Al dólar futuro lo pagamos con inflación

La presencia de la ex presidente Cristina Kirchner en tribunales de Retiro la semana pasada tuvo su notoria impronta política, pero ésta no disimula que la causa por la que se la citó a declarar tiene un fundamento económico. Los negocios del dólar futuro promovidos por el Banco Central en los últimos meses de su gobierno causaron una pérdida de $77.000 millones para la entidad, una vez ejecutada la devaluación de diciembre.

Ese costo es el que se calculó al instruir la causa que se tramita en el juzgado de Claudio Bonadío, quien considera que esas operaciones se concretaron “en condiciones dañosas para el erario público”.

La inyección de pesos con la que el BCRA debió compensar a los inversores que apostaron a un dólar en 2016 más alto que los $10 a los que se acercó en el cierre de la gestión de Alejandro Vanoli contribuyó a expandir la masa de pesos en la economía e incentivar la inflación.

En marzo y la primera mitad de abril de 2016 la Base Monetaria (billetes y monedas en circulación, cheques cancelatorios y depósitos en cuenta corriente del BCRA) aumentó casi $30.000 millones (+4,8%). La devaluación y la suba de las tarifas de servicios públicos tuvieron un fuerte costo inflacionario, pero a éste se le añadió el de los pesos emitidos para compensar futuros. Los precios minoristas escalaron en promedio casi diez puntos, del 28% anual en diciembre al 38% anual estimado para abril.

Para cuantificar el impacto de los vencimientos de los contratos de dólar futuro transados en 2015 y que todavía se están terminando de pagar, esos $77.000 millones representan hoy unos USD 5.400 millones o 1% del PBI. También equivalen al 13% en la Base Monetaria.

La inflación es la principal preocupación económica de la sociedad, todavía por encima del estancamiento económico y la caída del empleo. Desde que Mauricio Macri asumió, hace poco más de cuatro meses, la inflación acumulada alcanza el 20 por ciento.

Por esa razón el Banco Central se enfrenta al difícil reto de absorber la liquidez excedente en el sistema financiero, a cambio de una tasa de interés del 38% anual, récord desde la crisis en 2002. Esta tasa es recesiva, porque quita pesos a la actividad económica y encarece el crédito frente a colocaciones a plazo más rentables. Pero, además, implica un fuerte desembolso de pesos más adelante y más presión inflacionaria cuando se deberán cancelar los títulos.

La deuda contraída por el Banco Central a través de LEBAC y NOBAC totaliza unos $550.000 millones, monto casi igual al de la Base Monetaria, en torno a 590.000 millones de pesos. Hace diez años le relación era de dos pesos en la economía por cada uno de deuda “cuasi fiscal”.

Algunos analistas financieros aseguran que esta “bomba monetaria” por la acumulación de pasivos será muy compleja de desactivar en los próximos meses si la entidad que preside Federico Sturzenegger necesita bajar las tasas para no deprimir la actividad, a riesgo de no poder renovar la montaña de vencimientos de Letras, que se concentran en el corto plazo.

Cesa la preocupación por el dólar

Es curioso que el problema del BCRA en el presente no es la escasez de dólares, después de años de acelerada caída de reservas, si no qué hacer con los pesos, que pierden valor por la inflación, pero que el Tesoro reclama con avidez creciente por un déficit fiscal en torno al 7% del PBI.

Hasta julio el Banco Central contará con dos potentes impulsos para reforzar su posición de divisas: la liquidación de exportaciones del agro en el período de cosecha gruesa y el crédito e inversiones externas que puedan ingresar tras el acuerdo con los holdouts.

La Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) informaron en el transcurso de 2016 ventas al exterior por unos USD 6.300 millones, un 60% más que en el mismo lapso de 2015. Si a estos dólares los absorbe el sector privado y quedan en el sistema aumentarán las reservas. Si los adquiere el BCRA también sumarán a reservas, aunque a cambio debe emitir pesos para comprarlos. Al ser ingresos genuinos y no emisión espuria, el efecto de estos pesos es neutro en cuanto a inflación.

En el caso de los títulos soberanos, se calcula una colocación de al menos USD 15.000 millones, de los que una porción menor quedará en el país, pues en su mayor parte les serán girados a acreedores externos. Las divisas financieras que queden en el país sumarán a las reservas, con un aumento de la deuda pública como contrapartida.

En medio de las noticias sombrías que llegan de Brasil -la crisis por el juicio político a Dilma Rousseff y una recesión económica estimada en 4%- llega otra alentadora: la revalorización del real. Desde que Argentina eliminó la restricción cambiaria el 16 de diciembre pasado el precio del dólar subió 44%, mientras que en Brasil cedió 10%, relación que mejora la competitividad de los productos argentinos para venderle a nuestro principal socio comercial.

Exportaciones del agro son las únicas que aumentan

Con datos actualizados al cierre del primer semestre del año, el comercio exterior argentino sufrió un parejo deterioro en los montos de exportaciones como importaciones. Incidieron en este fenómeno las restricciones locales al dólar, en el caso de las importaciones, y el atraso cambiario para exportar, pero más aún perjudicaron las devaluaciones de las monedas de los principales socios comerciales, y la caída de la actividad y la demanda de Brasil.

Ante un contexto tan adverso, volvió a destacarse el aporte del agro argentino y sus derivados industriales, que integran un rubro fuertemente superavitario. En líneas generales el “campo” incrementó los volúmenes exportados, y si bien redujo su ingreso de divisas, éste se debió al declive de los precios de las materias primas, una variable que excede la dinámica de la economía doméstica.

Según el Banco Central, entre enero y junio se registraron en el mercado de cambios exportaciones de bienes por u$s30.810 millones, de los cuales u$s12.735 millones correspondieron al sector de oleaginosas, aceites y cereales, que representaron el 41,3% del total. Así, el agro incrementó levemente su participación en las ventas externas, desde los 41,2% del mismo período de 2014.

En el acumulado de la primera mitad del año el sector recortó los cobros de exportaciones en un 14% por “la reducción de los precios internacionales de los principales commodities agrícolas que exporta nuestro país, dado que las cantidades comercializadas localmente mostraron una recuperación en el periodo”, señala el Banco Central en su Balance Cambiario.

“La reducción de los precios obedeció, entre otros elementos, al significativo aumento de la producción mundial de productos agrícolas (en especial, soja, maíz y trigo) durante las últimas campañas, mientras que el crecimiento de la comercialización en el mercado interno estuvo vinculado con el volumen de producción récord de soja obtenido en la presente campaña”, explica el BCRA.

El Ministerio de Agricultura informó que la cosecha 2014/15 alcanzó un nivel récord de 120 millones de toneladas, con un volumen máximo de soja de 60,8 millones de toneladas. En la campaña 2013/2014 se habían cosechado 55,5 millones de toneladas de la oleaginosa. Argentina es el tercer productor y exportador de porotos de soja sin procesar, y primer exportador mundial de harinas y aceites del cultivo.

Al término de la primera mitad de 2015, la soja se sostuvo como el principal producto de exportación argentino, a pesar del retroceso de precios de un 30% interanual. Es cierto que luego de dos campañas récord consecutivas quedaron importantes stocks sin comercializar, a la espera de mejores precios en el exterior y un tipo de cambio más alto en el plano local, pero tanto el BCRA como el INDEC reconocieron mayores volúmenes exportados, a diferencia del resto de los rubros, que mostraron bajas tanto en cantidades como en precios, con cifras más notorias en las manufacturas de origen industrial (-16% y -2%, respectivamente).

El INDEC dice que el campo exportó más

En su informe sobre Intercambio Comercial Argentino, con cifras estimadas del primer semestre de 2015, el INDEC informó que las ventas de cereales (principalmente maíz y trigo) crecieron 13% en monto, a u$s3.179 millones, y semillas y frutos oleaginosos ingresaron u$s2.591 millones, un 3% más. Grasas y aceites (principalmente aceite de soja) restaron 9%, a u$s2.292 millones, y residuos y desperdicios de la industria alimenticia (otros derivados de soja) cedieron 27% en divisas, a 5.256 millones de dólares. Estos subrubros sumaron unos u$s13.318 millones, el 44% del total exportado por la Argentina, contra 40,8% del primer semestre de 2014.

En otro informe, el de Índices de Precios y Cantidades del Comercio Exterior, el INDEC determinó que “las exportaciones argentinas en el primer semestre de 2015 registraron bajas en los precios (-16,7%) y en las cantidades (-1,4%); en este período las exportaciones alcanzaron el valor de 30.213 millones de dólares, un 17,9% inferior al primer semestre de 2014”.

El ente estadístico especifica que en el primer semestre los precios de la soja, el maíz y el trigo cedieron 29,6; 18,1 y 26,1 por ciento, respectivamente. El aceite de soja cayó 19,2% y otros subproductos de soja, un 27,7% en el período.

En contraste, los embarques de trigo treparon un 131,4% interanual entre enero y junio; los de maíz, 60,1%, y los de porotos de soja, un 46,4 por ciento. Las ventas externas de aceite de soja aportaron 13,4% más cantidades que en el primer semestre de 2014, mientras que el volumen comercializado en residuos y desperdicios de la oleaginosa creció 1,3 por ciento. A excepción de pescados y mariscos sin elaborar, todos los demás rubros exportadores redujeron sus envíos.

Otras fuentes, como la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), informaron en el primer semestre del año una liquidación de exportaciones por u$s10.941,9 millones, con un retroceso de 17,6% respecto de los u$s13.275,3 del mismo lapso de 2014, también explicado por la caída de la cotización de los granos y  profundizado por los productos con mayor valor agregado.

Está claro que el balance del año no está cerrado y aunque el campo concentra sus ventas externas en el segundo trimestre del año, la sangría de precios de las materias primas acotará el ingreso de agrodólares en el futuro próximo. Entre julio y agosto, la tonelada de soja pierde 14% (de u$s380,37 el 30 de junio a u$s327,11 hoy), el maíz cae 13,4% y el trigo, un 19 por ciento. En tanto, el aceite de soja restó en menos de dos meses 18,5%, y la harina de soja, 9 por ciento.

A pocas semanas de las elecciones presidenciales, el retroceso de los montos exportables, que ajustará la oferta de dólares para reservas e importaciones y también los ingresos fiscales, quedará como un desafío que tendrá que afrontar el nuevo gobierno.

Alto costo por el bajón de la soja

Mientras toda la atención se concentra en las negociaciones entre los funcionarios argentinos y representantes de los holdouts en Nueva York, un dato trascendente para la economía local pasó inadvertido: el retroceso de los precios de la soja, fuente de ingreso de divisas y puntal de las exportaciones argentinas.

La baja que se extendió a toda la semana se produjo luego de la difusión de informes que prevén una importante cosecha en los EEUU, principal exportador del grano. El Departamento de Agricultura norteamericano anunció el lunes que se registró una siembra récord en el país norteamericano, dato que anticipa abundancia de producto y consiguiente descenso de las cotizaciones. En tanto, el jueves, la consultora Informa Economics, con sede en Memphis (EEUU), elevó su pronóstico para la cosecha de soja de los Estados Unidos a unos 100 millones de toneladas.

Aunque el viernes pasado no hubo actividad en el mercado de Chicago, debido al feriado por el día de la independencia de los EEUU, desde el viernes 27 de junio al jueves 3 de julio, la oleaginosa retrocedió 3,3% en los contratos para entrega inmediata, y 8,6% para la posición más negociada, a noviembre de este año. Fueron cinco jornadas consecutivas en negativo.

El contrato para julio, que expira en una semana, se situó en u$s509,63 por tonelada aunque representó apenas el 2% de las operaciones, mientras que los contratos para noviembre, los más influidos por la futura producción de los EEUU y que concentraron 55% de los negocios, se pactaron a u$s416,67, su valor más bajo del año.

En el Mercado a Término de Buenos Aires, la caída de precios fue de 5%, desde los u$s312 por tonelada a los u$s296,5 para las entregas en este mes. En la cotización local ya está aplicada la retención por exportaciones del 35%, más costos logísticos, por cuanto el precio en puerto descendió a u$s496 por tonelada, según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.

La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), indicaron que el año pasado se exportaron unos 38 millones de toneladas de soja y productos industrializados derivados, sobre una cosecha total de 49,4 millones de toneladas. Es decir que el 76,9% de lo producido se destinó a la exportación, que permitió ingresos por unos u$s21.345 millones, con un valor promedio de u$s561 por tonelada, al tener en cuenta la cotización del poroto, harinas y aceites. Este monto representó el 92% del total registrado como ventas externas de CIARA-CEC de 2013, que alcanzaron los 23.209 millones de dólares.

Este año, la cosecha será un 12,3% mayor, estimada en 55,5 millones de toneladas según la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. De mantenerse la proporción de ventas del año anterior, significará exportaciones en 2014 por 42,7 millones de toneladas sólo por la oleaginosa y sus derivados, de los cuales poco menos de la mitad, unos 20 millones, todavía no se comercializó.

En el primer semestre de 2014, el complejo cerealero-oleaginoso exportó u$s13.106 millones y, según el esquema del año anterior, algo más de u$s12.000 millones debieron a la soja e industrias afines. El remanente de 20 millones de toneladas, que antes del bajón de precios iniciado el 27 de junio se estimaba en unos u$s10.600 millones, se redujo en unos u$s530 millones en pocos días, a cerca de 10.000 millones de dólares. Y si se lo comparara con los precios promedio del año pasado, la caída del valor de esta soja acopiada ronda los u$s1.100 millones.

De sostenerse la tonelada en torno a los u$s416,67, como fija hoy el contrato a noviembre en Chicago, la pérdida de valor de esas 20 millones de toneladas de soja sumará un 16% extra (u$s1.600 millones), para totalizar unos u$s2.100 millones -bastante más que lo reclamado por los holdouts-, de los cuales el fisco perderá de recaudar más de u$s700 millones por derechos de exportación.

Urgen las divisas de la soja

Las declaraciones de Jorge Capitanich hicieron carne este lunes la principal preocupación de los funcionarios que comandan el área económica: la escasez de dólares que ingresan al país en relación a los que salen día a día. El jefe de Gabinete advirtió sobre el “poder sancionatorio del Estado para preservar el interés de todos los argentinos” y conminó a las cerealeras a liquidar más exportaciones “en solidaridad con todos los argentinos que hicieron un esfuerzo para darle competitividad al sector”.

La realidad es que los dólares que aporta el agro son la única alternativa que le queda al Gobierno para que la restricción externa que muestra la economía de 2014 no sea terminal, en un marco de caída de reservas que se acelera a un ritmo del 9% mensual, según las estadísticas de enero, para quedar debajo de los u$s28.000 millones, y que apenas serán apuntaladas en el segundo trimestre del año, que concentra las exportaciones de la cosecha gruesa.

En enero, los exportadores nucleados en la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) rindieron ventas externas por u$s1.069 millones, un 21% menos que los u$s1.349 millones de 2013 y un 33% menos que los u$s1.600 millones del primer mes de 2012. Esta reducción obedece principalmente a la decisión de acopiar el producto más que a la evolución de los precios: la cotización de la soja es sólo 12% menor este año respecto de 2013 y 4,9% superior a la de 2012.

Sin embargo, es difícil que este remanente de la cosecha anterior guardado por los chacareros como cobertura ante la inflación  –pues la soja es un activo dolarizado-  alcance los u$s4.500 millones que estima el Gobierno y que le implicarían ingresos por u$s1.500 millones en concepto de retenciones. Eduardo Buzzi, presidente de la Federación Agraria Argentina (FAA) señaló que existen “cinco o seis millones de toneladas guardadas, que valen unos 2.500 o 3.000 millones de dólares”, bastante menos que el cálculo oficial, en lo que el directivo definió como “un final de cosecha residual que se da todos los años y que el productor no vendió porque no lo necesitó”.

Los representantes del complejo agroindustrial de cereales y oleaginosas estimaron que este año las exportaciones del sector alcanzarán un récord histórico entre los 27 y los 29 mil millones de dólares, a la vez que confiaron que “paulatinamente todo se irá normalizando ya que la comercialización será más fluida con este tipo de cambio”. No obstante, desde la FAA denunciaron la concentración del sector agrícola, que en la última década llevó a que el 8% de los productores de soja manejen el 80% de la cosecha, por cuanto el Gobierno ahora apunta contra un sector minoritario aunque de enorme peso, que expandió sus negocios a la sombra de las políticas de intervencionismo oficial.

Cada enero es el trigo un producto de exportación central para inyectar dólares comerciales. Este año, estas ventas se contrajeron en volumen un 93% interanual, mientras que las de porotos de soja bajaron 75% y las de maíz, 77 por ciento. Según la AFIP, compensaron los derechos de exportación percibidos por las ventas de harina de soja, que crecieron 229%, y el aceite de soja, que aumentó un 8 por ciento.

Un dólar oficial a 8 pesos todavía no es incentivo para los sojeros, aunque hay que destacar el pronunciado incremento de las tasas de interés –en torno al 28,5% según la licitación de Letras y Notas del Banco Central-, que puede contribuir a que algunos productores se animen a vender parte de sus existencias de granos y con los pesos obtenidos se vuelquen a un plazo fijo hasta que necesiten efectivo para emprender la nueva campaña en invierno. Así, la pulseada por la tenencia de las divisas dependerá de ahora en adelante de las variables financieras que instrumenta el Banco Central: el tipo de cambio y las tasas de interés.

Resignados a la sojadependencia

El complejo agroindustrial continúa empujando a la actividad económica, por los volúmenes producidos, su penetración en los mercados externos gracias a su alto grado de competitividad, y el consiguiente ingreso de divisas que el país tanto necesita, junto con un aporte decisivo de fondos al fisco, principalmente por los derechos de exportación. Pero el sector también tiene flancos débiles, como la pronunciada volatilidad de precios y las altas y bajas en los rindes por factores climáticos, cuyas consecuencias impregnan irremediablemente al resto de la economía: las empresas nucleadas en la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) contribuyen con un tercio  del total de las exportaciones del país.

Algunas de estas debilidades podrían materializarse el año próximo. Carolina Schuff, coordinadora de Análisis Sectorial de Abeceb.com, señala que “la proyección inicial para la campaña 2013/14 se encuentra marcada por precios internacionales que tienden a la baja y una cosecha que a priori será superior a la anterior para la soja y el trigo, y menor en el caso del maíz”. Para la experta, “el buen comportamiento de la soja llevaría al volumen de los tres principales cultivos a un incremento del 2,4% con respecto al ciclo 2012/13. Sin embargo, la tendencia a una baja de los precios internacionales tendrá sus efectos sobre el valor total de este nivel de producción, el cual tendría una caída del 5,5% contra la campaña pasada”, medida en dólares.

En el mismo sentido, Dante Romano, director del Centro de Agronegocios de la Universidad Austral, apunta que “un dato curioso en cuanto a las proyecciones del USDA (Departamento de Agricultura norteamericano) es que este año Brasil desplazaría a EEUU como primer país productor de soja. Más allá de la curiosidad esto muestra que hay muchas chances de que esta campaña sigamos en Sudamérica generando la famosa reconstrucción de oferta, que podría terminar debilitando los precios”.

La tendencia de precios bajista es continuación de la advertida en los últimos 13 meses y equilibrada por los rindes. Hace un año, concluido septiembre, las liquidaciones de exportaciones del complejo cerealero-oleaginoso alcanzaban el 80% del total del año, unos u$s18.396 millones sobre u$s23.069 millones al cierre de 2012. Con una cosecha récord de 105 millones de toneladas, la presente campaña, un 16,2% superior a la del año pasado, registró exportaciones por u$s19.206 millones en los primeros nueve meses del año, un 4,4% más en divisas. Si en el último trimestre de 2013 restara liquidar un 20% de las ventas, el año podría concluir con exportaciones agrícolas y agroindustriales cercanas a 24.100 millones de dólares.

Pese al récord de la zafra, esta sería la segunda marca histórica, por debajo de los u$s25.133 millones de 2011. La baja de los precios de este año explica por qué el ingreso de divisas muestra una modesta mejora a pesar del sensible incremento de volumen producido y exportado.

La sequía de la campaña 2011-2012 en las zonas productoras de Sudamérica se trasladó al Hemisferio Norte hacia el segundo semestre del año pasado, fenómeno que catapultó las cotizaciones en el mercado de Chicago. El 4 de septiembre del año pasado, la soja al contado alcanzaba el récord de u$s650,95 por tonelada, mientras que el contrato para noviembre -el más negociado de la plaza- ascendía también a un máximo histórico de 649,04 dólares.

Un año atrás (4 de octubre de 2012), el contrato de noviembre 2012 finalizó a u$s570,08 por tonelada. Este viernes la posición noviembre 2013 concluyó a u$s475,83 por tonelada, un 16,5% menos, cuando la producción de la oleaginosa, el principal cultivo del país, creció 23% (de 39,9 millones a 49,3 millones de toneladas). Sin embargo, los actuales son buenos valores de mercado: a principios de de agosto, la soja a noviembre en Chicago cayó debajo de u$s440 por tonelada, un precio mínimo para el contrato más activo desde el 31 de enero de 2012.

Otro frente adverso a considerar es el fuerte recorte de exportaciones argentinas de biodiesel debido a la suba de aranceles impuesta arbitrariamente por la Unión Europea. En este ítem, la caída de exportaciones este año superaría los u$s1.000 millones respecto del año pasado. Aunque a las ventas al exterior que realizan las empresas adheridas a la Cámara Argentina de Biocombustibles se les aplica un 5% de retenciones –poco relevante en el plano fiscal-, ese ingreso de divisas al país es significativo en este período de caída de reservas y “cepo” cambiario.