Guerra de divisas y guerra de tasas

Por primera vez la Reserva Federal de los EEUU se enfrenta a un contexto internacional que condiciona sus acciones. El dólar se impuso como divisa de referencia y reserva internacional con tal supremacía que las decisiones del banco central norteamericano tienen que contemplar la realidad económica estadounidense del mismo modo que las consecuencias que produce en el resto de las economías del mundo.

Quedan en el plano internacional muchos interrogantes para 2016: el crecimiento débil, la volatilidad de los activos financieros y, lejos de la Argentina, preocupan las expectativas de deflación potenciadas por el desplome de precios de la energía y otras materias primas. En ese marco, la previsión de la Fed de cuatro subas de tasas adicionales este año -que fortalecerían aún más al dólar- suena cada vez más improbable. Ya en diciembre el banco central de EEUU aplicó un incremento de un cuarto de punto sobre sus tipos de referencia, desde un piso histórico en el rango de 0 a 0,25 por ciento.

El proceso de fortalecimiento del dólar comenzó varios meses antes de la esperada suba de tasas del cierre de 2015. La caída del precio del crudo en un 70% desde junio de 2014 y el descenso de los precios del cobre y los granos a pisos comparables a los de principios de 2009, durante la crisis financiera, están estrechamente relacionados con las proyecciones de un “súperdolar” como fiel de la balanza de un nuevo ciclo económico global.

El frente petrolero que se abrió hace 20 meses entre el cartel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y los desarrollos no convencionales en los EEUU se dirime en un mercado con excedente de oferta y rebaja de precios que hundió al precio del barril debajo de los USD 30, la cuarta parte de lo que cotizó a mediados de 2014.

La baja del petróleo aumenta el riesgo deflacionario que asusta a las economías centrales. El crecimiento sustentado en estímulos monetarios tampoco permite aventurar una expansión consistente en los próximos años y, de hecho, va perdiendo efecto con el paso del tiempo. Con débiles expectativas, el fantasma de la recesión asoma como una amenaza para los países desarrollados y también para los emergentes, que dependen de la demanda de éstos.

Devaluación y tasas deprimidas

En septiembre de 2010 el ex ministro de Hacienda de Brasil, Guido Mantega, acuñó la frase “guerra de divisas” para definir el proceso de devaluación simultáneo que se inició en varios países emergentes, con el objetivo de abaratar sus costos internos y mejorar con ello el perfil exportador. Pasado más de un lustro, monedas emergentes como el real brasileño y el rublo ruso perdieron más de la mitad de su valor frente al dólar. A la par se sumó la determinación de los bancos centrales de llevar las tasas de interés a niveles mínimos para dar empuje a la actividad económica de sus países: la guerra de divisas mutó en guerra de tasas.

La devaluación del 5% del yuan chino en agosto fue una luz de alerta. Aquella sorpresiva jugada del Banco Popular de China fue atribuida a la necesidad de potenciar las exportaciones del país, que con un aumento del PBI inferior al 7% en 2015 transita su ritmo de crecimiento más bajo en 25 años. China es un crucial socio comercial para los EEUU y además es el principal tenedor de bonos del Tesoro y cuenta en sus reservas con 3,5 billones de dólares.

Una devaluación del yuan es hoy el principal escollo para un incremento de tasas en los EEUU. El 11 de febrero la presidente del Fed, Janet Yellen, reconoció ante el Congreso norteamericano que “no dejaría fuera de la mesa” la opción de llevar las tasas interés a rendimientos negativos como un posible instrumento monetario al cual recurrir si la expansión económica se detiene.

La aplicación de tasas deprimidas no es novedad: Japón y el Banco Central Europeo decidieron establecer tipos de interés negativos con el objetivo de incentivar la economía débil. Es decir que hay bancos centrales que cobran intereses a los bancos privados por sus depósitos en cuenta corriente en las arcas del ente emisor, como forma de presionarlos a prestar esos fondos a particulares y empresas.

El repetido incentivo financiero no aporta fundamentos reales para crecer. Por ello, los mercados -a diferencia de lo que sucedió entre 2009 y 2015- no hacen ahora una lectura auspiciosa de este artilugio: las tasas deprimidas que impulsaron la resurrección de precios de los activos producen ahora un masivo movimiento de ventas.

Argentina le hace frente al pánico de mercados

La violenta volatilidad de los mercados financieros de la última semana siguió en la línea de un comienzo de año caótico para los inversores. A la potente impronta bajista que el precio del petróleo aplicó a los precios de los activos se sumó en los últimos días el temor por la solvencia de los bancos en Europa, un eslabón más en la “cadena de desánimo” que amenaza con amarrar y paralizar el futuro de la economía global.

Esta incertidumbre se tradujo en la erosión de los valores bursátiles. En menos de dos meses de transcurrido 2016, el índice Dow Jones de Industriales de Wall Street acumuló una pérdida de 8,3% (de 17.425 a 15.973 puntos), el DAX de Fráncfort cedió 16,5% (de 10.743 a 8.967 puntos) y el Shanghai Composite se desplomó 21,8% (de 3.539 a 2.763 enteros). En la región, el Bovespa de San Pablo cayó 8,2% (de 43.350 a 39.808 unidades), mientras que el Merval de Buenos Aires restó 3,4% en pesos (de 11.675 a 11.276 puntos) y 10,2% medido en dólares (de 836 a 751 puntos), debido al alza del “contado con liqui” de 13,96 a 15 pesos en el período.

Los analistas manifiestan sus preocupaciones por un rebrote de la crisis financiera internacional, esta vez con mayor impacto en la actividad real. Advierten que aquella debacle iniciada con el colapso de las hipotecas en EEUU y la quiebra de Lehman Brothers no fue superada por completo, sino que el asombroso recorrido alcista de acciones y bonos a partir de marzo de 2009 estuvo sostenido por el agresivo accionar de los bancos centrales. La “tasa cero” de la Fed fue la marca registrada de este período.

La suba marginal de tipos de interés por primera vez en nueve años que el banco central norteamericano anunció el pasado 16 de diciembre dio la señal del “principio del fin” de dicho ciclo, que para países como la Argentina significó un lapso de prosperidad en base a cotizaciones récord de las materias primas y abundante liquidez de dólares alrededor del mundo.

Aunque necesaria, la reinserción de la Argentina en el mercado de capitales será compleja. Con un nuevo Gobierno el país manifiesta la intención de integrarse más al mundo, aunque el momento se evidencia como menos propicio que un par de años atrás. Por un lado la voluntad de llegar a un acuerdo con los holdouts persigue el objetivo de colocar deuda en el exterior a tasas viables para atenuar el ajuste estatal y contener los zarpazos inflacionarios. El recorte de retenciones para incentivar las exportaciones del agro, mineras y la industria anunciado por la administración de Mauricio Macri aportará divisas comerciales a cambio de un sacrificio fiscal.

El derrumbe de 20,5% del precio del petróleo en el arranque del año tiene un efecto ambivalente para la Argentina. Por un lado contribuye a reducir el déficit comercial en materia energética; por otro, obliga a los consumidores locales a subsidiar a la industria petrolera a través del aumento de los combustibles.

La buena noticia llega desde el campo: los precios agrícolas, aunque lejos de los máximos, se mantienen firmes y garantizan un aporte de dólares insustituible. En 2016, la tonelada de soja defiende los USD 320 con los que cerró 2015; la tonelada de maíz se sostiene en los mismos USD 141 del fin de diciembre, mientras que el trigo cayó un 2,6%, de 172,70 a 168,14 dólares. Este comportamiento explica por qué la cotización del dólar se estabilizó después del salto cambiario de mediados de diciembre: la ventaja de la devaluación más la quita de retenciones potenció estas ventas, que representan un tercio de las exportaciones argentinas.

En las primeras cinco semanas de 2016, la liquidación de divisas del agro y sus industrias derivadas superó los USD 3.000 millones y duplicó los ingresos del mismo período del año pasado. En 2015, aquel monto se había alcanzado recién a fines de marzo.

Por ahora no hay fundamentos para crecer

Un viejo axioma de los operadores bursátiles sostiene que el mercado se adelanta a los acontecimientos de la economía real. Este comportamiento por lo general lleva a bruscas sobrerreacciones, tanto a la baja en momentos de pánico como al alza en la euforia, pues la irracionalidad no es ajena al movimiento de los precios de los activos, más allá de los análisis técnicos y fundamentales.

El derrumbe de los indicadores bursátiles en el mundo puede estar exagerado por esta conducta de manada. En el adverso inicio de año, todos venden a la par y arrastran a la baja incluso a los títulos de las compañías más consolidadas. Pero la tendencia es una señal contundente que no debe ser ignorada: la desaceleración de la economía en China, el desplome de los precios del petróleo, la contracción de la actividad en Brasil, la devaluación generalizada de las monedas emergentes contra el dólar o la soja cerca de los USD 300 por tonelada son datos concatenados y que de un modo u otro ponen límites a la proyección de la economía argentina para 2016.

En ese contexto, el índice Merval de acciones líderes de la Bolsa de Buenos Aires, que quedó en 10.020 puntos este viernes, acumula una pérdida de 29,3% desde el 20 de noviembre del año pasado, cuando alcanzó su máximo histórico de 14.173 puntos medido en pesos. Medida en dólares, la pérdida es 33%, desde los 970 puntos de noviembre a los 726 puntos hoy. Aquella rueda de negocios fue la última antes del ballotage del 22 de noviembre, que consagró presidente a Mauricio Macri, el candidato de Cambiemos que puso fin a 12 años y medio de gobierno del Frente para la Victoria. Aunque parezca una paradoja, el triunfo electoral del dirigente al que los agentes financieros ponderaron como más afín para el despegue bursátil cortó con la corriente alcista, sostenida en buena medida por la expectativa de cambio. Confirmado el nuevo ciclo político se pasó a una extendida toma de ganancias.

Sin embargo, la búsqueda de posiciones dolarizadas a la espera de una inminente devaluación, que se concretó luego del anuncio de la eliminación del “cepo” cambiario el 16 de diciembre, afectó a la Bolsa, aunque no benefició a los inversores, pues el salto del tipo de cambio fue inferior al previsto: el dólar paralelo, que cerró a $14,57 el último día con “cepo”, se puede adquirir hoy en bancos a 13,72 pesos.

El fuerte recorte de las cotizaciones en Bolsa disipa las apuestas por una economía en expansión este año. La baja responde también a lo que se espera en el exterior: el Dow Jones de Wall Street cayó 10% desde fines noviembre, con dudas sobre la solidez de la actividad norteamericana. La acción de YPF en Nueva York se sumergió en un canal bajista que consumió el 30% de su valor en dólares en los últimos tres meses. La petrolera estatal es la empresa más grande del país y una referencia para los fondos de inversión que quieren ingresar a la Argentina.

En el plano local, las medidas adoptadas por el Ministerio de Hacienda y Finanzas y el Banco Central en poco más de un mes tienden a la normalización de una economía minada por las incontables distorsiones que generaron los controles oficiales aplicados arbitrariamente por el gobierno anterior. Por ello, el panorama planteado por el ministro Alfonso de Prat Gay la semana pasada tuvo mucho tinte político y poco contenido técnico para prever el futuro cercano de nuestra economía.

Prat Gay resumió su objetivo en alcanzar “una convergencia gradual hacia la normalidad, atendiendo fundamentalmente a los que menos tienen, poniendo el foco en el crecimiento y ordenando el desorden que nos dejaron”. Pronosticó que la actividad tendrá un modesto crecimiento de entre 0,5 y 1 por ciento en 2016 y estimó que entre 2017 y 2019 la tasa de expansión será del orden de 4,5 por ciento. Ambas menciones dispensan optimismo si se asume  el dificultoso panorama global y los problemas domésticos. “Estos son los objetivos que nos planteamos y no es un programa”, aclaró en su extensa conferencia de prensa.

Entre otros puntos, el ministro admitió que el Gobierno impulsará la reducción “gradual” del déficit fiscal primario que demandará todo el período presidencial de Macri, para caer del actual 5,8% del PBI a un 0,3% en 2019. En el mismo sentido anticipó una disminución de la inflación del 27% anual de 2015 al 5% hacia el fin del mandato.

El ministro recordó que “el crecimiento per cápita en los últimos cuatro años ha sido casi cero” y confió en que para el segundo semestre del año “van a estar liberadas plenamente las fuerzas de creatividad, de productividad, las fuerzas del trabajo que estaban contenidas durante estos años, como para que la economía argentina crezca”. Apuntó que en el corto plazo será posible “reducir el déficit y la inflación al mismo tiempo que la economía crece”, aunque evitó consignar un desafío mayor: crecer en un mundo que se está desacelerando en forma brusca y desordenada.

El desplome del crudo, un imprevisto alivio fiscal

El descenso del crudo sigue un derrotero cuyos límites los analistas de mercado todavía no logran dilucidar. El petróleo intermedio de Texas cayó un 2,1% el lunes y se situó en u$s43,88 el barril, su nivel más bajo en seis años, desde el 12 de marzo de 2009. Entonces el desplome de la energía marchaba a la par de los valores mínimos de las acciones, en un año de crisis financiera y recesión global. Ahora los factores bajistas son propios.

En 2015 se sostienen los mismos fundamentos para los hidrocarburos que los hundieron en 2014. La oferta excede a la demanda, debido a la pulseada entre la producción de “shale” en los EEUU, que le devolvió el autoabastecimiento al principal consumidor del mundo, y el cartel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), líder del sector que a su vez se niega a recortar el bombeo de crudo, con el objetivo de destruir la rentabilidad de las explotaciones no convencionales, mucho más costosas que las tradicionales.

El precio del “oro negro” cayó un 56% desde los u$s107 por barril del 20 de junio último, y dicha caída hizo que las compañías recortaran gastos y que se desacelerara la perforación en los Estados Unidos, aunque la propia OPEP reconoce que recién a fines de 2015 podría observarse un declive en la producción norteamericana.

En el exterior el impacto en la economía real es formidable. En los EEUU se tradujo en una caída en el valor de los combustibles, pues el crudo incide en dos tercios del precio final de las naftas. Su efecto contribuyó a la reactivación económica, aceleró el consumo y redujo las presiones inflacionarias. En países exportadores como Rusia, Venezuela, Irán e incluso Brasil, la pérdida de ingresos fue notoria, un factor que influyó en el proceso devaluatorio de sus monedas.

En la Argentina se da una situación muy particular, pues el país reincidió en déficit energético a partir de 2011. Así, se espera que este año la drástica caída de precios del crudo contribuya a reducir el déficit comercial en este rubro. Como son las compañías estatales Enarsa e YPF las importadoras casi excluyentes del mercado doméstico, la disminución de este rojo, que demanda pagos con dólares “cash”, es de prever que atenuará el preocupante déficit fiscal, en el que la Argentina también recayó desde 2011.

Un estudio del Centro de Economía Política de la Argentina (CEPA) subrayó esta coincidencia entre el incremento del déficit fiscal y el energético. “Si del cálculo de los ingresos y los egresos de fondos al Estado dejamos afuera el cargo que le genera el déficit energético, tendríamos superávit fiscal. Naturalmente esto es un mero ejercicio analítico, pero permite comprender la causa principal del déficit fiscal. No es el gasto descontrolado en diversos sectores en formas de subsidios desesperados, transferencias populistas y demás acusaciones”, definió CEPA en un informe. De hecho, Argentina hubiera tenido superávit primario en 2012, 2013 y 2014 de no haber existido desbalance energético. En el mismo sentido, el déficit energético amplió su participación en el déficit financiero –al contabilizar pago de deuda- hasta el actual 60% del total.

La balanza energética en números

En 2011 Argentina tuvo un superávit primario de $4.919,7 millones, que se transformó en déficit financiero de $30.663 millones al contemplar los pagos de deuda de aquel año. El déficit energético de 2011 -según el BCRA y contabilizando electricidad- fue de u$s3.189 millones, que con un dólar mayorista promedio de $4,13 para todo el año representó 13.170 millones de pesos. Es decir que la energía significó el 43% del déficit financiero.

El Gobierno informó para el cierre del ejercicio de 2012 un déficit presupuestario primario $4.374,9 millones, y financiero 55.563 millones. El rojo en materia energética se elevó a u$s4.075 millones en 2012, según el BCRA, o $22.331 millones, con un tipo de cambio promedio de 4,55 pesos. El déficit energético significó el 40,2% del déficit financiero del período.

En 2013 Argentina tuvo déficit primario por $22.479 millones, que se amplió en el cálculo financiero a 64.477,5 millones. El saldo energético de 2013 experimentó un déficit de u$s6.163 millones, que con un dólar promedio de $5,48 fue equivalente a unos 33.770 millones de pesos. La energía representó el 52,4% del déficit financiero.

En 2014, el rojo financiero se incrementó a $109.720 millones, y el déficit primario, a 38.561,9 millones. El año pasado, en las cuentas del Central el rojo comercial por energía ascendió a u$s8.131 millones, unos $66.024 millones a un dólar promedio de 8,12 pesos. Así, el saldo negativo de la ecuación energética aumentó su aporte al déficit financiero del país a 60,2% del total. “Sin el problema energético, Argentina se mantendría con el modelo de superávit gemelos. Y el estrangulamiento externo sería, al menos, una problemática de un impacto menor”, concluye el estudio de CEPA.

En un escenario hipotético de actividad económica estancada en 2015 y precios del petróleo consolidados en un 50% por debajo de 2014, el Gobierno podría encontrarse ante un inesperado beneficio fiscal por un declive del déficit sectorial. El año pasado, las exportaciones de petróleo y derivados sumaron u$s5.292 millones y las importaciones, poco menos de u$s10.000 millones si se descuentan las compras de electricidad. Por lo tanto, si se reducen aproximadamente a la mitad los montos por exportaciones e importaciones de hidrocarburos, a u$s2.650 millones y u$s5.000 millones respectivamente, el ahorro para las arcas públicas puede rondar los 2.400 millones de dólares. O $21.100 millones, al actual tipo de cambio de 8,782 pesos.

Es un dato positivo, pero no habilita festejos. El avance del año electoral difícilmente dejará lugar para el ahorro en la administración pública, que además tendrá que asumir menores ingresos por derechos de exportación y una recaudación afectada por la retracción económica en varios rubros de la actividad. Sólo como ejemplo, vale recordar que distintos estudios económicos prevén una caída entre 5.000 y 6.000 millones de dólares en las exportaciones de granos y derivados industriales, principalmente por la baja de cotizaciones, que de confirmarse impedirán recaudar unos u$s2.000 millones por retenciones este año.

“El 2015, año electoral y último de la actual Administración, asegura resultados más deficitarios”, señaló Cynthia Moskovits, economista de la fundación FIEL. “Para 2015 se espera un nuevo año de recesión y menor inflación a la registrada en 2014, lo que se traduciría en una menor suba de los ingresos fiscales”, agregó.

Dólar: impacta con fuerza la baja de commodities

Pasados los dos primeros meses del año, el declive de precios para los granos y derivados golpea en los ingresos por exportaciones. Las ventas de cereales, oleaginosas y derivados mostraron una caída de 31,7% respecto del mismo período de 2014, en un sector que representa un tercio de las ventas externas argentinas.

Según informaron la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entre enero y febrero ingresaron divisas por u$s2.022 millones, monto equiparable al de cinco años atrás, cuando se rindieron u$s2.016 millones entre el 4 de enero y el 26 de febrero de 2010. La baja es sustancial en un marco de restricción de dólares necesarios para aportarle dinamismo a la economía local, pues los poco más de u$s2.000 millones declarados por el agro en el primer bimestre de 2015 quedaron lejos de los u$s2.960 millones de 2014, los u$s2.317,8 millones de 2013 (-12,8%), u$s2.850,6 millones de 2012 (-29,1%) y u$s2.647,7 millones de 2011 (-23,6%).

Esta caída no dio de lleno en las reservas, en gran medida, por el retroceso de las cotizaciones de los hidrocarburos, cuando el sector energético desplazó al complejo automotriz como el principal rubro importador de la economía argentina. Según el Banco Central, las compras de energía al exterior ascendieron a u$s13.423 millones en 2014 (+8,1% interanual), contra u$s12.000 millones importados por las automotrices para abastecerse de autopartes, insumos y unidades terminadas, un 38,7% menos que en 2013.

Asimismo, la caída del crudo permitió un sostenimiento en el superávit comercial, pues el intercambio registra una retracción de exportaciones e importaciones en proporción similar, como ocurrió en enero pasado (-18% y -19%, respectivamente). En los últimos doce meses el barril de petróleo de Texas se desplomó 52,7%, a los actuales 50 dólares. En el mismo lapso, la tonelada de soja se depreció 28%, de 517 a 372 dólares.

El BCRA destacó en un informe que en los últimos meses “no se cumplieron las expectativas de devaluación y crecieron las reservas“, dado que los activos internacionales alcanzaron los u$s31.458 millones, con una suba interanual de 14,9 por ciento. Sin embargo, la mayor parte de esa recuperación se registró a partir de octubre, cuando comenzó a activarse el “swap” firmado con el Banco Central chino. Este acuerdo de intercambio de monedas locales tiene un alcance total equivalente a 11 mil millones de dólares. Argentina captó yuanes que representaron unos u$s814 millones el 30 de octubre de 2014, otros u$s500 millones el 17 de noviembre y u$s1.000 millones el 11 de diciembre, más u$s800 millones entre el 13 y el 30 de enero últimos.

En menos de cinco meses las reservas del BCRA pasaron a integrarse en un 10% del total por yuanes, equivalentes a unos 3.114 millones de dólares. Además, desde julio el país recayó en default “selectivo”, por cuanto se siguen contabilizando en el activo del ente monetario los vencimientos de bonos reestructurados que no pudieron pagarse por el fallo del juez Griesa en los EEUU. Estos intereses de bonos Discount, Par y Global 17 en moneda extranjera no atendidos desde el 30 de junio pasado rondan los 1.230 millones de dólares.

Sólo estos dos conceptos (“swap” y default) maquillan en más de u$s4.300 millones a las reservas y explican el 13,8% del total computado por el BCRA como activos líquidos. Esta aparente holgura de divisas, sólo de carácter contable, es aprovechada para liberar más dólares a los ahorristas y también a importadores. Según la AFIP, las ventas para atesoramiento efectivizadas en febrero de este año marcaron un récord mensual de u$s463 millones, tres veces más que los u$s167,7 millones vendidos en febrero de 2013.

La inyección de dólares en manos de los particulares se vuelca en parte a ventas en el mercado paralelo, con una renta inmediata de 30% (deducido el 20% por el adelanto del Impuesto a las Ganancias) gracias a la brecha cambiaria del 50 por ciento. Es el arma más efectiva que encontró el Gobierno para moderar el alza del “blue”, que en los últimos 12 meses avanzó sólo 16%, una tasa inferior a la de plazos fijos en pesos y a la inflación. Pero esta ecuación trae consigo nuevos riesgos: mientras que en el primer bimestre de 2014 las ventas para atesoramiento y turismo significaron u$s329,1 millones, un 11,1% del total liquidado por el agro en el período, este año aumentaron en el lapso enero-febrero a u$s1.026,2 millones para ahorro y viajes, un 50,1% del total exportado por cerealeras y aceiteras.

El derrape del crudo no redujo el déficit energético

Este mes el Banco Central difundió su informe sobre Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario de 2014, en el que señala que el déficit comercial del rubro energético se incrementó 25% frente a 2013 y superó los u$s8.000 millones, en un nuevo récord.

En las cuentas del Central, el rojo comercial por energía ascendió a u$s8.131 millones, producto de exportaciones por u$s5.292 millones –con una caída interanual de 11%- e importaciones por u$s13.423 millones, un 8,1% más que en 2013. En un contexto de restricciones para operar divisas en el país, esta cifra cobra mayor magnitud cuando se recuerda que hasta 2010 Argentina tuvo superávit energético.

Con precios internacionales más elevados, en 2013 el déficit sectorial fue de u$s6.478 millones, según el ente monetario. La Argentina no pudo capitalizar plenamente la debacle de los hidrocarburos: desde los u$s107,26 por barril que cotizó el petróleo de Texas el 20 de junio de 2014, su valor se redujo prácticamente a la mitad en el segundo semestre. Este viernes el barril finalizó a u$s50,34 en Nueva York y a u$s60,22 en Londres para la variedad Brent.

En el saldo final del año, esta caída no fue suficiente para equilibrar las cuentas comerciales de la Argentina en este ítem y, probablemente, será recién en 2015 cuando la economía local podrá beneficiarse de los bajos precios del crudo, en tanto éstos se conserven estables. Sin embargo este abaratamiento de la energía es el principal escollo para reducir el déficit, pues desactiva los planes de inversión para desarrollar campos de gas y petróleo en el país, en particular del yacimiento no convencional de Vaca Muerta.

La baja del crudo se percibió levemente en el tercer trimestre del año pasado (-7% interanual) y con más contundencia en el período octubre-diciembre, pues “durante el cuarto trimestre de 2014 las distintas empresas vinculadas al sector energético registraron pagos de importaciones 20% menores a las realizadas el mismo trimestre del año anterior”, indica el documento del BCRA.

En 2014 la energía consumió el 22% de las divisas demandadas para las importaciones nacionales, que totalizaron u$s60.635 millones, según el Banco Central. Esto significa que hidrocarburos y electricidad se llevaron uno de cada cinco dólares destinados a compras en el exterior. “A excepción de los sectores vinculados al sector energético que registraron un aumento por unos u$s1.000 millones, el resto de los principales sectores registraron bajas interanuales en el total de pagos de importaciones”, subrayó el BCRA. Así, el peso del rojo energético se evidencia en otro dato: de las diez primeras empresas con mayores pagos de importaciones en 2014, seis correspondieron a la industria automotriz y tres al sector energía: dos petroleras y una del rubro eléctrico.

Por efecto del “impuestazo” a los autos premium y la leve recesión económica de 2014, resalta el recorte en u$s7.500 millones en compras del sector automotriz por insumos, piezas y unidades terminadas. De esta forma, el rubro energía, al contabilizar hidrocarburos y electricidad adquiridos en el exterior, desplazó a la industria automotriz como principal complejo importador de la Argentina. Las terminales locales acumularon compras por unos u$s12.000 millones el año pasado, frente a u$s19.579 millones en 2013.

El BCRA detalló que “los mayores pagos de importaciones del sector energía en 2014 se dieron en un contexto de mayores niveles de demanda. Según la información disponible en la síntesis del mercado eléctrico mayorista, informe publicado por la Secretaría de Energía, la energía demandada del sistema creció alrededor de 2% interanual en los primeros once meses de 2014. Dicho incremento se observó particularmente en el periodo marzo-julio”.

Divergencias con el INDEC

Las cifras del rojo energético registrado por el BCRA son holgadamente mayores que las difundidas por el INDEC, con una diferencia de 30,2% o 1.888 millones de dólares. El cuestionado ente estadístico informó un déficit sectorial de u$s6.243 millones en la balanza comercial energética en el acumulado de los doce meses de 2014.

Esta divergencia puede surgir por el momento en que se asientan las transacciones con el exterior, que en algunos casos se efectúan al contado y en otros se cancelan por adelantado o a plazo, aunque no deja de ser llamativa, pues en el ejercicio 2013 la brecha entre las cifras del BCRA y el INDEC no superó el 12%, entonces unos 800 millones de dólares.

Se confirma el cambio de ciclo económico en 2015

Después de un complicado 2014, en el que se debilitaron casi todos los indicadores macroeconómicos de la Argentina, los análisis internacionales apuntan que el presente será otro año recesivo para nuestro país, en el marco del bajo crecimiento que afectará a toda América Latina. La expansión regional inició el último año un ciclo de desaceleración que se mantendrá mientras se prolongue la apreciación global del dólar, con la consiguiente devaluación de las divisas latinoamericanas y la caída de precios de sus productos de exportación.

El miércoles pasado, el Fondo Monetario Internacional divulgó su pronóstico de crecimiento para la región y señaló que la Argentina será la que manifieste el peor desempeño, detrás de Venezuela. Para el país caribeño estimó una caída del PBI del 4% en 2014 y una profunda contracción económica del 7% para 2014, afectado puntualmente por el recorte de 60%en los precios del petróleo en los últimos siete meses. Sobre la Argentina, definió una leve baja del 0,4% del PBI el año pasado y proyecta un declive de actividad del 1,3% en 2015. “A pesar de la moderación de las presiones cambiarias y de un crecimiento más vigoroso de lo previsto en 2014, Argentina continúa haciendo frente a importantes desequilibrios macroeconómicos”, sintetizó el FMI.

El organismo estimó un “crecimiento mediocre” promedio de 1,3% para América Latina en 2015, en sintonía con las conclusiones de otros estudios. Una presentación de Itaú Unibanco en el Foro de Davos prevé un año 2015 poco alentador ante la desaceleración de la economía mundial, con un camino dificultoso para Brasil y más positivo para México.

El economista en jefe del banco brasileño, Ilan Goldfajn, detalló en el foro empresario que “este año veremos una mejora, gracias a EEUU, pero probablemente no lo suficiente para devolver a Latinoamérica a un crecimiento muy fuerte”. Para Brasil, un destino comercial clave de la producción argentina, anticipa un crecimiento de 0,2% en su PBI, en lo que será el quinto año de bajo crecimiento: tras un alza de 7,5% en 2010, la economía del gigante sudamericano creció 2,7% en 2011, un 1% en 2012, 2,5% en 2013 y registró una expansión cercana a cero el año pasado. En ese sentido, el FMI rebajó en 1,1 puntos su previsión de crecimiento para Brasil en 2015, en apenas 0,3 por ciento.

Según la consultora española Focus Economics, los tres referentes del Mercosur -Argentina, Brasil y Venezuela- serán un lastre para la “tendencia creciente” que evidencian otras economías latinoamericanas. El retroceso del 0,5% en el PBI del Mercosur en su conjunto en 2014 contrasta con el avance del 4,2% registrado en la Comunidad Andina (CAN), integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.

En un informe titulado “Latin Focus Consesus Forecast”, la agencia detectó un anémico crecimiento de 0,2% para Brasil 2014, determinado también por la devaluación de su moneda, factor que deprime su PBI medido en dólares. También registró “una contracción significativa” en los PBI de Venezuela (-3,6%) y Argentina (-0,8%). Al primero lo impactó el desplome del crudo, al segundo, una inflación que pasó a ser estandarte de la recesión.

Focus Economics enfatiza que la Argentina padece la “fuerte caída en el consumo privado”, con un restringido acceso al mercado de deuda por la estancada renegociación de deuda en cesación de pagos. Otros indicadores confirman este freno brusco de la actividad económica argentina. Según la consultora Ferreres & Asociados, el PBI cayó 2,6% durante 2014 y la producción industrial registró una merma de 3,6% interanual. Para el INDEC, en el acumulado enero-noviembre de 2014 la retracción de la actividad económica fue 0,2%, mientras que durante 2014 la producción de la actividad fabril bajó un 2,5% respecto del año anterior.

Frente al retroceso de las cotizaciones de las materias primas, todavía el sustento de la actividad económica latinoamericana, los análisis proyectan un inminente período de transición, alejado de las elevadas tasas de crecimiento de la última década, en el que se impondrán las medidas de austeridad fiscal y control de la inflación, con menos divisas por exportaciones y encarecimiento del crédito externo ante una eventual suba de tasas en los Estados Unidos.

Inflación y devaluación

A las menores tasas de crecimiento le replicaron mayores índices de inflación. Venezuela, con un 63% anual, y la Argentina, en un rango entre 24 y 40 por ciento, según la fuente, encabezaron el listado de alza de precios minoristas, que según la CEPAL promedió un elevado 9% anual en América Latina. Focus Economics prevé para la región una inflación promedio del 13,3% y un déficit fiscal de 4,5% del PBI para 2015.

En Davos, los especialistas financieros coincidieron en que el crecimiento regional a “tasas chinas” observado en el primer tramo de este siglo está dando paso a uno de crecimiento débil, sin que los países hayan aprovechado a pleno el ingreso de dólares para cambiar su matriz productiva, todavía anclada a las materias primas, que representan el 60% de sus ventas externas, con instituciones que siguen en proceso de consolidación y notorias brechas sociales.

En el foro anual que se lleva a cabo en la ciudad suiza, el ex presidente del Banco Central argentino, Mario Blejer, afirmó que “la fiesta se ha terminado” y que las naciones se enfrentan a la necesidad de generar valor agregado a través de “inversiones que deben ir hacia la diversificación con una lógica de aprovechar las ventajas comparativas”.

La soja se acopla al retroceso del petróleo

El indicador que marcó la directriz de los mercados en los últimos meses fue sin duda el precio del petróleo. Una guerra tácita entre los países tradicionalmente productores de crudo, encabezados por Arabia Saudita, y aquellos que apostaron fuerte por el desarrollo de recursos no convencionales, como los EEUU, generó un excedente en la producción de hidrocarburos que motivó que las cotizaciones se desplomaran en forma deliberada a instancias de la OPEP.

Desde que comenzó el año, el barril de crudo en los EEUU retrocede un 14,8%, hasta los u$s46,07, un precio que no se registraba desde el 20 de abril de 2009, cuando aún golpeaba con fuerza la crisis financiera global de la década pasada. Para los gigantes del sector es un trámite duro de atravesar: Chevron, socio de YPF en Vaca Muerta, cede 5,6% en enero, y Exxon Mobil, un 3 por ciento. La brasileña Petrobras, con conflictos propios por denuncias de corrupción, se hunde 10% en enero, a u$s6,57 por acción, su precio más bajo en casi 11 años. YPF cayó aún más que sus competidores: un 11,7%, a u$s23,37 por acción. Hace tres años, antes de la estatización de la compañía más grande de la Argentina, la acción se negociaba en Wall Street a 39 dólares.

A YPF la afecta además que un fracking menos rentable archiva temporalmente los proyectos de explotación en el reservorio de Vaca Muerta en la Argentina, aún cuando abarata las importaciones de gas de las que depende el país, deficitario en materia energética. El campo neuquino requiere unos u$s150.000 millones para desarrollarse en los próximos diez años. Son inversiones de largo plazo, provistas de dólares que ingresan del exterior y que precisan la actividad en conjunto con grandes multinacionales. Los expertos consideran que un barril debajo de los u$s80 impide que la explotación de shale en Argentina sea rentable. Hace sólo seis meses se negociaba por encima de u$s100 el barril.

En la evolución del índice Merval de la Bolsa de Comercio porteña el desempeño del petróleo es también el rector del movimiento de las cotizaciones, debido a que YPF, Petrobras Brasil y Tenaris, tres compañías ligadas al rubro energético, concentran la mitad de la operatoria local en acciones. Así, un declive del crudo también arrastra a la baja al valor de los activos financieros y la valuación de las empresas nacionales.

En forma indirecta, el descenso de los precios internacionales de la energía es un factor de presión a la baja para los productos agrícolas, a través del recorte de cotizaciones de los biocombustibles. En el mismo sentido incide un fortalecimiento global del dólar, que debilita a los commodities valuados en moneda norteamericana. El mercado de granos es crucial para la Argentina por su potencial exportador: un tercio de las ventas externas del país se reduce a soja, maíz, trigo y productos derivados. Las cerealeras y la agroindustria liquidaron por exportaciones más de u$s24.000 millones en 2014.

Este lunes, el Departamento de Agricultura de los EEUU (USDA) adelantó que aquel país producirá 108 millones de toneladas de soja y otras 284 millones de toneladas de maíz, un volumen superior al previsto. En tanto, la producción de Brasil será de 75 millones de toneladas de maíz y 95 millones de soja. Tras este informe, que vaticina rendimientos máximos en el sur y el norte de América, los precios de la oleaginosa recortaron un abrupto 3,4%, a u$s373,32 por tonelada para los contratos a marzo. Ya en 2014, el principal producto de exportación de la Argentina había perdido un 22,4 por ciento.

Para nuestro país, el tercer mayor proveedor internacional de soja, el cuarto de maíz y uno de los más importantes exportadores de trigo, el USDA mantuvo firmes sus pronósticos para la campaña de 2014/2015. Se espera una cosecha de 55,5 millones de toneladas de soja, 22,5 millones de maíz y una zafra de 12 millones de toneladas de trigo. Argentina también es el principal exportador de harinas y aceites de soja.

El analista Manuel Alvarado Ledesma señaló en Agrositio que “al estar valuados en dólares, los granos han pasado a ser más caros para los importadores y su capacidad de compra ha disminuido”, en un marco de “sobreoferta derivada de las buenas condiciones climáticas básicamente registradas en el gran productor del mundo. Nos referimos a EEUU”. En el caso de la producción agrícola, la “sobreoferta” no es voluntaria, está expuesta a incidencias climáticas, no es un mercado “cartelizado” como el de hidrocarburos y las áreas destinadas a siembra se determinan varios meses antes, en función de las cotizaciones pasadas y las volátiles expectativas de ganancia que pueda ofrecer cada cultivo.

Como síntesis, los importantes rindes agrícolas neutralizan, por el descenso de precios, la posibilidad de expandir el ingreso de dólares por esta vía, mientras que la caída del crudo, si bien alivia la salida de divisas por el déficit energético, también restringe la llegada de fondos como inversión extranjera directa, cuando el país está ávido de financiamiento y no cuenta con acceso efectivo a los mercados de deuda.

Noticias externas obligan a asumir la dura realidad local

Desde el exterior llegaron inapelables indicadores financieros que en pocas semanas cambiaron la visión de los operadores locales, que hasta hace poco estaban aferrados a las expectativas de cambios en la política económica en 2015, ya sea antes o después de las elecciones. El mundo real se impuso a las apuestas y proyecciones. Hacia mitad del año, el quiebre de tendencia encontró explicación desde varios flancos: la certeza de una cosecha récord en los EEUU sacudió al mercado global de granos, el default selectivo en el que incurrió la Argentina tras 12 años, luego del revés en la causa promovida por los holdouts en Nueva York, y el más reciente desplome de las cotizaciones del petróleo marcaron la cancha para esta actualidad aciaga de los mercados que tiene al país como protagonista.

Las acciones líderes de la Bolsa arrancaron la semana con un derrape de 8,3% en promedio. El panel Merval cae en diciembre casi 23%, y un 39,8% desde el récord de 12.531 puntos del 12 de septiembre. Las ganancias del año, que habían superado el 130%, se desinflaron en tres meses a un 40,6%, apenas un par de puntos por encima de la inflación minorista acumulada desde enero, según el “Índice Congreso”.

Las petroleras fueron las más perjudicadas. En dólares, YPF prácticamente igualó su valor más bajo del año, alcanzado el 4 de febrero, en torno a los 22 dólares para el ADR que se negocia en Wall Street. En las últimas doce ruedas la acción de la empresa más grande de la Argentina cedió un 36% de valor, lo que representa una pérdida de casi u$s5.000 millones en su capitalización bursátil, a los actuales 8.817 millones de dólares.

En este panorama de precios arrasados impactó la caída del petróleo, que se hundió a u$s55,40 por barril en Nueva York, lo que significa un derrumbe del 44% en 2014, a valores inéditos desde el 5 de mayo de 2009. YPF también es víctima del “cepo” cambiario y el default, pues adolece de financiamiento externo para sus ambiciosos proyectos de desarrollo de campos no convencionales en Vaca Muerta, cuya rentabilidad a estos precios del crudo está en duda, al menos para el corto plazo. También se posterga el desembarco de importantes multinacionales del rubro energético, que se manifestaron dispuestas a invertir y aportar tecnología imprescindible para el éxito de esta explotación.

“Lo que estamos viendo es una caída generalizada en los commodities, con fuerte retracción en lo que es petróleo, en donde hay una especie de guerra fría en la que Rusia y Venezuela son los principales damnificados: el rublo se está depreciando a pasos agigantados”, subrayó Marcelo Trovato, de Pronóstico Bursátil. El analista añadió que “en Brasil no sólo Petrobras es el problema, sino que papeles como Vale o Gerdau SA o Companhia Siderurgica Nacional siguen sufriendo la caída producto de la depreciación del real”.

En 2014, la Bolsa porteña había acelerado las ganancias de la mano de la dolarización de carteras. La compra de acciones y bonos argentinos con pesos en la plaza local posibilitaba hacerse de divisas al liquidarlos en dólares en mercados del exterior. La escalada asombrosa del Merval no fue motorizada por genuinas posiciones inversoras, a la espera de futuras ganancias corporativas. La realidad dicta que la presente es una economía recesiva, que orada los balances, principal fundamento para empinar las cotizaciones. Y en 2015 tampoco se prevé crecimiento para el PBI con la persistencia de las restricciones al dólar.

En otros períodos de la historia reciente se demostró que el valor de las acciones acompañó e incluso superó al ritmo de devaluación. Esta expectativa fue desactivada por el incremento de las reservas del Banco Central, a través de maniobras contables como el swap con China y préstamos de otros bancos centrales, y el bloqueo del juez Griesa a los pagos de bonos Par y Discount. Sólo por estas cuestiones coyunturales se encuentran casi al mismo nivel que en enero, por encima de los 30.000 millones de dólares.

Finalmente, los agentes bursátiles tuvieron que dejar de lado su reticencia a transferir a precios el pertinaz default selectivo, ya convencidos de que la voluntad política del kirchnerismo amenaza con extenderlo más allá de enero, cuando vencerá la cláusula RUFO.

Otro llamado de atención desde los mercados internacionales vino por la soja y sus derivados industriales, los principales productos de exportación nacionales y los que posibilitan el ingreso de dólares comerciales a la economía. Desde los u$s451,23 por tonelada que cotizaba el 29 de junio, la oleaginosa cedió un 15,4 por ciento. Asimismo, resignó 31,6% desde el máximo del año (u$s558 por tonelada) del 16 de abril pasado.

El experto Manuel Alvarado Ledesma indicó que “la excelente evolución de la siembra en la Argentina y el desarrollo de los cultivos en Brasil, Bolivia y Paraguay generan expectativas depresoras sobre los valores”, por lo que el recorte en el flujo de divisas se mantendría en 2015. Sin embargo, en su análisis para Agrositio no descarta que la baja en los precios de la energía mejore la capacidad financiera de los países importadores de granos y sustente la demanda, como un piso para el rebote de las cotizaciones.

El economista Aldo Abram, de la Fundación Libertad y Progreso, dijo a InfobaeTV que “este año la caída del nivel de PBI va a ser de algo más del 2% y la inflación va a estar rondando a finales del 2014 un 40%”, una estimación desfavorable que ya se está descontando en el circuito financiero.  “Para el año que viene lo que estamos viendo es que aún con un arreglo con los holdouts está la probabilidad de una caída del PBI más alta incluso que la del 2014. Eso porque, a nuestro juicio, la principal razón de la caída del PBI, que viene desde finales del año pasado, no tiene tanto que ver con esta incertidumbre de los holdouts, si no con el impacto del ‘cepo’ sobre los sectores productivos”, evaluó Abram.