la Bolsa porteña ganó 14% desde el 25 de octubre, hasta un nuevo máximo histórico. Esta apuesta es demasiado prematura, pero es sabido que los traders operan en función de expectativas y el más oportuno para tomar posiciones es quien más gana.

Sin embargo, la calma cambiaria es provisoria y oculta grandes fragilidades. La ola de ventas de dólares para atesoramiento incuba un gran fracaso: la descapitalización del BCRA. Primero se instauró un “cepo” para reprimir la dolarización, luego se optó por una flexibilización para evitar que se escape el “blue”, pero nunca se logró contener la caída de las reservas internacionales de la entidad, el flanco más vulnerable de la economía que recibirá el próximo Presidente.

Por qué habrá devaluación

El dólar barato será un recuerdo en 2016, por fundamentos internos y externos que lo hacen inviable. El atraso cambiario frente a la elevada inflación retroalimenta la demanda, pero en las arcas del Central ya no hay divisas suficientes para pagar deuda e importaciones, y cubrir las necesidades minoristas para ahorro y turismo.

En los últimos cuatro meses el Banco Central fue el principal proveedor de divisas en la plaza mayorista y acumuló desde el 27 de julio ventas netas por unos USD 6.000 millones, un monto que compite con la salida de divisas por los vencimientos de bonos.

Mucho tiene que ver la baja de los ingresos por exportaciones del agro. A la disminución de las liquidaciones por cuestiones estacionales (se concentran en el segundo trimestre del año), se le suman el dólar atrasado que desalienta las ventas y atenta contra las producciones regionales, y el desplome de los precios internacionales (hoy la soja cotiza a USD 318 por tonelada como en marzo de 2009). A su vez, las especulaciones sobre una devaluación y el recorte de retenciones con un nuevo Gobierno postergan los contratos.

Las reservas internacionales están en su monto mínimo desde agosto de 2006, debajo de los USD 27.000 millones, aún contabilizando préstamos como los yuanes del “swap” con China por el equivalente a USD 11.000 millones y los vencimientos incumplidos por el default selectivo de la deuda reestructurada.

La devaluación de monedas emergentes, como el real brasileño, ejerce doble presión: esos países compran menos productos argentinos porque les resultan más caros y a la vez desplazan a la Argentina de otros mercados porque sus bienes y servicios son más baratos medidos en dólares.

La precaria calma del dólar también sufre el asedio por el lado de los pesos. El déficit fiscal de 2015 es el más elevado desde 2001 y el financiamiento del Tesoro a través de emisión sin respaldo lleva a la Base Monetaria a un récord de $561.158 millones, según datos del BCRA al 2 de noviembre último. Hoy en la economía hay casi 21 pesos por cada dólar en reservas.

La Base Monetaria, que es la sumatoria de billetes y monedas en circulación, cheques cancelatorios y depósitos en cuenta corriente del BCRA, tuvo un crecimiento de $154.616 millones o 38% interanual, unos diez puntos por encima de la inflación. Esos pesos sirvieron para equilibrar el déficit financiero del Tesoro que acumuló unos $200.000 millones en los últimos 12 meses.