El mundo profundiza la devaluación frente al dólar

Postales de la última semana: colas en Venezuela para comprar alimentos; colas en Suiza para cambiar euros por francos. Las coyunturas de estos países se oponen, pero estas imágenes están unidas por una razón: el movimiento convulso de las variables financieras que marcan con el sello de la volatilidad al 2015 y enfrentan a las sociedades a escenarios inéditos desde la crisis financiera de 2008.

La recuperación económica de los EEUU en 2014, con un alza del PBI sobre 3,5% y una sólida caída en el desempleo a 5,6% -el menor desde 2008-, solapó la frágil evolución de la actividad económica en otros países. La inesperada decisión de Suiza de salirse de la “convertibilidad” de su codiciada moneda con el euro, que fijaba un piso de paridad de 1,20 francos suizos por moneda comunitaria, provocó una apreciación del 20% al despertarse la demanda de la divisa helvética como refugio de valor por excelencia. La contracara es la debilidad del euro, indicio de que varios miembros de la Unión Europea transitan el estancamiento económico con alta desocupación, y que suman en los últimos meses la deflación, característica agravante de procesos recesivos. La moneda única bajó de u$s1,15 por primera vez desde 2003 y en los recintos bursátiles ya se anticipa un inminente “uno a uno” entre el dólar y el euro.

La Argentina continúa ensimismada en su contexto interno, pero en los próximos meses serán esas condiciones externas las que van a incidir de una u otra forma la política económica nacional.

En la agenda de próximas novedades, el 22 de enero se espera que el Banco Central Europeo decida un programa de compras de bonos, una iniciativa que profundizará la depreciación del euro e intentará dinamizar la economía de la zona euro y mejorar su competitividad exportadora. EEUU y otros países centrales utilizaron en el pasado reciente esta “laxitud” monetaria en busca de reactivación.

En nuestra región, Venezuela muestra la faceta más dramática del cambio de ciclo emergente. La caída del petróleo aceleró el deterioro de los indicadores económicos y financieros, potenciados por los errores de gestión del gobierno bolivariano. El precio promedio del crudo venezolano quebró el piso de u$s40 por barril, menos de la mitad que los u$s88,42 que promedió en 2014 y los u$s98,08 de 2013. El petróleo aporta nueve de cada diez dólares que ingresan a un país muy dependiente de las importaciones, como refleja su escasez de alimentos y productos básicos.

La caída de las cotizaciones de las materias primas se correlaciona más allá de los fundamentos propios de cada mercado. La soja se opera a precios de julio de 2010, el crudo y el cobre se sitúan en valores de abril de 2009 y el oro, de septiembre de 2010. Es la reacción a una apreciación generalizada del dólar contra otras divisas: frente al real brasileño fue de 12% en los últimos doce meses; 12,5% contra el yen japonés; 17,8% contra el euro; 92,2% frente al rublo ruso; 16,3% frente al peso chileno y 20,6% comparado al peso colombiano. China parece una excepción: el dólar sólo subió 2,6% en un año frente al yuan.

En esta etapa de la “guerra de monedas”, las devaluaciones se suceden y encadenan como una barrera contra las importaciones antes que una estrategia para mejorar las ventas al exterior, pues los gobiernos apelan a este mecanismo de defensa del empleo local como respuesta urgida a las devaluaciones ajenas. Sin embargo, es una salida de corto plazo que al replicarse de un país a otro genera un círculo vicioso, pues no hay crecimiento económico sostenido sin apertura comercial. La fortaleza de una moneda depende de la solidez y productividad de la economía del país que la emite, más que de las reservas de sus bancos centrales. En el mismo sentido, el consenso inversor busca activos financieros de economías que demuestren consistencia y generen expectativas favorables de expansión.

La directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) descartó que el crecimiento de los EEUU –que representan el 22% del PBI mundial- y la caída del crudo, por sí solos puedan motorizar a la economía global en 2015. Christine Lagarde trazó un panorama de baja inflación y bajo crecimiento en la Eurozona y Japón, efectos negativos de los bajos precios de la energía sobre países productores como Nigeria, Rusia y Venezuela, con “enormes presiones sobre sus divisas”. Para otras economías emergentes, grupo al que pertenece la Argentina, la directiva del FMI anticipó este año “un triple golpe por la combinación de un dólar más fuerte, tasas de interés globales más elevadas y una mayor volatilidad de los flujos de capital“.

El dólar impone la agenda

Que el precio del dólar en el circuito marginal finalizara al borde de los 14 pesos este lunes es un dato a tener en cuenta, pero no el único ni el más importante. Con mínimos negocios en la plaza, otros indicadores condicionaron el movimiento de las variables cambiarias, de las cuales el “blue” es apenas una referencia. El estancamiento de las negociaciones para revertir el default selectivo empezó a marcar el tiempo de descuento para la política cambiaria del Gobierno y muestra de ello es que el Banco Central decidió desandar el paso en falso que significó el recorte de 1% en las tasas de interés para sus colocaciones de Letras y Notas (LEBAC y NOBAC).

Aunque la caída de la tasa a 26% anual fue moderada, aquella jugada agregó una fuerte e involuntaria dosis de pesos a la demanda sobre el dólar en todas sus variantes. La divisa marginal, que el 11 de agosto se situaba en $12,80, trepó un 9% en dos semanas, a los actuales 13,98 pesos. El dólar “contado con liquidación”, que se deduce de los precios de los activos en operaciones bursátiles, ganó 15,9% en ese período, desde los $10,66 en promedio a los 12,36 pesos.

El Banco Central había decidido poner un freno a la suba de tasas para inyectar algo liquidez a una economía que se enfría y limitar el creciente costo del crédito. Pero la presión sobre el dólar y las consecuencias inflacionarias de este flujo de pesos obligaron a definirse por el mal menor para el desempeño económico, amenazado simultáneamente por la recesión y el alza de precios.

Entre los que opinan que un dólar a $14 puede ser razonable están aquellos que miran la variable del dólar “convertibilidad”, que se calcula al dividir la cantidad de pesos establecida por la Base Monetaria por el monto en divisas de las reservas internacionales. Este tipo de cambio implícito asciende a los $13,51, entre reservas por u$s28.953 y una Base Monetaria de $391.070,1 millones, según los datos más recientes del BCRA, al 15 de agosto último.

Este resultado tiende a ampliarse debido a que los activos internacionales de la entidad retomaron la tendencia declinante que habían revertido en febrero. Este lunes, las reservas bajaron a u$s28.685 millones, para acumular en las tres últimas jornadas cambiarias una pérdida de u$s264 millones, casi un 1% menos. Aún con estabilidad de la Base Monetaria, que probablemente tenderá a expandirse hacia fin de año, el dólar convertibilidad de hoy se ubica en 13,63 pesos.

En la baja de reservas también está incidiendo la caída de depósitos en dólares, que la semana operativa del 11 al 15 de agosto retrocedieron u$s52 millones, para recortar a apenas u$s62 millones el incremento de estas colocaciones en el año. También adquieren peso las ventas a minoristas para “atesoramiento”, que en agosto ya alcanzaron un récord mensual de 213 millones de dólares.

Al borde del “stress cambiario”

Además de la propia cesación de pagos, que golpea en las expectativas sobre la economía en general, los precios de acciones y bonos, y las previsiones de mayor devaluación, otro indicador externo adquiere incluso mayor relevancia: el derrape de las cotizaciones internacionales de los granos y sus derivados industriales, sector que representa uno de los puntales del PBI nacional y que es el que más divisas aporta al país por su balance comercial netamente superavitario.

Por ejemplo, la soja para noviembre, que es el contrato más operado en las últimas semanas, descendió a su valor más bajo del año, a u$s377,95 por tonelada en el mercado de Chicago, casi 20% por debajo de las cotizaciones de enero. Las posiciones de vencimiento más próximo, para septiembre, cedieron este lunes un 3,7%, a 413,64 dólares. El bajón de precios y la expectativa por una suba del dólar oficial también están afectando a la liquidación de exportaciones del agro, que la última semana descendieron a su menor monto del año, a un promedio de u$s63 millones diarios. El economista Eduardo Levy Yeyati, director de Elypsis, advirtió que ”la reciente caída en la liquidación de divisas es un anticipo del stress cambiario que puede experimentar el balance de pagos durante el segundo semestre del año”.

La percepción de atraso cambiario es un fenómeno que desalienta las ventas externas de productores, cerealeras e industrias afines. Desde la devaluación de fines de enero a esta parte, el dólar en el mercado mayorista, que rige las operaciones de comercio exterior, subió sólo 5,1% en siete meses, mientras que la inflación subió entre 14 y 20 por ciento en el período.

Para contener una escapada del dólar informal, las autoridades cuentan con un instrumento muy útil: el dólar “bolsa” o MEP (Medio Electrónico de Pagos). Este tipo de cambio formal se obtiene a partir de la compra de bonos en el mercado bursátil local, para venderlos en dólares tras un plazo no menor a las 72 horas. Por esta operatoria legal, aunque poco conocida por el común de los ahorristas, cursada a través de alguna sociedad de Bolsa autorizada, se depositan las divisas en una cuenta registrada dentro del país.

A través de organismos como la ANSeS, cuya tenencia de títulos es muy importante y su mesa de dinero es la más activa en la plaza bursátil, el Gobierno puede intervenir directamente en las cotizaciones -e indirectamente sobre el dólar- al activar compras o ventas en volúmenes que definan la tendencia del mercado. Este dólar hoy se sitúa en $13,26, con un alza de 16,3% sólo en agosto, desde los $11,40 en que se situaba cuando el país recayó en cesación de pagos a fines de julio.

El experto en mercados de capitales Jorge Garbarino expresó por Desde la Bolsa en Directo que “el dólar está lejos del valor real que debería tener. El Gobierno tiene algunas herramientas para menguar temporariamente esta corrida que pueda tener el billete, como es el dólar MEP, que no deja de ser una alternativa barata. Está resultando hasta 7 u 8 % por debajo de conseguir las divisas en el mercado paralelo para grandes operaciones, pero aún para las pequeñas. Casi diría que junto con las tasas de interés del Banco Central, no hay otra alternativa para amansar un poco al dólar que este sistema que le está dando la posibilidad al público de hacerse de un dólar más barato que el informal, justamente para que no se vaya a ese mercado”.

El atraso cambiario de 2013 aceleró la salida de dólares

En el informe sobre Evolución del Mercado Único y Libre de Cambios y Balance Cambiario, el Banco Central brindó esta semana una radiografía de la salida de dólares que marcó a fuego la economía argentina a lo largo de 2013 y se convirtió en la más elevada en 12 años.

El forzado atraso cambiario, que mantuvo al dólar oficial en un precio estimado como bajo por los ahorristas, incentivó consumos con tarjeta y viajes al exterior, la venta de autos en general y de vehículos importados en particular. La mayor demanda de combustibles también precisó de mayores importaciones de energía. Estos ítems explican una alta proporción de salida de divisas del país y pueden interpretarse como una concesión del Gobierno a la clase media, en el marco de un año electoral en el que se optó por postergar los ajustes y estimular la actividad económica a fuerza de sacrificar reservas del BCRA.

El dólar oficial promedió en 2013 los 5,51 pesos. Comenzó el año en $4,92 y concluyó en $6,53, con una ganancia en doce meses de 32,8%, que superó la inflación, pero no alcanzó a recomponer el deterioro del poder de compra de la divisa norteamericana en el mercado local, acumulado a partir de la crisis del campo, en 2008.

El BCRA explica que la demanda bruta por turismo y viajes y pasajes al exterior “alcanzó un récord de unos u$s10.300 millones”. Para comprender su magnitud, se trata de un monto superior a los u$s9.024 millones que dejó el superávit comercial de bienes en todo el año. Al contabilizar los ingresos por turismo receptivo, el déficit sectorial finalizó en un nivel récord de 8.700 millones de dólares.

En el caso de las automotrices, el saldo negativo por insumos, piezas y unidades terminadas alcanzó en 2013 el récord de los u$s8.200 millones, justamente producto del gran año de ventas que atravesaron las terminales radicadas en el país.

Según ADEFA, la producción nacional automotriz finalizó con un crecimiento del 3,5% respecto de 2012, aunque las ventas a concesionarios crecieron un 16,1% en el año, por lo que se infiere que la diferencia fue cubierta por unidades importadas (se vendieron un 26% más que en el año anterior). Además, en los vehículos nacionales el componente importado asciende a un 70% en promedio, por cuanto el rojo comercial del principal rubro importador es inevitable con un elevado nivel de demanda como el del año pasado. Según ACARA, se patentaron 955.023 unidades 0 kilómetro en 2013.

La aceleración inflacionaria promovió la adquisición de autos como una forma de ahorro, ante alternativas con tasa de retorno negativas en el mercado financiero, como pueden ser los plazos fijos. A la vez, un tipo de cambio estimado como bajo permitió el ingreso de vehículos importados a un precio relativamente barato para la percepción de un usuario argentino. En contrapartida, desde enero el aumento de los impuestos internos de hasta un 50% para autos de más de $170.000 y la devaluación del peso elevaron los precios de tal manera que ya se espera un año de contracción para este mercado. Un remedio amargo para detener la salida de dólares en este rubro.

En cuanto a los pagos con tarjeta en el exterior, que incluyen las compras a través de sitios web, la salida de divisas se duplicó a u$s2.600 millones, desde los u$s1.200 millones de 2012. Desde enero, la AFIP restringió el ingreso de objetos físicos por esta modalidad a dos transacciones por persona por año y sólo se permitirán operaciones por hasta 25 dólares anuales sin impuestos.

Las distintas empresas vinculadas al sector energético registraron pagos de importaciones por u$s12.412 millones, un alza interanual del 16%, frente a registros de exportaciones por u$s5.934 millones, con un balance negativo de unos 6.500 millones de dólares. En cuanto a la industria química, el déficit comercial fue de unos 4.700 millones de dólares.

Estos canales de salida de divisas consolidaron la caída de reservas del Banco Central. Según el informe diario de la entidad, ésta alcanzó en 2013 los u$s12.691 millones, mientras que en el balance cambiario, con un ajuste por “tipo de pase y valuación”, la pérdida fue de 11.825 millones de dólares. Con estas cifras, se trató de un recorte de los activos líquidos de la entidad de un 29%, una sangría que no tenía registro desde 2001, cuando con un colapso económico en ciernes -y sin “cepo” cambiario-, las reservas restaron u$s19.000 millones o 55,5 por ciento.

En 2014, el Gobierno ya dio señales de mayor control a la salida de divisas. La devaluación encareció las importaciones, además desalentadas por la política de autorizaciones de la AFIP, y mejoró el perfil de los rubros exportadores. La carga impositiva sobre los autos puso paños fríos al rubro fabril de mayor protagonismo y el turismo al exterior fue gravado con un 35% como anticipo del pago de Ganancias. Están dadas las condiciones para que este año sea más proclive al cuidado de los dólares que al crecimiento económico.

Insostenible en el corto plazo: las reservas cayeron 9% en enero

El primer mes del año fue largo y agitado en términos financieros, con un resultado amargo y preocupante en cuanto a la expectativa de solvencia de la Argentina: las reservas internacionales del Banco Central cayeron u$s2.500 millones, en su pérdida mensual más abultada desde enero de 2006 cuando, por la cancelación total de la deuda con el FMI, se redujeron 29,9%, desde los 28.077 millones a los 19.689 millones de dólares.

Según datos preliminares de la entidad monetaria, desde el cierre de 2013 las reservas cayeron 8,2%, a 28.100 millones de dólares. Sin embargo, esta pérdida podría ampliarse a un 9%: según el dato consolidado de reservas al 29 de enero -difundido el viernes- éstas se situaron en u$s28.201 millones, unos 320 millones por debajo de la cifra provisoria informada ese día (u$s28.520 millones). Por lo tanto, el martes 4 de febrero se conocerá el número definitivo.

Mucho más que la inflación o el ascenso del dólar blue, es el nivel de activos líquidos en el Banco Central el indicador que moviliza las decisiones de los agentes financieros. Esta percepción de que las reservas se diluyen a un ritmo cada vez más veloz también dio empuje a medidas de política económica impensadas en los más de 10 años de administración kirchnerista, y menos aún con el perfil de un economista como Axel Kicillof en el Palacio de Hacienda.

Frente a un déficit primario que se multiplicó por cinco en 2013, a la par del ascenso de los precios minoristas, el Gobierno optó por la receta ortodoxa, no sin antes acusar a “grupos económicos poderosos” por incentivar la inflación, y a productores agropecuarios por “amarrocar” stocks de soja por un monto entre 27.000 y 30.000 millones de dólares, tal como declaró el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich.

En ese presente, desde Economía y el Banco Central avanzaron en la mayor devaluación del peso en 12 años y en una suba de tasas hasta acercarlas a la inflación real, que apunta a captar pesos e, inevitablemente, encarecer el crédito y enfriar la economía.

Sin embargo, las reservas del BCRA ceden en forma más veloz que los efectos concretos de las medidas implementadas. El dólar oficial a ocho pesos todavía no conmueve a los exportadores del complejo cerealero-oleaginoso, que activan ventas a menor ritmo que en 2013 y 2012. Fruto de este conflicto es que el dólar informal apenas cede y se sostiene entre los 12 y 13 pesos, un valor insospechado hace apenas un mes atrás.

En el sector financiero dieron su veredicto: el riesgo país aumentó 36% y se arrimó a los 1.100 puntos básicos, sobretasa que aleja al Estado y a las empresas argentinas de la opción de obtener financiamiento en los mercados internacionales. El Credit Default Swap o seguro contra una eventual cesación de pagos subió 60%, hasta los 2.700 puntos, como síntoma de desconfianza sobre la futura capacidad de cumplimiento de las deudas públicas y privadas. La cotización de las empresas argentinas cayeron en torno al 20% en dólares y el valor bursátil de YPF recortó un tercio desde el arranque del año.

La flexibilización del “cepo” al dólar, que permite las compras de particulares para atesoramiento es, en este caso, un modesto gesto político y un dato anecdótico más que una referencia útil para desentrañar el futuro económico de 2014. En cinco jornadas operativas, las ventas minoristas concretadas -previa autorización de la AFIP- ascendieron a u$s95 millones, cuando en el período, las reservas cedieron diez veces más: 963 millones. No obstante, habrá que estar atentos a lo que ocurra durante febrero con esta apertura, una vez cobrados los sueldos, porque es de prever que aumentará la demanda de divisas muy por encima del nivel de enero.

Desde todo punto de vista, ya asoma un ajuste que se extenderá a toda la ciudadanía, tanto en el ámbito privado como en el gubernamental, producto de la licuación de salarios y deudas en pesos por efecto de la inflación, el encarecimiento del crédito en dólares, la pérdida de poder adquisitivo a la que contribuirá la devaluación y una restringida posibilidad de mejorar los ingresos por una actividad económica previsiblemente recesiva.

El salario es la única “ancla” que modera la inflación

Hace casi 40 años, el 14 de enero de 1974, Juan Domingo Perón pronunció una frase que quedó en la memoria colectiva: “Los precios suben por el ascensor y los salarios por la escalera”. Esa sentencia tenía un contexto: el entonces Presidente de la Nación habló al país por cadena de radio y televisión para relanzar el Pacto Social de 1973, iniciativa política rubricada por el Gobierno, la industria y los sindicatos para impulsar el crecimiento y mitigar la inflación.

Textualmente, Perón expresó: “Se ha tratado de un convenio colectivo de alto nivel en el que se han comprometido las fuerzas del trabajo, los empresarios y el Estado. Su estabilidad representa el equilibrio indispensable para dominar el flagelo moderno, la inflación, provocada por un desacuerdo permanente que ocasiona una carrera desenfrenada entre precios y salarios, en el que los primeros suben por el ascensor y los salarios por la escalera, según una aserción popularizada por la experiencia largamente vivida”. Entre diversos puntos, aquel Pacto Social estableció un congelamiento de precios, dispuso un alza general de salarios y acordó la suspensión de la negociación colectiva por dos años, con el compromiso de cesar los conflictos laborales.

Cuatro décadas después queda la impresión que pocas cosas se modificaron en la Argentina en materia económica: otra vez debatimos sobre la distribución del ingreso, la carestía de precios, el déficit fiscal, la necesidad de cambios estructurales en la industria para hacerla competitiva y la captación de una parte de la renta agrícola para financiar el desarrollo de otros rubros productivos. Como en 1974, la inflación, la suba del dólar y el peso del déficit energético representan un lastre para la actividad económica.

Desde hace ocho años que el alza de precios está cómoda en dos dígitos y se acelera a un ritmo que atenta contra la mecánica de las paritarias. Aunque la Argentina está lejos de una hiperinflación, las negociaciones salariales anuales quedaron perimidas y varios gremios plantearon realizarlas dos veces al año, con periodicidad trimestral o con una “cláusula gatillo” para que se apliquen aumentos estipulados después de determinado incremento de precios.

Una recomposición salarial por debajo de la inflación real es un ajuste –por más que en los despachos oficiales rehúyan del término- y una señal disuasiva frente al recalentamiento de los precios minoristas pues, con el costo social que implica y el efecto nocivo para la actividad, la pérdida de poder de compra se convierte en uno de los pocos factores que moderan las expectativas inflacionarias. Las estimaciones privadas registran una inflación acumulada en 2013 en torno al 27%, superior al Índice de Salarios del INDEC que suma desde diciembre de 2012 a noviembre de 2013 un incremento promedio de 26% para empleados públicos, privados e informales. El año pasado, las negociaciones paritarias concluyeron con una suba promedio de sólo 24 por ciento.

Un informe del Banco Ciudad señala que “la de noviembre (de 2013) resultó la quinta caída mensual consecutiva de los salarios reales del sector privado registrado y, considerando la aceleración inflacionaria de diciembre, el año pasado habría finalizado con una contracción del poder de compra de este segmento cercana al 2 por ciento”. El informe de la entidad concluye que sería el segundo año con caída real del salario, tras haber disminuido casi un 1% en 2012.

Los economistas se refieren al “anclaje de expectativas inflacionarias” como el manejo de distintas variables que tienden a atenuar la escalada de precios. Es curioso que después de un período en el que se profundizaron los controles, congelamientos y acuerdos con cadenas comerciales y proveedores, la inflación no se redujo: avanzó más fuerte. En este caso, el “ancla” para acotar la inflación no funcionó. El déficit del Gobierno lo obliga en 2014 a ser promotor de inflación, a través de un encarecimiento del transporte público y los combustibles. Uno de los objetivos del congelamiento de tarifas había sido el de la contención de precios.

El Gobierno renunció en los últimos meses a otro precio que actuaba como “ancla”: el del dólar oficial, que trepó 32,5% en 2013, su máximo aumento desde 2002. Muchos precios internos se fijan con el dólar como referencia, pero una tasa de cambio artificialmente baja incentiva la fuga de capitales. La salida de divisas de 2011 no sólo inspiró el “cepo” cambiario, también tentó a restringir importaciones, otro recurso útil para poner límite a las remarcaciones. Si la falta de una política integral contra inflación no se puede reemplazar con atraso cambiario, menos aún con devaluación.

Con un Tesoro que contabiliza déficit primario por segundo año consecutivo y no accede al mercado de deuda, en el Ministerio de Economía se enfrentan al dilema de recortar el gasto público o generar más inflación, es decir transferir el costo del ajuste a toda la ciudadanía, porque al cubrirse el rojo fiscal con la emisión de pesos sin respaldo se traslada a precios esa sobreoferta de moneda, como se observa tanto en la proliferación de billetes de cien pesos como en su menguado poder adquisitivo.

La estampida del dólar arrasa con la estrategia del BCRA

El transcurso de un mes y medio fue desgastador para la gestión de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central. Los diversos esfuerzos que el directivo dispuso detrás del objetivo de rectificar en forma paulatina las variables del mercado de cambios tropezaron con la dura realidad de problemas macroeconómicos que sobrepasaron su rol de fijar las políticas cambiaria y monetaria, con un déficit público sostenido con emisión y una inflación creciente. Así, la contención del precio del dólar paralelo, la reducción de la brecha entre cotizaciones y la recuperación de reservas esbozadas en diciembre fueron apenas un breve espejismo.

En primer término, el dólar blue se desbocó y alcanzó un nuevo récord, al filo de los 11 pesos, con una demanda reducida, pero suficiente para dar impulso alcista a una plaza escasa de billetes. Se potenció además el movimiento especulativo de los vendedores de las “cuevas”, que aprovecharon la necesidad de efectivo de aquellos que planificaron sus vacaciones en el exterior y la abundancia de pesos por el cobro del salario de enero, el medio aguinaldo de diciembre y los “bonus” de fin de año, cuyo excedente se volcó a la cobertura en dólares. Con estas condiciones ya es difícil concebir un piso inferior a los 10 pesos para el dólar marginal.

Otro problema que esmeriló la estrategia del Central es el aumento de la brecha entre las cotizaciones oficial y libre, que se extendió a un preocupante 65 por ciento. En el pico de precios de mayo pasado ($10,45), este diferencial tocó el 100 por ciento. Luego, la fuerte iniciativa oficial, con presiones del entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno a cambistas, ventas de bonos en dólares para deprimir el “contado con liquidación” y una aceleración en la apreciación del dólar oficial, lograron recortar este rango a 48% a mediados de junio último ($7,90 del blue contra $5,35 del oficial) y conjurar un escenario financiero de alta tensión.

A la par de los cambios en el equipo económico se concretó la salida de Mercedes Marcó del Pont del BCRA y el arribo de Fábrega. El ex presidente del Banco Nación asumió con una brecha del 64% entre el dólar formal y el paralelo ($9,92 del libre frente a $6,05 del oficial). La intensiva venta de bonos en dólares en cartera de organismos públicos y la liberación de la operatoria llamada “dólar Bolsa”, para hacerse de divisas legales a través de una transacción bursátil, descomprimieron la demanda de la plaza marginal y la brecha se redujo al 47% el 3 de diciembre último ($9,13 del blue contra $6,18 del oficial). Sin embargo, esa estabilidad se diluyó un mes después, con el brutal salto de 8,9% u 89 centavos del dólar libre en apenas cuatro jornadas financieras de 2014.

Una evolución similar pudo observarse con las reservas del Banco Central, que alcanzaron un piso de siete años de u$s30.383 millones el 5 de diciembre pasado, para recuperarse hasta los u$s30.828 millones el 27 de diciembre. Fuentes del mercado de cambios atribuyeron a los buenos oficios de Fábrega, con su extensa trayectoria en el sistema bancario, esta recuperación de activos, en la que se capitalizaron los dólares ingresados a través de las Letras ofrecidas a las cerealeras, las inversiones de Chevron en Vaca Muerta y la colocación de bonos de YPF. Ese avance también se desvaneció en pocos días: hoy, las reservas líquidas del Banco Central se sitúan en u$s30.447 millones y cuantifican una caída de u$s1.339 millones desde que se modificó la cúpula de la entidad monetaria.

La dinámica cada vez más veloz de los precios de bienes y servicios –que incluyen al dólar- erosiona la eficacia de la intervención del Banco Central en la plaza mayorista para apurar la apreciación del dólar oficial. Desde el 20 de noviembre, con Fábrega al frente del ente emisor, la divisa oficial avanza 9,1% (desde $6,05 a $6,60), pero la competitividad cambiaria poco recupera con una tasa de inflación real estimada en 4% en diciembre y otro tanto para enero. Por eso, no es extraño que el dólar blue haya trepado un 10,1% en esas seis semanas.

Un 2014 al calor del dólar y la inflación

El dólar arrancó el año con mayor demanda y un recalentamiento de precios que lo empinó otra vez por encima de los 10 pesos. En dos jornadas operativas (jueves y viernes), saltó 25 centavos o 2,5%, hasta los $10,29, en un mercado que -hay que reiterar- es altamente especulativo y reducido, aunque obediente a ciertos fundamentos.

La consigna parece ser escaparle al “riesgo argentino” y no debe circunscribirse sólo a una demanda estacional de aquellos que viajan al exterior para pasar sus vacaciones. La compra de dólares es la búsqueda de refugio en un activo ligado a la dinámica financiera del exterior, en este caso de los EEUU -emisor de la divisa-, y su eventual estabilidad, para no quedar expuesto a la degradación del valor de la moneda doméstica.

Así como el dólar sube en la Argentina, fronteras afuera fue una apuesta conservadora e incluso perdedora. Por ejemplo, el euro ganó 2,2% contra el dólar en los últimos tres años (desde u$s1,3301 a u$s1,3595), cuando en nuestro país fue una defensa contra la inflación. En el trienio 2011-2013 el dólar ganó 152% si se toma la cotización libre o 65% si se toma la oficial, mientras que el promedio de acciones Merval acumuló un alza de 53% en pesos en ese lapso, en el que el aumento real de los precios minoristas estuvo próximo al 95%, según la estimación del sitio Inflación Verdadera.

Por eso es pertinente preguntarse si el dólar informal ya está caro o sigue barato. “El dólar a $10 es caro para la Argentina. Cuando vos ves los precios de la Argentina, a este dólar blue es un país barato. No se justifica un dólar tan alto, pero hay una estacionalidad”, opinó por Infobae TV el economista Federico Sturzenegger. Sin embargo, el mercado paralelo sigue ciertos indicadores que apuntalan la consistencia de este recorrido alcista. Uno es aquel aumento de la demanda de moneda norteamericana frente a una oferta estrangulada por los controles oficiales. Otro, es la relación cada vez más tensa entre reservas y pesos en circulación, por el efecto conjunto de la caída de activos líquidos en el haber del Banco Central y la intensa emisión de billetes.

Como es frecuente cada fin de año por el pago de salarios, medio aguinaldo y obligaciones de la administración pública, el BCRA inyectó en diciembre más de $37.000 millones, para completar el 2013 con una expansión de la Base Monetaria del 21,7%, a un máximo histórico de 374.056 millones de pesos. Con reservas por u$s30.828 millones al 27 de diciembre, resulta que en la economía local hay $12,13 por cada dólar.

La emisión de pesos sin respaldo no tendrá pausa en 2014, aunque probablemente se atenúe el ritmo de expansión (en 2012 había sido del 39% anual). Una muestra de ello es que la recaudación fiscal está creciendo a una tasa menor que la inflación real: un 22,2% interanual en diciembre, mientras que las necesidades de financiamiento del Gobierno se acrecientan.

Otro factor que contribuye a la apreciación del blue es el avance manifiesto de la inflación, a la que sondeos privados ubican en diciembre en torno al 4% y adjudican un aumento similar para el mes en curso.

Un nuevo acuerdo de precios para un centenar de productos básicos es una señal desalentadora que envía el Gobierno, luego de los dos experimentos fallidos para contener la inflación desde las consecuencias en lugar de las causas, durante la gestión de Guillermo Moreno en la Secretaría de Comercio. El 2014 será un año marcado por precios crecientes: el alza de combustibles, peajes y pasajes de transporte público son peldaños en este camino ascendente, con impacto inmediato en el bolsillo de los consumidores. A su vez, el ministro Julio De Vido anticipó que “los recortes de subsidios van a continuar y aquellos que más consuman van a tener menores subsidios”.

La devaluación oficial, cada vez más vertiginosa aunque distante del ritmo que cobra el dólar blue, sumará presión a esta expansión inflacionaria, por el encarecimiento de los productos importados medidos en pesos argentinos. A la vez, disminuirá la demanda ya de por sí restringida de artículos del exterior, cuya mayor oferta es uno de los instrumentos para mantener a raya los precios internos de productos homólogos fabricados en el país.

El “contado con liqui” ya es más barato que el dólar “turista”

La profundización de las intervenciones oficiales para ponerle un techo al dólar libre a través de la baja del llamado “dólar financiero”, combinada con la suba de la divisa oficial y las mayores imposiciones para el dólar “turista”, trajo una nueva distorsión al mercado de cambios: hoy el dólar “contado con liquidación”, a $8,46 en promedio, es más barato que el de referencia para los gastos en el exterior, a 8,53 pesos.

De esta forma, el dólar que se deduce de las operaciones con acciones y bonos argentinos permite adquirir divisas en forma legal a un precio 0,8% más bajo que el autorizado por la AFIP para pasajes, paquetes turísticos y gastos con tarjeta en el exterior. Esta ventaja es irrisoria, pero grafica los diversos “estados alterados” del mercado de cambios, ante la necesidad del Gobierno de fijar los distintos precios del dólar, en un marco de claro atraso cambiario y fuerte pérdida de reservas.

En los hechos, el “contado con liqui” es operado con más frecuencia por grandes inversores a través de agencias de Bolsa. Se obtiene por la adquisición de acciones y bonos argentinos en la plaza financiera local para venderlos en Wall Street, en dólares que quedan depositados en una cuenta en el exterior. Estas transacciones para la fuga de capitales son formales y no representan caída de reservas, pues implican un cambio de manos de activos  de tenedores locales a otros en el exterior, pero no una salida de dólares del sistema financiero argentino.

En el caso del dólar “turista”, hay que destacar que surge de la cotización oficial de la divisa más un 35% de recargo a cuenta del pago de Ganancias y Bienes Personales, lo cual significa que aquellos que tengan justificado el origen de sus ahorros pueden reclamar más adelante la devolución de los fondos abarcados por dicha tasa en concepto de tales impuestos.

En cualquier caso, el Gobierno interviene en el “contado con liqui” con la venta de acciones o bonos en dólares de la cartera de la ANSeS, posiciones que deprimen los precios en pesos de esos activos en la Bolsa local. Al dividir las cotizaciones en pesos por el precio en dólares en Wall Street de los mismos activos, resulta un tipo de cambio “financiero” más bajo. Ante la posibilidad de hacerse de divisas más baratas con una operación registrada, los agentes del mercado paralelo se ven obligados a bajar el precio del “blue”.

Sin embargo, estos movimientos cada vez son menos eficaces, ante la percepción generalizada de que el dólar libre va a mantener la tendencia alcista en 2014. La expectativa de que el billete verde superará pronto los 10 pesos es un obstáculo para desalentar la demanda en los niveles actuales e instar a una baja más abrupta de su precio en el corto plazo. Por ello, esta semana se advierte la brecha más amplia entre el dólar “blue” y el “contado con liqui”, de 1,24 peso o 14,6% cuando en meses anteriores distaban apenas unos centavos, es decir se genera una nueva distorsión en el panorama cambiario. Incluso, con “cepo” el “liqui” debería ser más caro que el dólar libre, pues al primero se aplica un spread mayor por tratarse de una operación formal.

La administración del Banco Central que conduce Juan Carlos Fábrega convalida una apreciación más decidida del dólar oficial que se complementa con el accionar de ANSeS para bajar el “contado con liqui” y así reducir paulatinamente el rango de precios de un mercado virtualmente desdoblado. El dólar oficial ya gana un 28,2% en el año, hasta los $6,32, mientras que el dólar financiero subió 24,2%, a 8,46 pesos. A comienzos de mayo, cuando del dólar libre marcó un récord de $10,45, el dólar financiero acumulaba una ganancia de 37,4% en poco más de cinco meses (desde $6,81 del cierre de 2012 a $9,36) contra sólo 6,1% del oficial (desde $4,92 a $5,22 el 8 de mayo).

Esta situación representa un desafío extra, pues por el doble rol que el Poder Ejecutivo atribuye a la entidad emisora, la involucra en el financiamiento del déficit del Tesoro con emisión, cuando se está reduciendo el respaldo con reservas de los pesos de la base monetaria. Según informó el Ministerio de Economía, los aportes extraordinarios que recibió el Gobierno treparon a $48.245 millones entre enero y octubre de 2013, de los cuales el 59,4% o $28.703,1 millones fueron girados por el Banco Central. En el mismo lapso, las reservas cedieron unos u$s10.000 millones o 23,2 por ciento. Esa emisión, que no es acompañada por una mayor demanda de pesos por parte de empresas y particulares, contribuye a la escalada inflacionaria, agrega tensión al frente cambiario y previsiblemente se canaliza en el mercado del dólar informal, resultados que contradicen el objetivo de poner coto al precio del dólar.

Cerrar la brecha, una tarea titánica para el BCRA

Desde que asumió Juan Carlos Fábrega en la presidencia del Banco Central, las intervenciones de la entidad impulsaron una aceleración en la apreciación del dólar oficial, complementadas con la venta de bonos en dólares en cartera de organismos descentralizados como la ANSeS para bajar el precio del “contado con liquidación”, el dólar de referencia para operaciones financieras con acciones y bonos, que influye en la cotización del dólar informal.

Por esta mecánica, la brecha entre el dólar oficial y el libre, que había alcanzado un nivel máximo del 100 por ciento cuando el “blue” llegó a $10,45 en mayo, se redujo hoy al 52,6%, un rango aún amplio, difícil de achicar y no exento de costos. Subir el dólar oficial apuntala un mayor avance de la inflación y la expectativa de una devaluación mayor, que retrasa la liquidación de exportaciones -a la espera de un tipo de cambio más ventajoso- y apura importaciones -ante un horizonte de dólar más caro-. Vender bonos o acciones para que bajen sus precios en pesos recorta al “contado con liqui”, pero es una práctica que no se puede sostener por mucho tiempo y que  sólo deprime al dólar libre en forma artificial y en el corto plazo.

Este proceso de “achique de brecha”, imprescindible para desactivar el “cepo” cambiario en algún futuro, tropieza con una inflación que se acerca al 27% anual, el porcentaje más alto de la administración kirchnerista, y con un ingreso modesto de dólares por un recorte en el saldo de comercio exterior. A su vez, la intervención oficial es todavía insuficiente para “poner al día” el precio del dólar oficial en la carrera inflacionaria y deja al “blue” rezagado, debajo de los 10 pesos.

Si bien este año se observa una moderación en la emisión monetaria –un dato positivo para atenuar la escalada de precios de bienes y servicios-, pues desde enero el incremento asciende al 15,1% contra un 39% durante todo 2012, ésta se debe a que el Banco Central giró menos pesos para la adquisición de dólares en el mercado mayorista, con la consecuente pérdida de reservas advertida en los últimos meses.

Al 6 de diciembre –último dato disponible del Banco Central- la base monetaria se situaba en $353.762 millones, contra reservas por u$s30.467 millones, lo que resulta un dólar “implícito” o de convertibilidad de 11,61 pesos. En diálogo con Pablo Wende por radio El Mundo, el economista Rodolfo Santangelo, de la consultora M&S, resumió: “El principal instrumento antiinflacionario que tiene este Gobierno es la pérdida de reservas. El dólar paralelo pinta como una muy buena inversión para el 2014. Si no cambia la política económica, el dólar paralelo seguirá siendo el refugio de la gente”.

Por otra parte, la aceleración de la devaluación apenas le empata a la inflación creciente. Desde que se impuso el “cepo cambiario” el 31 de octubre de 2011, la apreciación del dólar oficial (un 44,95%, desde los $4,236 a los $6,14 del 29 de noviembre último) duplicó la inflación del INDEC (21,79% acumulado entre noviembre de 2011 y noviembre de 2013), pero sigue rezagada respecto del 60,68% acumulado por el índice Congreso (promedio de estimaciones privadas) en el mismo período. En tanto, el dólar paralelo duplicó el registro de los privados y ganó un contundente 125,9% (desde $4,236 a $9,57), en esos 25 meses.

En el arranque de 2014 será de esperar una suba en conjunto del dólar oficial, el “blue” y la inflación, pues desde los despachos de Hacienda y el Banco Central se está trazando un rumbo en el que se priorizan la defensa de las reservas y el intento de convergencia de los valores del dólar y se posterga el combate a la inflación para un futuro en el que el desempeño del sector externo no imponga medidas de urgencia.

El Gobierno da señales de ajuste por la falta de dólares

La necesidad de dólares en la economía se advierte con crudeza en la caída de reservas del Banco Central y gatilla una serie de medidas oficiales que apuntan a aplicar ajustes sectoriales con el objetivo de desalentar la salida de divisas del país y, en menor grado, canalizar dentro del sistema financiero a otras que se vuelcan al mercado informal.

No fue la política –el resultado electoral- sino los datos de la economía los que motivaron un profundo cambio en el gabinete y fruto de ello son las iniciativas destinadas a apuntalar el volumen de dólares, las cuales desplazaron de la agenda a otras posibles y necesarias para frenar la inflación y el déficit fiscal, o bien dar más brío a la actividad económica en general, y a la inversión y el empleo en particular.

Esta semana la ministra de Industria Débora Giorgi y el secretario de Comercio Interior Augusto Costa emplazaron a los ejecutivos de las cámaras que agrupan a fabricantes de equipos electrónicos y a terminales e importadoras de automotores a que disminuyan en un 20% las importaciones de piezas, insumos y unidades terminadas en el primer trimestre de 2014.

Estos rubros fabriles son beneficiados por el auge del consumo interno aunque en cuanto al saldo de comercio exterior son ampliamente deficitarios. Según el Balance Cambiario del Banco Central, sólo en el tercer trimestre de 2013 los pagos de importaciones de bienes registraron un nivel récord para el período de u$s20.313 millones, con una suba interanual de 12% “e incluyendo máximos en los montos trimestrales de los pagos de varios sectores, entre ellos, el sector automotriz, energía, química, caucho y plástico, y maquinarias y equipos”, según la autoridad monetaria. Por primera vez en la década kirchnerista, esos desembolsos superaron por u$s314 millones los cobros por exportaciones en el Mercado Único y Libre de Cambios, de u$s19.999 millones entre julio y septiembre de este año.

En la misma dirección se anunció el proyecto de ley para incrementar en forma segmentada y llevar a un rango entre 30 y 50 por ciento la alícuota del impuesto interno sobre autos, yates y motos de alta gama, con el objetivo de desincentivar su demanda y reducir la fuga de dólares por este concepto. Para el economista Dante Sica, de Abeceb.com, “buscan resolver desde la microeconomía lo que es un problema macroeconómico”.

El déficit de divisas de la industria automotriz en los primeros nueve meses de 2013 totalizó u$s5.700 millones y la estimación para todo el año se ubica en los 7.500 millones. El aumento de la carga tributaria en un contexto de cifras récord de ventas y producción de unidades va a afectar la actividad de un sector que es puntal del PBI industrial, a cambio de preservar los dólares.

La misma visión cortoplacista se puede atribuir a la restricción impuesta por el ente que preside Juan Carlos Fábrega para que las agencias de viajes locales cancelen en pesos pasajes internacionales y paquetes turísticos contratados por extranjeros. Muchos de estos turistas cambiaban sus dólares en el mercado “blue” y con los pesos obtenidos pagaban estos servicios; ahora deberán desembolsar sus dólares, euros o reales. Este nuevo capítulo del “cepo” quitará un canal de abastecimiento de divisas al segmento informal y presionará más al alza del dólar libre.

En tanto, continúa en pie la alternativa para los residentes locales de pagar con pesos pasajes y servicios turísticos en el exterior, ahora con un recargo del 35% como adelanto de Ganancias y Bienes Personales. El incremento de la alícuota, en lugar de desalentar las vacaciones en el extranjero tenderá a alentar el reclamo de la devolución de dicha retención impositiva, la cual neutralizará un eventual beneficio fiscal y apenas influirá en reducir la salida de divisas por esta vía -que se proyecta en unos u$s8.000 millones este año-, porque el actual tipo de cambio oficial todavía es un incentivo para viajar al exterior.

Otro paso que dio el Gobierno para sumar divisas es la suscripción de un bono en pesos atado al incremento del dólar oficial más una tasa de 3,65%, destinado a tentar los productores de granos y a los industriales aceiteros y harineros para que apuren la liquidación de exportaciones soja y derivados. Éstos retienen un importante remanente, a la espera de un tipo de cambio más alto en el plano local y mejores precios internacionales.

Con este panorama, la búsqueda de “consistencia de las cuentas externas” enunciada por los funcionarios responde más bien a una necesidad inmediata y no a un conjunto de políticas coherentes que apunten a un proyecto de largo alcance.

Si se discriminan los depósitos privados en dólares y los préstamos de la banca internacional, las reservas de libre disponibilidad del Banco Central están más cerca de los u$s20 mil millones que de los actuales 30 mil millones. Con esos dólares líquidos en los próximos dos años habrá que asumir pagos de deuda y proveer de divisas para importaciones, compras de energía, cancelación de deuda privada y gastos en turismo en el exterior, que en este marco no llegarán a ser compensados por el ingreso de dólares por exportaciones, préstamos e inversiones del exterior. De no revertirse esta tendencia, el stock de reservas internacionales no va alcanzar para llegar al final de 2015.