Argentina le hace frente al pánico de mercados

La violenta volatilidad de los mercados financieros de la última semana siguió en la línea de un comienzo de año caótico para los inversores. A la potente impronta bajista que el precio del petróleo aplicó a los precios de los activos se sumó en los últimos días el temor por la solvencia de los bancos en Europa, un eslabón más en la “cadena de desánimo” que amenaza con amarrar y paralizar el futuro de la economía global.

Esta incertidumbre se tradujo en la erosión de los valores bursátiles. En menos de dos meses de transcurrido 2016, el índice Dow Jones de Industriales de Wall Street acumuló una pérdida de 8,3% (de 17.425 a 15.973 puntos), el DAX de Fráncfort cedió 16,5% (de 10.743 a 8.967 puntos) y el Shanghai Composite se desplomó 21,8% (de 3.539 a 2.763 enteros). En la región, el Bovespa de San Pablo cayó 8,2% (de 43.350 a 39.808 unidades), mientras que el Merval de Buenos Aires restó 3,4% en pesos (de 11.675 a 11.276 puntos) y 10,2% medido en dólares (de 836 a 751 puntos), debido al alza del “contado con liqui” de 13,96 a 15 pesos en el período.

Los analistas manifiestan sus preocupaciones por un rebrote de la crisis financiera internacional, esta vez con mayor impacto en la actividad real. Advierten que aquella debacle iniciada con el colapso de las hipotecas en EEUU y la quiebra de Lehman Brothers no fue superada por completo, sino que el asombroso recorrido alcista de acciones y bonos a partir de marzo de 2009 estuvo sostenido por el agresivo accionar de los bancos centrales. La “tasa cero” de la Fed fue la marca registrada de este período.

La suba marginal de tipos de interés por primera vez en nueve años que el banco central norteamericano anunció el pasado 16 de diciembre dio la señal del “principio del fin” de dicho ciclo, que para países como la Argentina significó un lapso de prosperidad en base a cotizaciones récord de las materias primas y abundante liquidez de dólares alrededor del mundo.

Aunque necesaria, la reinserción de la Argentina en el mercado de capitales será compleja. Con un nuevo Gobierno el país manifiesta la intención de integrarse más al mundo, aunque el momento se evidencia como menos propicio que un par de años atrás. Por un lado la voluntad de llegar a un acuerdo con los holdouts persigue el objetivo de colocar deuda en el exterior a tasas viables para atenuar el ajuste estatal y contener los zarpazos inflacionarios. El recorte de retenciones para incentivar las exportaciones del agro, mineras y la industria anunciado por la administración de Mauricio Macri aportará divisas comerciales a cambio de un sacrificio fiscal.

El derrumbe de 20,5% del precio del petróleo en el arranque del año tiene un efecto ambivalente para la Argentina. Por un lado contribuye a reducir el déficit comercial en materia energética; por otro, obliga a los consumidores locales a subsidiar a la industria petrolera a través del aumento de los combustibles.

La buena noticia llega desde el campo: los precios agrícolas, aunque lejos de los máximos, se mantienen firmes y garantizan un aporte de dólares insustituible. En 2016, la tonelada de soja defiende los USD 320 con los que cerró 2015; la tonelada de maíz se sostiene en los mismos USD 141 del fin de diciembre, mientras que el trigo cayó un 2,6%, de 172,70 a 168,14 dólares. Este comportamiento explica por qué la cotización del dólar se estabilizó después del salto cambiario de mediados de diciembre: la ventaja de la devaluación más la quita de retenciones potenció estas ventas, que representan un tercio de las exportaciones argentinas.

En las primeras cinco semanas de 2016, la liquidación de divisas del agro y sus industrias derivadas superó los USD 3.000 millones y duplicó los ingresos del mismo período del año pasado. En 2015, aquel monto se había alcanzado recién a fines de marzo.

Todo el esfuerzo lo hace el BCRA

Inflación, dólar y estancamiento. Estos son los términos que sintetizan el presente económico de la Argentina y, claro está, están relacionados entre sí. El rol que ejerce el Banco Central sobre su evolución también los asocia, pues la impronta de 2014 es que la autoridad monetaria será la encargada de alinear las inestables variables económicas y financieras.

La entidad que conduce Juan Carlos Fábrega asumió el “trabajo sucio” de devaluar, para empezar a desandar el camino del atraso cambiario, y absorber el excedente de pesos con un incremento de la tasa de interés en torno al 28% anual y también de su deuda. En el caso de las LEBAC, el incremento fue de un 44,4% en doce meses.

La contracción de pesos fue notoria: según el Informe Monetario del BCRA, la disponibilidad de moneda en poder del público crece un 18,1% interanual – la mitad que la inflación real-, mientras que el crecimiento de la Base Monetaria descendió a un 19% en abril contra el mismo mes del año pasado. La otra cara de este endurecimiento monetario es la tendencia recesiva que toma la economía. Según el INDEC, la actividad económica registró en marzo una caída del 0,9% respecto de igual mes del año anterior, en el primer reconocimiento de retracción de la economía en el año.

El objetivo de frenar la inflación también compromete al ente emisor. Involuntariamente, la caída de actividad desacelera el ritmo ascendente de los precios minoristas. La absorción de pesos restringe el circulante y enfría la economía. Este estancamiento reconocido por el Gobierno llevó esta semana a liberar parcialmente las autorizaciones de compra de divisas para importadores, que venían demoradas.

A falta de lineamientos firmes en la política económica, el BCRA debe emitir para financiar el déficit público y luego absorber pesos; cuidar las reservas en dólares, pero cederlos para que distintos sectores de la producción, en particular los fabriles, puedan acceder a imprescindibles insumos importados. También el Estado es un importador ávido de dólares para las compras de energía.

En este juego de intereses en el que tercia el BCRA, el aumento del precio del dólar es una válvula que descomprime la tensión cambiaria. Incentiva las exportaciones –y el ingreso de divisas- y acota las importaciones a aquellas imprescindibles. También desalienta el apetito por posicionarse en dólares, que crece cuando se percibe al billete como “barato”, y alienta las posiciones en pesos con una tasa de interés elevada. Palabras como minidevaluación, microdevaluación, crawling peg o deslizamiento gradual se repitieron en los informes económicos de una semana en la que el organismo permitió una suba del dólar mayorista de 0,7%, unos cinco centavos, de 8,0025 a 8,055 pesos. Este tipo de cambio, utilizado para el comercio exterior, acumula un alza de 23,5% en el año.

El reciente aumento del nivel de reservas internacionales es un punto fuerte a favor del Banco Central, que pondera esta mejora por “un contexto de mayor liquidación estacional de divisas por parte de los exportadores, y luego de tres meses de estabilización del mercado cambiario”. En ese aspecto, las reservas están cerca de los u$s29.000 millones que alcanzaban el 23 de enero, cuando el mercado financiero asimilaba la devaluación del peso más profunda desde 2002. El Central señala en su informe que esas mejoras registradas en su tenencia de divisas “fueron parcialmente compensadas por la disminución de las cuentas en moneda extranjera de las entidades financieras en el BCRA y por el pago de deuda pública”.

Mientras el déficit fiscal se consolida por tercer año consecutivo, el Ministerio de Economía parece apuntar sólo a generar buenas noticias, como el aumento del 40% en la Asignación Universal por Hijo, que pasará de 460 a 644 pesos, así como una suba de 33,3% en la Asignación por Discapacidad, y el financiamiento de un ambicioso plan de viviendas en zonas relegadas de la ciudad de Buenos Aires.

Es cierto que esos porcentajes apenas compensan la inflación del último año, pero el mercado financiero interpreta el enunciado de Axel Kicillof de “distribuir para crecer, no al revés” como una negativa a reducir el gasto público. Por eso fue inmediato el salto del dólar paralelo, que subió 4,4% en la semana, a 11,13 pesos. El billete informal suma un 10,8% en el año, todavía detrás de la inflación, que acumuló 11,9% en el primer cuatrimestre del año, según el INDEC, y cerca de 16% según mediciones privadas.

El Indec lo hizo: Argentina lidera el crecimiento mundial

¿Cuánto crece la Argentina? Es una de pregunta casi imposible de contestar. La divergencia entre los índices de inflación oficiales y de consultoras privadas, e incluso de la percepción de precios de los propios consumidores, se trasladó en los últimos meses a datos más abarcadores, como los de crecimiento de Producto Interno Bruto.

Es seguro que el segundo trimestre fue el de mejor desempeño del año para la economía nacional, con el destacado empuje de la cosecha récord de granos (un 20% superior a la de 2012, que había sido consumida por la sequía) y la producción automotriz, animada por las exportaciones a Brasil y la demanda interna.

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Pasó el “trimestre dorado”

El trimestre abril-junio es en términos estacionales el período fuerte para la economía argentina, en particular por el rol exportador del agro que funciona como virtual motor para la actividad general. Pero muchas de las expectativas puestas en cuanto al ingreso de dólares que ayuden a distender algunos de los desequilibrios “macro” no fueron cubiertas y dejan una incertidumbre concreta para la segunda mitad del año.

El 2013 tomó clara ventaja para convertirse el año de mayor caída de reservas de la administración kirchnerista. Hasta el viernes perdieron u$s6.085 millones, un 14%, a 37.205 millones de dólares. En todo 2011, las reservas descendieron u$s5.814 millones, mientras que en 2012 lo hicieron en 3.086 millones. Los más de u$s37 mil millones de reservas constituyen un monto elevado en términos históricos, pero llama la atención la velocidad que está tomando la caída. Los activos del Banco Central están funcionando como un fondo anticíclico, efectivo para mantener el crecimiento económico del lado positivo, pero con un alto costo fiscal que consume el “stock” y avanza hacia un horizonte de empobrecimiento en el futuro.

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Los pronósticos de 2013 no se están cumpliendo

Avanzado casi un tercio del 2013, los indicadores empiezan a trazar un panorama concreto del recorrido de la actividad económica para todo el año y evidencian que varias de las proyecciones enunciadas hace apenas unos meses atrás parecen de difícil cumplimiento. Los pronósticos más optimistas auguraban un crecimiento económico marcado, después del avance modesto del año pasado. Sin embargo, el rebote de la economía muestra apenas un ligero sesgo positivo, aún sobre una base de comparación que estuvo lejos de las “tasas” chinas.

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Modelo en crisis no es economía en crisis

Las cuentas públicas de 2012 mostraron un déficit primario de $4.374,9 millones y dejaron en evidencia que uno de los principales pilares del llamado modelo de crecimiento con inclusión había desaparecido. Este rojo de Hacienda es aún más amplio, de $55.564 millones, cuando se toman en cuenta los pagos de deuda y supera los $85.000 millones si se consideran los adelantos transitorios del Banco Central y la ANSeS, el PAMI y los organismos descentralizados.

El año pasado, los ingresos corrientes crecieron en proporción a la inflación, un 26,6%, a $550.190 millones, mientras que los gastos corrientes lo hicieron más, un 32,2%, a $554.690 millones, debido a los abultados vencimientos de deuda, para dejar al balance primario con el primer desequilibrio en 16 años, como cuando regía la convertibilidad.

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2013: otro año de bajo crecimiento y alta inflación

Comienzan a conocerse los datos definitivos de 2012. La presidente Cristina Kirchner anunció que el PBI creció 1,9% en el año, menos de la mitad que el 5,1% previsto en el Presupuesto para el año pasado. Esta cifra, algo por encima del crecimiento vegetativo de la población, muestra una brusca desaceleración si se la compara con el alza de actividad económica de 8,9% de 2011.

La economía se frenó por factores internos que continúan vigentes, a diferencia del estancamiento de 2009, que se debió al arrastre de la crisis financiera internacional que golpeó de lleno en precios y cantidades de las exportaciones argentinas. Hasta 2011, el crecimiento sostenido no fue afectado por la inflación, pero este “blindaje” caducó desde el establecimiento de las restricciones cambiarias. El “cepo” generó una distorsión de precios relativos que afectó al consumo, la inversión y también a las exportaciones: quien coloca sus productos en el exterior recibe sólo $4,97 por cada dólar, un 53% menos que el precio de la divisa en el mercado paralelo -sin contar retenciones-. El cepo vino acompañado por mayores trabas sobre importaciones. Mantenerlo en el mediano plazo tiene un efecto directo sobre la actividad general, necesitada de insumos, pero mella además la confianza y las expectativas que se tienen sobre la economía.

Los indicadores económicos negativos se multiplicaron. La caída fue palpable para el campo, donde la sequía recortó en un 19% la pasada cosecha de soja, apenas compensada por los precios récord. El Indec reportó que la actividad industrial se contrajo 1,2% en 2012, la primera baja en una década según el ente estadístico. Para la Unión Industrial Argentina el retroceso fue del 2,2% y para la Fundación FIEL llegó a 1,7 por ciento.

La construcción cayó 3,2% en 2012, más que el 2% de 2009, y este año seguirá deprimida. El plan Procrear puede ser sólo un paliativo para un revés de esta magnitud. Por ejemplo, los proyectos presentados para construir obras nuevas en la ciudad de Buenos Aires –un anticipo del  desarrollo en meses subsiguientes- sumaron en 2012 poco más de 1,7 millones de metros cuadrados, un 24,5% menos que los inscriptos en 2011.

La inversión es una materia pendiente: cayó el año pasado y no está creciendo en 2013. Tampoco hay inversión extranjera directa por la imposibilidad de remitir utilidades y los canales de financiamiento externo están cerrados, al punto que es pertinente preguntarse si es Argentina la que no quiere acceder al mercado internacional de crédito o es que no genera confianza para que le presten a tasas razonables como a los países vecinos.

La inversión bruta interna cerró en 2012 con una caída de 6,4%, según un informe de la consultora Orlando Ferreres & Asociados. La participación de la inversión en el PBI retrocedió al 21,6%, cuando había comenzado el año en 24,7 por ciento. Ya con un pie en 2013, la consultora Ferreres informó que el PBI subió un magro 0,2% interanual en enero y la producción fabril se contrajo 0,4%, con lo que la posible reversión aún deja muchas dudas.

Este año se da por hecho el impacto positivo de una cosecha que contribuirá con más de 15 millones de toneladas extra frente al período anterior, que significarán un importante impulso para la economía en general si los precios internacionales acompañan. Distinto es el aporte extra que brindará Brasil, cuyo crecimiento, en torno a 1% en 2012, sigue lento, con una expectativa apenas superior al 3% para 2013. Brasil es el principal socio comercial de Argentina y destino de exportaciones industriales, como las automotrices. Este sector espera revancha después de que su producción cayera 7,8% en el acumulado de 2012, con un reducción de 6% en las ventas al mercado interno y 18,4% en las exportaciones.

Así es que después de crecer a un promedio de casi 8% anual desde 2003, la actividad se mantiene en un nivel históricamente elevado, pero sin noticias de repunte en el corto plazo. Incluso, analistas del sector privado estiman que el crecimiento de 2012 fue inferior al 1%, con un cuarto trimestre mediocre, con lo que avizorar un esperado “rebote” para este año está más cerca del deseo que de la realidad.

Señales de alerta para la economía

Algunos indicadores conocidos la última semana muestran un desempeño mediocre de la actividad económica en 2012 y trazan un sendero difícil para una recuperación consistente este año. Según cifras del propio Indec, la producción industrial retrocedió 1,2% el año pasado, mientras que Estimador Mensual de Actividad Económica aumentó 1,8% en noviembre, para acumular en los primeros once meses de 2012 un alza de 1,9% frente al año anterior, lejos del 5,1% de crecimiento que se pautó en el Presupuesto.

Por otro lado, la consultora Orlando Ferreres & Asociados indicó que la inversión interna bruta descendió 6,4% el año pasado y que el PBI se contrajo 0,3% en comparación a 2011.

Argentina es uno de los países de la región que menos creció en 2012 y puede serlo también en 2013, además de ser uno de los que más inflación tiene en el mundo y de los pocos en los que faltan dólares, cuando éstos abundan en América Latina. Los gobiernos tienen dificultades para evitar la apreciación de las monedas.

El debate por la elevada inflación se extiende ahora al débil crecimiento. La pregunta es si una cosecha récord y mayores exportaciones a Brasil serán suficiente arrastre para reactivar la economía local en 2013.

Las restricciones a la importación afectaron la actividad, retrajeron el empleo y contribuyeron al incremento de los precios internos. Las restricciones cambiarias generaron un clima de incertidumbre que quitó impulso a la inversión, estrangularon al sector inmobiliario y perjudicaron a la construcción. La suba del dólar informal también generó la expectativa de que muchos de los precios van a seguir subiendo a su ritmo.

La inflación comenzó a erosionar el consumo: los pesos valen menos frente a los bienes, a la vez que cae la recaudación en términos reales y se resienten las cuentas públicas. A diferencia de años anteriores, la emisión de pesos del Banco Central ya no es un incentivo para la demanda y el consecuente aumento de la oferta, sino que se traslada casi sin escalas a los precios.

El Gobierno logró algunos de los objetivos que se propuso, pero con alto costo. El superávit comercial alcanzó la importante suma de u$s12.690 millones, con baja de exportaciones e importaciones. La compra de bienes de capital, es decir, maquinarias y herramientas para la producción, decreció un 13 por ciento. El “cepo” al dólar frenó la fuga de capitales y preservó las divisas en manos oficiales para importar energía y pagar deuda, pero se perdieron reservas, trepó el dólar paralelo y aumentó en exceso la masa monetaria, por adelantos y giro de utilidades del BCRA al Tesoro nacional.

Aunque parezca contradictorio, el enfriamiento de la economía, que comenzó hace 15 meses en coincidencia con las restricciones para comprar dólares, asoma hoy como el único efecto moderador para la suba de precios minoristas. La fuerte desaceleración de la actividad es una preocupación que empieza a desplazar al dólar o la inflación. El efecto recesivo de las restricciones demuestra que las salidas de corto plazo no pueden reemplazar un plan económico integral.