Argentina le hace frente al pánico de mercados

La violenta volatilidad de los mercados financieros de la última semana siguió en la línea de un comienzo de año caótico para los inversores. A la potente impronta bajista que el precio del petróleo aplicó a los precios de los activos se sumó en los últimos días el temor por la solvencia de los bancos en Europa, un eslabón más en la “cadena de desánimo” que amenaza con amarrar y paralizar el futuro de la economía global.

Esta incertidumbre se tradujo en la erosión de los valores bursátiles. En menos de dos meses de transcurrido 2016, el índice Dow Jones de Industriales de Wall Street acumuló una pérdida de 8,3% (de 17.425 a 15.973 puntos), el DAX de Fráncfort cedió 16,5% (de 10.743 a 8.967 puntos) y el Shanghai Composite se desplomó 21,8% (de 3.539 a 2.763 enteros). En la región, el Bovespa de San Pablo cayó 8,2% (de 43.350 a 39.808 unidades), mientras que el Merval de Buenos Aires restó 3,4% en pesos (de 11.675 a 11.276 puntos) y 10,2% medido en dólares (de 836 a 751 puntos), debido al alza del “contado con liqui” de 13,96 a 15 pesos en el período.

Los analistas manifiestan sus preocupaciones por un rebrote de la crisis financiera internacional, esta vez con mayor impacto en la actividad real. Advierten que aquella debacle iniciada con el colapso de las hipotecas en EEUU y la quiebra de Lehman Brothers no fue superada por completo, sino que el asombroso recorrido alcista de acciones y bonos a partir de marzo de 2009 estuvo sostenido por el agresivo accionar de los bancos centrales. La “tasa cero” de la Fed fue la marca registrada de este período.

La suba marginal de tipos de interés por primera vez en nueve años que el banco central norteamericano anunció el pasado 16 de diciembre dio la señal del “principio del fin” de dicho ciclo, que para países como la Argentina significó un lapso de prosperidad en base a cotizaciones récord de las materias primas y abundante liquidez de dólares alrededor del mundo.

Aunque necesaria, la reinserción de la Argentina en el mercado de capitales será compleja. Con un nuevo Gobierno el país manifiesta la intención de integrarse más al mundo, aunque el momento se evidencia como menos propicio que un par de años atrás. Por un lado la voluntad de llegar a un acuerdo con los holdouts persigue el objetivo de colocar deuda en el exterior a tasas viables para atenuar el ajuste estatal y contener los zarpazos inflacionarios. El recorte de retenciones para incentivar las exportaciones del agro, mineras y la industria anunciado por la administración de Mauricio Macri aportará divisas comerciales a cambio de un sacrificio fiscal.

El derrumbe de 20,5% del precio del petróleo en el arranque del año tiene un efecto ambivalente para la Argentina. Por un lado contribuye a reducir el déficit comercial en materia energética; por otro, obliga a los consumidores locales a subsidiar a la industria petrolera a través del aumento de los combustibles.

La buena noticia llega desde el campo: los precios agrícolas, aunque lejos de los máximos, se mantienen firmes y garantizan un aporte de dólares insustituible. En 2016, la tonelada de soja defiende los USD 320 con los que cerró 2015; la tonelada de maíz se sostiene en los mismos USD 141 del fin de diciembre, mientras que el trigo cayó un 2,6%, de 172,70 a 168,14 dólares. Este comportamiento explica por qué la cotización del dólar se estabilizó después del salto cambiario de mediados de diciembre: la ventaja de la devaluación más la quita de retenciones potenció estas ventas, que representan un tercio de las exportaciones argentinas.

En las primeras cinco semanas de 2016, la liquidación de divisas del agro y sus industrias derivadas superó los USD 3.000 millones y duplicó los ingresos del mismo período del año pasado. En 2015, aquel monto se había alcanzado recién a fines de marzo.

El deterioro comercial, bajo análisis de expertos

Argentina manifiesta una debilidad creciente en su inserción comercial en el mundo. Un informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) indicó que el comercio en contenedores en puertos de la Argentina tuvo una caída del 22,4% en 2014 respecto del año anterior, a pesar de que el promedio de América Latina y el Caribe sostuvo un leve crecimiento del 1,3 por ciento. Esta tendencia en el plano local se profundiza en 2015, con pérdidas en montos exportados e importados superiores al 10%, y es analizada exhaustivamente en diversos estudios económicos.

“El fin de la etapa pujante de las exportaciones argentinas fue acompañado por una mayor dependencia de la canasta de exportables en torno a los productos agropecuarios. Productos cuyos precios, además de ser altamente volátiles, actualmente transitan una etapa de declive”, subrayó el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) en un reporte.

Durante 2014 las exportaciones cayeron 12% a u$s71.935 millones, mientras que las importaciones se redujeron 11%, a 65.249 millones de dólares. El volumen comerciado total fue de u$s137.184 millones contra u$s155.316 millones de 2013. Según la información oficial, este año se pronuncia la retracción comercial: en el primer cuatrimestre el saldo positivo fue apenas u$s420 millones, un 57% inferior al que se obtuvo en el mismo período de 2014, con una pareja caída interanual de exportaciones (-17%) e importaciones (-15%) en cuanto a montos. Las compras y las ventas suman además 17 meses consecutivos con datos negativos.

Un análisis del IERAL de la Fundación Mediterránea refiere que “la política económica actual se concentra en mantener relativamente estable la cotización del dólar -aumenta muy levemente-, que contribuye a anclar la inflación, y favorece la sensación de ‘no estar tan mal’. El costo de esta política es el deterioro de la rentabilidad exportadora, que termina impactando sobre las economías regionales”.

Dicho atraso cambiario y la disposición del “cepo” desalientan inversiones que impiden una mejora en la calidad y la cantidad de la producción doméstica. En ese caso, los controles sobre la importación son perjudiciales también para el desarrollo exportador. Un estudio del Banco Ciudad aporta que “la frontera de producción argentina ha ido contrayéndose a lo largo de los últimos dos años. Sucede que la capacidad de producción de una economía depende, entre otros factores, de la inversión en bienes de capital, la dotación de recursos humanos y su calidad, además de la productividad total de los factores productivos -eficiencia-, todos ellos elementos que vienen mostrando un franco retroceso”.

Asimismo, un análisis de Invecq Consultora Económica indica que “el tipo de cambio real, como precio relativo entre bienes transables locales y bienes transables extranjeros, es esencial para tomar decisiones de inversión que implican grandes volúmenes de capital, tiempos de realización y la incertidumbre endógena de apuntar a un mercado extranjero”, por cuanto su elevada volatilidad “impide a los agentes establecer expectativas claras hacia el futuro y, en lugar de incentivar inversiones productivas, incentiva un comportamiento cortoplacista y especulativo”.

El atraso cambiario es más dañino para las exportaciones regionales. Ejemplo de ello es la extendida protesta de productores frutícolas del Alto Valle del Río Negro. “En contextos de deterioro de los términos de intercambio, problemas de demanda externa y de política externa nacional, suele recordarse a la diversificación de exportaciones –sobre todo a partir de productos de alto valor agregado- como una posible estrategia para ‘hacerle frente’ a la escasez y volatilidad de ingresos por exportaciones y, consecuentemente, a sus efectos nocivos sobre la producción, el empleo y la inversión”, describe el IARAF. Añade que “en este proceso no todas las jurisdicciones han logrado avanzar de manera uniforme” y recuerda que la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y las provincias de Buenos Aires y Córdoba “son las jurisdicciones con canastas de exportaciones más diversificadas y con mayor presencia de exportables de alto valor agregado”. Por el contrario, “Catamarca y San Juan son las más retrasadas en estos aspectos, lo que las expone con mayor vulnerabilidad a shocks externos”.

En ese contexto, la consultora Analytica señala que se acortan los plazos para mantener el esquema económico presente, “sin posibilidades de contar con un shock de términos de intercambio como en el que tuvo a principios de la década pasada y de recuperar competitividad a través de un fuerte ajuste del tipo de cambio”, debido a que “con un piso alto de inflación y con la pobreza en torno al 25% de la población, no hay mucho margen político para una mega devaluación”. Con esas limitaciones, Analytica considera que el próximo Gobierno “tendrá que afrontar un déficit creciente en la cuenta corriente con lo cual la apertura financiera será una necesidad más que una elección”.

Industria y exportaciones ratifican un mediocre 2015

En la transición hacia 2016 se dirime una pulseada entre realidad y expectativas. La primera, exhibida en los informes macroeconómicos, confirma una recesión leve pero prolongada en el tiempo; las segundas, impulsoras de las ganancias bursátiles, son aún una apuesta al eventual regreso a una senda de crecimiento moderado y de largo plazo a partir del recambio presidencial.

En todo caso, el mediocre tránsito hacia el traspaso de mando se comprende en concreto al observar los recientes informes de comercio exterior e industria, indicadores relacionados entre sí –pues la caída de uno retroalimenta la del otro- y afectados a la par por la escasez de dólares que contrae a ambas actividades.

Un pilar de la política económica, el superávit comercial, se sostiene con debilidad. Según el INDEC, el saldo positivo del comercio exterior fue en febrero apenas de 53 millones de dólares. Si bien representa un incremento de 20,4% respecto del mismo mes de 2014, el número es magro para enfrentar la sequía de divisas. El primer bimestre acumuló un superávit de 126 millones de dólares; será complicado alcanzar los u$s9.197 millones previstos en el Presupuesto 2015 para el total del año.

Por encima de este resultado, la información relevante es el desplome parejo en el volumen de importaciones y exportaciones, evidencia del desempeño recesivo de la economía. En el segundo mes del año las exportaciones sumaron u$s4.064 millones y las importaciones, u$s4.011 millones, con un retroceso de 25% interanual en ambos casos. El volumen comercializado en el breve recorrido de 2015 es el más bajo desde 2010.

En cuanto a productos primarios y manufacturas de origen agropecuario, que representan el 60% de las exportaciones nacionales, la caída en precios y cantidades significó una pérdida de divisas superior a u$s700 millones en el primer bimestre. El declive de cotizaciones de los granos y sus derivados industriales fue decisivo para este retroceso: la soja vale 32% menos que hace un año, y el maíz cedió 19 por ciento. Entre enero y febrero, los exportadores de granos acumularon liquidaciones por u$s2.022 millones, un monto 31,7% inferior al del año pasado, aun cuando la última cosecha resultó 15% superior. Desde 2007 que este concepto no registraba un nivel acumulado inferior al actual.

En el descenso del monto de importaciones contribuyó la franca caída global de los precios de la energía. Las compras de combustibles y lubricantes del primer bimestre del año experimentaron un recorte de 59%, que significó un ahorro mayor a 800 millones de dólares.

También hubo un declive en el volumen de las compras de vehículos automotores de pasajeros y piezas y accesorios para bienes de capital, consecuencia del descenso de la actividad fabril y de las ventas de autos. En este punto entre enero y febrero se demandaron u$s900 millones menos que un año atrás. En contraste, la caída de exportaciones de manufacturas de origen industrial, en donde automotores y autopartes tienen un peso decisivo, redujeron en unos u$s1.000 millones el ingreso de divisas.

Los números del intercambio comercial se condicen con los de la industria. La Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL) indicó que la actividad industrial cayó en febrero 7,2% respecto de igual mes de 2014 y acumuló en el primer bimestre una retracción de 6,7 por ciento. FIEL evaluó que “las perspectivas para los próximos meses continúan resultando complejas, especialmente por las necesidades de divisas para sostener la producción y el impacto del retroceso de la actividad en Brasil y la apreciación de su moneda”. Según el Centro de Estudios de la Unión Industrial Argentina (CEU) “con excepción de unos pocos sectores, el estancamiento y caída en el nivel de actividad es generalizado“.

La información oficial reafirma que existe una tendencia negativa: el INDEC difundió que la producción industrial cayó 2,2% en febrero con relación a igual mes del año pasado y sumó 19 meses consecutivos con retrocesos interanuales. En el primer bimestre, la producción fabril cayó 2,1% frente al mismo lapso de 2014, período en el que la fabricación de vehículos bajó 20,4%, explicado principalmente por la disminución de la demanda desde Brasil.

El aporte de agrodólares sigue bajo presión

El breve recorrido del 2015 permite avistar un debilitamiento del ingreso de divisas por exportaciones de granos e industrias afines, que se agudiza por el efecto nocivos de diversos factores ya advertidos en 2014 y 2013. La liquidación de divisas del agro desciende un 20% en lo que va del año, principalmente por la pérdida de valor de los principales productos de exportación de la Argentina, además del atraso cambiario con elevadas retenciones que desalientan estas ventas. En ese contexto, los productores optan por aumentar sus tenencias en silbolsas, cuando los rindes se sostienen en niveles récord y “pisan” los precios en el mercado internacional.

Dante Romano, del Centro de Agronegocios de la Universidad Austral, calcula que “en la Argentina se podrían pasar de campaña unos seis millones de toneladas de soja, que se sumarían a una producción de entre 57 y 58 millones de toneladas”, un nuevo máximo histórico. A esta previsión la alimentan favorables pronósticos climáticos, vitales en este mercado, con abundantes precipitaciones que mantienen el buen estado de la soja y el maíz en la presente campaña en la zona núcleo argentina. La Bolsa de Cereales de Buenos Aires coincide en estimar la producción de la oleaginosa en un récord de 57 millones de toneladas y la del maíz, en 22,5 millones.

La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) informaron que entre el 2 de enero y el 20 de febrero de 2015 los exportadores de granos liquidaron u$s1.813,1 millones por ventas al exterior, un 20% menos con una cosecha que resultó 15% superior. Esta caída en el ingreso de divisas a un monto equiparable al de 2007 no es ajena a la baja de precios de los productos primarios que perduran como el principal sostén de las ventas externas. En comparación a un año atrás la tonelada de soja se desplomó un 27,9% en el mercado de Chicago, a u$s367; el trigo restó 17,6% (u$s187) y el maíz apenas recuperó un 0,7% interanual, a 151 dólares. Estos valores hacen añorar las cotizaciones máximas históricas, que en el caso de la soja alcanzaron los u$s650 por tonelada en septiembre de 2012.

La cosecha de soja fue en la última campaña –concluida en julio último- de 55,6 millones de toneladas, un récord que superó en 14,6% los 48,5 millones de 2013 y en 39% los 40 millones de 2012. Estas zafras elevadas también se advirtieron en Brasil y los EEUU, que integran con la Argentina el selecto grupo de mayores productores y exportadores de la oleaginosa, y motivaron que la cotización en Chicago descendiera 4,5% en los últimos dos meses. Argentina es el principal exportador mundial de aceite y harina de soja (45% y 43% del mercado global, respectivamente), el tercero de grano de soja (8%) y el cuarto de maíz.

“La duda es si los productores podrán seguir reteniendo. Su intención será vender lo mínimo indispensable para cancelar cuentas del año pasado y los vencimientos de esta campaña. Con precios que son más bajos, costos crecientes, inflación y una devaluación que nunca llegó, la proporción de soja que habrá que vender será mayor que la del año pasado”, consideró Dante Romano.

Un estudio de Guillermo Rossi, analista de la Bolsa de Comercio de Rosario, indicó que la producción agroindustrial redujo 10% sus ingresos en 2014, a u$s35.429 millones, al incluir granos, sus derivados industriales, carnes, lácteos, frutas y cultivos regionales. Sólo el complejo sojero (porotos, harina, aceite y biodiesel) representó ingresos por exportaciones de 21.345 millones de dólares.

En este trabajo, en base a datos de comercio exterior del INDEC, Rossi refiere que “en la caída de algo más del 10% en el ingreso de divisas del 2014 hay elementos de precio y de cantidad. Como es sabido, el mercado internacional de productos agrícolas sufrió una brusca caída en el segundo semestre del año pasado”, que impactó en un momento en que el país contaba con amplia disponibilidad de stocks. “Uno de los productos más perjudicados fue el aceite de soja, altamente correlacionado con el precio del petróleo”, añadió.

Según CIARA y CEC la liquidación de exportaciones sectorial fue de u$s24.143,7 millones en 2014, un 4% más que en 2013 (u$s23.208 millones) y apenas 3,9% debajo del máximo registro de u$s25.133 millones en 2011. Debe destacarse que en 2014 la tonelada de la soja promedió u$s474,59 y la de maíz, unos 172,62 dólares. Estas cotizaciones son un 11,5% y 28,8% más bajas, respectivamente, que en 2013, pues la soja promedió u$s536,25 por tonelada, y el maíz, 242,58 dólares. En 2011, el grano de soja promedió u$s505 por tonelada y el maíz u$s288,70: así, los precios de 2014 fueron 6% y 40% menores, respectivamente.

Otros informes oficiales ratifican la trascendente contribución de dólares del agro, aún con deterioro de precios internacionales y el acopio de producto que desde el Gobierno le atribuyen al sector. El Balance Cambiario del Banco Central contabilizó en la totalidad de 2014 “cobros de exportaciones del sector olaginosas y cereales por u$s27.097 millones, un importe marginalmente superior al del año 2013”, que contrastó con el resto de los rubros exportadores de bienes, que liquidaron u$s42.473 millones, con una caída interanual de 12 por ciento.

Según las planillas del Mercado Único y Libre de Cambios (MULC), el BCRA detectó que el complejo cerealero-oleaginoso expandió su participación al 38,9% de las exportaciones argentinas el año pasado, sobre un total de u$s69.569 millones acumulados en 12 meses. Es decir que mientras que el agro sostuvo sus ventas externas, el resto de los rubros arrastró a un descenso interanual del 8% en las exportaciones de 2014.

Comercio exterior: Chile superó a la Argentina

Argentina duplica a Chile en cuanto a número de habitantes y al tamaño de su economía. Sin embargo, la nación trasandina superó en septiembre a nuestro país en el volumen de su comercio y en el superávit alcanzado en su balance de intercambio. Esta dinámica era previsible: las prohibiciones sobre el dólar en la Argentina llevaron a una economía local más cerrada al mundo. Del otro lado de la frontera, Chile profundizó la senda que eligió hace más de dos décadas, la de apostar a una agresiva apertura comercial para crecer, con mayor exposición a la volatilidad del frente externo, pero también con mayores réditos.

Desde que el Gobierno argentino decidió implementar el “cepo” en 2011 varios indicadores de actividad dejaron de mostrar evolución positiva. Uno de ellos fue el comercio exterior, que en 2014 marcó una neta caída si se lo compara con el récord de 2011 y los niveles anteriores al control de divisas. Según datos de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales (DNI), las exportaciones argentinas en el período 1987/98 se expandieron un 315% y entre 2002/2014 subieron un 184 por ciento. Al desagregar este último período, se observa que entre 2002 y 2011 las ventas externas se incrementaron un 226%, pero la caída de 12% entre 2011 y 2014 redujo el promedio de crecimiento. “De los últimos 65 años, en 35 se obtuvieron récords de exportaciones. Faltan dólares, pero 2014 será el tercer año consecutivo sin poder igualar o superar un récord. No ocurre algo así desde 1981”, explicó Marcelo Elizondo, CEO de DNI.

Entre enero y septiembre de 2014 las exportaciones argentinas acumularon u$s56.116 millones y las importaciones, u$s50.236 millones, con un saldo positivo de 5.880 millones. En los primeros nueve meses de 2011, las exportaciones sumaban u$s63.553 millones; las importaciones, u$s55.391 millones, y el superávit, 8.162 millones de dólares.

Del otro lado de la cordillera, la balanza comercial de Chile acumuló entre enero y septiembre de 2014 un superávit de u$s6.523 millones, resultado de exportaciones por u$s57.496 millones e importaciones por 50.974 millones de dólares. Estas cifras son 11,9%, 2,5% y 1,5% superiores, respectivamente, a las informadas por el INDEC la semana pasada.

Las matrices exportadoras y las estructuras económicas de la Argentina y Chile son muy diferentes, aunque ambos países dependen de las materias primas para insertarse en el comercio global: la minería acapara un 57% de las exportaciones trasandinas, mientras que los granos y la agroindustria significan el 35% de las ventas argentinas. Chile es el principal exportador de cobre del mundo, por lo tanto sufrió también los avatares de la caída del 10% en el precio del metal en 2014, como nosotros con la soja y el maíz.

En cuanto a población, la Argentina, con unos 42 millones de habitantes, prácticamente duplica a Chile, con 18 millones. Similar es la relación del Producto Bruto Interno: según el Banco Mundial, el PBI argentino alcanza los u$s510.000 millones, frente a u$s277.000 millones del chileno.

Sin embargo, el ingreso de dólares a Chile muestra mayor fortaleza que en nuestro país. Las reservas internacionales en el banco central de Chile se mantienen estables, en torno a los u$s40.000 millones; en la Argentina muestran tendencia declinante, apenas por encima de los 27.000 millones. En el mismo sentido, la inversión extranjera directa en Argentina se desplomó el año pasado un 25%, a unos u$s9.000 millones, según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), menos de la mitad de lo que recibió el vecino Chile.

Debilidad en la economía, debilidad en el comercio

La caída de la actividad económica en Argentina genera una menor demanda de productos extranjeros e, indirectamente, menores exportaciones industriales por el retroceso de la producción. Para las manufacturas, el estancamiento de la economía brasileña también contrajo la demanda para las fábricas argentinas que enfocan sus exportaciones en el mercado más grande de la región.

La baja de precios internacionales, como reflejaron las materias primas este año, trae como consecuencia un ingreso de dólares inferior, aún con un volumen de ventas externas similar al del año anterior. Según las cámaras exportadoras del agro, por ventas de granos y derivados se llevan liquidados hasta el 17 de octubre u$s19.492 millones, un 3,6% menos que los u$s20.271 millones que se registraron en el mismo período del año pasado, cuando la retracción de precios en el mercado de Chicago supera el 20% en 2014.

La escasez de dólares que golpea a la economía desde el establecimiento de las restricciones cambiarias hace tres años obliga a racionar divisas que se destinan a la compra de insumos, piezas y unidades terminadas en el exterior.

A la par, el atraso cambiario por la creciente inflación desincentiva las exportaciones y reprime la oferta interna de divisas, con un efecto contractivo aún mayor. Se estima que entre 20 y 23 millones de toneladas de soja de la campaña 2013/14 todavía no fueron comercializadas. “La persistencia y ampliación de la brecha existente entre la cotización del dólar ‘oficial’ vis a vis el precio en el mercado paralelo, incentiva a los productores y acopiadores -que venden al tipo oficial menos derechos de exportación- a no vender su producto a la espera de una devaluación”, sintetiza Abeceb.com.

Un cóctel recesivo que le da mayor impulso al dólar

Para moderar la demanda en el mercado mayorista, este martes los importadores no pudieron realizar operaciones por un monto superior a los u$s150.000 sin conformidad del Banco Central, cuando el límite formal para la demanda es de 300 mil dólares. Esta barrera, comunicada de manera informal y de vigencia temporaria, despejó el camino para que el BCRA pueda acaparar la compra de las divisas ofertadas por los exportadores y redujera la exposición de sus reservas, en un período de menor liquidación de ventas del agro. Por caso, las cerealeras y la industria aceitera rindieron la semana pasada sólo u$s285,6 millones, uno de los montos más bajos del año.

La entidad que preside Juan Carlos Fábrega redobla los esfuerzos para evitar un declive más pronunciado en los activos internacionales, que ya desde agosto exhiben en los informes diarios bajas mucho más profundas que las eventuales alzas. Como el BCRA es el proveedor de los dólares para pagar deuda e importar energía a través de las estatales YPF, Enarsa y Cammesa, debe apelar a iniciativas fuera de libreto para aferrase a las divisas cada vez más escasas por la contracción de las exportaciones.

Entre enero y julio, las ventas externas retrocedieron 10% respecto del mismo lapso de 2013. Para sostener el superávit comercial fue necesario que las importaciones cayeran a una tasa aún mayor, de 27 por ciento. Al mismo tiempo, déficit fiscal, inflación y falta de inversión privada se combinan en un cóctel recesivo que se potencia con la falta de divisas por la menor demanda brasileña de productos argentinos, el rojo de la balanza energética y la caída de precios internacionales de las materias primas, que para la soja significó un 20% desde enero.

Cristina Kirchner criticó por cadena nacional a los productores de soja que decidieron acopiar su producto en lugar de exportar, a la espera de mejores precios en Chicago o de un tipo de cambio más alto. “No vendieron, la guardaron, porque pensaron que se iba a devaluar mucho, que perjudicaban al Gobierno por los ingresos. El cálculo es que si hubieran vendido en ese momento, en mayo, hubiera sido el equivalente a un dólar hoy de 11 pesos“, dijo la mandataria, sin dar detalles de cómo se llegó a calcular ese tipo de cambio, que en muchos rubros productivos no dudarían de calificar como competitivo.

Desde el punto de vista de las reservas, la recesión sirve de freno a la salida de dólares de la economía doméstica por el descenso de las importaciones industriales y de hidrocarburos. En el caso de la energía, en los meses de mayo, junio y julio disminuyeron en la medición interanual por primera vez en cinco años, aún cuando la producción local todavía no repuntó: el refino de naftas cedió 9,1% interanual en el primer semestre, mientras que la extracción de gas descendió 0,6% en los primeros siete meses de 2014. Sólo subió la producción de petróleo, un 0,9% entre enero y julio frente a 2013.

Precio récord para el “liqui”

Cuidar las reservas es necesario, pero con restricciones comerciales y cambiarias genera grandes contrariedades. En el mercado financiero se conoce que una vía para hacerse de dólares es el “contado con liquidación”. Lo usan algunas empresas para girar dividendos y ahora cada vez más importadores, para cumplir con pagos en el exterior, ante la reticencia de las autoridades para ceder divisas.

El “liqui” no significa pérdida de reservas, pues se trata esencialmente de una transferencia de activos. A través de una sociedad de Bolsa se compran acciones o bonos en pesos, en el mercado local, y se los vende en el exterior, en dólares, que quedan depositados en una cuenta fuera del país. Este tipo de cambio implícito en operaciones financieras tuvo un firme incremento en las últimas jornadas y este martes promedió $13,36, valor que le pone el piso al dólar paralelo, ahora en 14,25 pesos.

La necesidad de divisas para mantener fluidos los cada vez más esquivos canales comerciales y financieros con el exterior explican por qué en el año el “contado con liqui” aumentó un 49,8%, por encima del 41,9% que lo hizo el “blue”.

El “liqui” es una operatoria formal y acumula en los últimos días negocios en torno a los u$s100 millones, entre cinco y diez veces mayores al dólar informal. Como su precio está cinco pesos por encima del dólar oficial, a $8,405 en el mercado mayorista, su volumen creciente agrieta la teoría de quienes proponen recurrir al atraso cambiario como “ancla inflacionaria”, debido a que las empresas que consiguen importar insumos, piezas o unidades terminadas con un dólar más caro, trasladan la diferencia a los precios al público, por los mayores costos de reposición.

La presión sobre reservas llevó al dólar a 13 pesos

La indefinición del diálogo con los holdouts en Nueva York renovó la tensión en el mercado cambiario, pero el voltaje político de este litigio opacó a otros indicadores que cobran mayor influencia en el precio del billete y las expectativas de su evolución hacia fin de año.

El dólar alcanzó los 13 pesos en el mercado informal, con un incremento diario de 2,4%, para acumular un 29,5% en el año. Con mínimas transacciones, los operadores de este circuito subieron el precio a un nivel que no tocaba desde el 23 de enero, cuando cerró en un récord de $13,10, que entonces se “desinfló” rápidamente. El dólar paralelo aventaja al oficial, que en el mercado mayorista acumula una suba de 25,5%, desde $6,523 de fin de diciembre a $8,185 de hoy.

Las pocas operaciones del segmento marginal no justificaron semejante salto de precios. Más bien fue la intención de los agentes de esta plaza fijarle un piso al billete ofrecido, en medio de la incertidumbre política y económica por un potencial default.

No obstante, el dólar libre se encuentra aún debajo del rango de precios que se deduce de la división de la Base Monetaria por las reservas internacionales, en u$s29.013 millones según cifras provisorias del BCRA. Con un circulante y depósitos a la vista que, según la entidad, totalizaron $391.644,3 millones al 15 de julio último, el dólar de “convertibilidad” ronda los 13,50 pesos. Este dólar implícito o de “cobertura”, como se lo llama en la jerga financiera, ascendía a $11,90 al cierre de 2013, cuando el “blue” se pagaba a 10,04 pesos.

En el mercado cambiario tienen en cuenta las dificultades del Banco Central para sumar reservas, aún con importantes saldos netos compradores en el mercado mayorista, que este mes ya acumulan 1.470 millones de dólares. Por el pago de deuda y la factura energética, las reservas ceden u$s242 millones en julio, el último mes con volúmenes importantes en cuanto a liquidación de exportaciones del agro.

La Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) informaron que el sector liquidó u$s640 millones la semana pasada, mientras que desde comienzos de año rindió u$s15.636 millones por ventas de granos y derivados al exterior, un 5,3% más que en similar lapso de 2013, aún en un contexto de declive de precios internacionales.

La tonelada de soja vale hoy u$s454,30 en los contratos para agosto, un 9,6% menos que un año atrás, mientras que las posiciones más negociadas, para noviembre, rondan los 406,97 dólares. Esta baja en las cotizaciones, en un rubro que representa más de un tercio de las exportaciones locales, es una señal de debilidad para las reservas en el segundo semestre del año.

Sucede que a falta de dólares financieros, el principal ingreso de divisas se registra por el comercio exterior. El superávit comercial del primer semestre del año fue de sólo u$s3.685 millones, un 28,4% menos que en el mismo período del año pasado. Este deterioro significó el saldo positivo más bajo para el período enero-junio en once años de administración kirchnerista, producto de la merma de las exportaciones por una menor demanda de autos por parte de Brasil y términos de intercambio erosionados por la inflación. En 2013, la balanza comercial arrojó un superávit de u$s8.004 millones (36,9% menos que en 2012) y es improbable que este año pueda alcanzar un saldo favorable similar.

Pagos de deuda

Este lunes se produjo el pago inicial al Club de París por u$s642 millones al contado, según el acuerdo alcanzado por el ministro de Economía Axel Kicillof con las autoridades de la entidad el 29 de mayo. En el Palacio de Hacienda lo ponderaron como “un hito en materia de acuerdos con esta institución, puesto que el país consiguió un esquema de financiación de la deuda impaga que, además de constituirse como un mecanismo para potenciar las inversiones (…), no cuenta con la tutela del Fondo Monetario Internacional y, por tanto, no condiciona las decisiones soberanas”.

Sin embargo, en el detalle del informe oficial se conoció que la deuda refinanciada ascendió a u$s9.690 millones, incluyendo intereses y punitorios, un 95,6% por encima del capital adeudado en 2001 (u$s4.955 millones), casi el doble. El Ministerio de Economía aceptó pagar u$s1.102 millones de intereses y u$s3.633 millones de punitorios. Este último ítem más que duplica los u$s1.650 millones que el juez Griesa ordenó pagar a los holdouts por todo concepto.

También continúan contabilizándose como reservas unos u$s539 millones depositados para el pago de intereses de bonos Discount en dólares con legislación de Nueva York, bloqueados por Griesa y que serán depositados en cuanto una decisión judicial en los EEUU lo habilite. Sin estos fondos, las reservas se ubicarían en u$s28.472 millones, con un precio implícito para el dólar de 13,75 pesos.