Argentina le hace frente al pánico de mercados

La violenta volatilidad de los mercados financieros de la última semana siguió en la línea de un comienzo de año caótico para los inversores. A la potente impronta bajista que el precio del petróleo aplicó a los precios de los activos se sumó en los últimos días el temor por la solvencia de los bancos en Europa, un eslabón más en la “cadena de desánimo” que amenaza con amarrar y paralizar el futuro de la economía global.

Esta incertidumbre se tradujo en la erosión de los valores bursátiles. En menos de dos meses de transcurrido 2016, el índice Dow Jones de Industriales de Wall Street acumuló una pérdida de 8,3% (de 17.425 a 15.973 puntos), el DAX de Fráncfort cedió 16,5% (de 10.743 a 8.967 puntos) y el Shanghai Composite se desplomó 21,8% (de 3.539 a 2.763 enteros). En la región, el Bovespa de San Pablo cayó 8,2% (de 43.350 a 39.808 unidades), mientras que el Merval de Buenos Aires restó 3,4% en pesos (de 11.675 a 11.276 puntos) y 10,2% medido en dólares (de 836 a 751 puntos), debido al alza del “contado con liqui” de 13,96 a 15 pesos en el período.

Los analistas manifiestan sus preocupaciones por un rebrote de la crisis financiera internacional, esta vez con mayor impacto en la actividad real. Advierten que aquella debacle iniciada con el colapso de las hipotecas en EEUU y la quiebra de Lehman Brothers no fue superada por completo, sino que el asombroso recorrido alcista de acciones y bonos a partir de marzo de 2009 estuvo sostenido por el agresivo accionar de los bancos centrales. La “tasa cero” de la Fed fue la marca registrada de este período.

La suba marginal de tipos de interés por primera vez en nueve años que el banco central norteamericano anunció el pasado 16 de diciembre dio la señal del “principio del fin” de dicho ciclo, que para países como la Argentina significó un lapso de prosperidad en base a cotizaciones récord de las materias primas y abundante liquidez de dólares alrededor del mundo.

Aunque necesaria, la reinserción de la Argentina en el mercado de capitales será compleja. Con un nuevo Gobierno el país manifiesta la intención de integrarse más al mundo, aunque el momento se evidencia como menos propicio que un par de años atrás. Por un lado la voluntad de llegar a un acuerdo con los holdouts persigue el objetivo de colocar deuda en el exterior a tasas viables para atenuar el ajuste estatal y contener los zarpazos inflacionarios. El recorte de retenciones para incentivar las exportaciones del agro, mineras y la industria anunciado por la administración de Mauricio Macri aportará divisas comerciales a cambio de un sacrificio fiscal.

El derrumbe de 20,5% del precio del petróleo en el arranque del año tiene un efecto ambivalente para la Argentina. Por un lado contribuye a reducir el déficit comercial en materia energética; por otro, obliga a los consumidores locales a subsidiar a la industria petrolera a través del aumento de los combustibles.

La buena noticia llega desde el campo: los precios agrícolas, aunque lejos de los máximos, se mantienen firmes y garantizan un aporte de dólares insustituible. En 2016, la tonelada de soja defiende los USD 320 con los que cerró 2015; la tonelada de maíz se sostiene en los mismos USD 141 del fin de diciembre, mientras que el trigo cayó un 2,6%, de 172,70 a 168,14 dólares. Este comportamiento explica por qué la cotización del dólar se estabilizó después del salto cambiario de mediados de diciembre: la ventaja de la devaluación más la quita de retenciones potenció estas ventas, que representan un tercio de las exportaciones argentinas.

En las primeras cinco semanas de 2016, la liquidación de divisas del agro y sus industrias derivadas superó los USD 3.000 millones y duplicó los ingresos del mismo período del año pasado. En 2015, aquel monto se había alcanzado recién a fines de marzo.

El frente externo, tan crucial como el interno

Absorbida por los conflictos internos, la opinión pública en la Argentina tiende a enfocarse en el panorama doméstico. Y desde el punto de vista financiero es de destacar que la transición entre las administraciones de Cristina Kirchner y Mauricio Macri transcurrió con calma, más si se tienen en cuenta sus grandes diferencias conceptuales sobre política económica.

También son sabidos los flancos débiles que presenta la economía argentina: actividad y empleo estancados, debilidad en la productividad y competitividad frente a otros mercados, un acuciante déficit fiscal cubierto con alta inflación, y un atraso cambiario recién corregido con una fuerte devaluación del peso en diciembre.

Sin embargo estos desafíos locales no son menos importantes que otros que tienen su raíz en lo que sucede en el exterior y sobre los cuales el Gobierno poco puede hacer, más que tomar medidas que permitan asimilar con el menor trauma posible ese cambio de escenario del que Argentina no queda eximida.

El declive de los indicadores de todos los mercados financieros en diciembre y el pésimo comienzo de 2016 evidencian el período de “aterrizaje forzoso” de los precios de aquellos activos que aún no habían acusado esta etapa más adversa para la economía global, con menor crecimiento, tasas de interés más elevadas y un dólar fortalecido.

En esa dinámica la devaluación de las monedas emergentes e incluso el euro frente al dólar de los EEUU puso en apuros a la Argentina, que a partir del “cepo” de 2011 había congelado la posibilidad de dejar flotar el tipo de cambio a la par de la inflación.

Devaluación global

En los últimos cinco años el dólar subió más que los precios internos en la mayoría de los países del mundo, proceso cuya conclusión todavía no puede avizorarse y al que la Argentina debió sumarse en forma intempestiva. El atraso artificial del tipo de cambio en nuestro país trajo consecuencias indeseadas, como la monumental salida de divisas promovida (seguramente de manera involuntaria) por los miles de argentinos que hicieron turismo y realizaron consumos con tarjeta en el exterior en los últimos años.

Entre el 10 de enero de 2011 y el 10 de enero de 2015 el dólar oficial en la Argentina aumentó un 249,6%, de 3,97 a 13,88 pesos, según la cotización mayorista. Según el sitio Inflación Verdadera, en el último lustro la inflación acumulada fue 240%, lo que deja una ventaja del billete verde en la Argentina de 9,6% respecto de aquella base de 2011 y equivale a una apreciación real del billete verde 2,8% respecto de cinco años atrás.

En la región se observa que la cotización del dólar en Brasil tuvo un aumento de 141,9% desde 2011, pues allí la divisa de EEUU subió desde los 1,67 reales del 10 de enero de 2011 a los actuales 4,04 reales. Con una inflación acumulada en cinco años de 40,4%, el dólar le sacó una ventaja de 101 puntos porcentuales al promedio minorista, que equivale a una apreciación real de 72,3 por ciento.

En Chile el dólar tuvo un incremento del 48,9% en cinco años, de 489 a 728 pesos chilenos. La inflación acumulada fue de 18,2% desde enero de 2011, por cuanto el billete norteamericano avanzó 30,7 puntos por encima del promedio de precios, equivalente a una mejora del poder de compra del billete verde de 26% en el último lustro.

En Europa, otro importante destino comercial argentino, el dólar se apreció en el lustro 22,7% respecto del euro (de 0,75 a 0,92 euro). Frente a una inflación acumulada de 6,6% en cinco años en el ámbito de la Unión Europea, el dólar tuvo una revalorización real frente al euro de 15,1% desde 2011.

China fue una excepción. Allí el dólar norteamericano se negocia hoy a 6,60 yuanes, el mismo valor del 10 de enero de 2011. Pero como la inflación acumulada en el gigante asiático fue 14,9% en el período, en los hechos el poder de compra del billete verde se redujo en China un 13% en cinco años.

En Rusia, otra potencia emergente de referencia con la que la Argentina afianzó lazos en el último tramo del gobierno de Cristina Kirchner, el dólar escaló con fuerza en los últimos cinco años, desde 29,94 a 74,85 rublos (+150%). Frente a una inflación acumulada de 51,9% en el lustro, el dólar subió 98,1 puntos porcentuales más que el promedio de precios en Rusia, que es una apreciación en términos reales del 57,6 ciento.

La evolución de estas monedas es vital para la Argentina. Estos países son destino de nuestras exportaciones, que se encarecen en términos relativos si el peso no acompaña la devaluación del resto. Al mismo tiempo, los productos que adquirimos en aquellos mercados se vuelven más baratos para nosotros y desplazan a la producción nacional. Pero lo más serio es que la Argentina cede mercados en el exterior, pues comparte el perfil exportador con otros países emergentes que devaluaron agresivamente y también ofrecen al mundo alimentos, materias primas o automóviles.

Suba de tasas, baja de commodities

Otra faceta de este drástico cambio de contexto internacional la exhibieron las materias primas. Hace cinco años, el barril de petróleo se pactaba a USD 88,03 en los EEUU. Este viernes, el barril de crudo ligero de Texas se negoció a USD 33,16, un 62% menos, en el nivel más bajo en 12 años.

Los granos y sus derivados industriales, como aceites, harinas y residuos, sostienen el principal complejo exportador de la Argentina. Dado el neto superávit de esta producción, son puntal del ingreso de dólares al país, aún con un notable declive de precios cuyo piso se ignora. En comparación a cinco años atrás, el poroto de soja vale 36,7% menos (de 501,55 a 317,54 por tonelada) en el mercado de Chicago. El maíz cedió 40% en el último lustro (de 234,24 a 140,62 dólares), y el trigo, un 38,3% (de 284,40 a 175,49 dólares).

Ningún electorado del mundo se pronuncia a favor del “ajuste” y la Argentina no es la excepción, como reflejó el parejo resultado de las elecciones presidenciales del año pasado. Pero en este caso queda de lado el debate doméstico: es el mercado internacional el que está ajustando la valuación de las empresas, de los bonos soberanos y las materias primas, con los activos argentinos incluidos.

Es improbable que la tendencia de caída de divisas emergentes y de precios de commodities se revierta en 2016. La Reserva Federal de los EEUU contempla la suba de la tasa de referencia en cuatro oportunidades más este año, según manifestó Jeffrey Lacker, presidente de la Fed de Richmond e integrante del comité de política monetaria del banco central norteamericano.

La creación de trabajo en los Estados Unidos en diciembre superó las expectativas y el desempleo se mantuvo en 5%, su menor tasa en 7 años, a la vez que se espera en 2016 un modesto rebrote inflacionario que habilitaría un avance de los tipos de interés de referencia. De ser así, además de afrontar su compleja coyuntura interna, los países emergentes tendrán que adaptarse en lo inmediato a un dólar aún más fuerte y a precios estabilizados en un rango bajo para sus principales productos de exportación.

Diciembre rojo para la Bolsa

La Bolsa de Comercio está digiriendo con dificultad todas las novedades locales y del exterior, y es la gran perdedora de este inicio de gestión de Mauricio Macri: el mercado de acciones acumuló una caída de 16,5% tras ocho sesiones consecutivas de pérdidas y redujo a 29% el alza promedio en lo que va de 2015, apenas encima de la inflación del año.

En los últimos días se sucedieron varias noticias que llevaron a los agentes bursátiles a una abrupta toma de ganancias, luego de que el mercado de acciones llegara a acumular beneficios en torno al 60% anual en pesos antes de la definición electoral del 22 de noviembre.

Desde el punto de vista local influyó el fuerte incremento de las tasas de interés hasta el 38% anual dispuesto por el Banco Central para sus colocaciones de deuda. También impactó la liberación del “cepo” cambiario, al convalidarse en libre flotación un dólar oficial por debajo de los 14 pesos, cotización que sorprendió a muchos operadores con expectativas de devaluación mayores.

Jorge Compagnucci, analista de Fénix Report, enfatizó que desde el punto de vista del circuito financiero “el dólar no subió, si no que bajó”, habida cuenta que la divisa en el mercado paralelo había alcanzado los 16 pesos en octubre pasado. “Para quienes somos del ‘palo’ de los mercados, el dólar en nuestro país bajo a niveles de agosto 2014. Si hubiese existido una verdadera devaluación del 40% en seco, hubiéramos tenido cierre por una semana en los comercios, sin ningún tipo de venta, y larguísimas colas en las estaciones de servicio”, consignó.

“Cuando ganó Macri, y el Merval alcanzó mi objetivo de 933 puntos medido en dólares, dije: el resultado del ballottage es señal de venta. En Argentina la tendencia y la suerte del país no pasan por quien gobierne, sino por el momento del ciclo económico y financiero global en que lo hace. Por eso el Merval ya está 20% abajo desde ese entonces”, agregó Compagnucci.

Al considerar el plano exterior, fue ineludible descontar en precios el proceso de reversión de tasas de la Reserva Federal de los EEUU, el desplome del petróleo a valores inéditos desde la crisis financiera y el mediocre desempeño de las economías emergentes, con la devaluación del real brasileño como estandarte. Compagnucci hizo foco en este frente externo: “La cosa es que salimos del cepo en el peor momento que podía ser, a diferencia de la convertibilidad que fue en el mejor. Por eso no tuvimos más crisis en el 2002 sino adecuación de precios”.

El descenso del crudo, que en USD 34 por barril en los EEUU y USD 36 en Europa ya sondea sus precios más bajos desde 2004, más la devaluación del real brasileño afectaron por partida doble a Petrobras Brasil, la compañía de mayor ponderación del índice Merval. Otros títulos ligados a la energía, como YPF y Tenaris, completaron el cuadro bajista para el referente líder.

Petrobras Brasil se desplomó 17,8% en Wall Street desde el 9 de diciembre, de 5 a 4,11 dólares. En Buenos Aires la baja acumulada en ocho ruedas fue de 22,5%, de 37,10 a 28,75 pesos. En el caso de YPF, la mayor compañía argentina, restó 5,1% en Nueva York (de 16,78 a 15,92 dólares) y 14,2% en el Merval (de 256 a 219,75 pesos) desde que asumió Macri.

A la vez es atinada la lectura de que las elevadas tasas de interés en Argentina, que le compiten a los futuros rendimientos de los activos, anticipan un enfriamiento económico para cumplir con la absorción de liquidez propia del objetivo antiinflacionario del nuevo Gobierno. “Con tasas altas, la Bolsa tiende a caer. Cuando el costo del dinero es muy caro la Bolsa históricamente cae: el dólar es el adversario, pero la tasa es la enemiga acérrima y está al acecho”, indicó Marcelo Trovato, de Pronóstico Bursátil, al referirse al salto de los rendimientos hasta la zona del 40% para los títulos emitidos por el Banco Central.

“Por otro lado, medido en dólares el Merval valía casi 1.000 puntos y ahora le toca la corrección lógica”, indicó Trovato a Desde la Bolsa en Directo. El 20 de noviembre último, previo a la consagración electoral de Macri en segunda vuelta, el Merval alcanzó los 14.173 puntos, que divididos por el “contado con liquidación” de entonces, a $14,63, dejó una valuación de 969 puntos en moneda norteamericana. “¿Van a crecer las empresas en el próximo año? Indudablemente que no, porque para crecer se necesita otro tipo de cambio y un plan integral, que hasta ahora el mercado no lo tiene, y está reaccionando en consecuencia: no debería sorprender que esté bajando”, afirmó el experto de Pronóstico Bursátil.

En lo inmediato el Gobierno capitaliza el cambio de humor de la sociedad: un dólar libre y calmo es un importante respaldo de corto plazo para las iniciativas del ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay y del presidente del BCRA Federico Sturzenegger, además de una incipiente muestra de confianza en la idoneidad de los cuadros técnicos incorporados a las dependencias económicas. Sin embargo, los agentes financieros manifiestan a través de los índices bursátiles su incertidumbre respecto de los graves problemas que todavía persisten en la macroeconomía (déficit fiscal, inflación, estancamiento de la actividad), aún cuando observan en Macri a un dirigente con intenciones de promover al mercado de capitales.

El peso es la moneda emergente más devaluada

Este jueves el Gobierno de Macri anunció la medida que signa el debut de la nueva administración: la liberación del mercado de cambios. El fin del “cepo” vigente desde octubre de 2011 vino acompañado por una histórica y anunciada devaluación: el dólar mayorista llegó a operarse a 14 pesos al comienzo de la rueda, para cerrar a $13,38, un 36,2% más caro que los $9,8275 del miércoles. Este movimiento implicó una devaluación del peso del 26,6% en una sola jornada, la mayor caída diaria desde el 8 de enero de 2002, cuando el peso se devaluó 28,6% y el dólar oficial saltó de 1 peso a 1,40, tras el derrumbe de le la convertibilidad.

Argentina es un país cuya trayectoria económica se mueve cíclicamente de un extremo al otro. De la “híperinflación” al “uno a uno” y de allí al default más grande de la historia. Desde las “reservas récord” de 2011 a un BCRA con arcas vacías. Desde el superávit fiscal del gobierno de Néstor Kirchner al actual déficit por encima del 7% del PBI. Todos movimientos bruscos y contrapuestos que trazan un sendero errático: aquél en el que el país se perdió por décadas, sin encontrar el rumbo del desarrollo.

Por eso no fue de extrañar que en pocas horas el peso argentino pasara de ser una moneda “sobrevaluada”, consecuencia de una inflación local que encareció en forma exagerada los bienes y servicios medidos en dólares, a ser una de las divisas que más se devaluó en el mundo en este 2015.

Si exceptuamos a un puñado de economías de escasa relevancia global, como Kazajstán (allí el dólar subió 87,9% frente al tengue kazajo) o Bielorrusia (el dólar saltó 66,8% frente al rublo), Argentina es el país emergente donde más subió el dólar, un 54,8% en el transcurso del año, desde los $8,555 a los $13,25 en la cotización mayorista.

Probablemente los estrictos controles del régimen bolivariano impidieron que el dólar en Venezuela –el país con más inflación del mundo- no aumentara a tasas astronómicas (apenas 1% este año), pero eso no opaca el declive del peso argentino, incluso mayor que el de divisas de países en conflicto. Por ejemplo, el dólar trepó 46,6% respecto de la libra siria y 13,6% frente a la libra sudanesa.

Detrás de la Argentina quedan Ucrania (donde el dólar aumentó +50,8%), Brasil (+50,2% contra el real), Colombia (+40,5%) y Sudáfrica (+30,5% contra el rand). La moneda de los EEUU también tuvo una apreciación notoria, aunque inferior que en la Argentina, frente al peso uruguayo (+26,2%), el rublo ruso (+25,5%), la lira turca (+25,3%), el ringgit malayo (+22,6%), el peso mexicano (+16,3%), el peso chileno (+ 15,4%) y el sol peruano (+12,7%).

Post devaluación, el mercado financiero argentino enfrenta un drástico cambio de escenario, con nuevas reglas de juego luego de la eliminación del “cepo”. Quedó erradicada con relativa calma una invención descabellada que distorsionó por cuatro años los precios internos y sometió hasta el límite de la extinción los flujos de dólares en la economía, bajo la arbitrariedad oficial.

No significa que ahora el Estado deba retirarse de la plaza financiera y dejarla a merced de su propia dinámica, sino que llegó el turno de tomar decisiones con rigor técnico, en virtud de solucionar los problemas y no causarlos. La suba de tasas del BCRA al 38% para los tramos cortos es una muestra de un Gobierno obligado a ser muy activo y certero: por primera vez hay rendimientos reales positivos desde el 2002, para enfrentar el desborde de pesos en medio de un proceso inflacionario. Resta el desafío de reanimar una economía debilitada y con un palpable riesgo recesivo de cara al 2016.

El “contado con liqui” es récord por la dolarización

Los inversores ampliaron la cobertura antes del recambio presidencial: mientras el dólar implícito en las cotizaciones financieras superó los $15 la última semana, el dólar libre siguió poco demandado y cerró en 14,81 pesos.  La semana pasada mostró una inusual calma en el mercado paralelo, donde la divisa concluyó en las “cuevas” de la City lejos de los valores máximos de octubre sobre los 16 pesos. También llamó la atención la cantidad de billetes flamantes de USD 100 en el circuito informal, que algunos atribuyen a la reaparición de “manos amigas” que reforzaron la oferta de efectivo para aplacar una suba indeseada del “blue” antes del 10 de diciembre.

A pesar de las fuertes restricciones para adquirir divisas para atesoramiento, debido al supuesto colapso de la página de la AFIP para validar operaciones, el dólar libre llegó a perforar un piso de $14,50 el martes de la semana pasada. Sin embargo las señal que despertó la somnolencia de la plaza fue el pronunciado salto de las cotizaciones derivadas de negocios bursátiles: el “contado con liquidación” y el dólar Bolsa o MEP (Medio Electrónico de Pagos).

El dólar financiero surge de dividir el precio en pesos de los activos por sus cotizaciones en el exterior y es utilizado por inversores institucionales, empresas y grandes ahorristas, como vía legal para hacerse de divisas en el exterior.

El ”contado con liqui” se disparó 3% o 44 centavos el viernes, a $15,16 en el promedio de acciones y bonos, un máximo histórico, que durante la rueda llegó a posicionarse sobre los 15,30 pesos. Por caso, la acción de YPF al cierre de los negocios en la Bolsa de Buenos Aires se pagó a $265, con una cotización de USD 17,31 a la misma hora en Nueva York, que arrojó un tipo de cambio implícito de 15,31 pesos. En la última semana el “liqui” saltó más de 6 por ciento. Asimismo, con el desplome del título de YPF en Wall Street este lunes, en USD 16,54, es probable que el “liqui” suba aún más esta semana, luego de los feriados del 7 y 8 de diciembre en el mercado local.

El analista financiero Jorge Compagnucci explicó que “esta fue la noticia financiera del día: el ‘contado con liquidación’ voló a un récord histórico de $15,29 en promedio con máximos de $15,66” como en el caso puntual de Telecom. El experto de Fénix Report subrayó que la última vez que el “liqui” superó al dólar “blue” fue cuando comenzó el “cepo” cambiario, hacia noviembre de 2011, y que el precedente anterior fue en noviembre de 2001, a pocas semanas de un salto del dólar oficial del 300%, desatada la devaluación post-convertibilidad de la última gran crisis de la economía local.

Esta dolarización es una operación legal utilizada para la “fuga” de capitales, pues se trata de negocios con fondos declarados, que no representan una pérdida de reservas para el BCRA, dado que es una exteriorización de activos y no de divisas. Para el “contado con liqui” se adquieren con pesos acciones o bonos argentinos en el mercado bursátil local y se los venden en dólares en el exterior, donde quedan depositadas las divisas. El dólar MEP, en cambio, es un negocio entre privados que se realiza en el ámbito de la Bolsa de Buenos Aires, por el cual un inversor adquiere con dólares títulos públicos, a una cotización que el viernes promedio los 14,71 pesos.

El apuro por dolarizar carteras se relaciona con la idea de que la salida del “cepo” cambiario con el nuevo Gobierno no será inmediata y requerirá un consistente ingreso de divisas para que exista un margen de flexibilización. Por otra parte, el tipo de cambio implícito sobre los 15 pesos es síntoma del piso que el mercado advierte para el dólar en el inicio del próximo ciclo político y económico.

Por otra parte, los rumores acerca de la posible implementación de un nuevo blanqueo de capitales debido a la urgencia por recomponer stocks en el Banco Central generaron el reciente reposicionamiento: hacerse de divisas en el exterior con la venta de títulos, para ingresarlas en el corto plazo a una tasa de cambio más alta, junto con una eventual ventaja impositiva.

Los datos duros indican que el próximo Presidente y su equipo económico no tendrán un sereno 2016, pues deberán atacar el explosivo déficit fiscal sin causar mayores daños a una debilitada actividad económica. A la vez el riesgo de espiralización inflacionaria está latente: faltan dólares y hay un desborde de pesos en poder del público. Por eso los inversores anticipan que con este panorama hoy es una apuesta ganadora estar líquidos en dólares.

En la Bolsa se apuran a rearmar las carteras

Los datos electorales conocidos en la medianoche del domingo 25 sorprendieron a los políticos, encuestadores, analistas y también a los operadores financieros. En gran parte del 2015 la cautela inversora se pronunció por la “dolarización” de portafolios, de la mano de las conjeturas que ubicaban a Daniel Scioli, cara visible de la continuidad del esquema económico del oficialismo, como el candidato con más chances para ser Presidente hasta 2019.

La falta de rigor en los últimos sondeos había desorientado a los traders. El indicador líder Merval alcanzó un máximo del año de 12.438 puntos el 16 de julio, cuando crecieron las especulaciones acerca de una pelea electoral más disputada en las PASO. Tras los comicios primarios del 9 de agosto, en los que Scioli (con 38,4%) se impuso con ocho puntos de ventaja sobre los tres candidatos de Cambiemos sumados (Mauricio Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió, con 30,7%), el desarme de posiciones, resumido en la sentencia de wait and see, arbitró desde acciones y títulos públicos en pesos a bonos en dólares o divisas cash en el exterior, a través del “contado con liquidación”.

El Merval en pesos recortó 25% desde el máximo del año hasta los 9.288 puntos del 24 de septiembre. Traducida su puntuación en dólares, la caída tuvo la misma tendencia, de 937 puntos a 694 puntos, según el “contado con liqui” de ese período. Paulatinamente, en las últimas cuatro semanas, y en forma más evidente el lunes, con el resultado electoral como driver palpable, el Merval consiguió recuperarse a 11.828 puntos, un 27% en un mes, cerca de los precios de julio y con posibilidad de un recorrido alcista extra frente a un inminente cambio de escenario político y económico. Medido en dólares, el Merval (hoy en 854 puntos) debería subir 10% para alcanzar su valor de julio.

El componente local sustentó esta expectativa y se reflejó este lunes en la brecha de ganancias entre el índice Merval de empresas líderes, que subió 4,4%, y el Merval Argentina, que saltó 9,4 por ciento. En el primero, hubo un recorte de beneficios por la incidencia de Tenaris y Petrobras Brasil, con negocios establecidos en el exterior y que registraron nítidos descensos por el contexto internacional. En el segundo jugaron exclusivamente los papeles locales: en promedio duplicaron la ganancia del panel líder.

Otro aspecto a considerar es el equilibrio entre los distintos activos que integran las carteras inversoras. Los últimos 12 años de “modelo” kirchnerista expandieron la injerencia del Estado en la economía y en el mismo sentido, el peso del Estado en el PBI. Por eso, los bonos públicos fueron los grandes protagonistas de la plaza por sus rendimientos en dólares a una tasa cercana al 10% anual y por la voluntad de pago de la que se ufanó el Gobierno como una consigna política. Esa tendencia se observó en los volúmenes operados: los negocios bursátiles en títulos soberanos movieron seis veces más fondos que las acciones de las empresas.

Al aumentar las chances de Macri en una definición electoral el 22 de noviembre, los inversores comenzaron a redoblar sus apuestas por una política económica más abierta al mundo, dispuesta a captar financiamiento externo para impulsar la actividad y a promover la inversión y los negocios privados como motor de ese crecimiento. Con esta perspectiva, el equity (acciones) podrá disputarle volumen negociado a la renta fija, pues los títulos corporativos, aún con mayor riesgo y volatilidad, tienen todo el potencial para ofrecer en los próximos cuatro años mejores rendimientos que los bonos, esta última una posición más conservadora, que los operadores comparan con un plazo fijo.

En las reservas ya hay más yuanes que dólares

Hace casi un año, el 29 de octubre de 2014, las reservas internacionales del Banco Central se situaban en un nivel parecido al de hoy, en 27.346 millones de dólares. El 1° de octubre del año pasado Alejandro Vanoli asumió la presidencia de la entidad en reemplazo de Juan Carlos Fábrega con el firme objetivo de sostener el nivel de activos a través de un recurso que se había usado escasamente en el pasado, la firma de acuerdos de “swap” o intercambio de monedas con otros bancos centrales del mundo.

Así, el 30 de octubre de 2014 se activó el primer tramo del “swap” rubricado con el Banco Central de China, por el equivalente en yuanes a 11.000 millones de dólares. Entonces, el 80% de las reservas del BCRA, o poco menos de USD 22.000 millones, estaban nominados en dólares estadounidenses, que incluían fondos netos, depósitos bancarios como encajes o títulos realizables en dólares, como bonos del Tesoro de los EEUU.

Con el transcurso de los meses dicha relación fue retrocediendo a menos de la mitad, pues se utilizaron los dólares para pagar deuda pública o surtir de billetes a los minoristas para ahorro y turismo. Mientras tanto, esa salida de dólares del sistema financiero local se compensó con el ingreso de yuanes prestados, divisas que en el mundo no son consideradas como reserva de valor o moneda “dura”.

El pago final del BODEN 2015 este lunes, por unos USD 5.900 millones, asestó un golpe a los cimientos del activo del BCRA, que pasó el último año reemplazando dólares genuinos, ganados a fuerza de exportaciones -es decir, trabajo argentino-, por yuanes ingresados a través de asientos contables.

“La Argentina ha cerrado el último capítulo del gran endeudamiento argentino. Argentina ha pagado íntegramente el BODEN 2015”, ponderó la presidente Cristina Kirchner por cadena nacional. Aquella emisión la llevó adelante el gobierno de Néstor Kirchner en 2005 para cubrir los préstamos de dólares que hizo Venezuela a la Argentina, cuando el país aún lidiaba con los bonistas luego del default más grande de la historia. Por ello, la mandataria destacó que “es la primera vez que un gobierno que emite una serie de bonos de endeudamiento es el mismo que los paga y no se los deja a otro”. Sin embargo, queda pendiente otra deuda: la que se oculta en el deteriorado balance del BCRA.

A la fecha, ya activado el total de los tramos del “swap” chino, esos yuanes por USD 11.000 millones significan el 39,7% del total de los activos internacionales del BCRA, en USD 27.713 millones, según datos provisorios, tras el pago del BODEN 2015. Las tenencias de oro en reservas, por unos U$S 2.250 millones, representan ahora un 8,1% del total, mientras que los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI (alcanzaban unos USD 2.880 millones al cierre de agosto) son un 10,4 por ciento.

Si a los activos en moneda extranjera (en divisas convertibles) declaradas por el BCRA descontamos los yuanes, los euros equivalentes a unos USD 1.600 millones (un 6,3% del total) y omitimos las posiciones marginales en otras divisas como la libra esterlina, las tenencias de dólares (en divisas y bonos) ascienden a unos USD 10.000 millones (35,4% del total) por debajo del monto del “swap” chino, lo cual sitúa a los yuanes como el activo de mayor peso dentro de las reservas internacionales de la Argentina.

Un tercio de las reservas son yuanes prestados

Mientras que el Gobierno insistió en pregonar su política de “desendeudamiento” en moneda extranjera, lo cierto es que en el plano financiero la economía nacional se caracterizó desde 2011 por la pérdida de reservas. Éstas lograron estabilizarse desde la llegada de Alejandro Vanoli a la presidencia del Banco Central gracias a los ingresos de yuanes al activo, luego del acuerdo de intercambio de monedas rubricado con China.

Las reservas internacionales se sitúan en unos u$s33.500 millones, aunque se contabilizan en ese concepto yuanes captados por la activación de diversos tramos del “swap” con el Banco Central de China, equivalentes hoy a un monto entre 9.000 y 10.000 millones de dólares. Aunque desde marzo la entidad monetaria no brinda datos actualizados de los yuanes en las reservas, Vanoli explicitó en agosto que “la devaluación del yuan no afecta patrimonialmente al Banco Central porque los activos en dicha moneda están perfectamente calzados con los pasivos”.

Vanoli asumió al frente de la entidad el 1° de octubre de 2014, hace casi un año. El 31 de octubre se activó el primer tramo del swap chino por el equivalente a u$s814 millones, que elevó a los activos líquidos sobre los 28.100 millones de dólares. En el balance de la autoridad monetaria del 31 de octubre pasado, el ítem “otros pasivos” se incrementó casi 7.000 millones de pesos, de $32.663,3 millones $39.658 millones, por lo que se infiere que los yuanes del activo se “calzan” dentro ese concepto: u$s814 millones, multiplicados por $8,5023 del tipo de cambio mayorista vigente entonces, resultan en 6.920,9 millones de pesos.

Previo a la activación del swap, el 23 de octubre de 2014 el pasivo total del balance del BCRA alcanzaba los $830.400,2 millones; el ítem “otros pasivos” ($32.663,3 millones) representaba el 3,9% de ese total. En la hoja de balance del 7 de septiembre de 2015 -último disponible-, el ítem “otros pasivos” pasó a ser el 10,9% del pasivo total, unos $140.484,7 millones sobre 1.283.939,8 millones de pesos. La expansión de “otros pasivos” desde octubre último representa 7% del pasivo total, aumento que tiene su contraparte en el activo con el ingreso de yuanes a las reservas internacionales.

Si a ese 7% del pasivo total, unos $89.875,8 millones, se lo divide por el tipo de cambio mayorista vigente el 7 de septiembre, ($9,3338 por dólar) resulta el equivalente a u$s9.629,1 millones, un monto consistente con las estimaciones de consultoras financieras sobre el nivel de activos líquidos que están integrados por moneda china, un 28,7% de los u$s33.546 millones ($313.112 millones) en las reservas internacionales el lunes de la semana pasada.

Vale recordar que el límite del swap acordado con China es el equivalente a 11.000 millones de dólares. Con un nivel de reservas, en el mejor de los casos, estabilizado en los u$s33.000 millones luego de la cancelación de Boden 2015, el gobierno de Cristina Kirchner llegará a las elecciones presidenciales con un activo líquido del BCRA compuesto en una tercera parte por yuanes prestados.

Hay que seguir de cerca a las reservas

Comienza el último cuatrimestre del año, el período que presenta mayores dificultades para el ingreso de divisas comerciales, ya finalizada la liquidación de la cosecha gruesa, y con la inestabilidad potencial que contagia a los mercados financieros la proximidad de las elecciones presidenciales.

En ese marco se comprende el empuje alcista del dólar paralelo, que sondeó los 16 pesos el mes pasado, en máximos históricos, y que sintió el influjo de la incertidumbre financiera por la volatilidad de las acciones en el exterior, el descenso de los precios de las materias primas y la decidida devaluación de las monedas de países emergentes.

Mientras que el petróleo se recuperó con firmeza y volvió al nivel de u$s50 por barril del final de julio, la soja, principal producto de exportación nacional, fue la gran perdedora del mes, con un declive de 8,5%, a u$s325,40 por tonelada en el mercado de Chicago para los contratos más operados. A la par se profundizó la devaluación en Brasil, el principal importador de productos argentinos: allí el dólar alcanzó su valor más alto en 12 años, a 3,63 reales, con un incremento acumulado de 37% en 2015, que contrasta con una apreciación de 8,7% del dólar oficial en Argentina.

A $15,47, el dólar “blue” acumuló una ganancia de 3,5% en agosto, desde los $14,94 del cierre de julio, una tasa que triplicó el 1,2% que ganó el dólar mayorista en el segmento oficial, hoy a 9,2975 pesos.

La tensión financiera deriva de las dudas sobre las cifras oficiales de la economía y de algunos indicadores puntuales del Banco Central. Por eso no es extraño que en los dos últimos meses el dólar informal haya trepado 15%, con un techo probablemente más elevado si se observa que desde que empezó el año la suba se reduce a 10,1%, inferior a la inflación real.

El disparador local para las alertas del mercado vino desde la política el 16 de junio, con la confirmación del actual secretario Legal y Técnico de la Presidencia, Carlos Zannini, como compañero de Daniel Scioli en la fórmula del Frente para la Victoria. La brecha cambiaria entre el dólar oficial y el “blue” se amplió de 41 a 65 por ciento desde entonces, por el temor de los operadores financieros a una eventual continuidad de un esquema económico perimido.

La entidad que preside Alejandro Vanoli redobló sus esfuerzos para contener al dólar, pues acumuló ventas netas cercanas a u$s800 millones en su intervención en el mercado mayorista durante agosto. Con un saldo negativo en 17 de las 20 ruedas cambiarias del mes, el Central sufrió el debilitamiento del ingreso de divisas comerciales, a la vez que debió abastecer de divisas a los bancos por la creciente demanda de dólar “ahorro”, que repitió en agosto las ventas récord de u$s680 millones registradas en julio.

Sólo el ingreso de los yuanes chinos por el “swap”, que analistas privados calcularon en el equivalente a unos u$s9.000 millones desde octubre de 2014, sostienen a las reservas del Banco Central. Estos activos internacionales no son más que un préstamo de hecho, que deberá devolverse en el corto plazo, y no representan ingresos genuinos, sino un respaldo endeble e insuficiente para la emisión constante de pesos.

Esta fragilidad se percibe más acuciante si se consideran los más de u$s6.000 millones que se prevé desembolsará el Central para cumplir el pago del Boden 2015 el 3 de octubre próximo, a tres semanas de los comicios. Por eso la evolución de las reservas internacionales, junto con la de la Base Monetaria, será la principal variable a seguir para definir el precio del dólar, tanto presente como para 2016.

Las reservas cedieron casi u$s350 millones en agosto, aún con el aporte del “swap” con el Banco Central de China. Con datos actualizados al 26 de agosto, el BCRA informó que la Base Monetaria (billetes y monedas en circulación, cheques cancelatorios y cuentas corrientes en pesos) suman $517.694 millones, frente a u$s33.606 millones de reservas, que resultan un dólar implícito de $15,40, muy similar a los $15,47 del “blue”.

Exportaciones del agro son las únicas que aumentan

Con datos actualizados al cierre del primer semestre del año, el comercio exterior argentino sufrió un parejo deterioro en los montos de exportaciones como importaciones. Incidieron en este fenómeno las restricciones locales al dólar, en el caso de las importaciones, y el atraso cambiario para exportar, pero más aún perjudicaron las devaluaciones de las monedas de los principales socios comerciales, y la caída de la actividad y la demanda de Brasil.

Ante un contexto tan adverso, volvió a destacarse el aporte del agro argentino y sus derivados industriales, que integran un rubro fuertemente superavitario. En líneas generales el “campo” incrementó los volúmenes exportados, y si bien redujo su ingreso de divisas, éste se debió al declive de los precios de las materias primas, una variable que excede la dinámica de la economía doméstica.

Según el Banco Central, entre enero y junio se registraron en el mercado de cambios exportaciones de bienes por u$s30.810 millones, de los cuales u$s12.735 millones correspondieron al sector de oleaginosas, aceites y cereales, que representaron el 41,3% del total. Así, el agro incrementó levemente su participación en las ventas externas, desde los 41,2% del mismo período de 2014.

En el acumulado de la primera mitad del año el sector recortó los cobros de exportaciones en un 14% por “la reducción de los precios internacionales de los principales commodities agrícolas que exporta nuestro país, dado que las cantidades comercializadas localmente mostraron una recuperación en el periodo”, señala el Banco Central en su Balance Cambiario.

“La reducción de los precios obedeció, entre otros elementos, al significativo aumento de la producción mundial de productos agrícolas (en especial, soja, maíz y trigo) durante las últimas campañas, mientras que el crecimiento de la comercialización en el mercado interno estuvo vinculado con el volumen de producción récord de soja obtenido en la presente campaña”, explica el BCRA.

El Ministerio de Agricultura informó que la cosecha 2014/15 alcanzó un nivel récord de 120 millones de toneladas, con un volumen máximo de soja de 60,8 millones de toneladas. En la campaña 2013/2014 se habían cosechado 55,5 millones de toneladas de la oleaginosa. Argentina es el tercer productor y exportador de porotos de soja sin procesar, y primer exportador mundial de harinas y aceites del cultivo.

Al término de la primera mitad de 2015, la soja se sostuvo como el principal producto de exportación argentino, a pesar del retroceso de precios de un 30% interanual. Es cierto que luego de dos campañas récord consecutivas quedaron importantes stocks sin comercializar, a la espera de mejores precios en el exterior y un tipo de cambio más alto en el plano local, pero tanto el BCRA como el INDEC reconocieron mayores volúmenes exportados, a diferencia del resto de los rubros, que mostraron bajas tanto en cantidades como en precios, con cifras más notorias en las manufacturas de origen industrial (-16% y -2%, respectivamente).

El INDEC dice que el campo exportó más

En su informe sobre Intercambio Comercial Argentino, con cifras estimadas del primer semestre de 2015, el INDEC informó que las ventas de cereales (principalmente maíz y trigo) crecieron 13% en monto, a u$s3.179 millones, y semillas y frutos oleaginosos ingresaron u$s2.591 millones, un 3% más. Grasas y aceites (principalmente aceite de soja) restaron 9%, a u$s2.292 millones, y residuos y desperdicios de la industria alimenticia (otros derivados de soja) cedieron 27% en divisas, a 5.256 millones de dólares. Estos subrubros sumaron unos u$s13.318 millones, el 44% del total exportado por la Argentina, contra 40,8% del primer semestre de 2014.

En otro informe, el de Índices de Precios y Cantidades del Comercio Exterior, el INDEC determinó que “las exportaciones argentinas en el primer semestre de 2015 registraron bajas en los precios (-16,7%) y en las cantidades (-1,4%); en este período las exportaciones alcanzaron el valor de 30.213 millones de dólares, un 17,9% inferior al primer semestre de 2014”.

El ente estadístico especifica que en el primer semestre los precios de la soja, el maíz y el trigo cedieron 29,6; 18,1 y 26,1 por ciento, respectivamente. El aceite de soja cayó 19,2% y otros subproductos de soja, un 27,7% en el período.

En contraste, los embarques de trigo treparon un 131,4% interanual entre enero y junio; los de maíz, 60,1%, y los de porotos de soja, un 46,4 por ciento. Las ventas externas de aceite de soja aportaron 13,4% más cantidades que en el primer semestre de 2014, mientras que el volumen comercializado en residuos y desperdicios de la oleaginosa creció 1,3 por ciento. A excepción de pescados y mariscos sin elaborar, todos los demás rubros exportadores redujeron sus envíos.

Otras fuentes, como la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), informaron en el primer semestre del año una liquidación de exportaciones por u$s10.941,9 millones, con un retroceso de 17,6% respecto de los u$s13.275,3 del mismo lapso de 2014, también explicado por la caída de la cotización de los granos y  profundizado por los productos con mayor valor agregado.

Está claro que el balance del año no está cerrado y aunque el campo concentra sus ventas externas en el segundo trimestre del año, la sangría de precios de las materias primas acotará el ingreso de agrodólares en el futuro próximo. Entre julio y agosto, la tonelada de soja pierde 14% (de u$s380,37 el 30 de junio a u$s327,11 hoy), el maíz cae 13,4% y el trigo, un 19 por ciento. En tanto, el aceite de soja restó en menos de dos meses 18,5%, y la harina de soja, 9 por ciento.

A pocas semanas de las elecciones presidenciales, el retroceso de los montos exportables, que ajustará la oferta de dólares para reservas e importaciones y también los ingresos fiscales, quedará como un desafío que tendrá que afrontar el nuevo gobierno.