La actividad económica acusa el ajuste

La economía argentina atraviesa una recesión en 2016. Con fluctuaciones, acumula cinco años de estancamiento, que exponen una molesta realidad: se revirtió el ciclo económico virtuoso de una década que comenzó en la segunda mitad de 2002 y que mostró sus últimos destellos en 2012, cuando la soja alcanzó valores récord en torno a USD 650 por tonelada.

Para establecer límites más definidos, la actividad económica creció de manera ostensible desde la devaluación de la presidencia de Eduardo Duhalde hasta el “cepo” al dólar de la administración de Cristina Kirchner. En el medio se sorteó un breve pero complejo período, signado por la pelea con los productores del agro por las retenciones móviles en 2008, la mediocre campaña agrícola 2008/2009 por una sequía y la crisis financiera internacional que se desarrolló a partir de septiembre de 2007, con la quiebra de Lehman Brothers, hasta marzo de 2009.

Desde el cierre de la convertibilidad que no se atravesaba un período de letargo como el último lustro. A diferencia de la crisis política, económica y social que estalló el 19 de diciembre de 2001, enmarcada en un período recesivo que comenzó a fines de 1998 y continuó hasta el invierno de 2002, el gobierno de Mauricio Macri apunta a una salida menos convulsa, pues las condiciones macroeconómicas son mejores que las de 15 años atrás, pero que igual demandará mucho sacrificio de la sociedad hasta que estén alineados los precios relativos y cedan el déficit fiscal y la inflación.

“Estamos en un momento que a muchos les duele y a mí me duele. Ordenar el desaguisado que nos habían dejado lleva a cosas que hacen que me duela tomar las decisiones y lo que generan”, reconoció el Presidente la semana pasada, durante un acto en Misiones.

En enero el ministro Alfonso Prat Gay estimó que este año la actividad económica podría mostrar una recuperación en el segundo semestre para terminar 2016 en equilibrio. Sin embargo, previsiones de consultoras anticipan una caída entre uno y dos puntos del Producto este año.

Con respecto a las metas oficiales de inflación, el ministro de Hacienda y Finanzas consideró posible en enero terminar el año en un rango de 20 al 25 por ciento, para reducirla progresivamente “en un dígito, alrededor de 5% anual” en 2019. También los cálculos más recientes de los estudios privados sitúan a la inflación del año por encima del 30%, con un pico interanual cercano a 38% en abril, cuando más se van a sentir los aumentos de las tarifas de servicios públicos y en plena puja salarial por las paritarias.

La estrategia del Gobierno parece tomar forma: apurar el ajuste tarifario en el arranque del período presidencial, sacrificar crecimiento y afrontar de entrada el costo social, con algunas medidas paliativas para los sectores más vulnerables, a la espera de un nutrido flujo de crédito externo una vez saldada la deuda con los holdouts. Así se sentarán las bases para un crecimiento moderado pero consolidado en el tiempo para los próximos años. Será complicado, pero no necesariamente un “shock” como en 1991 o 2002. Es, probablemente, lo que la ciudadanía hoy está dispuesta a tolerar y convalidar, después de años de auge del consumo financiado por el “boom” de las materias primas.

Un problema irresuelto que dejaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner fueron las deficiencias en infraestructura, el desaliento al ahorro y la inversión y una fuga de capitales que alcanzó a fines del año pasado los USD 230.557 millones, un monto equiparable a los USD 234.224 millones de la deuda pública, si se adicionan los bonos en default. Que empiecen a regresar los dólares que están fuera del sistema será imprescindible para el despegue económico.

Indicios de un año en baja

La caída del poder de compra del salario por la inflación, pobreza y desocupación en alza, y algunos indicadores sectoriales que exhiben deterioro (producción automotriz, construcción, consumo, entre otros) anticipan contracción de la actividad en 2016. Tampoco acompaña el contexto internacional, con franca desaceleración de la expansión china y una notoria recesión en torno al 4% pronosticada para Brasil.

La producción del complejo automotriz, el más importante de la industria nacional, acumuló una caída de 18,1% interanual en el primer trimestre del año, en particular por el desplome del  las exportaciones (-40,2%), en particular al mercado brasileño.

El Índice Construya, que computa las ventas de insumos para la construcción, disminuyó 3,6% en el primer trimestre en comparación con el mismo período de 2015, debido a “la retracción del sector privado y público, derivado de la fuerte contracción del Plan Procrear y de las obras públicas”.

Un informe del IERAL de la Fundación Mediterránea indicó que “en el primer trimestre del 2016 se profundizó la desaceleración del nivel de actividad, con guarismos negativos en sectores relevantes”. El estudio señala que “el primer trimestre muestra indicadores en general negativos del nivel de actividad que en parte, son una continuidad de las tendencias declinantes del cuarto trimestre de 2015″.

“Tras un cuarto trimestre en terreno positivo, el despacho de cemento marcó una caída de 9,1% interanual en el primer trimestre de 2016 y las ventas de gasoil del primer bimestre bajan 2,3% interanual luego de haber aumentado 2,8% en el cuarto trimestre de 2015″, añadió el IERAL.

El consumo de carne vacuna cayó 5,9% entre enero y marzo de este año, en comparación con el mismo lapso de 2015. La Cámara de la Industria y Comercio de Carnes y Derivados de la República Argentina (CICCRA) explicó la baja: “Los consumidores en general perciben salarios de 2015 y deben consumir con precios postdevaluación”.

En este presente árido sorprende que el precio del dólar, tema excluyente de la agenda durante la restricción cambiaria, paso a un segundo plano. Afortunadamente, el impacto devaluatorio del peso en diciembre dejó a la divisa norteamericana en un nivel del que apenas se movió, incluso lo hizo a menor ritmo que la inflación, sin salirse de ese cauce como presagiaban los defensores del “cepo”.

El peso es la moneda emergente más devaluada

Este jueves el Gobierno de Macri anunció la medida que signa el debut de la nueva administración: la liberación del mercado de cambios. El fin del “cepo” vigente desde octubre de 2011 vino acompañado por una histórica y anunciada devaluación: el dólar mayorista llegó a operarse a 14 pesos al comienzo de la rueda, para cerrar a $13,38, un 36,2% más caro que los $9,8275 del miércoles. Este movimiento implicó una devaluación del peso del 26,6% en una sola jornada, la mayor caída diaria desde el 8 de enero de 2002, cuando el peso se devaluó 28,6% y el dólar oficial saltó de 1 peso a 1,40, tras el derrumbe de le la convertibilidad.

Argentina es un país cuya trayectoria económica se mueve cíclicamente de un extremo al otro. De la “híperinflación” al “uno a uno” y de allí al default más grande de la historia. Desde las “reservas récord” de 2011 a un BCRA con arcas vacías. Desde el superávit fiscal del gobierno de Néstor Kirchner al actual déficit por encima del 7% del PBI. Todos movimientos bruscos y contrapuestos que trazan un sendero errático: aquél en el que el país se perdió por décadas, sin encontrar el rumbo del desarrollo.

Por eso no fue de extrañar que en pocas horas el peso argentino pasara de ser una moneda “sobrevaluada”, consecuencia de una inflación local que encareció en forma exagerada los bienes y servicios medidos en dólares, a ser una de las divisas que más se devaluó en el mundo en este 2015.

Si exceptuamos a un puñado de economías de escasa relevancia global, como Kazajstán (allí el dólar subió 87,9% frente al tengue kazajo) o Bielorrusia (el dólar saltó 66,8% frente al rublo), Argentina es el país emergente donde más subió el dólar, un 54,8% en el transcurso del año, desde los $8,555 a los $13,25 en la cotización mayorista.

Probablemente los estrictos controles del régimen bolivariano impidieron que el dólar en Venezuela –el país con más inflación del mundo- no aumentara a tasas astronómicas (apenas 1% este año), pero eso no opaca el declive del peso argentino, incluso mayor que el de divisas de países en conflicto. Por ejemplo, el dólar trepó 46,6% respecto de la libra siria y 13,6% frente a la libra sudanesa.

Detrás de la Argentina quedan Ucrania (donde el dólar aumentó +50,8%), Brasil (+50,2% contra el real), Colombia (+40,5%) y Sudáfrica (+30,5% contra el rand). La moneda de los EEUU también tuvo una apreciación notoria, aunque inferior que en la Argentina, frente al peso uruguayo (+26,2%), el rublo ruso (+25,5%), la lira turca (+25,3%), el ringgit malayo (+22,6%), el peso mexicano (+16,3%), el peso chileno (+ 15,4%) y el sol peruano (+12,7%).

Post devaluación, el mercado financiero argentino enfrenta un drástico cambio de escenario, con nuevas reglas de juego luego de la eliminación del “cepo”. Quedó erradicada con relativa calma una invención descabellada que distorsionó por cuatro años los precios internos y sometió hasta el límite de la extinción los flujos de dólares en la economía, bajo la arbitrariedad oficial.

No significa que ahora el Estado deba retirarse de la plaza financiera y dejarla a merced de su propia dinámica, sino que llegó el turno de tomar decisiones con rigor técnico, en virtud de solucionar los problemas y no causarlos. La suba de tasas del BCRA al 38% para los tramos cortos es una muestra de un Gobierno obligado a ser muy activo y certero: por primera vez hay rendimientos reales positivos desde el 2002, para enfrentar el desborde de pesos en medio de un proceso inflacionario. Resta el desafío de reanimar una economía debilitada y con un palpable riesgo recesivo de cara al 2016.

Rescatar al BCRA será prioritario en 2016

El próximo Gobierno asumirá con numerosos frentes abiertos en la economía. El delicado estado de las cuentas del Banco Central representa unos de los más graves, por lo que requerirá especial pericia técnica y un abordaje inmediato a partir del 10 de diciembre para desactivar una futura crisis.

El presidente del organismo, Alejandro Vanoli, aseguró que “el balance de la entidad es saludable” e identificó a los críticos a su gestión con quienes quieren “impulsar una fuerte devaluación” que “provocará mayor inflación, golpeará el poder adquisitivo del salario y generará recesión”.

Vanoli apuntó a la oposición, aunque sus palabras están más cerca del acto fallido, casi una autocrítica sobre el estado en que el kirchnerismo deja a la economía. Desde el “cepo” cambiario a fines de 2011, la política económica del segundo gobierno de Cristina Kirchner fagocitó al BCRA como una dependencia más del Palacio de Hacienda, vapuleó al peso (el dólar oficial subió 125%, de $4,2375 a $9,5475), generó inflación (+160% acumulado según consultoras; 72,2% según el INDEC) y estancó la actividad, con un PBI per cápita y exportaciones inferiores a las de cuatro años atrás, según datos oficiales.

Unos pocos indicadores dan idea cabal de la magnitud del deterioro contable del Banco Central con las presidencias de Mercedes Marcó del Pont, Juan Carlos Fábrega y el propio Vanoli, en particular desde la reforma a la Carta Orgánica vigente desde marzo de 2012. Este vaciamiento de la entidad emisora hereda un tremendo problema para Daniel Scioli o Mauricio Macri -cual sea el ganador en segunda vuelta-, y los funcionarios del área económica que deberán lidiar varios meses con la inercia expansiva de pesos y escasos dólares para respaldarlos.

En octubre de 2011, previo al fatídico “cepo”, las reservas internacionales superaban a la Base Monetaria: $203.377 millones (USD 48.241 millones) frente a 194.019 millones de pesos. En octubre de 2015 la Base Monetaria ya duplicó a las reservas: $551.862 millones frente a 262.068 millones (USD 27.636 millones), según el último balance consolidado al 15 del mes. De este modo, 2015 termina con 20 pesos en la economía por cada dólar en reservas, el doble de lo que marca el “termómetro intervenido” del tipo de cambio oficial, debajo de los 10 pesos. Este cálculo llevó a muchos economistas a asegurar que “el Gobierno ya devaluó” y que la próxima administración estará obligada a reconocer ese desajuste.

Amerita otra mirada el detalle del activo del Banco Central. Las reservas internacionales perdieron participación en el total, del 49,5% el 15 de octubre de 2011 a tan sólo 19% en 2015, a la vez que los títulos de deuda colocados por el Ministerio de Economía en el haber de  la entidad monetaria pasaron a ser el 65,5% del total, por Letras Intransferibles del Tesoro Nacional (44,3%) y Adelantos Transitorios (21,2%). A cambio de “pagarés” el Central entregó en los últimos cuatro años pesos para financiar el déficit fiscal y dólares para cancelar deuda.

Desde el “cepo” las reservas internacionales se diluyeron. No sólo cayeron en monto, para contabilizar ahora menos de USD 27.000 millones, sino que la mitad de ellas son préstamos de corto plazo, principalmente los yuanes ingresados por el “swap” con el Banco Central de China, tomados por Vanoli para suplir la salida de dólares por obligaciones soberanas, el déficit energético y la demanda minorista para turismo, atesoramiento y consumos en el exterior.

En otro aspecto, el Gobierno saliente “marcó la cancha” al próximo por los vencimientos de deuda  en pesos por más de $500.000 millones que recaerán en 2016 y que exigirán mayor emisión monetaria o bien una renovación de títulos a tasas cada vez más altas. Es decir, más inflación en el primer caso o un efecto recesivo en el segundo. En estos pasivos se suman las Letras del BCRA (LEBAC), los bonos del Tesoro y las ventas de dólares a futuro, que son contratos en pesos sobre la futura cotización oficial de la divisa.

La dolarización impulsa una “fiesta” financiera

Es una “fija” en la Argentina: en períodos preelectorales la actividad financiera se inclina en dirección al dólar o activos que respaldan sus cotizaciones en moneda “dura”. Indicio de eso fue el salto del “contado con liquidación”, el precio del dólar derivado de la compra de acciones en pesos en la Bolsa local, para venderlas en el exterior en dólares. El “liqui” concluyó el semestre a $12,87, con un alza de 10,4% respecto de los $11,66 con los que cerró 2014. El dato sobresaliente fue la aceleración de este recorrido alcista en junio, que puede ser un adelanto de la dinámica que tomará hasta fin de año, siempre bajo la influencia de la contienda política por el recambio presidencial. Sólo en el último mes, el “liqui” avanzó 9,6% (desde $11,74 a fin de mayo).

En el contado con liquidación replicó más bien el encarecimiento en pesos de las acciones argentinas en el primer semestre, pues las cotizaciones en dólares mostraron desempeños claramente inferiores. En la Bolsa porteña, YPF gana en 2015 un 12,1% (de $315 a $353); Grupo Galicia, 33% (de $18,50 a $24,60), mientras que Tenaris, con fuerte presencia en el extranjero, cayó 3,6% (de $182 a $175,50), afectada por la devaluación del euro y otras divisas de países donde está instalada la siderúrgica. En Wall Street, YPF acumula ganancias de 3,6% en el año (de u$s26,47 a u$s27,43), Grupo Galicia avanza 18,3% (u$s15,89 a u$s18,79), mientras que Tenaris resta 10,6% (u$s30,21 a u$s27,02).

Prueba de esta “fiesta” financiera que atraviesa el mercado local es el progreso semestral de 35,9% en pesos del panel líder Merval, entre dos y tres veces la tasa de inflación del período.  La misma senda de cobertura dolarizadora se trasladó a la negociación de títulos públicos: en junio la tasa de cambio reflejada en la transacción con bonos saltó 12,9%, desde 11,51 a 13 pesos. En primer semestre el llamado dólar MEP (Medio Electrónico de Pagos) ganó un modesto 5,3%, similar al 6,3% que avanzó el dólar oficial, según su cotización mayorista (de $8,5525 a $9,0875).

El Boden 2015, la emisión en dólares que vence el 3 de octubre próximo, trepó 12,8% en junio y fue el título que más negocios concentró en la Bolsa y el Mercado Abierto Electrónico (MAE). Y aún en default “selectivo” desde hace un año, el Discount en dólares con ley de Nueva York acumula una suba de 25% desde el cierre de 2014.

En junio también destacó la ganancia de 5,6% para el dólar “blue”, desde $12,65 a $13,40, aunque en el recorrido de 2015 la divisa informal pierde 4,5% y es una mala inversión. La explicación de esta baja es la opción de los ahorristas por los dólares para atesoramiento que la AFIP autoriza este año con más generosidad que en 2014. En junio la venta de dólar “ahorro” fue récord, por u$s512 millones, mientras que en el primer semestre acumuló u$s2.856 millones, casi lo mismo que en todo 2014 (u$s2.965 millones). Si se le suma el concepto “turismo”, el público minorista captó desde enero último más de 3.000 millones de dólares.

Más divisas por deuda y rebote de los granos

Atenuó la presión sobre la tasa de cambio la mejora en el nivel de reservas internacionales del Banco Central, que contabilizan u$s33.836 millones, unos 553 millones más que el cierre de mayo, con un crecimiento de u$s2.403 millones en lo que va de 2015. La recuperación de reservas se debió al endeudamiento en moneda extranjera encarado por el Tesoro nacional e importantes distritos como la Provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires; también por los yuanes que ingresaron a las arcas del BCRA por el “swap” con China, la colocación de bonos en dólares de YPF e inversiones extranjeras, como las que realizan las empresas de telecomunicaciones para la incorporación de la tecnología 4G. Sin embargo, no puede soslayarse el pago por u$s6.300 millones del Boden 2015 que se efectuará poco antes de las elecciones presidenciales y que impactará en el activo de la entidad monetaria.

Otro factor que contribuye a serenar la ansiedad por los dólares es la mejora en el precio de los granos y sus derivados industriales, los principales productos de exportación de la Argentina, que significan la tercera parte de las ventas externas del país y son una fuente genuina de divisas.

En junio la soja se disparó en el mercado internacional un 11%; el trigo, 29%, y el maíz, 20 por ciento. Si bien los precios actuales, que en el caso de la oleaginosa se ubican en torno a los u$s380 por tonelada, son sensiblemente inferiores a los de 2014, ya alcanzan su valor más elevado del año. Esta mejora permitió a la entidad monetaria comprar más de u$s1.000 millones en el mercado mayorista durante el sexto mes del año, luego de los casi u$s700 millones adquiridos en mayo.

En ese aspecto, la previsión de una cosecha récord por encima de 110 millones de toneladas para la campaña 2015/2016 también garantiza una base de ingresos apreciable para afrontar el primer año del próximo Gobierno.

2016: devaluación gradual con shock de deuda

En los últimos meses se profundizó el debate sobre cuál política económica deberá aplicar el próximo gobierno para retomar la senda de crecimiento sostenido.

Están quienes pregonan la necesidad de un “shock” que se sintetiza en una fuerte devaluación del peso, con el elevado costo de deprimir los salarios medidos en dólares y soportar en lo inmediato una inflación aún mayor a la actual, a cambio de mejorar la performance exportadora en el corto plazo, liberar el mercado de cambios y facilitar un rápido ingreso de divisas. A su vez, se presume que la devaluación permitiría un atajo fiscal, al licuar el déficit público y la deuda en pesos contraída por el Tesoro con el BCRA, y por éste con los bancos a través de la colocación de Letras y Notas.

Del lado del “gradualismo” apuntan que las condiciones macroeconómicas no son tan frágiles como en crisis de décadas pasadas y que podría optarse por una salida menos traumática, al buscar financiamiento en dólares -previo acuerdo con los holdouts- para amortiguar los efectos de un ajuste fiscal sin provocar un deterioro desmesurado en los salarios y en el valor de la moneda. A diferencia de un “shock”, cuya suerte se juega en el corto plazo, el “gradualismo” se inclina por equilibrar las distorsiones acumulados en la economía en un mediano plazo.

La discusión subyacente de 2016 es de dónde se obtendrán los recursos para volver a crecer. Con alto costo social, la devaluación apela al ingreso de dólares comerciales, en menor grado a deuda externa y, eventualmente, a un rápido ingreso de divisas por inversiones y de los propios ahorristas que atesoran fuera del sistema. Por el contrario, el mayor endeudamiento externo permitirá suavizar el costo social, pero a la vez lo diferirá en los años venideros, con un rebote de actividad probablemente más modesto y a una tasa de interés cara en dólares en comparación a la de bonos de países vecinos.

Hoy la estrategia oficial parece más nítida: llegar a las elecciones con un despliegue de controles que permitan mantener el atraso cambiario sin “corrida” ni fuga de capitales. Una tasa de cambio baja sirve para poner un dique de contención a los precios, al volver más accesibles lo productos importados, y mantener los salarios en un nivel aceptable medidos en dólares, como comprobaron muchos argentinos que en los últimos tiempos viajaron al exterior.

Aún en default “selectivo” por los fallos de Thomas Griesa, se tomó deuda en moneda extranjera a través del “swap” con China y bonos emitidos por el Tesoro Nacional, la ciudad de Buenos Aires y la provincia de Buenos Aires, así como por la estatal YPF. Esas divisas permiten pagos de vencimientos sin resignar reservas. Con deuda en pesos (emisión de Bonac del Tesoro, y Lebac y Nobac del BCRA) se financia el déficit fiscal sin recurrir a recortes de presupuesto.

En este esquema, la economía no crece, pero tampoco el desempleo, gracias a las contrataciones del sector público y planes de asistencia social. A cambio, el Estado se compromete a pagar tasas de interés del 27% anual en pesos y del 9% en dólares. El estancamiento económico es también producto del riguroso equilibrio entre exportaciones e importaciones, pues las divisas obtenidas de las ventas se destinan a las compras y se atrofia el superávit comercial.

El Gobierno “marca la cancha”

A su modo, el gobierno de Cristina Kirchner deja la cancha marcada a la próxima administración, pues el riesgo de impulsar correcciones abruptas o con insuficiente consenso podría generar un efecto contrario si hay rechazo de amplios sectores de la ciudadanía. Dentro de este razonamiento, el humor social podría condicionar al próximo Presidente a definirse por profundizar aún más el endeudamiento en dólares, algo así como un “shock” de deuda, y una devaluación “gradualista” que no implique un salto del tipo de cambio como el de 2002, con el fin de la convertibilidad, pero que necesariamente tendrá que superar a la inflación para hacer converger la cotización del dólar con el resto de los precios de bienes y servicios.

A la par, quedan interrogantes clave para no incurrir en nuevos fracasos, pues, entre otros desafíos, el BCRA tendrá la enorme exigencia de calibrar una política monetaria contractiva para que la inflación no se dispare y, a la vez, no hunda más la actividad, mientras que el Ministerio de Economía tendrá que desatar el nudo de los subsidios cruzados y la pesada carga tributaria que afronta en particular el sector privado. La deuda en default es otro obstáculo que no se puede esquivar y sobre el que los candidatos aún no se pronuncian.

El ministro Axel Kicillof ya experimentó con el “shock” cuando en 2014 apostó por una devaluación en torno al 20%, entre el 21 y el 23 de enero, que fue absorbida rápido por la inflación antes del cierre de aquel año. A partir de octubre de 2014, con el aumento de la deuda en dólares, una devaluación más moderada y acuerdos salariales debajo de la inflación, la iniciativa oficial fue más bien “gradualista” para llegar a las elecciones en leve recesión, pero sin sobresaltos. En ambos casos se postergaron las medidas de fondo: con amplio déficit fiscal e inflación alta se debieron mantener las restricciones cambiarias y la actividad económica, en términos generales, no reaccionó.

El dólar “ahorro” es hoy el fundamento del mercado

Con el paso de las semanas se afianza el modesto objetivo que se trazó el Gobierno para llegar a las elecciones: una economía estabilizada en débil receso, escasas reservas reales, un profundo déficit fiscal y elevada inflación. En el saldo positivo queda un muy ajustado superávit comercial y las cifras de empleo, que de la mano de las contrataciones del sector público aún muestran resultados contundentes respecto de la crisis de 2001-2002.

En ese esquema los funcionarios del Palacio de Hacienda comprendieron que, por la experiencia de la historia reciente, los argentinos ven luces de alerta cuando hay inestabilidad cambiaria. Las restricciones a la divisa en el mercado formal y el avance en el circuito paralelo provocaron nerviosismo y desconfianza en los ahorristas e inversores. Después de tres años de “cepo”, el Gobierno encontró una vía para calmar las tensiones que, casualmente, era la más simple: flexibilizar los controles y aumentar la oferta minorista. El BCRA pierde reservas, pero las equilibra con préstamos de China. Esa estabilidad se paga con un aumento de la deuda pública.

Detrás de la mayor demanda de dólar “oficial” muchos analistas advierten el creciente atraso del tipo de cambio, debido a que el precio de la divisa queda rezagado respecto de la inflación. Este flujo de dólares “subsidiados” es hoy el principal “driver” del mercado, el indicador de referencia que contagia a toda la economía e incide en la valuación de los activos argentinos, pues:

1) Contiene al dólar “blue”. Desde que el Gobierno pergeñó el “cepo” hasta diciembre de 2014, el dólar paralelo saltó de $4,27 a $14,05, un 229% en poco más de tres años, mientras que el minorista subió a $8,61 para la venta, un 101,6 por ciento. En lo que va de 2015, el dólar cayó 11,7% en el circuito informal y avanzó un leve 3,3% en el formal. Este movimiento de precios por la intervención oficial muestra que invertir en pesos en 2015 es mucho mejor negocio que refugiarse en el dólar.

2) Anticipa que no habrá devaluación brusca. La voluntad oficial de mantener a raya al dólar a cambio de tomar préstamos con el exterior, es decir, de arriar la bandera del “desendeudamiento”, es la prueba concreta de que no habrá una devaluación profunda, como la aplicada en enero de 2014 (el peso cayó 18% en tres días) o en el primer semestre de 2002, cuando el peso se depreció 74% y pasó del “uno a uno” con el dólar a representar apenas 0,256 centavos de dólar ($3,90 por dólar) el 28 de junio de 2002.

3) Hace a la Argentina más cara en dólares. Devaluar sin un programa adecuado no sirve. El ministro Áxel Kicillof pudo corroborarlo con el experimento de 2014: el ajuste del dólar se trasladó a inflación y caída del salario real en pocos meses. Si algo diferencia al nulo crecimiento económico del año pasado con el de 2015 es que ahora es más notorio el atraso cambiario, cuando coincide con la devaluación de otras monedas de la región y el euro. A la vez, la economía familiar se encuentra menos dañada por una inflación que se desacelera respecto de 2014.

4) Se sostienen las reservas. La asistencia de entidades del exterior como los bancos de Francia y Basilea y, especialmente, el Banco Central de China, permite al BCRA suplir la sangría de dólares con préstamos en moneda extranjera. Así se mantienen el nivel de las reservas internacionales por encima de los u$s30.000 millones, aunque se deteriora el balance de la entidad. Desde que Alejandro Vanoli asumió la presidencia del BCRA el 1° de octubre del año pasado, en poco más de seis meses se incorporaron a reservas los yuanes provistos por el “swap” con China, equivalentes a 3.114 millones de dólares. En el mismo lapso, de octubre a hoy, la AFIP autorizó ventas de dólares a minoristas por unos u$s3.200 millones, casi el mismo monto de los préstamos chinos, pues se efectivizaron u$s2.939 millones por “atesoramiento” y otros u$s262 millones para “viajes al exterior”.

5) Crece la deuda pública. El ingreso de yuanes a las reservas, que integran casi un 10% del total de activos internacionales, en u$s31.518 millones, es reconocido en los informes oficiales como deuda pública. El Ministerio de Economía calculó la deuda externa bruta a diciembre de 2014 en u$s147.457 millones, con un aumento de u$s2.872 millones en el último trimestre del año pasado, prácticamente explicado por la deuda del sector público no financiero y el BCRA (u$s2.803 millones). “Aportaron fundamentalmente a la variación, las cuentas ‘Organismos Internacionales’ por desembolsos netos y ‘Acreedores Oficiales’ principalmente debido a la activación de tres tramos del Swap de monedas con la República Popular de China”, especificó Economía.

6) Se incentiva la fuga de capitales. Si bien siempre estuvo vigente en las últimas cuatro décadas, la fuga de capitales fue un rasgo saliente de períodos mucho más críticos para la economía nacional. No obstante, el atraso cambiario la promueve y no parece un punto que preocupe al Gobierno. Nueve de cada 10 dólares autorizados por la AFIP para “ahorro” salen del sistema. Según el informe el Ministerio de Economía, al cierre de 2014 los activos externos del sector financiero y no financiero ascendieron a u$s224.865 millones, casi u$s7.400 millones más que 2013 (u$s217.475 millones). El dinero de argentinos depositado en el exterior, o dentro del país, pero en cajas de seguridad o atesorado en forma particular, representa un 42% del PBI medido a precios corrientes (u$s539.000 millones según datos oficiales) o el equivalente a la deuda pública total del Estado Nacional (unos u$s200.000 millones entre acreedores del sector privado y público) más el monto que se estima que pueden reclamar los holdouts, unos 25.000 millones.

7) Los dólares están. Puede servir como conclusión alentadora: las divisas fuera del sistema son fondos líquidos, atesorados en cajas de seguridad, “en el colchón” o en cuentas en el exterior, listos para volver a incorporarse al financiamiento de la economía local en cuanto haya señales claras de que se liberará el mercado cambiario y se establecerá un tipo de cambio de equilibrio. Sin “cepo”, el sucesor de Cristina Kirchner deberá restablecer esa convicción para que la economía vuelva a crecer a partir de 2016, pues las divisas en poder de los argentinos serán más gravitantes para la reactivación que la “lluvia” de capitales extranjeros con la que se ilusionan los agentes de mercado.

Irrupción del súperdólar “rápido y furioso”

La expectativa de un alza de las tasas de referencia en los EEUU ya había impulsado a la divisa norteamericana en 2014, pero este año cobró una velocidad que sorprende a los agentes del mercado. Los analistas prevén que la Fed comenzará a aplicar este gradual ajuste entre junio y septiembre de 2015. Será una tenue reversión desde rendimientos en torno a un histórico piso de 0 por ciento, pero la repercusión sobre activos y divisas está causando un temblor de precios cuyo desenlace es una incógnita.

“¡Demasiado rápido, demasiado furioso!”, definieron los analistas de Goldman Sachs al repunte del dólar en Brasil, un movimiento sísmico que dejó expuesta a la divisa brasileña a la peor performance en el mundo en el arranque de 2015.  El dólar en Brasil trepa 23% desde enero, a 3,26 reales, su valor más alto desde abril de 2003, lo que significa que la moneda brasileña se devalúa un 18% desde que comenzó el año. El regreso del “súperdólar” afecta a la gran mayoría de las divisas. El euro, por ejemplo, tocó u$s1,05 el viernes, en niveles mínimos desde hace doce años, con una depreciación acumulada de 12,5% en el primer trimestre del año.

Así como la Reserva Federal de los EEUU fue el primer banco central que se involucró en una política monetaria laxa con tasas de interés en mínimos para reactivar la economía luego de la crisis de 2008-2009, en este momento son otras entidades las que apelan al incremento de los estímulos monetarios, como el Banco Central Europeo, que comenzó esta semana a comprar grandes cantidades de deuda pública.

Ahora los traders prevén que será la Fed la que volverá a ganar la iniciativa con la paulatina reversión de tasas ante mejores indicadores de la economía real, lo cual ya se va descontando con el concentrado apetito financiero por el billete verde. Goldman Sachs calcula que el euro cotizará a 95 centavos de dólar en un año y proyecta para fines de 2017 un valor de u$s0,80, inferior incluso que el mínimo nivel histórico del euro de u$s0,8225 en octubre de 2000.

La acelerada corrección de monedas devino, entre otros factores, de la caída en las cotizaciones de las materias primas, que la antecedió en unos seis meses. Los países devalúan, o mejor dicho sus mercados financieros lo hacen a través del precio que convalidan para los activos en la operatoria bursátil. Por supuesto que los gobiernos tienen instrumentos para intervenir, aunque muchas veces prefieren que los mercados arbitren hasta alcanzar valores de equilibrio. El ortodoxo ministro de Hacienda brasileño Joaquim Levy, graduado de la Universidad de Chicago, dejó en claro que el gobierno de Dilma Rousseff no utilizará las reservas internacionales para contener la fuerte caída del real.

En Brasil la debilidad de la moneda se exacerba por la crisis política que resquebraja la coalición gobernante y el descrédito por el escándalo de corrupción en Petrobras, que movilizó a la protesta callejera, en momentos en que el país debe abordar un ajuste fiscal luego de cuatro años de muy bajo crecimiento económico.

Argentina, aún ajena

Argentina juega al aislamiento. Las cercanía de las elecciones presidenciales refuerza la voluntad del Gobierno de congelar la actual coyuntura a cualquier costo, con controles sobre el mercado de cambios y las importaciones, factores que explican que el dólar para comercio exterior mantenga en un precio artificial de $8,785, con un ascenso de apenas 2,8% en el año, por debajo de la inflación. En un mundo que se redolariza no existe el problema de inflación en la magnitud argentina, aunque es un indicador que preocupa o, más bien, ocupa a los gobiernos.

El comercio “administrado” permite esa suerte de descalce de la economía local con el exterior. Sin embargo, los productos con los que Argentina gravita en los mercados mundiales valen menos por el ineludible giro del “viento de cola”. La soja cayó el viernes a u$s356 por tonelada, un 30% menos que doce meses atrás, y el maíz se operó a u$s147 la tonelada, un 22% menos en la comparación interanual. A la vez, por la dinámica cambiaria en los países de origen, se abaratan muchos productos que compiten con las manufacturas argentinas.

En el marco de un congreso organizado por el Banco Ciudad y la Universidad Di Tella, el presidente del BCRA Alejandro Vanoli aseguró que ante la devaluación del real la entidad “va a seguir con su política”, pues “el tipo de cambio en la Argentina es el correcto“, y expresó que lo continuará “administrando para mantener la estabilidad financiera y cumplir con el objetivo de desarrollo con equidad”. En el mismo foro, el economista Guillermo Calvo fue mucho más cauteloso, al estimar que “no son exagerados los temores” por un endurecimiento de la política monetaria de la Fed, que va a desencadenar “flujos de capitales” desde los países emergentes hacia los EEUU, como ocurrió hace 20 años con el Efecto Tequila.

“La recuperación de los EEUU podría generar una suba de tasas que en el corto plazo tendría un efecto negativo en la Argentina. Esto es una especie de Big Bang en que no sabemos para dónde van a saltar las cosas”, dijo Calvo. Consideró que “en el mediano plazo hay expectativas positivas para la Argentina”, pero advirtió que en lo inmediato ”el peor escenario es que se saque el cepo y se suban las tasas en los EEUU al mismo tiempo. Puede tener un efecto muy fuerte sobre la tasa de cambio y coordinar una fuerte salida de capitales” del país.

La apertura del “cepo” se llevó casi u$s4.000 millones

En un año de apertura parcial del “cepo”, las ventas minoristas insumieron casi 4.000 millones de dólares: desde el 27 de enero de 2014, cuando se flexibilizaron las restricciones cambiarias, la AFIP autorizó operaciones por u$s3.357,8 millones para atesoramiento y u$s541,6 millones para turismo.

Después de la devaluación del peso impulsada por el Banco Central en enero de 2014, que significó la mayor apreciación del dólar oficial desde la salida de la convertibilidad, la AFIP y el Banco Central dispusieron la apertura parcial del “cepo” cambiario, que prácticamente mantenía paralizadas las ventas al público desde el 31 de octubre de 2011. En el transcurso de un año se efectivizaron unos u$s3.899,4 millones, y si se toman en cuenta las operaciones validadas, este monto se extendió a u$s4.373,4 millones: u$s3.705 millones en concepto de ahorro y u$s668,4 millones por viajes al exterior.

Si bien son numerosos los factores que inciden en el ingreso y egreso de divisas a las arcas del Banco Central, este monto de demanda minorista representó un 13,6% del total de reservas que contabilizaba la entidad al 27 de enero del año pasado (u$s28.704 millones) y el 12,4% de estos activos internacionales informados hasta el lunes, de 31.276 millones de dólares. Fue un importante sacrificio de fondos líquidos para descomprimir la oferta minorista.

El incremento de la inflación en torno al 38% en los últimos doce meses, según datos de consultoras, superior al aumento promedio de los salarios fijado por paritarias (un 29,7%, según el Ministerio de Trabajo), erosionó el excedente de pesos en manos del público y ayudó a enfriar la demanda por la divisa en el mercado formal.

No obstante, el ostensible atraso cambiario resultado de un aumento del dólar oficial muy por debajo de la inflación pulverizó una eventual pérdida de capacidad de ahorro en dólares de los asalariados. En el promedio de casas de cambio y bancos del microcentro porteño, la divisa para la venta subió apenas un 8,2% desde el 24 de enero del año pasado hasta este lunes, de 8,02 a 8,68 pesos. En proporción similar, el dólar mayorista o interbancario, referencia para todos los circuitos del mercado y tipo de cambio para las operaciones de comercio exterior, avanzó apenas un 7,7%, desde 8,01 a 8,6275 pesos. En la plaza mayorista es el Banco Central el que determina las cotizaciones, a través de las operaciones de regulación de liquidez propias de un régimen cambiario de flotación administrada.

De esta forma, las ventas para turismo y ahorro se estabilizaron bien por encima de los u$s400 millones mensuales, mientras que nueve de cada diez de esos dólares fueron retirados de los bancos. Esto quiere decir que los particulares están dispuestos a pagar el recargo del 20% sobre la compra de dólares para tenencia, como anticipo del Impuesto a las Ganancias, a cambio de “fugar” sus billetes del sistema financiero.

La apertura parcial de la venta de divisas al público reportó un triunfo al Gobierno, al haber contribuido a limitar la evolución alcista del dólar paralelo. En el mercado “blue” avanzó apenas 16,7% desde los $11,70 del viernes 24 de enero de 2014 a los $13,66 del lunes. La brecha entre el dólar oficial y el informal en torno al 60% fue aprovechada por muchos ahorristas, que se hicieron de un “plus” en su sueldo de bolsillo, al adquirir divisas en la plaza formal y venderlas en la informal.

Las autoridades dan vía libre a esta operatoria para conseguir el objetivo de “desinflar” los precios en el mercado negro a través de una oferta más abundante y la competencia de un dólar oficial a todas luces percibido como barato. Esta victoria es costosa, pues además de la pérdida de reservas exige el mencionado atraso cambiario, eficaz en lo inmediato, pero que alimenta la expectativa de otra fuerte devaluación en próximos meses.

La inflación renueva la presión sobre el dólar

La mayor parte del esfuerzo que realizó el BCRA para reducir en los últimos meses el atraso cambiario está siendo consumido por la inflación, que se estabiliza en un 2% mensual, el ritmo que promedió durante todo 2013.

El dólar mayorista o interbancario, referencia del comercio exterior, se ubica en 8,145 pesos. En este mercado interviene el Banco Central para sumar divisas a sus reservas o bien para proveer de dólares cuando la oferta exportadora es escasa. De ese modo regula el precio, en un marco de “flotación administrada”. Esta cotización avanza en el año 24,8% (desde los $6,523), con un incremento que se concentró en los últimos días de enero, y la ventaja inicial que consiguió respecto de la inflación general se debilita con el paso de los meses.

Entre enero y mayo la inflación acumulada según el índice Congreso -un promedio de estimaciones de diversas instituciones que difunden legisladores de la oposición- llegó al 18,06 por ciento. Distintos estudios señalan que en junio se situó en torno al 2%, lo que deja para los primeros seis meses del año un acumulado del 20,4 por ciento. El IPC-CABA, que elabora la Dirección de Estadísticas del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires en base a precios en ese distrito, acumuló un 22,6% entre enero y junio.

En la medición interanual, el dólar mayorista avanzó un 50,6%, por cuanto la devaluación oficial todavía da un margen de maniobra al Banco Central para no precipitar un salto de la cotización de la divisa, aunque la progresión del promedio de precios acorta los tiempos y es improbable que el Gobierno pueda eludir otro ajuste del tipo de cambio antes de fin de año.

Según la consultora Elypsis, que dirige Eduardo Levy Yeyati, “a un año corrido nuestro índice de precios al consumidor registra un aumento de precios acumulado de 40 por ciento. Según los resultados del último relevamiento, se refuerza nuestro pronóstico de una inflación de 35% para 2014”. El IPC-CABA acumuló entre junio de 2013 y junio de 2014 un 40,2 por ciento. Para el sitio Inflación Verdadera, en doce meses la suba de precios minoristas fue de 39,7%, y de 21,19% sólo en el primer semestre de 2014.

Mientras la autoridad monetaria procura estabilizar al dólar en un delicado nivel de equilibrio que no atente contra las exportaciones y a la vez no destruya las importaciones necesarias para sostener la actividad, debe atender la parte que le toca en cuanto a inflación, debido a que la suba de tasas para absorber la liquidez excedente de pesos ejerce una influencia contractiva en la economía que le baja la fiebre a la remarcación de precios. “Está claro que la política monetaria absorbiendo pesos con deuda (LEBAC y NOBAC) es una aspirina, un paliativo. Acá, el verdadero remedio contra la inflación, que es bajar el déficit fiscal, está ausente”, sintetizó Rodolfo Santangelo, de M&S Consultores, en diálogo con InfobaeTV.

Todavía no es oportuno definir si la inflación se está desacelerando, como afirman desde el Palacio de Hacienda, puesto que si bien en el segundo trimestre moderó su ascenso respecto del primero, esta tendencia se replica todos los años por factores estacionales. El turismo y la mayor cantidad de dinero circulante por el cobro del medio aguinaldo y las bonificaciones de fin de año impulsan los precios en enero, mientras que el retorno a clases de marzo incide en rubros sensibles como educación e indumentaria.

“En definitiva 2014 y 2015 serán años para enfrentar diversos escenarios con la evolución del dólar oficial y blue. El valor ideal de equilibrio del tipo de cambio quizás hoy esté cerca de 9,5 pesos. Un primer escenario es el que plantea que seguirá un proceso gradual de devaluación al ritmo de la inflación que dejaría un dólar cerca de $9,3 a fines del 2014”, evaluó el economista Eduardo Fracchia, del IAE Business School. Por ahora, la escalada de precios le pone más presión al dólar y recién en diciembre quedará claro si la fuerte devaluación que impulsó el Gobierno tuvo algo más que un efecto nominal para cubrirse de una inflación a la que, en términos reales, apenas iguala.

Al BCRA le espera un duro segundo semestre

La última semana trascendió que el Banco Central solicitó que las entidades financieras requieran a las empresas clientes que por cada dólar comprado para girar dividendos y utilidades al exterior, “calcen” esas operaciones con un monto equiparable en divisas por exportaciones. Esta medida, que no fue comunicada por escrito, se enmarca en el aún vigente “cepo” cambiario y deja entrever cómo la atención del BCRA no puede apartarse del cuidado de las reservas, ante un segundo semestre con varios escollos para afrontar con ese preciado activo.

Las divisas del BCRA serán necesarias para cancelar deuda por 2.300 millones de dólares. Corresponden a unos u$s650 millones en julio, por el pago inicial al Club de París en concepto de capital, y u$s1.650 millones por intereses de títulos públicos en moneda extranjera. Es un monto reducido, pero hoy representa casi 8% de las reservas internacionales y deberá desembolsarse en un lapso de seis meses en el que no abundará la liquidación de exportaciones del agro.

Un inconveniente extra presenta la decisión desfavorable de la Corte Suprema de los EEUU, que rechazó intervenir en la causa que llevan adelante los holdouts y dejó firmes las sentencias contra la Argentina. Surge así un impedimento para el pago de u$s228 millones de intereses del bono Discount emitido con ley de Nueva York, que pondrá al país frente a un escenario de default el próximo 30 de junio, irregularidad que de concretarse tomará meses revertir, en un “revival” de zozobra financiera, debido a que los litigantes podrían obtener órdenes de embargo sobre los fondos que se quieran transferir a Nueva York para honrar los vencimientos.

Aún cuando el déficit de divisas por los rubros turismo y automotriz se redujo en forma abrupta en 2014, hasta diciembre será imperioso el uso de los dólares del Central para importaciones de energía. En el segundo semestre de 2013, las compras de hidrocarburos en el exterior demandaron unos u$s5 mil millones, y las de electricidad, otros 2 mil millones. Es improbable que estas necesidades se reduzcan este año y, por el mismo motivo, serán un lastre para el ingreso neto de divisas a la economía local.

De hecho, es llamativa la dificultad del Banco Central para incrementar sus activos durante el denominado “trimestre dorado”, que acapara el mayor ingreso de dólares comerciales. Abril, mayo y junio integran el período fuerte de liquidación de exportaciones del complejo cerealero oleaginoso.

En abril, los activos internacionales habían subido u$s1.213 millones, con compras netas de la entidad por u$s2.640 millones en el mercado mayorista. En mayo habían aumentado sólo u$s322 millones (con compras por u$s1.420 millones), mientras que en la primera quincena de junio suman un saldo de u$s289 millones (con compras por u$s560 millones). Las reservas alcanzan hoy los u$s28.831 millones, un 5,8% menos que en el cierre de diciembre pasado.

Una abultada deuda en pesos

La autoridad monetaria también deberá atender el frente interno, pues hasta fin de año hay vencimientos de LEBAC (letras en pesos de la entidad) por $135.827 millones, un 37% de la Base Monetaria, ahora en 364.532 millones de pesos. Sólo hasta agosto vencen $72.138 millones (20% de la Base Monetaria). En la medida que la entidad que conduce Juan Carlos Fábrega renueve los vencimientos, como estos se pactan a un plazo de 90 a 120 días, se irán acumulando hacia fin de año, con un volumen tal que cobrarán una peligrosa dinámica expansiva e impedirán especular con una baja de tasas para darle aire a la actividad económica.

Sucede que un regreso de la híper liquidez va a alimentar la inflación y ejercer una fuerte presión alcista sobre las posiciones dolarizadas, como títulos públicos en moneda dura y acciones como Tenaris, Petrobras Brasil e YPF, las más negociadas en el exterior y muy utilizadas en la operatoria de “contado con liquidación”. Este movimiento alcista se contagiará al aún aletargado dólar marginal.

Estas tasas elevadas, en torno al 28% anual, permitieron contraer la Base Monetaria (-3,6% en el año) con la colocación de letras y contribuyeron a la desaceleración de la inflación respecto del pico de enero (tendencia en la que coinciden el INDEC y las estimaciones privadas), además de detener una escalada del dólar “blue”. Sin embargo, hubo un inevitable efecto recesivo al encarecer el crédito, que se sumó al impacto de la devaluación y la caída del poder adquisitivo de los salarios que las paritarias no lograron recomponer. Sea con inflación o recesión, es la economía real la que paga las consecuencias de un déficit fiscal financiado con emisión y que el Gobierno se niega abordar.