Tiro por la culata de la CNV que impulsó al dólar

En jornadas decisivas antes de las elecciones presidenciales el Gobierno decidió ajustar los controles sobre la plaza financiera con una desacertada medida que afectó a los Fondos Comunes de Inversión: la Comisión Nacional de Valores (CNV) estableció que las posiciones de activos en dólares en cartera se deben valuar al tipo de cambio oficial comprador del Banco Nación, hoy en 9,31 pesos, en lugar de la cotización bursátil del dólar, en torno a 14 pesos para el “contado con liquidación”.

El organismo que vela por “la transparencia de los mercados de valores y la correcta formación de precios” buscó forzar un desacople entre el precio de los activos y el valor de la cuota parte y, en lugar de proteger, perjudicó a los inversores al obligar a los fondos a desprenderse de los activos en dólares y así bajar las cotizaciones de la divisa en la operatoria bursátil e, indirectamente, en el mercado paralelo.

El ministro Axel Kicillof aseguró que la resolución fue una medida “muy chiquita” y “poco relevante”, y atribuyó el rechazo a la misma a “especuladores políticos tratando de sumar incertidumbre porque creen que se benefician cuando la gente piensa que está todo mal”. El efecto “diminuto” que describió el ministro es una duro ejemplo de cómo la impudencia y la impericia tienen consecuencias: las empresas cotizantes en la Bolsa porteña perdieron $117 mil millones en tres ruedas, según datos del Instituto Argentino de Mercado de Capitales.

La determinación de la CNV, que se evaluó en los despachos oficiales como un condicionamiento puntual sobre un segmento menor del mercado, golpeó a todos los activos. Fue una paradoja que el principal propósito del Gobierno -bajar la presión sobre el dólar-, se dio a la inversa y dañó más el ya deteriorado ánimo inversor. Un evidente “tiro por la culata” de los ejecutores de la política económica hasta el próximo 10 de diciembre.

En lugar de ceder, el dólar “blue” avanzó otro paso y quedó posicionado sobre los 16 pesos. Las cotizaciones implícitas en operaciones bursátiles, deprimidas en un principio por una ola de ventas de bonos públicos, rebotaron como un resorte y volvieron a situarse en los 14 pesos.

Se verificó así la premisa de que las valuaciones en los circuitos bursátil y cambiario evolucionan por la confianza y las expectativas y no por arbitrio de decretos y resoluciones administrativas. ¿Significa que el mercado se mueve en forma independiente de las decisiones oficiales? De ninguna manera: muchos de los números que hoy aporta el Gobierno son los fundamentos que marcar el pulso de las cotizaciones, como el déficit fiscal, nivel de reservas, emisión monetaria, rojo comercial, atraso cambiario, entre otros puntos débiles de la economía nacional.

Cifras del deterioro

Con los datos fiscales de julio conocidos la semana pasada, el déficit financiero de 2015 -posterior al pago de deuda- ascendió a $108.171 millones, un 181% más que los $38.468 millones del mismo período de 2014. Asimismo, el resultado primario reflejó un desequilibrio de $45.802 millones, cuando el año anterior acumulaba un modesto superávit de 2.970 millones. De enero a julio, los giros adicionales para financiar al Tesoro -provistos por el Banco Central, ANSeS y organismos descentralizados- totalizaron 65.595,8 millones de pesos.

Las reservas internacionales del BCRA, respaldo en divisas de los pesos en la economía, se sostienen en u$s33.300 millones por el aporte contable de yuanes equivalentes a unos u$s10.000 millones, producto del “swap” con el Banco Central de China. Según datos al 22 de septiembre, la Base Monetaria se sitúa en niveles récord de $535.125 millones (+39% interanual). Por cada dólar en reservas hay 16 pesos disponibles y esta relación se ampliará luego del desembolso de unos u$s6.000 millones por la cancelación del Boden 2015 el 3 de octubre.

En cuanto al saldo comercial, la vía casi exclusiva para proveer de divisas a la producción doméstica, el INDEC registró en su informe de Intercambio Comercial Argentino (ICA) un superávit acumulado a agosto de apenas USD1.487 millones, un 70% menos que en el mismo período de 2014. Sin embargo, el propio ente estadístico reconoció en su Base Usuaria un déficit comercial USD1.250 millones en los primeros ocho meses de 2015, resultado negativo sin precedentes desde 2001, antes del colapso de la convertibilidad.

El atraso cambiario es el rezago del ritmo de aumento del tipo de cambio respecto de la inflación, que orada la competitividad y el empleo debido al aumento de los costos internos, tanto en pesos como en dólares. En el recorrido de 2015 el dólar oficial subió 10%; el “blue”, un 14,3%; el índice Merval, un 14,2%, mientras que la inflación minorista acumuló un 18,3%, según datos del sitio Inflación Verdadera. En la comparación interanual, el dólar paralelo se incrementó apenas 2% desde los $15,75 del 25 de septiembre de 2014, el dólar oficial aumentó 11,5%, el Merval cayó 19,4%, y la inflación acumulada se aproximó a 27% (26,5% según Inflación Verdadera, 26,6% para la Inflación “Congreso”).

Una campaña que evita el debate sobre el legado

Arrancó formalmente la campaña presidencial: la política gana el protagonismo del debate público y desplaza al análisis económico a un segundo plano. Este año hay claras posibilidades de que se vote hasta seis veces en algunos distritos, como la ciudad de Buenos Aires, en caso de que se llegue a un ballottage el 24 de noviembre, con lo cual es oportuno discutir acerca del modelo de gestión que la ciudadanía elegirá para los próximos cuatro años y, en ese marco, es lógico que se priorice la exposición de los lineamientos políticos a los económicos.

En este contexto parece estéril profundizar en la pelea dialéctica sobre la coyuntura económica actual que, con un esquema agotado en líneas generales, no continuará después de diciembre. Sin embargo, los candidatos deben entender, y manifestárselo a los electores, que el legado económico de los 12 años de gobierno del matrimonio Kirchner obligará a aplicar una serie de reformas que condicionarán el rumbo de la próxima administración, más allá del signo político del futuro Presidente.

En lo inmediato, el Gobierno logró estabilizar al dólar. Para ello regula la liquidez de divisas en el mercado formal, para ahorristas e importadores, e indirectamente en el mercado informal, que se alimenta con las ventas de los particulares. El ingreso de yuanes a las reservas por la activación del “swap” con el Banco Central de China le permite al BCRA liberar divisas para atesoramiento minorista, mientras que con el superávit comercial del complejo agroexportador nutre la demanda de dólares de los deficitarios rubros industriales y de la energía.

Desde el punto de vista de las expectativas, un dólar quieto aporta una necesaria cuota de tranquilidad a una transición presidencial que no dejará de presentar dificultades, en especial en el plano fiscal, cuyo déficit se traduce en una emisión de pesos sin respaldo que se acelerará en este segundo semestre. Los candidatos todavía no adelantaron qué piensan hacer para corregir esta distorsión, que compromete el despegue de un PBI estancado.

Una muestra de este desequilibrio con evidentes consecuencias inflacionarias se observó en déficit fiscal de la Base Caja en el primer cuatrimestre del año, que en su resultado financiero –que contabiliza los pagos de deuda- se multiplicó por cuatro respecto del mismo período de 2014, a 81.853 millones de pesos.

Un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) señala que en Argentina, el déficit fiscal se sitúa en un 3,5% del PBI, comparable al de la atribulada Grecia, pero que si en nuestro país “se excluyen las asistencias del Banco Central, ANSeS y otros organismos públicos al Tesoro nacional, el déficit fiscal asciende a 6,3% del PBI”. Cálculos de consultoras sitúan al déficit financiero para la totalidad del año en un rango de 300 a 400 mil millones de pesos.

La expansión monetaria, a la que el BCRA había empezado a poner límites en 2014 durante la gestión de Juan Carlos Fábrega, volvió a acelerarse en 2015 y a superar a la inflación presente, dinámica que significará mayor presión inflacionaria hacia fin de año y para 2016. Con datos al 3 de julio último la Base Monetaria alcanzó un récord de $510.000 millones, que representan más de 15 pesos en circulación por cada dólar que se contabiliza en las reservas internacionales de la entidad monetaria.

Para reducir el impacto inflacionario, el BCRA absorbe a través de títulos de deuda parte del excedente de pesos en circulación. En solo seis meses de 2015, el monto colocado en LEBAC y NOBAC trepó 31%, a $370.347 millones, al que habrá que añadir a su vencimiento la tasa de 27% anual que rinden estos títulos. Además del déficit fiscal, ése será otro enorme pasivo que deberá asumir el próximo Gobierno.

Un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) señala que “la divergencia entre ingresos y gastos del Gobierno se profundiza. Más aún, es de esperar que dicha tendencia se amplíe durante la segunda mitad del año en vísperas de las elecciones. Con necesidades financieras en aumento, si bien el Tesoro continúa utilizando el financiamiento del BCRA, se han tenido que añadir emisiones de deuda”, indica. La “monetización del déficit” suma este año las colocaciones de bonos del Tesoro en pesos (BONAC), que alcanzaron hasta la semana pasada los $36.553 millones, con vencimientos concentrados en 2016, también con una tasa próxima al 27% anual.

El que apuesta al peso ¿gana?

Los últimos datos fiscales fueron la información económica más relevante de la semana pasada. El Ministerio de Economía indicó que el déficit financiero en abril de 2015, que incluye los pagos de deuda, trepó a $24.103 millones, mientras que el rojo acumulado en los primeros cuatro meses del año ascendió a $81.853 millones, cuatro veces superior al saldo negativo de $19.456 millones del mismo período del año anterior.

Nadin Argañaraz, especialista del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF), refiere que el Gobierno transita “por una línea muy delgada, ya que sí o sí tiene que haber más pesos en la plaza para financiar el desequilibrio fiscal: más pesos, junto a reservas en el mejor de los casos estables, significa un tipo de cambio de cobertura más elevado”.

Argañaraz estimó que si se toma en cuenta la emisión de pesos que llevó adelante el Banco Central para financiar al fisco en la primera mitad del año, “da una proyección anual de $250.000 millones” para todo 2015, y que “aun siendo una cifra muy significativa, el déficit fiscal esperado sigue siendo más alto que este valor”. En esa línea, el economista Nicolás Cachanosky, profesor de la Metropolitan State University de Denver (EEUU), apuntó que “según una simple proyección, el déficit fiscal –nominal- puede llegar a ser tres veces el del año pasado”, cuando alcanzó unos 110 mil millones de pesos en su resultado financiero.

Daniel Artana, economista Jefe de la Fundación FIEL, subraya que “la evolución de la posición fiscal y de las cuentas externas muestra que los desequilibrios aumentan. El déficit fiscal ‘genuino’ terminaría el año en alrededor de u$s35.000 millones y el déficit de caja en la cuenta corriente del balance de pagos rondaría los u$s10.000 millones, aún a pesar de las restricciones al giro de dividendos, regalías y pagos de importaciones”.

Los pesos que le faltan al Tesoro nacional para asumir el gasto público provienen de la emisión sin respaldo del Banco Central que, a la vez, se encuentra obligado a emitir deuda (LEBAC) para reabsorber parte de esa masa de dinero. El Tesoro apeló en los últimos meses a la emisión de títulos BONAC para asistir a la autoridad monetaria en la tarea de esterilización que le pone límites a la inflación generada en el excedente de pesos.

Tanto el BCRA como el Tesoro nacional pagan una tasa de interés que se aproxima al 30% anual, con vencimientos en un rango de 90 a 180 días de plazo. A la vez, los pesos que absorbe el Gobierno regresan al circuito económico en forma continua, debido precisamente al déficit que obliga a utilizarlos. Un reporte de Proficio Investment resume que “en un contexto pre-electoral, se mantiene fuerte la expansión fiscal y monetaria, mientras que la administración cambiaria sigue en línea con la suba oficial de precios”.

Pesos, dólares e inflación

Con un dólar que el Banco Central se esfuerza en mantener atrasado para reducir la inflación y privilegiar consumos en pesos antes que ahorros en divisas, en los últimos doce meses las inversiones en pesos fueron mucho más redituables que la tenencia de dólares. Con datos del cierre de junio de 2015, la entidad que preside Alejandro Vanoli determinó que los ahorristas que hicieron plazos fijos ganaron en promedio un 26,1% en un año (según tasas promedio por colocaciones a 60 días), mientras que los plazos fijos en el segmento mayorista arrojaron ganancias del 22,6% anual. La autoridad monetaria también informó un importante crecimiento en junio del 40,2% de los montos depositados a plazo fijo, un incremento que fue parejo en el segmento minorista y mayorista.

Inversores más sofisticados que se posicionaron en acciones obtuvieron un rédito del 47,8% en doce meses, según el crecimiento del panel líder Merval de la Bolsa de Comercio. Muy rezagados quedaron los inversores conservadores, aferrados a los dólares. La divisa al público, para quienes compran dólar “ahorro” autorizados por la AFIP, subió 11,7% en el último año, mientras que el “blue” ganó apenas 10,3% en el mismo período. La adquisición de dólares a través de transacciones bursátiles, como el llamado dólar MEP (Medio Electrónico de Pagos), dejó un beneficio de 17% anual.

La ganancia de las inversiones en pesos queda opacada por la elevada inflación, que según el “índice Congreso” acumuló hasta mayo un 28,8% anual. Sin embargo, esa brecha de rentabilidad entre las inversiones en pesos y en dólares, incentivada por la necesidad de financiar el déficit y pagar una tasa alta para limitar la inflación, garantiza en lo inmediato un mayor beneficio en consumir bienes y servicios, apostar a la Bolsa o al plazo fijo que una posición defensiva con dólares “cash”.

“La búsqueda de cobertura contra la inflación hace que los bancos recuperen plazos fijos y aumenten el financiamiento al consumo”, indica Proficio Investment, aunque recalca que “con todos los agregados monetarios creciendo por encima del 30% continúa acelerándose la expansión monetaria. Esto terminaría impactando en la inflación de los próximos meses y agregará presión al mercado cambiario”.

“El riesgo está en que si el dólar ilegal se mueve para arriba, esto puede disparar expectativas negativas en los agentes económicos, que los lleve a volcarse al propio dólar ilegal. Si esto sucediera, el BCRA podría verse obligado a esterilizar una proporción mayor de los pesos que siga emitiendo. En este caso sería la tasa de interés la variable que tendría que subir para restablecer de alguna manera el equilibrio”, expresó Argañaraz, del IARAF.

Daniel Artana señala que “el cepo cambiario ha provocado un ‘exceso’ de pesos en relación a lo que podría esperarse dada la evolución de las variables macroeconómicas” y en la medida que dicho exceso “pretenda dolarizarse, ello puede presionar a la cotización del dólar blue antes de las elecciones”.

El Gobierno le transfiere su enorme déficit al sucesor

Cristina Kirchner cierra su segundo período presidencial con un rojo fiscal sin precedentes desde el colapso la convertibilidad, financiado esencialmente con deuda en pesos a una tasa del 27% anual, cuyo vencimiento será una enorme carga que dificultará el inicio de la próxima gestión.

Los analistas económicos alertaron en las últimas semanas por el creciente rojo de las cuentas públicas que, lejos de ser corregido por la actual administración, aumenta a un ritmo mucho mayor que el de la inflación, hoy estabilizada en un rango del 25 al 30 por ciento anual. Así fue que en los primeros tres meses de 2015, el déficit financiero –que contabiliza el pago de deuda- se triplicó respecto de 2014, pues trepó a $57.751 millones, contra $17.179 millones de un año atrás. Solo en marzo el rojo financiero fue de $27.894 millones, más de seis veces el resultado negativo obtenido en el mismo mes de 2014.

En un año electoral en que el Gobierno estableció su propio “piloto automático” para llegar a los comicios con una recesión contenida, y estabilidad política y social, la dinámica del déficit público ya fija un piso de $200 mil millones, más de u$s20.000 millones medido por el tipo de cambio oficial, en un cálculo muy conservador que no proyecta la aceleración del gasto que estacionalmente se registra en el cuarto trimestre.

Con una estrategia similar a la utilizada el año pasado, el Ministerio de Economía se vale del auxilio de pesos enviados por el Banco Central y, en menor medida, por otros organismos descentralizados como la ANSES y el PAMI. Esa febril emisión de moneda, que no es acompañada en la misma proporción por ingresos genuinos de dólares a las reservas internacionales de la entidad, es reabsorbida a través de títulos de deuda -tomados casi en totalidad por los bancos- para reducir el impacto inflacionario.

Por esta vía se aplazan los vencimientos a cambio de una tasa de interés que ahora promedia el 27% anual, pero la insistencia en esta mecánica resulta en una descomunal acumulación de pasivos que recaerán en 2016. En 2014, la deuda del BCRA por emisión de Letras y Notas (LEBAC y NOBAC) subió unos $172.000 millones, hasta los 282.135 millones, un monto incluso más elevado que el déficit financiero de casi $110.000 millones acumulado durante todo el año pasado.

En 2015, la correlación entre la colocación de deuda en pesos en conjunto del Banco Central y el Tesoro Nacional y el déficit público es más notable. El rojo presupuestario alcanzó en el primer trimestre $57.751 millones; la emisión de LEBAC y NOBAC, más BONAC, ascendió a $57.781 millones en el mismo lapso.

Una diferencia con 2014 es que este año el Banco Central está muy cerca del límite de emisión impuesto por la Carta Orgánica de la entidad reformada en 2012. Por ese motivo, el Tesoro apeló a la colocación de un instrumento de duración y rendimiento similares a los de los títulos del BCRA, el Bono del Tesoro Nacional (BONAC), para complementar el financiamiento de su propio gasto corriente. Entre enero y marzo de este año, las Letras y Notas del BCRA aumentaron en $52.781 millones, que junto a los $5.000 millones de la emisión de BONAC del 27 de marzo alcanzaron para cubrir el rojo fiscal del período.

Aunque el Ministerio de Economía no brindó aún las cifras, con esta proyección podría estimarse en torno a $90.000 millones el déficit financiero acumulado en los primeros cinco meses de 2015, si se toma en cuenta que la colocación de deuda en pesos entre enero y mayo trepó a $86.900 millones, por licitaciones de bonos del BCRA ($67.100 millones) y del Tesoro ($19.800 millones). Estos montos multiplican por cuatro el déficit acumulado entre enero y mayo de 2014 ($20.615 millones). A este ritmo, es posible que el déficit presupuestario de 2015 alcance los $400 mil millones (sin contar deuda cuasi fiscal), aproximadamente un 8% del PBI.

2016: devaluación gradual con shock de deuda

En los últimos meses se profundizó el debate sobre cuál política económica deberá aplicar el próximo gobierno para retomar la senda de crecimiento sostenido.

Están quienes pregonan la necesidad de un “shock” que se sintetiza en una fuerte devaluación del peso, con el elevado costo de deprimir los salarios medidos en dólares y soportar en lo inmediato una inflación aún mayor a la actual, a cambio de mejorar la performance exportadora en el corto plazo, liberar el mercado de cambios y facilitar un rápido ingreso de divisas. A su vez, se presume que la devaluación permitiría un atajo fiscal, al licuar el déficit público y la deuda en pesos contraída por el Tesoro con el BCRA, y por éste con los bancos a través de la colocación de Letras y Notas.

Del lado del “gradualismo” apuntan que las condiciones macroeconómicas no son tan frágiles como en crisis de décadas pasadas y que podría optarse por una salida menos traumática, al buscar financiamiento en dólares -previo acuerdo con los holdouts- para amortiguar los efectos de un ajuste fiscal sin provocar un deterioro desmesurado en los salarios y en el valor de la moneda. A diferencia de un “shock”, cuya suerte se juega en el corto plazo, el “gradualismo” se inclina por equilibrar las distorsiones acumulados en la economía en un mediano plazo.

La discusión subyacente de 2016 es de dónde se obtendrán los recursos para volver a crecer. Con alto costo social, la devaluación apela al ingreso de dólares comerciales, en menor grado a deuda externa y, eventualmente, a un rápido ingreso de divisas por inversiones y de los propios ahorristas que atesoran fuera del sistema. Por el contrario, el mayor endeudamiento externo permitirá suavizar el costo social, pero a la vez lo diferirá en los años venideros, con un rebote de actividad probablemente más modesto y a una tasa de interés cara en dólares en comparación a la de bonos de países vecinos.

Hoy la estrategia oficial parece más nítida: llegar a las elecciones con un despliegue de controles que permitan mantener el atraso cambiario sin “corrida” ni fuga de capitales. Una tasa de cambio baja sirve para poner un dique de contención a los precios, al volver más accesibles lo productos importados, y mantener los salarios en un nivel aceptable medidos en dólares, como comprobaron muchos argentinos que en los últimos tiempos viajaron al exterior.

Aún en default “selectivo” por los fallos de Thomas Griesa, se tomó deuda en moneda extranjera a través del “swap” con China y bonos emitidos por el Tesoro Nacional, la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, así como por la estatal YPF. Esas divisas permiten pagos de vencimientos sin resignar reservas. Con deuda en pesos (emisión de Bonac del Tesoro, y Lebac y Nobac del BCRA) se financia el déficit fiscal sin recurrir a recortes de presupuesto.

En este esquema, la economía no crece, pero tampoco el desempleo, gracias a las contrataciones del sector público y planes de asistencia social. A cambio, el Estado se compromete a pagar tasas de interés del 27% anual en pesos y del 9% en dólares. El estancamiento económico es también producto del riguroso equilibrio entre exportaciones e importaciones, pues las divisas obtenidas de las ventas se destinan a las compras y se atrofia el superávit comercial.

El Gobierno “marca la cancha”

A su modo, el gobierno de Cristina Kirchner deja la cancha marcada a la próxima administración, pues el riesgo de impulsar correcciones abruptas o con insuficiente consenso podría generar un efecto contrario si hay rechazo de amplios sectores de la ciudadanía. Dentro de este razonamiento, el humor social podría condicionar al próximo Presidente a definirse por profundizar aún más el endeudamiento en dólares, algo así como un “shock” de deuda, y una devaluación “gradualista” que no implique un salto del tipo de cambio como el de 2002, con el fin de la convertibilidad, pero que necesariamente tendrá que superar a la inflación para hacer converger la cotización del dólar con el resto de los precios de bienes y servicios.

A la par, quedan interrogantes clave para no incurrir en nuevos fracasos, pues, entre otros desafíos, el BCRA tendrá la enorme exigencia de calibrar una política monetaria contractiva para que la inflación no se dispare y, a la vez, no hunda más la actividad, mientras que el Ministerio de Economía tendrá que desatar el nudo de los subsidios cruzados y la pesada carga tributaria que afronta en particular el sector privado. La deuda en default es otro obstáculo que no se puede esquivar y sobre el que los candidatos aún no se pronuncian.

El ministro Axel Kicillof ya experimentó con el “shock” cuando en 2014 apostó por una devaluación en torno al 20%, entre el 21 y el 23 de enero, que fue absorbida rápido por la inflación antes del cierre de aquel año. A partir de octubre de 2014, con el aumento de la deuda en dólares, una devaluación más moderada y acuerdos salariales debajo de la inflación, la iniciativa oficial fue más bien “gradualista” para llegar a las elecciones en leve recesión, pero sin sobresaltos. En ambos casos se postergaron las medidas de fondo: con amplio déficit fiscal e inflación alta se debieron mantener las restricciones cambiarias y la actividad económica, en términos generales, no reaccionó.

La economía de 2015 se define por la “estanflación”

La semana pasada el INDEC informó que la actividad económica creció en marzo 2% en forma interanual. Aunque registró una caída de 1% en la medición desestacionalizada contra febrero, todo indica que para las estadísticas oficiales el PBI brinda números positivos este año, al contabilizar el 0% de crecimiento interanual en enero y el 1,4% de febrero.

El desarrollo por sector es desparejo. Por ejemplo, el ente estadístico reconoció que la industria retrocedió en abril por 21° mes consecutivo, encabezada por la producción automotriz, que cayó 17,5% en el primer cuatrimestre respecto de 2014. El rubro construcción, por el contrario, mostró un crecimiento interanual de 10,4% en abril, y de 6,7% en el primer cuatrimestre, sostenido por la obra pública, los proyectos petroleros y viviendas, según la información oficial.

Los estudios privados registran distintos resultados y diagnósticos. Para Ecolatina, la actividad económica cayó en el primer trimestre del año 1% frente a igual lapso del año anterior. Si bien este desempeño mejora respecto de la contracción de 2,7% del último trimestre de 2014, abona la visión de que, de punta a punta, el PBI argentino no aumentó en el segundo gobierno de Cristina Kirchner. Ecolatina rescata como “importante” que “en términos desestacionalizados el Producto dejó de caer”, por la contribución de un dólar atrasado ante el avance de la inflación que, precisamente, se desacelera debido a que el tipo de cambio reprimido es la principal “ancla” para los precios minoristas.

A cinco meses de las elecciones presidenciales es un logro del Gobierno haber descomprimido las expectativas devaluatorias e inflacionarias. El sector público está abocado a sostener los niveles de actividad, a través de endeudamiento en dólares para dar ritmo a las importaciones sin resignar reservas, y endeudamiento en pesos para cubrir el déficit fiscal, pues la creciente plantilla del Estado es la que mantiene al índice de desempleo debajo del 10 por ciento.

Desde el oficialismo, Miguel Bein definió como “un macrocidio” la salida de capitales que se profundizó a partir de 2010 a la par del sensible retraso del dólar, “con un aumento de los salarios en dólares de casi 50%, lo que produjo, entre otras cosas, una caída muy importante de las cuentas externas. Esto terminó con el excedente de dólares en la Argentina y el atraso del dólar hoy”. Bein, economista de referencia de Daniel Scioli, precandidato a Presidente del Frente para la Victoria, explicó que el sucesor de Cristina Kirchner deberá pasar “de un modelo de crecimiento basado en el consumo a uno basado en los motores de la inversión. Argentina debe conectar con una agenda de inversión, para lo cual no alcanza sólo con distribuir. Para distribuir hacen falta pesos, pero para crecer, para construir, hacen falta divisas”.

“Estamos en estanflación y parece que nos hemos acostumbrado a vivir con una inflación del 25 por ciento”, indicó Gerardo Della Paolera, economista de la Universidad de San Andrés. “El modelo ahora es bicicleta financiera y manipulación cambiaria, en lugar de ser de matriz productiva diversificada. Las reservas siguen disminuyendo, que se diga que crecen es un maquillaje”, apunta el ex presidente del BCRA Martín Redrado. “Tenemos yuanes que no son dólares, dólares que no son dólares del Banco de Francia y deuda por importaciones de u$s5.500 millones que no se pagaron y quedan para el próximo gobierno”, enumeró el referente económico del Frente Renovador de Sergio Massa.

Jorge Todesca, de Finsoport, traduce el estancamiento en números. Detectó un deterioro de la competitividad que acumulará 25% en el período 2011/2015, “lo que situaría al tipo de cambio multilateral en el nivel más bajo de los últimos quince años y sólo 30% por encima del que existía a finales de la Convertibilidad”. Además, pronosticó una “caída del superávit comercial externo, que este año oscilaría en los u$s5.500 millones”, en franco retroceso respecto de 2012 (u$s12.226 millones), 2013 (u$s8.005 millones) y 2014 (u$s6.653 millones). En esa línea, Todesca establece un “agotamiento del ciclo de crecimiento, con una probable caída del PBI del 1,5% este año”, algo menor que el 1,9% de contracción en 2014, mientras que prevé para 2015 una caída de la inversión en torno al 10,4 por ciento.

Vistas desde la perspectiva oficial o privada las variables macroeconómicas muestran debilidad, aunque la erosión es contenida por los dólares que ingresan a cambio de un 9% anual de interés y del financiamiento en pesos al 27% anual. Estas tasas pondrán techo al crecimiento y piso a la inflación de 2016, que en el caso de la Argentina es hablar de largo plazo.

El desplome del crudo, un imprevisto alivio fiscal

El descenso del crudo sigue un derrotero cuyos límites los analistas de mercado todavía no logran dilucidar. El petróleo intermedio de Texas cayó un 2,1% el lunes y se situó en u$s43,88 el barril, su nivel más bajo en seis años, desde el 12 de marzo de 2009. Entonces el desplome de la energía marchaba a la par de los valores mínimos de las acciones, en un año de crisis financiera y recesión global. Ahora los factores bajistas son propios.

En 2015 se sostienen los mismos fundamentos para los hidrocarburos que los hundieron en 2014. La oferta excede a la demanda, debido a la pulseada entre la producción de “shale” en los EEUU, que le devolvió el autoabastecimiento al principal consumidor del mundo, y el cartel de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), líder del sector que a su vez se niega a recortar el bombeo de crudo, con el objetivo de destruir la rentabilidad de las explotaciones no convencionales, mucho más costosas que las tradicionales.

El precio del “oro negro” cayó un 56% desde los u$s107 por barril del 20 de junio último, y dicha caída hizo que las compañías recortaran gastos y que se desacelerara la perforación en los Estados Unidos, aunque la propia OPEP reconoce que recién a fines de 2015 podría observarse un declive en la producción norteamericana.

En el exterior el impacto en la economía real es formidable. En los EEUU se tradujo en una caída en el valor de los combustibles, pues el crudo incide en dos tercios del precio final de las naftas. Su efecto contribuyó a la reactivación económica, aceleró el consumo y redujo las presiones inflacionarias. En países exportadores como Rusia, Venezuela, Irán e incluso Brasil, la pérdida de ingresos fue notoria, un factor que influyó en el proceso devaluatorio de sus monedas.

En la Argentina se da una situación muy particular, pues el país reincidió en déficit energético a partir de 2011. Así, se espera que este año la drástica caída de precios del crudo contribuya a reducir el déficit comercial en este rubro. Como son las compañías estatales Enarsa e YPF las importadoras casi excluyentes del mercado doméstico, la disminución de este rojo, que demanda pagos con dólares “cash”, es de prever que atenuará el preocupante déficit fiscal, en el que la Argentina también recayó desde 2011.

Un estudio del Centro de Economía Política de la Argentina (CEPA) subrayó esta coincidencia entre el incremento del déficit fiscal y el energético. “Si del cálculo de los ingresos y los egresos de fondos al Estado dejamos afuera el cargo que le genera el déficit energético, tendríamos superávit fiscal. Naturalmente esto es un mero ejercicio analítico, pero permite comprender la causa principal del déficit fiscal. No es el gasto descontrolado en diversos sectores en formas de subsidios desesperados, transferencias populistas y demás acusaciones”, definió CEPA en un informe. De hecho, Argentina hubiera tenido superávit primario en 2012, 2013 y 2014 de no haber existido desbalance energético. En el mismo sentido, el déficit energético amplió su participación en el déficit financiero –al contabilizar pago de deuda- hasta el actual 60% del total.

La balanza energética en números

En 2011 Argentina tuvo un superávit primario de $4.919,7 millones, que se transformó en déficit financiero de $30.663 millones al contemplar los pagos de deuda de aquel año. El déficit energético de 2011 -según el BCRA y contabilizando electricidad- fue de u$s3.189 millones, que con un dólar mayorista promedio de $4,13 para todo el año representó 13.170 millones de pesos. Es decir que la energía significó el 43% del déficit financiero.

El Gobierno informó para el cierre del ejercicio de 2012 un déficit presupuestario primario $4.374,9 millones, y financiero 55.563 millones. El rojo en materia energética se elevó a u$s4.075 millones en 2012, según el BCRA, o $22.331 millones, con un tipo de cambio promedio de 4,55 pesos. El déficit energético significó el 40,2% del déficit financiero del período.

En 2013 Argentina tuvo déficit primario por $22.479 millones, que se amplió en el cálculo financiero a 64.477,5 millones. El saldo energético de 2013 experimentó un déficit de u$s6.163 millones, que con un dólar promedio de $5,48 fue equivalente a unos 33.770 millones de pesos. La energía representó el 52,4% del déficit financiero.

En 2014, el rojo financiero se incrementó a $109.720 millones, y el déficit primario, a 38.561,9 millones. El año pasado, en las cuentas del Central el rojo comercial por energía ascendió a u$s8.131 millones, unos $66.024 millones a un dólar promedio de 8,12 pesos. Así, el saldo negativo de la ecuación energética aumentó su aporte al déficit financiero del país a 60,2% del total. “Sin el problema energético, Argentina se mantendría con el modelo de superávit gemelos. Y el estrangulamiento externo sería, al menos, una problemática de un impacto menor”, concluye el estudio de CEPA.

En un escenario hipotético de actividad económica estancada en 2015 y precios del petróleo consolidados en un 50% por debajo de 2014, el Gobierno podría encontrarse ante un inesperado beneficio fiscal por un declive del déficit sectorial. El año pasado, las exportaciones de petróleo y derivados sumaron u$s5.292 millones y las importaciones, poco menos de u$s10.000 millones si se descuentan las compras de electricidad. Por lo tanto, si se reducen aproximadamente a la mitad los montos por exportaciones e importaciones de hidrocarburos, a u$s2.650 millones y u$s5.000 millones respectivamente, el ahorro para las arcas públicas puede rondar los 2.400 millones de dólares. O $21.100 millones, al actual tipo de cambio de 8,782 pesos.

Es un dato positivo, pero no habilita festejos. El avance del año electoral difícilmente dejará lugar para el ahorro en la administración pública, que además tendrá que asumir menores ingresos por derechos de exportación y una recaudación afectada por la retracción económica en varios rubros de la actividad. Sólo como ejemplo, vale recordar que distintos estudios económicos prevén una caída entre 5.000 y 6.000 millones de dólares en las exportaciones de granos y derivados industriales, principalmente por la baja de cotizaciones, que de confirmarse impedirán recaudar unos u$s2.000 millones por retenciones este año.

“El 2015, año electoral y último de la actual Administración, asegura resultados más deficitarios”, señaló Cynthia Moskovits, economista de la fundación FIEL. “Para 2015 se espera un nuevo año de recesión y menor inflación a la registrada en 2014, lo que se traduciría en una menor suba de los ingresos fiscales”, agregó.

Dólar: “ley seca” para la paz cambiaria

La reversión de tendencia para las reservas es un potente argumento a favor del Gobierno. Los activos del BCRA aumentan casi u$s800 millones en noviembre y se acercan a u$s29.000 millones, un progreso que no ocurría desde los u$s1.200 millones sumados en abril, cuando el organismo acopió casi con exclusividad las divisas que liquidaron los exportadores del agro durante la cosecha gruesa.

El swap con China, cuyas primeras dos etapas se efectivizaron las últimas semanas, inyectó otros 1.300 millones de dólares. Aún cuando en concreto se trata de una virtual línea de crédito para agilizar y ampliar el comercio con el gigante asiático, la prescindencia de dólares para las transacciones con este importante socio comercial aportó certidumbre al volátil escenario del mercado de cambios.

El presidente del Banco Central, Alejandro Vanoli, puede exhibir la suba de reservas y la caída del dólar “blue” como visibles éxitos, luego de la escalada alcista del billete, que llegó a los $15,95 el 24 de septiembre pasado. Es cierto, el dólar se “amansó” y recortó a 33% la ganancia de 2014 (de $10,04 a $13,35), ligeramente debajo de la línea de inflación real, pero no hay que olvidar que este reverdecer de las reservas se produce en condiciones excepcionales, pues a los manejos contables con el swap chino y préstamos acordados con el Banco de Francia –instrumento recurrente desde ejercicios anteriores-, hay que computar la restricción de divisas para importaciones, que le están permitiendo a la autoridad monetaria adquirir unos u$s500 millones en el mercado mayorista este mes, como hegemónico tomador de la plaza.

Muestra de ello es que en el desplome de 39,2% del saldo comercial de octubre (a u$s361 millones), hubo una caída de 14% en importaciones, consecuencia de la dosificación de las divisas, y de 16% en las exportaciones, por efecto de precios más bajos en el exterior y la erosión de competitividad por la quietud del dólar mayorista.

Vanoli apuesta a torcer la expectativa de un próximo salto del dólar como el ocurrido en el arranque del año. Por radio Nacional Rock explicó que “dar certidumbres y confianza de que no va a haber una devaluación no quiere decir que el tipo de cambio se vaya a mantener fijo, sino que se va a administrar en función de distintas variables para mantener competitividad en la economía”.

En la “era Vanoli” se observa el impacto del ajuste monetario que se inició en enero, con la expansión de la colocación de letras del Banco Central (LEBAC) y el incremento de las tasas a un nivel más próximo al ritmo de los precios de bienes y servicios. Este retiro de grandes volúmenes de pesos del mercado atenuó la demanda de dólares, aunque contribuyó a la retracción de la actividad. Una suerte de “ley seca” para la plaza financiera por la cual los pesos emitidos para financiar al fisco luego son absorbidos por el propio Banco Central, con un sobrecosto del 27% anual, la tasa que ofrecen los títulos de la entidad.

Datos del organismo indican que el ítem “operaciones del sector público” para cubrir la necesidad de fondos de la administración nacional explicaron desde el 1° de enero al 14 de noviembre un incremento en la Base Monetaria de $96.958 millones, que fue neutralizado por la emisión de letras y notas del BCRA por 95.750 millones de pesos.

Aunque escapa a los análisis técnicos, también fue efectiva la estrategia de avanzar con inspecciones y sanciones sobre reconocidas sociedades de Bolsa y agencias de inversión. La advertencia fue captada de inmediato por los actores de los circuitos financieros formal e informal, que están intercomunicados: en dos meses, el dólar paralelo cayó 16,3% y sus variantes bursátiles (“contado con liqui” y dólar MEP), restaron 19%, para pactarse debajo de 12 pesos.

La calma cambiaria es recibida con los brazos abiertos por consumidores y ahorristas, ayuda a desacelerar la inflación, pero no implica una solución consistente para los próximos meses. El año electoral será un período propenso a la expansión del gasto público, con importantes vencimientos de deuda en dólares. Habrá una lluvia de pesos: el ministro Axel Kicillof no deja margen para dudar de lo que vendrá: justificó el persistente desequilibrio en las cuentas públicas y señaló que “el Estado tiene que entrar en déficit fiscal para generar demanda” y con ello dar “señales de inversión al sector privado”.

El BCRA promovió además el incremento de las tasas de interés para minoristas, hoy en promedio de 24%, que no significó una mejora sustancial en las colocaciones a plazo fijo del sector privado, pues desde enero aumentaron 24,2 por ciento. Esto es un estancamiento en términos reales, con rendimiento negativo frente a una inflación acumulada en los primeros 10 meses del año de 33,25%, según el “índice Congreso”. El contraste es notorio al ver la evolución de la venta autorizada de divisas para atesoramiento y turismo, que se aproxima a los u$s3.000 millones en 2014 y se afirma mes a mes en niveles récord. El ahorrista todavía prefiere dólares.

El déficit fiscal alcanza el 7% del PBI en 2014

En una semana en la que el dólar paralelo mantuvo su tendencia bajista y las reservas se acomodaron sobre los u$s28.000 millones, el Gobierno asumió, a través de una nueva ampliación presupuestaria, un déficit financiero que los analistas estiman en un 5% del PBI para todo 2014, en torno a los 200 mil millones de pesos.

El Ministerio de Economía informó que entre enero y septiembre, el déficit financiero –tras pago de deuda- subió a $53.629,6 millones, un 143% más que en el mismo período del año pasado. Según este resultado de la “base caja”, Argentina también se encamina a su tercer año consecutivo con déficit primario, al acumular en el mismo lapso un saldo negativo de 419 millones de pesos.

También la semana pasada se publicaron en el Boletín Oficial dos ampliaciones presupuestarias: una partida por $39.952,5 millones acreditada por decreto de necesidad y urgencia, más otros $8.876,4 millones dispuestos por decisión administrativa del Ministerio de Economía y la Jefatura de Gabinete. La Asociación Argentina de Presupuesto y Administración financiera Pública (ASAP) indicó que al contabilizar estas remesas, el déficit financiero asciende a 195.372,7 millones de pesos.

Gran parte del rojo fiscal es atenuado por los Adelantos Transitorios que le gira el Banco Central al Tesoro nacional. En el transcurso de 2014, estos préstamos se expandieron 27% ó 50 mil millones de pesos.  Los Adelantos Transitorios, en $232.450 millones al 15 de noviembre último, según el último reporte de la entidad se aproximan a los $250.844 millones que el BCRA emitió en Letras en pesos (LEBAC), la llamada deuda “cuasi fiscal”.

La emisión de estos títulos, que en el año se duplicaron (+127%), significó una activa absorción de liquidez por parte del Banco Central, que contuvo la mayor expansión de pesos circulantes y redujo su presión inflacionaria. Con este procedimiento para financiarse a través del Banco Central, el Gobierno transfiere su déficit a la autoridad monetaria que, a la vez, debe endeudarse en la misma proporción. Se aplica la particular interpretación dl dinero como “bien fungible” a la que adhieren los funcionarios nacionales.

Un déficit insostenible

Junto con el giro de “utilidades”, por efecto de la devaluación, el BCRA le envió al Tesoro entre enero y septiembre unos 64.900 millones de pesos. Las rentas de la Administración de la Seguridad Social (ANSeS) con el mismo destino crecieron en el ese lapso un 85%, a $30.000 millones de pesos. Al sumar los aportes de otros organismos –como el PAMI- son más de $96.000 millones los girados por entes descentralizados para sostener el gasto público en los primeros nueve meses del año.

Con un PBI que el INDEC calculó en 3,3 billones de pesos al cierre de 2013, este año (con actividad económica estancada e inflación superior a 35% anual) la producción de bienes y servicios de la Argentina podría cifrarse en unos 4,5 billones de pesos.

En esta aproximación, al sumar a un déficit fiscal de $195.372,7 millones los $96.000 millones en concepto de “Rentas de la Propiedad” que el Ministerio de Economía contempla como ingresos corrientes en su esquema de ahorro, el rojo de las cuentas públicas se acerca a los $300 mil millones ó casi 7,5% del PBI. Se trata de una tasa difícil de sostener y que atenta contra la intensión oficial de evitar una nueva devaluación del peso, el camino más rápido –y con serias contraindicaciones -para licuar el desbalance presupuestario.

Prólogo de un duro fin de año

En agosto irrumpieron tres condicionantes que dañan el crecimiento: el default “selectivo” por el bloqueo a los vencimientos de deuda reestructurada, la baja de los precios de la soja y la recesión técnica en Brasil. Con este lastre, hacia fin de año el Gobierno cuenta poco margen de movimiento para torcer el rumbo de una economía resignada al déficit fiscal, la elevada inflación con caída de actividad y una firme presión alcista para el dólar.

La cesación de pagos, con horizonte indefinido, arrastró al alza a las cotizaciones del dólar en todas sus variantes, incluso el implícito en las valuaciones de acciones y bonos, y coincidió con un retorno de la merma de reservas en el BCRA. El mercado financiero ya convalida un rango de precios entre 13 y 14 pesos para el billete verde.

En cuanto a la soja, principal producto de exportación del país como materia prima y derivados, comenzó el último cuatrimestre del año a u$s376,33 por tonelada para los contratos más negociados, con entrega en noviembre, su piso desde 2010. Este precio es un 42% inferior que el alcanzado hace dos años: el 4 de septiembre de 2012 la oleaginosa marcó un récord histórico de u$s655 en el mercado de Chicago. El retroceso tendrá importantes consecuencias, por menores ingresos fiscales y pérdida de dólares comerciales, además del perjuicio en la rentabilidad de los productores.

Respecto de Brasil, un socio comercial clave para Argentina, los economistas bajaron su proyección de crecimiento del PBI a 0,52% para este año, según el sondeo Focus del banco central brasileño. Para el próximo año, la expectativa de expansión de Brasil se recortó a 1,1 por ciento. La semana pasada, un informo oficial reveló que la actividad económica del segundo trimestre cayó 0,6% en relación a los tres meses anteriores, cuando ya el primer trimestre había mostrado una caída 0,2 por ciento.

Como un dato para rescatar, el déficit comercial con Brasil se contrajo un 66,4% en los primeros ocho meses de 2014 y alcanzó u$s483 millones, según un análisis de Abeceb.com, aunque este descenso se debió al desplome del 22% en el intercambio bilateral, “por una caída similar de las compras y de las ventas que variaron un -24% y -19% respectivamente” para la Argentina. En este caso, es la contracción económica la que fuerza una menor sangría de divisas.

En el plano doméstico, la expansión del déficit fiscal es consecuencia de un gasto público que se incrementó once veces en la última década, de $64.200 millones (2004) a $751.000 millones (2013), según la Contaduría General de la Nación. Un estudio del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) establece que en 2014 el gasto público crece a una tasa del 48% anual, de acuerdo con una comparación entre el primer semestre de este año y el de 2013, con una duplicación del déficit. La incidencia del rojo del balance energético, que se traduce en crecientes subsidios, es hoy un escollo insalvable para revertir el resultado negativo de las cuentas públicas.

“Una política fiscal desmedidamente expansiva, que incrementa el déficit fiscal y lo financia con emisión monetaria, combinada con una política de tipo de cambio cuasi fijo -que presiona sobre las reservas- y trabas a las importaciones -para evitar que caigan las reservas- conducen inexorablemente a la estanflación“, concluye un informe de la consultora Economía & Regiones.

La recesión también llegó para quedarse y varios indicadores lo demuestran desde mucho antes de la “saga buitre”. Según el INDEC, la producción industrial descendió 1% en julio respecto del mismo mes de 2013 interanual y cumplió doce meses consecutivos en declive. Las automotrices produjeron entre enero y julio un 22% menos que en el mismo período del año pasado, luego de la suba de impuestos a nivel nacional, la devaluación de enero y la caída de la demanda brasileña.

Sin margen de maniobra

¿Qué pasará hacia fin de año? La necesidad de financiamiento del Estado requerirá mayor emisión de pesos. Con $25.000 millones, la expansión de moneda marcó en agosto un récord del año y se incentensificará hasta diciembre, el mes que estacionalmente demanda más efectivo.

El ex secretario de Finanzas Guillermo Nielsen anticipó que el Estado seguirá financiándose con el BCRA y estimó que la autoridad monetaria deberá emitir otros $120 mil millones hasta fin de año, que representan nada menos que un 30% de la actual Base Monetaria. Los datos de recaudación difundidos por la AFIP este lunes confirman que los recursos crecen por debajo de la inflación: en los primeros ocho meses del año, los ingresos tributarios acumularon $755.922 millones, un 34,2% más que en el mismo período del 2013, cuando los relevamientos privados sitúan la inflación anual en torno al 39 por ciento.

“Sin un cambio contundente en el sesgo de la política fiscal y monetaria, la Base Monetaria terminaría creciendo en 2014 a una tasa interanual más cercana al 25%, que al 20% actual, mientras que las reservas podrían llegar a caer a u$s24.000 millones, tras avanzar el Gobierno en un creciente aislamiento financiero para el país”, indica un informe del Banco Ciudad.

La emisión de pesos sin respaldo es la única alternativa para un Estado sin crédito y con las cuentas en rojo. Tendrá como consecuencia directa una inflación persistente en el rango máximo desde la salida de la convertibilidad, similar a la de 2002, cuando acumuló un 41% en doce meses, aunque todavía lejos del 74,9% de 1991.

La fragilidad del balance del Banco Central también se profundiza por la pérdida de reservas internacionales, que se reactivó en agosto (-u$s391 millones) y sumó una caída de casi u$s2.000 millones en ocho meses. Sólo en este aspecto el Gobierno puede sacar tajada del default, pues la normalización de los pagos sin ingreso de préstamos e inversión externa aceleraría el descenso de los activos nominados en divisas. Para fines de septiembre y principios de octubre, por ejemplo, se esperan vencimientos por unos u$s500 millones entre deuda nacional y provincial, aunque el cumplimiento de estos compromisos sigue en riesgo sin la anuencia del juez Thomas Griesa.

“Al panorama recesivo que muestran casi todos los indicadores de actividad y empleo, se ha sumado en los últimos días una alta inestabilidad en las variables financieras que se puso en evidencia por el aumento observado en la brecha cambiaria. Los agentes económicos parecen responder a la abundancia proyectada de pesos y la escasez de divisas, dolarizando sus portafolios“, puntualizó Daniel Artana, economista de la Fundación FIEL. En los próximos meses, inflación más emisión contribuirán a incrementar el atraso cambiario y la demanda por todos los dólares: el informal, el oficial para atesoramiento, los bonos en divisas y cualquier activo respaldado en moneda dura, con saltos alcistas para el “contado con liqui” y el dólar MEP.