Inflación y déficit: caras de la misma moneda

Juan Gasalla

De tan reiterado, el concepto de “herencia” empieza a vaciarse de contenido, pero es indudable que las contrariedades de la economía argentina de hoy responden a la inercia de desequilibrios del pasado, como un barco a velocidad que no puede detenerse de inmediato ni cambiar por completo el trayecto con un golpe de timón.

Con franqueza el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, reconoció que “la situación era mucho peor y eso que la imaginábamos compleja” y acusó al gobierno anterior de “mentir en forma descarada a través de las estadísticas oficiales“. Agregó que al asumir Mauricio Macri se encontró “una economía que no crecía hace cuatro años, con una inflación crónica del orden del 25 al 30 por ciento, sin aumento del empleo privado y economías regionales prácticamente quebradas”. En su breve diagnóstico advirtió “una situación muy compleja de reservas internacionales, un tipo de cambio tremendamente atrasado, un sistema de estadísticas violado, el default con acreedores internos y externos. Y la lista es larga”.

Prat Gay reiteró que “el estado de situación fue un déficit del orden de siete puntos del PBI”. El Gobierno informó el jueves que el déficit primario de 2015 fue de $291.660 millones (5,4% del PBI), que se redujo a 5,3% del PBI en el resultado financiero (posterior al pago de deuda) pues se contabilizó en ese concepto el aporte de “rentas de la propiedad” percibidas del Banco Central y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la ANSES, que contrarrestaron los vencimientos.

Si al déficit financiero ($282.180 millones), se le restan esas rentas contables del BCRA ($78.120 millones) y la ANSES ($52.000 millones), obtenidas básicamente como resultado de la emisión y la inflación, el déficit fiscal del año pasado ascendería a $421.980 millones, un 7,8% del PBI, que los cálculos oficiales cifraron al cierre de 2015 en unos 5,4 billones de pesos.

Ese rojo fiscal se equipara al calculado el año pasado por distintas consultoras. La semana pasada la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP) indicó que el déficit financiero de 2015 fue de $224.612 millones, el doble que el resultado de 2014, un 4,2% del PBI. ASAP, que basa su estudio en el resultado devengado y no el ejecutado que utiliza habitualmente la Secretaría de Hacienda, puntualiza que sin la asistencia de ANSES y BCRA el rojo llegaría a unos $360.000 millones o 6,8% del PBI.

Según el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), el resultado fiscal del Sector Público Nacional no Financiero fue deficitario en 3,9% del PBI, que se amplía a 6,3% del PBI al excluir los ingresos por las rentas de BCRA y el Fondo de Garantía de Sustentabilidad de ANSES.

Daniel Artana, economista jefe de la fundación FIEL, afirma que “Argentina tuvo el año pasado déficit gemelos –fiscal y comercial- . Un déficit fiscal muy alto, contando las provincias e intereses, del 8% del PBI, y un déficit externo entre 2 y 3 por ciento del PBI”. El economista Nicolás Dujovne coincide en que el déficit fiscal “después de intereses es 7%” del PBI, que “casi por entero ha sido financiado por el Banco Central”.

Fiebre inflacionaria

La masa de pesos con la que se cubrió el déficit público se volcó a la economía, cuya producción de bienes y servicios quedó estancada desde fines de 2011, con la consecuente aceleración inflacionaria de los últimos años: hay muchos más pesos para adquirir la misma cantidad de productos. La actualización de tarifas de servicios públicos, el incremento de los combustibles para subsidiar a la industria petrolera y la devaluación que se produjo una vez desbaratado el cepo detonaron una escalada de 12% en los precios del último trimestre.

Los dos principales problemas de la economía, déficit fiscal e inflación, son las dos caras de una misma moneda. Un pesado yunque que lastra el crecimiento, y cuya continuidad en el tiempo deteriorará el empleo y el consumo.

El IPC elaborado por la Dirección General de Estadística y Censos porteña dio un alza de 4% en febrero, mientras que el Índice Congreso que difunden diputados de la oposición marcó un aumento de 4,8% el mes pasado. Para FIEL la inflación de febrero fue de 3,7 por ciento.

Prat Gay esbozó una proyección de inflación para la Argentina que peca de optimismo. Pronosticó una apreciable moderación durante la segunda mitad de este año, a un ritmo del 1% mensual, para cerrar el 2016 con una tasa acumulada de 25 por ciento. Esta desaceleración continuará en 2017, hasta el 12% anual, según las previsiones oficiales, para llegar a 2019 con una inflación de 5% anual.

En los últimos 12 meses la inflación medida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires acumuló un 32,9%, mientras que el Índice Congreso alcanzó un 33,9 por ciento. De mantenerse estas tasas, 2016 tendrá el tercer salto de precios minoristas más alto desde la salida de la convertibilidad, detrás del 41% anual de 2002 (INDEC) y el 38,5% de 2014 (IPC Congreso).

En concreto, será difícil concluir el año con una inflación menor al 30%, dado que los factores que la sostienen seguirán presentes a lo largo del año: el déficit fiscal, el traslado a precios del nuevo cuadro tarifario, el incremento de la nafta y la presión cambiaria.