10 tópicos de la economía que viene

El gobierno de Mauricio Macri usó los primeros meses para encarar problemas enquistados por las políticas de la pasada administración. El levantamiento del “cepo”, suba de tarifas y combustibles, el pago a los holdouts y los futuros de dólar se anotan en esta agenda. Si bien ese proceso va a continuar, pues revertir el estancamiento de actividad, la pobreza, el déficit fiscal y la inflación elevada demandará mucho tiempo y esfuerzo, otras medidas ya muestran el carácter propio de la estrategia económica oficial.

El “sinceramiento fiscal” anunciado la última semana, junto con el reajuste de haberes y el pago de sentencias a favor de los jubilados, van en esa dirección. La ley de promoción para las PyME, fundamentales generadoras de empleo, también es una muestra de lo que hoy se considera prioritario. El foco está puesto en dinamizar la economía y las bases para lograrlo pueden resumirse en diez tópicos:

1) Fuerte flujo de divisas financieras. Este año la banca extranjera aportó al BCRA unos USD 5.000 millones, mientras que para el pago a los holdouts se emitieron bonos por USD 16.500 millones. Con emisiones privadas y provinciales, y la ampliación de la colocación de BONAR 2020 y 2024 aportan en conjunto un volumen de dólares suficiente como para cumplir los compromisos financieros de los próximos dos años y despejar una de las principales amenazas para la gobernabilidad en el frente económico.

2) Protagonismo exportador. En diciembre, a la par de la salida del “cepo”, el Gobierno anunció la eliminación del 5% de derechos de exportación que tributaban los rubros industriales. Además aplicó una rebaja de cinco puntos, hasta el 30%, para las retenciones a la soja y derivados y eliminó las cargas sobre el trigo, el maíz, la carne, pesca y las economías regionales. Las cámaras exportadoras de cereales y derivados industriales, que representan un tercio de las ventas externas, informaron que las liquidaciones del sector hasta el 20 de mayo alcanzaron los USD 9.946,7 millones, un 33,3% más que en el mismo período del año pasado.

3) Mejores precios internacionales. En el caso del agro e industrias afines, hubo una importante recomposición de cotizaciones para el sector más superavitario del comercio exterior. Por ejemplo, desde que comenzó 2016 la soja recuperó casi 25% de su valor, después de las importantes caídas experimentadas en 2014 y 2015, y se ubica en USD 400 la tonelada. El avance del crudo a USD 50 el barril también mejoró el perfil de la producción y exportación de energía, un rubro estratégico para el crecimiento y urgido de rentabilidad.

“La reciente recuperación de los precios de las commodities no está impulsada principalmente por una demanda genuina como en el pasado sino por factores exógenos como el mal clima para los granos -muy especialmente en la Argentina- o el recobrado protagonismo del cartel petrolero de la OPEP vía curiosa conexión Arabia Saudita-Rusia, a la que Irán todavía se opone. Sobre esto se han montado, según es usual, los fondos de inversión del rubro”, indicó Juan Llach, del IAE Business School de la Universidad Austral.

4) Estímulos para la actividad. El ajuste del comienzo de la gestión, resumido en aumento de tarifas, aceleración inflacionaria y devaluación, ahondó el descontento social, en un marco de leve caída de la actividad y pobreza creciente. El Gobierno entendió que debía actuar rápido para moderar el impacto y tomó medidas como el pago de la deuda a jubilados, la ampliación de asignaciones y la extensión de la tarifa social para el gas (1.600.000 usuarios) y electricidad (3.250.000 usuarios).

“Con un paquete económico ambicioso, pero todavía difuso –señaló Hernán Hirsch, director de FyE Consult- el Gobierno de Macri busca recuperar la iniciativa política y económica con el objetivo de estimular el nivel de actividad”. Agregó que “este paquete expansivo a impulsar en el segundo semestre del año se suma al reordenamiento macroeconómico realizado en la primera mitad del año, y a la reciente reducción de tasa de interés dispuesta por el BCRA”.

5) Tipo de cambio estabilizado. El importante ingreso de divisas puede ser mayor si tiene éxito el nuevo blanqueo de capitales. Este flujo motivó una caída de la cotización del dólar a valores de enero e inesperada con el actual nivel de inflación. No obstante, hay economistas que advierten sobre un eventual atraso cambiario si este panorama no varía en las próximas semanas.

El economista jefe de Ecolatina, Lorenzo Sigaut Gravina, afirmó que “esta apreciación cambiaria (del peso argentino) significativa se va a ir diluyendo en la segunda mitad del año”, debido a que “un dólar quieto ayuda a bajar la inflación, pero a la vez un dólar quieto puede profundizar una pérdida de competitividad cambiaria. Por eso es un dilema que tiene hoy el Banco Central”.

6) Gradualismo fiscal. El flanco más débil de la economía doméstica es el déficit de las cuentas públicas, que el año pasado superó el 7% del PBI. El ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay apeló a una disminución gradual de este desequilibrio e incluso muchas de las medidas anunciadas en las últimas semanas implican un sacrificio de recursos antes que un ahorro, como transferencias a provincias o reducciones de impuestos.

“Si la inflación es el mal de todos los males, habrá que trabajar más detenidamente sobre el déficit fiscal, porque allí se encuentra el combustible para un fuego que este año será difícil de apagar, porque cruzaría los 5 puntos del PIB”, explicó el economista Gustavo Neffa, director de Research for Traders.

7) Combate a la inflación. Pasado el shock de tarifas y devaluación, el Banco Central tomó la iniciativa con la absorción monetaria para poner un límite a la aceleración de precios. La agresiva política de tasas, que se aproximaron al 40% anual, contribuyó a este objetivo, pero sus consecuencias recesivas fueron el encarecimiento del crédito y la colocación de los pesos en instrumentos financieros en lugar de inversiones en proyectos de escala real o consumo de bienes y servicios.

8) Más endeudamiento. Mientras que el Tesoro asumió el trabajo de promover el ingreso de dólares, la tarea de lidiar con los pesos excedentes quedó en manos del Banco Central. En el primer caso, aumentó el endeudamiento en dólares, con una tasa entre 7 y 8 por ciento anual, que es alta en la comparación internacional. En el segundo, la entidad que conduce Federico Sturzenegger acrecentó desde el 10 de diciembre un 64% la deuda en Letras y Notas (LEBAC y NOBAC), hasta los $569.012 millones, un monto comparable a la Base Monetaria, de 583.884 millones de pesos.

9) Pragmatismo. El blanqueo de capitales demuestra que el Gobierno priorizará la utilidad de una decisión política o económica a los postulados ideológicos. Si bien hay penalidades, la amnistía fiscal entraña un beneficio para los que no declararon sus fondos y es criticable como lo fue el blanqueo que impulsó Cristina Kirchner en 2013, pero la necesidad fiscal para financiar el pago de los juicios previsionales se impuso a los cuestionamientos.

Otro rasgo de pragmatismo del actual gobierno es su capacidad para admitir errores y tratar de subsanarlos, como demostraron las correcciones en el esquema tarifario del gas para las provincias patagónicas, entes oficiales, PyME y comercios.

10) Potencial bursátil. Se espera que las acciones y los títulos soberanos recuperarán el interés inversor, pues es natural que la Bolsa sea receptora de la afluencia de capitales nacionales y extranjeros, especialmente si la economía vuelve a crecer. A la par, el recorte de tasas que deberá aplicar tarde o temprano el BCRA canalizará hacia activos financieros un importante volumen de pesos que hoy está concentrado en las LEBAC y deberá encontrar alternativas más rentables.

Ajuste en 2016 para crecer en 2017

El 2016 parece definido en cuanto a indicadores económicos. A una retracción de la actividad en un rango de 1 a 3 por ciento este año, leve incremento de la pobreza y el desempleo, e inflación sobre el 30% anual, le corresponden una pronta normalización del mercado cambiario, sólidas liquidaciones del agro tras el recorte de retenciones y un notable ingreso de dólares financieros luego de la salida del default.

Varios analistas expresaron que la economía transita un período de “dos tiempos”. El sector financiero picó en punta con el acceso a los mercados internacionales de crédito, mientras que en el real todavía no se percibió la mejora. Lo mismo se aplica a la inflación: el salto tarifario y la devaluación impactaron de entrada, pero en el segundo semestre, a la par de la ligera contracción económica, la inflación va a desacelerar en forma visible.

El aumento de precios de abril fue el mayor desde 2002, un 6,5% según la Dirección de Estadísticas de la Ciudad de Buenos Aires, pero este número fue menor si se despejan aquellos precios que dependan de regulaciones oficiales y factores estacionales, la llamada inflación “núcleo”. Invecq Consultora Económica dice que “lo importante de los números de abril es que con el 2,8% de inflación núcleo se afirma la tendencia descendente que marca este indicador desde el 4,5% de diciembre. Cuando los impactos de los regulados ya no estén, la inflación general se guiará por la dinámica del índice núcleo. Es por ello que las autoridades económicas aseguran que en el segundo semestre se tendrán tasas de inflación más cercanas al 2 por ciento”.

La semana pasada, el INDEC difundió el esperado Índice de Precios al por Mayor (IPIM), de 1,5% en abril e inferior a marzo, aunque con un incremento acumulado de 19,1% en el primer cuatrimestre. El ente estadístico explicó que los productos nacionales registraron un alza del 1,8%, compensados parcialmente por la baja de 1,4% en los bienes importados.

El ingreso de divisas fue un bálsamo para un mercado que observaba con estupor la pérdida de reservas del BCRA durante el “cepo” cambiario. La normalización del flujo de dólares disipó los fantasmas que amenazaban ese stock. Ante las comisiones de Presupuesto e Inversión del Senado, el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger, afirmó que “se dejó de hablar de las reservas, lo que tiene que ver con el régimen cambiario y monetario. Vamos a intervenir cuando el mercado sea necesario. Relájense, no necesitamos tantas reservas, hoy tenemos un exceso de oferta”.

La otra cara de esta inyección de fondos frescos es la continuidad del atraso cambiario. La economía argentina se encareció en dólares aún con la contundente devaluación del peso en diciembre. Un dólar accesible facilita el combate a la inflación, pues abarata los productos importados y abastece aquellos rubros donde hay “tensión de oferta”, pero es nocivo para la producción local, con dificultades de competitividad para ganar mercados en el exterior.

“El tipo de cambio continúa estable en torno a 14,20 pesos argentinos por dólar en las últimas semanas debido parcialmente a la suba en el precio de la soja en época de cosecha gruesa”, explicó un reporte de Puente SA. En el transcurso del año el dólar mayorista, guía para el comercio exterior, subió apenas 8%, una tasa que es menos que la mitad de la inflación del período.

“Esta dinámica de pérdida de la competitividad cambiaria para el sector productivo, a priori, entendemos que seguirá profundizándose como resultado del mix de políticas monetaria y fiscal adoptado por el actual Gobierno”, señaló un estudio de FyE Consult. “Naturalmente, como esta dinámica de precios y tipo de cambio nominal no luce sostenible en el tiempo, creemos que alguna corrección (vía precios y/o tipo de cambio) se producirá en algún momento”, advirtió.

El optimismo por la abundancia de dólares es tal que el secretario de Finanzas Luis Caputo declaró que “las necesidades de financiamiento para 2017 son muy tranquilas. El plan financiero es muy cómodo y no es una preocupación. Por eso, puede ser que durante el año que viene no tengamos que salir al mercado internacional” con nuevas emisiones de bonos.

En el panorama externo, Argentina todavía encuentra fundamentos firmes en la importante recuperación de precios de los granos y también del petróleo. La soja se aproximó a los USD 400 por tonelada, su valor máximo en 20 meses, en el momento de mayores ventas argentinas, mientras que el alza del crudo reduce a la vez la pérdida de rentabilidad de la producción local de energía, cuyos empleos están en riesgo y necesita de inversiones, aunque afecta al balance comercial por el déficit energético. El barril de Texas subió 30% desde el 10 de diciembre, cuando asumió Mauricio Macri, desde los USD 36,76 a los USD 47,75 en Nueva York.

Una suba marginal de tasas de interés de la Reserva Federal de los EEUU en junio y un piso para la caída económica en Brasil, que este año acusará una recesión cercana al 4% del PBI, juegan en contra de la Argentina, pero dejarán de ser un lastre para el crecimiento si ambas variables al menos se estabilizan el año próximo.

El recorte del déficit fiscal es el capítulo que el presidente Macri dejó para el final de esta primera etapa de la gestión, cuya duración podría extenderse hasta las próximas elecciones legislativas. Los funcionarios del área económica están enfocados en corregir distorsiones establecidas durante el gobierno anterior, con el objetivo de dejar el terreno abonado para volver al crecimiento económico en 2017.

El más grave de todos los desequilibrios es el rojo de las cuentas públicas, que seguirá como una amenaza para la salud de la economía, pues según el Programa Financiero presentado por el ministro Alfonso Prat Gay alcanzará el 4,8% del PBI en 2016 en el resultado primario (sin contabilizar el pago de deuda). Según esta proyección será inferior al 5,4% de 2015, aunque sigue muy alto y su evolución es la mayor incertidumbre para el futuro.

Al dólar futuro lo pagamos con inflación

La presencia de la ex presidente Cristina Kirchner en tribunales de Retiro la semana pasada tuvo su notoria impronta política, pero ésta no disimula que la causa por la que se la citó a declarar tiene un fundamento económico. Los negocios del dólar futuro promovidos por el Banco Central en los últimos meses de su gobierno causaron una pérdida de $77.000 millones para la entidad, una vez ejecutada la devaluación de diciembre.

Ese costo es el que se calculó al instruir la causa que se tramita en el juzgado de Claudio Bonadío, quien considera que esas operaciones se concretaron “en condiciones dañosas para el erario público”.

La inyección de pesos con la que el BCRA debió compensar a los inversores que apostaron a un dólar en 2016 más alto que los $10 a los que se acercó en el cierre de la gestión de Alejandro Vanoli contribuyó a expandir la masa de pesos en la economía e incentivar la inflación.

En marzo y la primera mitad de abril de 2016 la Base Monetaria (billetes y monedas en circulación, cheques cancelatorios y depósitos en cuenta corriente del BCRA) aumentó casi $30.000 millones (+4,8%). La devaluación y la suba de las tarifas de servicios públicos tuvieron un fuerte costo inflacionario, pero a éste se le añadió el de los pesos emitidos para compensar futuros. Los precios minoristas escalaron en promedio casi diez puntos, del 28% anual en diciembre al 38% anual estimado para abril.

Para cuantificar el impacto de los vencimientos de los contratos de dólar futuro transados en 2015 y que todavía se están terminando de pagar, esos $77.000 millones representan hoy unos USD 5.400 millones o 1% del PBI. También equivalen al 13% en la Base Monetaria.

La inflación es la principal preocupación económica de la sociedad, todavía por encima del estancamiento económico y la caída del empleo. Desde que Mauricio Macri asumió, hace poco más de cuatro meses, la inflación acumulada alcanza el 20 por ciento.

Por esa razón el Banco Central se enfrenta al difícil reto de absorber la liquidez excedente en el sistema financiero, a cambio de una tasa de interés del 38% anual, récord desde la crisis en 2002. Esta tasa es recesiva, porque quita pesos a la actividad económica y encarece el crédito frente a colocaciones a plazo más rentables. Pero, además, implica un fuerte desembolso de pesos más adelante y más presión inflacionaria cuando se deberán cancelar los títulos.

La deuda contraída por el Banco Central a través de LEBAC y NOBAC totaliza unos $550.000 millones, monto casi igual al de la Base Monetaria, en torno a 590.000 millones de pesos. Hace diez años le relación era de dos pesos en la economía por cada uno de deuda “cuasi fiscal”.

Algunos analistas financieros aseguran que esta “bomba monetaria” por la acumulación de pasivos será muy compleja de desactivar en los próximos meses si la entidad que preside Federico Sturzenegger necesita bajar las tasas para no deprimir la actividad, a riesgo de no poder renovar la montaña de vencimientos de Letras, que se concentran en el corto plazo.

Cesa la preocupación por el dólar

Es curioso que el problema del BCRA en el presente no es la escasez de dólares, después de años de acelerada caída de reservas, si no qué hacer con los pesos, que pierden valor por la inflación, pero que el Tesoro reclama con avidez creciente por un déficit fiscal en torno al 7% del PBI.

Hasta julio el Banco Central contará con dos potentes impulsos para reforzar su posición de divisas: la liquidación de exportaciones del agro en el período de cosecha gruesa y el crédito e inversiones externas que puedan ingresar tras el acuerdo con los holdouts.

La Cámara de la Industria Aceitera (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) informaron en el transcurso de 2016 ventas al exterior por unos USD 6.300 millones, un 60% más que en el mismo lapso de 2015. Si a estos dólares los absorbe el sector privado y quedan en el sistema aumentarán las reservas. Si los adquiere el BCRA también sumarán a reservas, aunque a cambio debe emitir pesos para comprarlos. Al ser ingresos genuinos y no emisión espuria, el efecto de estos pesos es neutro en cuanto a inflación.

En el caso de los títulos soberanos, se calcula una colocación de al menos USD 15.000 millones, de los que una porción menor quedará en el país, pues en su mayor parte les serán girados a acreedores externos. Las divisas financieras que queden en el país sumarán a las reservas, con un aumento de la deuda pública como contrapartida.

En medio de las noticias sombrías que llegan de Brasil -la crisis por el juicio político a Dilma Rousseff y una recesión económica estimada en 4%- llega otra alentadora: la revalorización del real. Desde que Argentina eliminó la restricción cambiaria el 16 de diciembre pasado el precio del dólar subió 44%, mientras que en Brasil cedió 10%, relación que mejora la competitividad de los productos argentinos para venderle a nuestro principal socio comercial.

Dura transición entre dos modelos

Hay que atravesar el desierto. A la economía argentina le faltan dólares para crecer, ya no los tiene en reservas, el déficit fiscal sigue consumiendo pesos, el aporte exportador de la agroindustria se debilitó por el lado de los precios, y todavía no retorna la confianza, ese activo intangible y crucial en el mundo financiero que habilita el flujo de fondos para el desarrollo de los países. Con la vuelta de la confianza llegarán del exterior los dólares para inversión y también los que están en manos de ahorristas fuera del sistema financiero, que suman casi la mitad del PBI argentino.

El gobierno de Mauricio Macri trazó un camino casi en línea recta, necesariamente previsible. Fue una señal. Primero se levantó el “cepo” cambiario y se devaluó fuerte el peso. Para contener la inmediata demanda, exacerbada después de cuatro años de represión cambiaria, se apeló a un crédito puente con bancos internacionales por USD 5.000 millones con los que se estuvo soportando la coyuntural caída de reservas.

Luego llegó el acuerdo con los holdouts. El fin del histórico default destrabará el financiamiento en el mercado global de capitales. Junto con la cosecha gruesa, proveedora de dólares comerciales en el segundo trimestre del año, estos aspectos mejoran el panorama general de la economía para 2016.

Alfonso Prat Gay adelantó que se emitirán títulos públicos con una tasa en torno al 7,5% anual en dólares, otra vez bajo jurisdicción de Nueva York, para recaudar casi USD 12.000 millones. “Si se extienden los acuerdos al resto de los bonistas, esto daría una emisión de USD 11.684 millones en bonos. Esto es lo que necesitamos emitir para cerrar definitivamente este problema”, afirmó el ministro de Hacienda.

Frente a una actividad económica que no crece, se cubren con déficit fiscal profundas carencias estructurales que un ajuste liso y llano dejaría mucho más expuestas: lo que en la Argentina identificamos como crisis, con explosión social mediante. El Estado fue casi exclusivo empleador en el último lustro, y mantuvo el escaso ingreso de amplias porciones de la sociedad con proliferación de subsidios. El rojo fiscal es hoy la enfermedad de la economía argentina y a él contribuyeron la deficiente administración de los recursos y, por supuesto, la corrupción.

El nuevo Gobierno sopesa seguramente cómo aplicar el recorte del gasto y estima poder hacerlo a la par de una moderada expansión de la actividad. Ésta necesitará de dólares y la emisión de deuda es la vía más directa para lograrlo. La relación entre deuda en moneda extranjera y PBI en la Argentina es relativamente baja en comparación a otros países, quizás el legado más favorable que dejaron los 12 años de gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.

Por lo tanto, se avistan dos escenarios. Uno de corto plazo, el de la dura transición entre dos “modelos” (económicos y también políticos) con inflación por encima del 30% anual, debilidad en las reservas, escasez de divisas comerciales, leve recesión, desempleo en alza y estertores devaluatorios que sacuden con violencia la cotización del dólar.

“La inflación ha estado alta estos meses, producto de la inercia de muchos años de inflación alta y de la transición irresponsable que vivimos. Pero estamos convencidos de que la inflación va a ir bajando hacia el final del año. La principal medida para eso fue ir reduciendo la emisión monetaria descontrolada de estos años e ir bajando el déficit fiscal, que debe llegar a cero al final del cuarto año”, afirmó Macri en su discurso ante la Asamblea Legislativa el martes pasado.

El segundo escenario, próximo a 2017, contará con más dólares, producto del crédito internacional, aunque todavía con el costo de tasas altas en la comparación regional. Mitigará la volatilidad en la cotización de la divisa, desacelerará la inflación y el déficit de las cuentas públicas, y tendrá como objetivo una recuperación gradual de los frágiles indicadores económicos. El retorno de la confianza y la credibilidad en los gestores de la política argentina, tanto de los inversores externos como de los ahorristas locales, definirá el éxito de esta alternativa.

El fantasma de la década perdida

El constante tropiezo de las cotizaciones en los mercados financieros abonó algunas teorías alarmistas sobre la evolución de la economía internacional en 2016. Incluso los análisis más prudentes anticipan un año difícil, imprevisible en el plano financiero y tenso en el geopolítico. Argentina sumará a su conflictiva agenda doméstica las dificultades del frente externo.

Con oscilaciones, la actividad económica argentina de punta a punta casi no ha crecido en cuatro años. Y el 2016 parece signado por ese derrotero. El Fondo Monetario Internacional (FMI) dio a conocer su Perspectiva Económica Mundial (World Economic Outlook), que prevé una contracción de 1% del PBI nacional este año. Sería el quinto año consecutivo en que el país no puede escapar del limbo de estancamiento o neta baja de producción que afecta a la mayor parte de América Latina.

En el marco del Foro de Davos, el director del FMI para América Latina Alejandro Werner dio detalles sobre el documento que anticipa una recesión regional del 0,3% para este año, en contraste con el 3,4% de crecimiento global, con un importante arrastre por la caída de 3,5% en el PBI de Brasil y de 8% para Venezuela.

Tres factores centrales explican el cambio de ciclo latinoamericano después de haber gozado una década de fuertes ingresos por exportaciones, crédito barato e inversión extranjera: la desaceleración económica en China, la caída de precios de las materias primas y las divergentes políticas monetarias aplicadas de los bancos centrales de las potencias económicas.

En su síntesis el FMI señaló que América Latina se prepara para afrontar en 2016 el segundo año recesivo, algo no visto desde la década de 1980. La comparación es pertinente: aquellos años son recordados como la “década perdida”, pues en términos generales el PBI de los países de la región hacia 1990 fue prácticamente igual al que registraron en 1980.

Es de esperar que América Latina tome nota de las lecciones de la historia reciente y no recaiga en un letargo económico tan extenso como el que ocurrió 30 años atrás, aunque el reacomodamiento de la economía global, con eje en la reversión de la política de tasas cero en los EEUU, no va a ser complaciente con la región como lo fue la década pasada.

Las características de aquel período tienen puntos en común con las novedades asumidas en los últimos meses: gobiernos que encaran políticas de ajuste para reducir los desequilibrios fiscales, búsqueda de crédito externo para reanimar una economía anémica y, en algunos casos, salida de capitales por aversión al riesgo financiero. En los ’80 el descenso de la actividad regional fue acompañado por el aumento de la desocupación, procesos inflacionarios y la caída del salario real en la mayoría de los países.

El documento del FMI expresó que “la situación específica de cada país la determina la interacción entre los shocks externos y los fundamentos internos de la economía, ya que mientras que los países con sólidos marcos de política económica han venido ajustándose a los shocks externos en forma suave, aquellos cuyos fundamentos internos son más débiles están experimentando una caída significativa”.

Werner comentó que la salida del “cepo” cambiario en la Argentina, la eliminación de subsidios energéticos y el recorte de las retenciones al agro van “en la dirección correcta“, aunque este año el país apunta a integrar el grupo del crecimiento negativo. En ese aspecto, nuestro país también padece por el mayor deterioro de la situación de Brasil que “podría provocar un cambio repentino en la valoración de los activos regionales” y una “menor demanda de exportaciones entre los socios comerciales integrantes del Mercosur”.

Para Venezuela el FMI trazó un horizonte funesto: una caída estimada del PIB en casi 18% para el bienio 2015-2016, inflación récord que cerró el pasado año en el 275%, y precios del petróleo deprimidos que evaporan el ingreso de divisas.

Con este escenario desolador destaca más el pronóstico de modesto crecimiento económico para Chile (+2,1%), Colombia (+2,7 %) y Perú (+3,3%), que el FMI justificó por “un proceso de ajuste relativamente ordenado, en donde la combinación de políticas económicas (grandes depreciaciones del tipo de cambio, consolidación fiscal paulatina y políticas monetarias acomodaticias) ha evitado una contracción económica”.

Diciembre rojo para la Bolsa

La Bolsa de Comercio está digiriendo con dificultad todas las novedades locales y del exterior, y es la gran perdedora de este inicio de gestión de Mauricio Macri: el mercado de acciones acumuló una caída de 16,5% tras ocho sesiones consecutivas de pérdidas y redujo a 29% el alza promedio en lo que va de 2015, apenas encima de la inflación del año.

En los últimos días se sucedieron varias noticias que llevaron a los agentes bursátiles a una abrupta toma de ganancias, luego de que el mercado de acciones llegara a acumular beneficios en torno al 60% anual en pesos antes de la definición electoral del 22 de noviembre.

Desde el punto de vista local influyó el fuerte incremento de las tasas de interés hasta el 38% anual dispuesto por el Banco Central para sus colocaciones de deuda. También impactó la liberación del “cepo” cambiario, al convalidarse en libre flotación un dólar oficial por debajo de los 14 pesos, cotización que sorprendió a muchos operadores con expectativas de devaluación mayores.

Jorge Compagnucci, analista de Fénix Report, enfatizó que desde el punto de vista del circuito financiero “el dólar no subió, si no que bajó”, habida cuenta que la divisa en el mercado paralelo había alcanzado los 16 pesos en octubre pasado. “Para quienes somos del ‘palo’ de los mercados, el dólar en nuestro país bajo a niveles de agosto 2014. Si hubiese existido una verdadera devaluación del 40% en seco, hubiéramos tenido cierre por una semana en los comercios, sin ningún tipo de venta, y larguísimas colas en las estaciones de servicio”, consignó.

“Cuando ganó Macri, y el Merval alcanzó mi objetivo de 933 puntos medido en dólares, dije: el resultado del ballottage es señal de venta. En Argentina la tendencia y la suerte del país no pasan por quien gobierne, sino por el momento del ciclo económico y financiero global en que lo hace. Por eso el Merval ya está 20% abajo desde ese entonces”, agregó Compagnucci.

Al considerar el plano exterior, fue ineludible descontar en precios el proceso de reversión de tasas de la Reserva Federal de los EEUU, el desplome del petróleo a valores inéditos desde la crisis financiera y el mediocre desempeño de las economías emergentes, con la devaluación del real brasileño como estandarte. Compagnucci hizo foco en este frente externo: “La cosa es que salimos del cepo en el peor momento que podía ser, a diferencia de la convertibilidad que fue en el mejor. Por eso no tuvimos más crisis en el 2002 sino adecuación de precios”.

El descenso del crudo, que en USD 34 por barril en los EEUU y USD 36 en Europa ya sondea sus precios más bajos desde 2004, más la devaluación del real brasileño afectaron por partida doble a Petrobras Brasil, la compañía de mayor ponderación del índice Merval. Otros títulos ligados a la energía, como YPF y Tenaris, completaron el cuadro bajista para el referente líder.

Petrobras Brasil se desplomó 17,8% en Wall Street desde el 9 de diciembre, de 5 a 4,11 dólares. En Buenos Aires la baja acumulada en ocho ruedas fue de 22,5%, de 37,10 a 28,75 pesos. En el caso de YPF, la mayor compañía argentina, restó 5,1% en Nueva York (de 16,78 a 15,92 dólares) y 14,2% en el Merval (de 256 a 219,75 pesos) desde que asumió Macri.

A la vez es atinada la lectura de que las elevadas tasas de interés en Argentina, que le compiten a los futuros rendimientos de los activos, anticipan un enfriamiento económico para cumplir con la absorción de liquidez propia del objetivo antiinflacionario del nuevo Gobierno. “Con tasas altas, la Bolsa tiende a caer. Cuando el costo del dinero es muy caro la Bolsa históricamente cae: el dólar es el adversario, pero la tasa es la enemiga acérrima y está al acecho”, indicó Marcelo Trovato, de Pronóstico Bursátil, al referirse al salto de los rendimientos hasta la zona del 40% para los títulos emitidos por el Banco Central.

“Por otro lado, medido en dólares el Merval valía casi 1.000 puntos y ahora le toca la corrección lógica”, indicó Trovato a Desde la Bolsa en Directo. El 20 de noviembre último, previo a la consagración electoral de Macri en segunda vuelta, el Merval alcanzó los 14.173 puntos, que divididos por el “contado con liquidación” de entonces, a $14,63, dejó una valuación de 969 puntos en moneda norteamericana. “¿Van a crecer las empresas en el próximo año? Indudablemente que no, porque para crecer se necesita otro tipo de cambio y un plan integral, que hasta ahora el mercado no lo tiene, y está reaccionando en consecuencia: no debería sorprender que esté bajando”, afirmó el experto de Pronóstico Bursátil.

En lo inmediato el Gobierno capitaliza el cambio de humor de la sociedad: un dólar libre y calmo es un importante respaldo de corto plazo para las iniciativas del ministro de Hacienda Alfonso Prat Gay y del presidente del BCRA Federico Sturzenegger, además de una incipiente muestra de confianza en la idoneidad de los cuadros técnicos incorporados a las dependencias económicas. Sin embargo, los agentes financieros manifiestan a través de los índices bursátiles su incertidumbre respecto de los graves problemas que todavía persisten en la macroeconomía (déficit fiscal, inflación, estancamiento de la actividad), aún cuando observan en Macri a un dirigente con intenciones de promover al mercado de capitales.

Una campaña que evita el debate sobre el legado

Arrancó formalmente la campaña presidencial: la política gana el protagonismo del debate público y desplaza al análisis económico a un segundo plano. Este año hay claras posibilidades de que se vote hasta seis veces en algunos distritos, como la ciudad de Buenos Aires, en caso de que se llegue a un ballottage el 24 de noviembre, con lo cual es oportuno discutir acerca del modelo de gestión que la ciudadanía elegirá para los próximos cuatro años y, en ese marco, es lógico que se priorice la exposición de los lineamientos políticos a los económicos.

En este contexto parece estéril profundizar en la pelea dialéctica sobre la coyuntura económica actual que, con un esquema agotado en líneas generales, no continuará después de diciembre. Sin embargo, los candidatos deben entender, y manifestárselo a los electores, que el legado económico de los 12 años de gobierno del matrimonio Kirchner obligará a aplicar una serie de reformas que condicionarán el rumbo de la próxima administración, más allá del signo político del futuro Presidente.

En lo inmediato, el Gobierno logró estabilizar al dólar. Para ello regula la liquidez de divisas en el mercado formal, para ahorristas e importadores, e indirectamente en el mercado informal, que se alimenta con las ventas de los particulares. El ingreso de yuanes a las reservas por la activación del “swap” con el Banco Central de China le permite al BCRA liberar divisas para atesoramiento minorista, mientras que con el superávit comercial del complejo agroexportador nutre la demanda de dólares de los deficitarios rubros industriales y de la energía.

Desde el punto de vista de las expectativas, un dólar quieto aporta una necesaria cuota de tranquilidad a una transición presidencial que no dejará de presentar dificultades, en especial en el plano fiscal, cuyo déficit se traduce en una emisión de pesos sin respaldo que se acelerará en este segundo semestre. Los candidatos todavía no adelantaron qué piensan hacer para corregir esta distorsión, que compromete el despegue de un PBI estancado.

Una muestra de este desequilibrio con evidentes consecuencias inflacionarias se observó en déficit fiscal de la Base Caja en el primer cuatrimestre del año, que en su resultado financiero –que contabiliza los pagos de deuda- se multiplicó por cuatro respecto del mismo período de 2014, a 81.853 millones de pesos.

Un informe del Instituto para el Desarrollo Social Argentino (IDESA) señala que en Argentina, el déficit fiscal se sitúa en un 3,5% del PBI, comparable al de la atribulada Grecia, pero que si en nuestro país “se excluyen las asistencias del Banco Central, ANSeS y otros organismos públicos al Tesoro nacional, el déficit fiscal asciende a 6,3% del PBI”. Cálculos de consultoras sitúan al déficit financiero para la totalidad del año en un rango de 300 a 400 mil millones de pesos.

La expansión monetaria, a la que el BCRA había empezado a poner límites en 2014 durante la gestión de Juan Carlos Fábrega, volvió a acelerarse en 2015 y a superar a la inflación presente, dinámica que significará mayor presión inflacionaria hacia fin de año y para 2016. Con datos al 3 de julio último la Base Monetaria alcanzó un récord de $510.000 millones, que representan más de 15 pesos en circulación por cada dólar que se contabiliza en las reservas internacionales de la entidad monetaria.

Para reducir el impacto inflacionario, el BCRA absorbe a través de títulos de deuda parte del excedente de pesos en circulación. En solo seis meses de 2015, el monto colocado en LEBAC y NOBAC trepó 31%, a $370.347 millones, al que habrá que añadir a su vencimiento la tasa de 27% anual que rinden estos títulos. Además del déficit fiscal, ése será otro enorme pasivo que deberá asumir el próximo Gobierno.

Un informe del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) señala que “la divergencia entre ingresos y gastos del Gobierno se profundiza. Más aún, es de esperar que dicha tendencia se amplíe durante la segunda mitad del año en vísperas de las elecciones. Con necesidades financieras en aumento, si bien el Tesoro continúa utilizando el financiamiento del BCRA, se han tenido que añadir emisiones de deuda”, indica. La “monetización del déficit” suma este año las colocaciones de bonos del Tesoro en pesos (BONAC), que alcanzaron hasta la semana pasada los $36.553 millones, con vencimientos concentrados en 2016, también con una tasa próxima al 27% anual.

Tregua en el frente externo

La Argentina persevera en su aislamiento. El debate se reduce a un futuro ajuste fiscal, el peso del Impuesto a las Ganancias o la eventual devaluación, con un tono de campaña electoral cada vez más definido. Desde el exterior, sin embargo, los datos económicos y financieros dan una serie de señales más significativas para entender cómo puede evolucionar la coyuntura local y gravitar en las políticas económicas de la próxima administración.

El viernes se conoció que en los EEUU se desaceleró la creación de puestos de trabajo en marzo, indicador que en la visión de los analistas podría confirmar una debilidad en el crecimiento económico. En esa línea, un razonamiento lógico avala la posibilidad de un aplazamiento del esperado incremento de tasas de interés de la Reserva Federal que, de iniciarse, sería de todos modos muy gradual.

La tasa de desempleo norteamericano continúa en un aceptable 5,5%, el nivel más bajo en seis años y medio, aunque parte de este estatus se debe a que más gente decidió retirarse del mercado laboral ante la dificultad de encontrar un puesto. No obstante, la tasa de empleo en los EEUU, es decir la proporción de estadounidenses en edad de trabajar que están empleados o buscan trabajo, se mantiene en un alto 62,7% de la población, cuando en la Argentina es apenas del 42,1 por ciento.

En todo caso, la apreciación pronunciada del dólar frente a otras divisas observada desde mediados de 2014 puede ser un limitante para la expansión económica en los EEUU, debido a que se abaratan los productos importados en detrimento de la producción norteamericana. Es prematuro anticipar que las divisas internacionales dejarán de devaluarse frente al dólar en los meses próximos, aunque precios de materias primas fundamentales para la Argentina, como la soja que exporta y la energía que importa, dieron muestras de sondear zonas de “resistencia”.

El barril de petróleo de Texas que se negocia en Nueva York y es referencia internacional marcó este año un “doble piso” de precios, en torno a los 44 dólares, el 28 de enero y el 17 de marzo, para acomodarse ligeramente debajo de los 50 dólares. Esta cotización es prácticamente la mitad que la de hace un año, pero muestra signos de estabilizarse en dicho rango. En cuanto a la soja, el “doble piso” apareció el 2 de febrero y el 17 de marzo, en torno a los u$s350 por tonelada. En las últimas dos semanas la oleaginosa rebotó hasta superar levemente los u$s360 por tonelada, una cotización 23% inferior a la de un año atrás.

Influencia de Brasil

Lo que sucede en Brasil gravita tarde o temprano en la Argentina. Y la economía brasileña creció sólo 0,1% en 2014 y se espera una contracción de 1% este año. Varios índices navegan en zona negativa este año, como la producción industrial, que cayó 4,5% en el primer bimestre del año frente al mismo período de 2014, el peor resultado desde enero del 2010. El estancamiento brasileño complicó a la actividad fabril, que ya en 2014 descendió 3,2% frente a 2013, la performance anual más baja desde 2009. La producción de acero cedió 2,2% interanual en el primer bimestre, así el consumo regresó a los niveles de 2007, según proyecciones del Instituto Acero Brasil.

En el primer trimestre de 2015, la venta de vehículos en Brasil se desplomó 17% respecto del año pasado. En ese ítem impacta el ajuste fiscal que emprendió el gobierno de Dilma Rousseff, al suspender los descuentos tributarios que concedía como estímulo al sector. Sin embargo, en marzo asomó un resultado menos desalentador, pues la caída de ventas fue tan solo de 2,5% interanual, y un 26,2% superior a la de febrero.

Un análisis similar permite la balanza comercial brasileña. En el primer trimestre acumuló un déficit de u$s5.557 millones, pero en marzo tuvo un saldo positivo de u$s458 millones, producto, seguramente, de la fuerte devaluación del real que mejoró el perfil exportador por una licuación de costos domésticos. En 2014, Brasil registró el primer déficit comercial en 14 años, con un saldo negativo de 3.930 millones de dólares.

En las últimas jornadas el real brasileño mostró una recuperación, mientras que las castigadas acciones de Petrobras avanzaron un 35% en tres semanas, desde su valor más bajo en 12 años. El real, que se llegó a negociar a 3,31 unidades por dólar, se opera ahora a 3,13. La petrolera estatal, cuya cotización bursátil sufrió por el escándalo de corrupción y decepcionantes balances, firmó un importante acuerdo de financiamiento con el Banco de Desarrollo de China que fue advertido por los traders como un voto de confianza en el futuro de la empresa más grande de América Latina.

La sustancial mejora de Petrobras llevó al índice Bovespa de San Pablo a su mayor nivel desde el 28 de noviembre. También su repunte es un aval para el progreso del índice Merval de Buenos Aires, pues la petrolera brasileña es desde abril la compañía de mayor ponderación del panel líder, con un 22,6%, por encima de las argentinas YPF (19,3%) y Grupo Galicia (11,6%).

Es decir, a falta de noticias positivas para la Argentina, bueno es que aflojen las malas. La estabilización del dólar y la persistencia de tasas deprimidas en el mundo quitan a la Argentina presiones devaluatorias y mantienen vivo el interés inversor por los títulos públicos argentinos, con elevadas rentabilidades frente a sus pares del exterior. A la vez, dejan abierta la posibilidad de acceder a crédito externo una vez que se resuelva el litigio con los holdouts.

Si los granos detienen su caída, aún con cosechas récord en Sudamérica, y el barril de petróleo no supera los 50 dólares, el flujo de divisas al país se vuelve menos acuciante, en un 2015 con importantes vencimientos de deuda en dólares. También aporta tranquilidad que Brasil, principal socio comercial de la Argentina, deje de devaluar su moneda y redoble esfuerzos por acotar su proceso recesivo.

Se confirma el cambio de ciclo económico en 2015

Después de un complicado 2014, en el que se debilitaron casi todos los indicadores macroeconómicos de la Argentina, los análisis internacionales apuntan que el presente será otro año recesivo para nuestro país, en el marco del bajo crecimiento que afectará a toda América Latina. La expansión regional inició el último año un ciclo de desaceleración que se mantendrá mientras se prolongue la apreciación global del dólar, con la consiguiente devaluación de las divisas latinoamericanas y la caída de precios de sus productos de exportación.

El miércoles pasado, el Fondo Monetario Internacional divulgó su pronóstico de crecimiento para la región y señaló que la Argentina será la que manifieste el peor desempeño, detrás de Venezuela. Para el país caribeño estimó una caída del PBI del 4% en 2014 y una profunda contracción económica del 7% para 2014, afectado puntualmente por el recorte de 60%en los precios del petróleo en los últimos siete meses. Sobre la Argentina, definió una leve baja del 0,4% del PBI el año pasado y proyecta un declive de actividad del 1,3% en 2015. “A pesar de la moderación de las presiones cambiarias y de un crecimiento más vigoroso de lo previsto en 2014, Argentina continúa haciendo frente a importantes desequilibrios macroeconómicos”, sintetizó el FMI.

El organismo estimó un “crecimiento mediocre” promedio de 1,3% para América Latina en 2015, en sintonía con las conclusiones de otros estudios. Una presentación de Itaú Unibanco en el Foro de Davos prevé un año 2015 poco alentador ante la desaceleración de la economía mundial, con un camino dificultoso para Brasil y más positivo para México.

El economista en jefe del banco brasileño, Ilan Goldfajn, detalló en el foro empresario que “este año veremos una mejora, gracias a EEUU, pero probablemente no lo suficiente para devolver a Latinoamérica a un crecimiento muy fuerte”. Para Brasil, un destino comercial clave de la producción argentina, anticipa un crecimiento de 0,2% en su PBI, en lo que será el quinto año de bajo crecimiento: tras un alza de 7,5% en 2010, la economía del gigante sudamericano creció 2,7% en 2011, un 1% en 2012, 2,5% en 2013 y registró una expansión cercana a cero el año pasado. En ese sentido, el FMI rebajó en 1,1 puntos su previsión de crecimiento para Brasil en 2015, en apenas 0,3 por ciento.

Según la consultora española Focus Economics, los tres referentes del Mercosur -Argentina, Brasil y Venezuela- serán un lastre para la “tendencia creciente” que evidencian otras economías latinoamericanas. El retroceso del 0,5% en el PBI del Mercosur en su conjunto en 2014 contrasta con el avance del 4,2% registrado en la Comunidad Andina (CAN), integrada por Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.

En un informe titulado “Latin Focus Consesus Forecast”, la agencia detectó un anémico crecimiento de 0,2% para Brasil 2014, determinado también por la devaluación de su moneda, factor que deprime su PBI medido en dólares. También registró “una contracción significativa” en los PBI de Venezuela (-3,6%) y Argentina (-0,8%). Al primero lo impactó el desplome del crudo, al segundo, una inflación que pasó a ser estandarte de la recesión.

Focus Economics enfatiza que la Argentina padece la “fuerte caída en el consumo privado”, con un restringido acceso al mercado de deuda por la estancada renegociación de deuda en cesación de pagos. Otros indicadores confirman este freno brusco de la actividad económica argentina. Según la consultora Ferreres & Asociados, el PBI cayó 2,6% durante 2014 y la producción industrial registró una merma de 3,6% interanual. Para el INDEC, en el acumulado enero-noviembre de 2014 la retracción de la actividad económica fue 0,2%, mientras que durante 2014 la producción de la actividad fabril bajó un 2,5% respecto del año anterior.

Frente al retroceso de las cotizaciones de las materias primas, todavía el sustento de la actividad económica latinoamericana, los análisis proyectan un inminente período de transición, alejado de las elevadas tasas de crecimiento de la última década, en el que se impondrán las medidas de austeridad fiscal y control de la inflación, con menos divisas por exportaciones y encarecimiento del crédito externo ante una eventual suba de tasas en los Estados Unidos.

Inflación y devaluación

A las menores tasas de crecimiento le replicaron mayores índices de inflación. Venezuela, con un 63% anual, y la Argentina, en un rango entre 24 y 40 por ciento, según la fuente, encabezaron el listado de alza de precios minoristas, que según la CEPAL promedió un elevado 9% anual en América Latina. Focus Economics prevé para la región una inflación promedio del 13,3% y un déficit fiscal de 4,5% del PBI para 2015.

En Davos, los especialistas financieros coincidieron en que el crecimiento regional a “tasas chinas” observado en el primer tramo de este siglo está dando paso a uno de crecimiento débil, sin que los países hayan aprovechado a pleno el ingreso de dólares para cambiar su matriz productiva, todavía anclada a las materias primas, que representan el 60% de sus ventas externas, con instituciones que siguen en proceso de consolidación y notorias brechas sociales.

En el foro anual que se lleva a cabo en la ciudad suiza, el ex presidente del Banco Central argentino, Mario Blejer, afirmó que “la fiesta se ha terminado” y que las naciones se enfrentan a la necesidad de generar valor agregado a través de “inversiones que deben ir hacia la diversificación con una lógica de aprovechar las ventajas comparativas”.

El año electoral manda al “freezer” a la economía local

El nivel de actividad económica está en una encrucijada de salida esquiva este año. La mayor tarea para encarar en 2015 será la recuperación del crecimiento, pues de ello depende el empleo y la estabilidad de las capacidades de consumo. A la par, la necesidad de enfriar el salto inflacionario que dejó 2014, generado por el déficit fiscal, obligará a medidas de ortodoxia en materia cambiaria y monetaria que atentarán contra la expansión del PBI.

“Ingresamos a un 2015 complejo, cuyo derrotero dependerá, en gran medida, de la imprevisible postura del Gobierno en relación a la deuda externa. En general, la política económica será de contención. En otros términos, que nada se mueva demasiado, en especial el dólar. El calendario político será la guía a lo largo del año”, explica el economista Jorge Todesca, de la consultora Finsoport.

La campaña presidencial que marcará el ritmo de los próximos meses será la excusa para que el Gobierno apele a variedad de argucias que evitarán la implementación de medidas de fondo. Al postergar las soluciones no traslada el costo político del ajuste al próximo Gobierno, sino a toda la sociedad que tendrá que asumir mayores estrecheces a medida que el tiempo transcurre, pues el cambio de ciclo económico no tiene exclusivo origen interno: arrecia con toda velocidad desde el exterior y no deja tiempo para dilaciones.

La renovada apreciación del dólar frente a divisas fuertes (euro, yen, libra esterlina) y emergentes (rublo, real) se manifestó en concreto en las caídas de las materias primas cotizadas en moneda norteamericana, como el petróleo, el cobre y también los productos agrícolas que representan un tercio de las exportaciones nacionales.

“El contexto mundial y regional no juega a favor de un dólar cuasi fijo en Argentina durante 2015″, señala un informe de Economía & Regiones, que remarca que “el dólar se viene -y seguirá en 2015- apreciando fuertemente en todo el mundo”. La parálisis del dólar oficial en la Argentina “podría alimentar más las expectativas de devaluación e inflación y consecuentemente un dólar ‘blue’ más caro y mayor brecha cambiaria; o sea más recesión”.

Para Economía y Regiones, en su último año de mandato Cristina Kirchner intentará “preservar la actual estabilidad financiera sin renunciar a su estilo basado en políticas fiscales y monetarias ultra expansivas” dado que “le importa más el nivel de las reservas, de la inflación y del dólar que el nivel de actividad“.

Jorge Todesca subraya el persistente deterioro de las cifras fiscales. “El Presupuesto aprobado a fines del 2013 preveía un superávit financiero de $830 millones y ahora se prevé un déficit de $195.514 millones equivalente a un 5% del PBI. Coincidentemente esa cifra es casi idéntica al monto de los subsidios económicos, que durante el año crecieron alrededor del 70%”, analiza.

Según Dante Sica, director de Abeceb.com, el default selectivo de deuda del canje por los fallos adversos a la Argentina en los EEUU profundizó las restricciones al dólar y “el resultado de esa estrategia fue que la recesión se agudizó, como así también el deterioro del mercado laboral. Sin embargo, la expectativa de cambio de ciclo de cara a las elecciones presidenciales de 2015 y de un acuerdo con los holdouts a principios del año próximo funcionó como ancla, evitando un deterioro mayor”.

Además, los vencimientos de capital e intereses previstos para este año también limitan la libertad de iniciativa que tendrán los funcionarios del área económica. El Gobierno nacional demandará unos u$s12.000 millones al BCRA para cancelar deuda. Esta cifra se extiende a u$s14.000 millones si se contemplan pasivos provinciales y corporativos, casi la mitad de las actuales reservas.

Debilidad de las cuentas del BCRA

En ese marco, el Banco Central elaboró para 2015 un diagnóstico al que le sobra optimismo. De la mano de la recuperación del piso de reservas de u$s31.000 millones, su presidente, Alejandro Vanoli, prometió una “normalización gradual” del mercado cambiario, mientras que un informe del organismo prevé “que durante 2015 las actividades comerciales y financieras con residentes del exterior permitirán, en un marco de flotación administrada del tipo de cambio, obtener divisas suficientes para finalizar el año con un saldo de reservas internacionales similar al del cierre de 2014″.

Sin embargo, Daniel Artana, economista Jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), descartó en el corto plazo una salida del “cepo”, debido a que “la caída proyectada de exportaciones por el triple efecto de la reducción en el precio internacional de la soja, el atraso cambiario y la depreciación del real brasileño -y el parate de la economía de nuestro principal socio comercial- no permite ningún espacio para avanzar en una relajación”, que comprometería a las mismas reservas internacionales del BCRA por la irrupción de la demanda reprimida de dólares.

En simultáneo, la desmejora del balance de la entidad demuestra cuan precaria es la tranquilidad cambiaria que se transita desde el tramo final de 2014. El Central resignó su rol al de simple prestamista para financiar el gasto público. Si bien la expansión de la Base Monetaria, en torno al 20% anual, creció a un ritmo menor que años anteriores e incluso a la tasa de inflación anual, datos de Finsoport indican que la asistencia de pesos al Tesoro ascendió a $130.562 millones, un 39% por encima de los montos de 2013, cuando fue de 94.082 millones.

Estos giros no se replicaron en la misma proporción en la expansión del dinero circulante debido al enorme esfuerzo del BCRA para reabsorber este excedente, por cuanto el stock de deuda por Letras y Notas (LEBAC y NOBAC) tuvo un explosivo incremento de 140% en el último año, de $154.385 millones, a $264.932 millones (datos actualizados al 23 de diciembre), que al momento de vencer, con el añadido de intereses cercanos al 30% anual, significarán el reingreso al mercado de una masa de billetes cuya repercusión inflacionaria será difícil dominar.