El INDEC cambia, pero sigue el fraude estadístico

El INDEC difundió los indicadores corregidos sobre actividad económica de 2013, en los que ratifica que el PBI se expandió un 3% respecto de 2012, en pesos corrientes, aunque sólo 1,4% si se lo mide en dólares. Ambos porcentajes quedaron bien lejos del 4,9% estimado por la entidad en febrero, toda una quimera que ya forma parte de los anales del relato oficialista.

Este es el tercer reporte oficial sobre evolución del PBI de 2013. El Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE), informe preliminar difundido el 21 de febrero pasado, señaló que el crecimiento fue de 4,9% interanual, contra el consenso de estudios de consultoras que reflejaban un incremento a la mitad de dicha tasa.

El 28 de marzo de 2014, después de un primer trimestre en el que las reservas del Banco Central perdieron casi u$s3.600 millones (un 11,7% del total), el INDEC recortó el indicador de crecimiento al 3% anual para 2013, con lo cual dio por tierra con las previsiones de un pago del cupón atado al PBI en diciembre de este año, por más de 3.000 millones de dólares. La volatilidad con la que variaron los porcentajes de PBI se multiplicó con rumores y especulaciones entre los operadores de Bolsa: los precios de estos instrumentos financieros oscilaron como un electrocardiograma.

La semana pasada, el INDEC difundió la medición definitiva del PBI, según el recalculo a precios corrientes con base 2004. Este cambio metodológico es normal en todos los países con estadísticas fiables, que cada diez años, aproximadamente, corrigen entre otros puntos el año base, para dar más precisión a sus análisis y definir políticas públicas eficaces. En el caso de la Argentina, todavía se utilizaba la referencia de 1993, desactualizada por todos los sobresaltos que atravesó la economía nacional en las últimas dos décadas. La pregunta que aún no tiene respuesta es si el Gobierno intentó decir la verdad esta vez o simplemente mintió dos veces, la primera, para sobreestimar la expansión de la actividad, y la segunda para evitar un desembolso de dólares demasiado pesado para las debilitadas reservas del BCRA.

En la revisión del desempeño del Producto Interno Bruto de los últimos 10 años aparecen varias inconsistencias, las más llamativas, a partir de la intervención del ente estadístico a manos de Guillermo Moreno. Con la medición renovada, el crecimiento acumulado entre 2006 y 2013 fue del 37% y no el 49% como respaldaron lo anteriores números oficiales. Confesión de parte acerca de cuánto se apeló a la manipulación.

El organismo oficial precisó que a fines de 2013, el producto total de la economía alcanzó un valor de u$s611.732 millones, luego de dividir $3.349,8 millones (el PBI a precios de mercado) por un tipo de cambio oficial promedio de $5,476 el año pasado. El mismo cálculo hecho con los nuevos datos de 2012, refleja que en dólares el PBI fue de u$s603.126 millones ($2.744,8 millones dividió un tipo de cambio promedio de $4,551), por cuanto la actividad año a año, medida en moneda estadounidense, creció 1,4%, la mitad que el 3% de la medición en pesos constantes.

Estas cifras permiten acercarse a algunas certezas. Una es el atraso cambiario, que “infla” el PBI en dólares. Otra es que seguramente el alza de 1,4% en el PBI el año pasado (en dólares) es más real que el 3% (en pesos constantes), pues la distorsión del promedio de 2013 es comparada con otra base de cálculo distorsionada en similar proporción, de 2012. Ahora bien, esos u$s611 mil millones de 2013 más que duplican los u$s299 mil millones de 1998, el año de más elevado PBI de la década de la convertibilidad ¿Produce Argentina el doble que 15 años atrás?

Debe señalarse que antes del cambio metodológico, el PBI de 2013 promedió u$s498.200 millones, según lo publicado por el Ministerio de Economía en los tres primeros trimestres, hasta que el INDEC discontinuó el cálculo con el año base 1993 . Los actuales u$s611.732 millones reflejan, por lo tanto, una diferencia de 18,6% entre ambas estimaciones, que puede atribuirse a una inflación no reconocida: con un mismo monto de referencia, a menor precio, mayor cantidad de bienes y servicios producidos. Los servicios se miden principalmente en pesos y no en cantidades: la adulteración de precios potencia en forma artificial el resultado.

Una duda mayúscula es si se pagó lo que correspondía por el cupón PBI en los ejercicios de años anteriores. Por ejemplo, el nuevo cálculo refleja un crecimiento de 3,1% en 2008 contra el anterior de 6,8%, error que llevó a pagar indebidamente unos u$s2.000 millones a los tenedores de esta opción, ideada como incentivo para el canje de deuda de 2005.

Los nuevos números también traslucen que hoy el país se asoma a una recesión que tiene sus raíces en 2013, con una retracción de las industrias manufactureras y la explotación minera el año pasado de 0,3 y 1,6 por ciento, respectivamente. El nivel de inversión disminuyó del 21,2% del PBI en 2012 al 20,9% al año siguiente. Mientras que las importaciones en 2013 subieron 1,6%, las exportaciones cayeron 5,3 por ciento. Sólo cabe esperar que la ansiada cosecha récord y los precios firmes en el exterior para las commodities argentinas permitan aferrarse, aunque sea, a un frustrante estancamiento, acompañado de la inflación más elevada en 12 años.

La estampida del dólar arrasa con la estrategia del BCRA

El transcurso de un mes y medio fue desgastador para la gestión de Juan Carlos Fábrega al frente del Banco Central. Los diversos esfuerzos que el directivo dispuso detrás del objetivo de rectificar en forma paulatina las variables del mercado de cambios tropezaron con la dura realidad de problemas macroeconómicos que sobrepasaron su rol de fijar las políticas cambiaria y monetaria, con un déficit público sostenido con emisión y una inflación creciente. Así, la contención del precio del dólar paralelo, la reducción de la brecha entre cotizaciones y la recuperación de reservas esbozadas en diciembre fueron apenas un breve espejismo.

En primer término, el dólar blue se desbocó y alcanzó un nuevo récord, al filo de los 11 pesos, con una demanda reducida, pero suficiente para dar impulso alcista a una plaza escasa de billetes. Se potenció además el movimiento especulativo de los vendedores de las “cuevas”, que aprovecharon la necesidad de efectivo de aquellos que planificaron sus vacaciones en el exterior y la abundancia de pesos por el cobro del salario de enero, el medio aguinaldo de diciembre y los “bonus” de fin de año, cuyo excedente se volcó a la cobertura en dólares. Con estas condiciones ya es difícil concebir un piso inferior a los 10 pesos para el dólar marginal.

Otro problema que esmeriló la estrategia del Central es el aumento de la brecha entre las cotizaciones oficial y libre, que se extendió a un preocupante 65 por ciento. En el pico de precios de mayo pasado ($10,45), este diferencial tocó el 100 por ciento. Luego, la fuerte iniciativa oficial, con presiones del entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno a cambistas, ventas de bonos en dólares para deprimir el “contado con liquidación” y una aceleración en la apreciación del dólar oficial, lograron recortar este rango a 48% a mediados de junio último ($7,90 del blue contra $5,35 del oficial) y conjurar un escenario financiero de alta tensión.

A la par de los cambios en el equipo económico se concretó la salida de Mercedes Marcó del Pont del BCRA y el arribo de Fábrega. El ex presidente del Banco Nación asumió con una brecha del 64% entre el dólar formal y el paralelo ($9,92 del libre frente a $6,05 del oficial). La intensiva venta de bonos en dólares en cartera de organismos públicos y la liberación de la operatoria llamada “dólar Bolsa”, para hacerse de divisas legales a través de una transacción bursátil, descomprimieron la demanda de la plaza marginal y la brecha se redujo al 47% el 3 de diciembre último ($9,13 del blue contra $6,18 del oficial). Sin embargo, esa estabilidad se diluyó un mes después, con el brutal salto de 8,9% u 89 centavos del dólar libre en apenas cuatro jornadas financieras de 2014.

Una evolución similar pudo observarse con las reservas del Banco Central, que alcanzaron un piso de siete años de u$s30.383 millones el 5 de diciembre pasado, para recuperarse hasta los u$s30.828 millones el 27 de diciembre. Fuentes del mercado de cambios atribuyeron a los buenos oficios de Fábrega, con su extensa trayectoria en el sistema bancario, esta recuperación de activos, en la que se capitalizaron los dólares ingresados a través de las Letras ofrecidas a las cerealeras, las inversiones de Chevron en Vaca Muerta y la colocación de bonos de YPF. Ese avance también se desvaneció en pocos días: hoy, las reservas líquidas del Banco Central se sitúan en u$s30.447 millones y cuantifican una caída de u$s1.339 millones desde que se modificó la cúpula de la entidad monetaria.

La dinámica cada vez más veloz de los precios de bienes y servicios –que incluyen al dólar- erosiona la eficacia de la intervención del Banco Central en la plaza mayorista para apurar la apreciación del dólar oficial. Desde el 20 de noviembre, con Fábrega al frente del ente emisor, la divisa oficial avanza 9,1% (desde $6,05 a $6,60), pero la competitividad cambiaria poco recupera con una tasa de inflación real estimada en 4% en diciembre y otro tanto para enero. Por eso, no es extraño que el dólar blue haya trepado un 10,1% en esas seis semanas.

Aterrizaje forzoso para peso argentino

El tipo de cambio actual sería adecuado para la Argentina si los índices de inflación hubieran sido bajos en el último lustro, como en la mayoría de los países de América Latina, o al menos si la suba de precios local se hubiera acotado a la que registró el INDEC desde su intervención a manos de Guillermo Moreno. Pero la presión alcista de los precios minoristas, que supera por cuarto año consecutivo el 20% y asoma en este 2013 a subir más que en cualquier año de la década kirchnerista, irrumpe incómodamente de tal forma que el Gobierno se vio obligado a cambiar su actitud inflexible respecto de una evolución pausada del dólar.

Así es como se recuerdan con cierta añoranza los primeros años de gestión de Néstor Kirchner, con un índice de inflación en el rango de 3 a 6 por ciento anual y un dólar al que había que sostener con compras del Banco Central porque el ingreso de capitales y el superávit comercial prodigaban abundancia de divisas y pujante recuperación de reservas.

En agosto último, la entidad que conduce Mercedes Marcó del Pont dio señales claras de profundizar la apreciación del dólar oficial, es decir, permitir una devaluación del peso que ya quedó muy lejos de la “sintonía fina”. El dólar mayorista o interbancario -donde interviene el BCRA- cerró el mes en $5,6725, anotó un alza de 2,8% en agosto y sumó un 15,4% en los primeros ocho meses de 2013, la ganancia más alta para un año desde 2002, tras la salida de la convertibilidad. Por el mismo efecto, el peso se devaluó un 2,7% en agosto y un 13,2% en el recorrido del año.

La escalada del dólar mayorista en agosto fue la más alta del año y la mayor desde marzo de 2009 (cuando ganó 4,3%), mientras la ganancia interanual de la divisa (agosto 2012-agosto 2013) marcó 22,3%, la más elevada desde septiembre de 2009. También tiende a acelerarse mes a mes: en junio fue del 2% o 24% anualizado (de 5,29 a 5,395 pesos), en julio fue de 2,2% o 26,4% anualizado (de 5,395 a 5,515 pesos) y en agosto fue de 2,7% o 32,6% anualizado (de 5,52 a 5,68 pesos).

Puede decirse que este “aterrizaje forzoso” del peso tiende a sincerar y reconocer de alguna forma parte de la inflación acumulada en los últimos años y reprimida en cuanto a tipo de cambio por la intervención oficial en el mercado mayorista. En los hechos, agosto (con la proyección de 32,6%) ya está superando las previsiones de inflación anual y la conducta del Central sugiere que seguirá en esta senda hacia fin de año.

¿A qué se debe este apuro del BCRA por ordenar la variable cambiaria?

- En primer lugar, la vigorosa inflación deja en evidencia el atraso de un dólar cuyo precio no evoluciona al mismo ritmo que el resto de los bienes de la economía local.

- La apreciación del dólar en Brasil, de 2,052 a 2,385 reales entre enero y agosto, un 16,2%, con una inflación acumulada en el país vecino en torno al 4%, que resulta una apreciación real de la divisa norteamericana de 12,2% en el año. La producción brasileña se vuelve más competitiva respecto de la norteamericana por esta ayuda cambiaria, y también respecto de la argentina, donde la devaluación del peso es, por ahora, neutralizada por la tasa de inflación.

- La apreciación del dólar en términos globales. No sólo la Argentina y Brasil, si no varios países emergentes optan por deslizar sus monedas ante las expectativas de un fortalecimiento de la divisa de EEUU en un futuro escenario de tasas de interés más elevadas en la economía norteamericana.

- Los ingredientes locales, claro, son fundamentales para que el peso tenga un derrotero diferente al de sus pares regionales. Además de la inflación, Argentina atraviesa un período de pérdida de reservas gradual, pero constante, que deja un dólar teórico de 8,73 pesos (al dividir la base monetaria por las reservas líquidas del BCRA), cercano a los $8,88 del “contado con liquidación” (referencia para operaciones financieras) y a tiro de los $9,30 que merodeó el dólar blue el viernes.

- Las restricciones cambiarias que frenaron la fuga de capitales también cerraron otras vías de ingreso de dólares, como préstamos a empresas, inversiones del extranjero y créditos multilaterales. La sangría de divisas por pago de deuda, el turismo en el exterior, el déficit energético y el rojo comercial de algunos rubros industriales también hicieron su contribución para que la caída de reservas en el año ascendiera a u$s6.489 millones –más del doble que todo lo perdido en 2012-, a u$s36.801 millones, su nivel más bajo desde abril de 2007.

- La poca aceptación del Certificado de Depósito para Inversión (CEDIN) minó una alternativa para fortalecer temporalmente las reservas y atenuar la suba del dólar. A dos meses de su lanzamiento, el blanqueo de capitales motorizó suscripciones por u$s50.801.758, apenas por encima de los u$s41 millones de reservas que se perdieron en promedio en cada jornada cambiaria de 2013.

- El condimento político también tiene que tomarse en cuenta. La elevada emisión de pesos sin respaldo para alimentar el financiamiento público tendrá un incentivo extra con el incremento del mínimo no imponible del impuesto a las Ganancias. Los $4.500 millones de “esfuerzo fiscal” que representará esta medida hasta fin de año serán parcialmente compensados por el aporte privado (impuesto sobre adquisiciones de activos y sobre dividendos) en un monto difícil de estimar todavía. Seguramente, el recorte de ingresos al erario público por Ganancias tendrá que ser equilibrado con más pesos del Banco Central. El futuro para el dólar en el plano local tiene sólo dirección alcista.

Cuentas pendientes después de las primarias

Dos trenes a toda velocidad se aproximan. Circulan en sentidos opuestos y por la misma vía: uno carga con el déficit fiscal, cepo cambiario, recalentamiento de la demanda agregada, turismo en el exterior financiado al dólar oficial, boom de ventas de autos importados, subsidios crecientes. El otro trae emisión sin respaldo, inflación, pago de deuda y energía con reservas, salarios gravados por Ganancias, atraso cambiario. Si ninguno de los dos trenes –ambos, en realidad– se detiene a tiempo, la colisión será inevitable y los daños, totales.

Los objetivos electorales del Gobierno apañaron el recurso de inundar con pesos la economía, para sostener a cualquier precio un crecimiento económico que marca una tasa del 4,9% entre enero y mayo, difícil de sustentar en el tiempo. La otra cara de la misma moneda es la caída de u$s6.200 millones de reservas en el Banco Central, que ayuda a financiar la actividad de un país vedado al crédito externo.

La campaña por las primarias fue el prólogo de la otra campaña, por las legislativas, que seguirá hasta el 27 de octubre. Muchas cuentas quedan pendientes por la necesidad política del oficialismo, que paraliza y aplaza la toma de medidas de fondo para evitar un anunciado choque de las variables económicas. También extrema los esfuerzos por disimular la debilidad que se evidencia en el fracaso de iniciativas cosméticas.

Así, los controles y congelamientos de precios fueron inocuos. Estimaciones privadas apuntan que la inflación de julio se habría ubicado sobre el 2,5%, por encima del promedio de 2013. Los certificados BAADE y CEDIN, para incorporar a la economía formal y las reservas una parte de los dólares que salieron del sistema, aportan u$s1 millón por día, la mitad de los depósitos privados que se retiran de los bancos.

Hace varios meses que las resoluciones dictadas desde el Palacio de Hacienda, en especial las ideadas por el secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno, adolecen de credibilidad, la misma que le falta a la autoridad monetaria -el Banco Central- para que la ciudadanía tenga apetito por retener los pesos que emite. La moneda argentina pierde valor en términos estrictos de poder de compra, pero también en la ponderación de los ciudadanos, que buscan refugio en los bienes durables, el dólar o directamente gastan sus pesos en esparcimiento antes que ahorrarlos o invertirlos.

Las restricciones al dólar aplicadas inmediatamente después de las elecciones de 2011 permitieron estirar los plazos a un Gobierno confiado por el contundente respaldo del 54% de votos, que eludió su responsabilidad de impulsar correcciones y rectificar distorsiones macroeconómicas. Ahora, con un resultado electoral atomizado, pero claramente desfavorable al Frente para la Victoria, el panorama es diferente: aventó las certezas y sólo dejó interrogantes. Lo que antes funcionó para satisfacer el humor social ya no da frutos, a fuerza de impericia de los funcionarios y diagnósticos negadores.

Ante la fuga de capitales de 2011 (u$s21.504 millones), el Gobierno redobló la apuesta y estableció el “cepo” cambiario, una especie de “corralito”, que a diferencia del de 2001/2002, permite sacar los pesos, pero no comprar los dólares. La restricción debió extenderse a las importaciones, contagió a la inversión y afectó a las exportaciones por la falta de insumos importados. Los dólares siguen escaseando y los economistas críticos insisten en hablar de “restricción externa”, “tensión en la balanza de pagos” y “deterioro de fundamentos macroeconómicos”.

Lo que no se hizo en 2012 y 2013 –política económica integral que se enfoque en atacar la inflación desde sus causas, equilibrar las cuentas públicas y obtener financiamiento externo a tasas de interés históricamente bajas- va a ser más difícil de hacer en 2014 y 2015, con esquivo capital político, sin margen para el “gradualismo” y un gabinete económico disperso y devaluado.

El Gobierno devalúa, pero no le alcanza

Durante julio, el Banco Central subió un 2,24% el dólar mayorista, referencia del mercado de cambios oficial, desde los $5,395 del 28 de julio, hasta los 5,515 pesos. De esta forma, el tipo de cambio aumentó un 12,2% en los primeros siete meses del año. Al anualizar esta apreciación entre enero y julio, refleja una tasa de casi 21%, que resulta un dólar oficial de $5,95 a fin de año.

Este dólar está de acuerdo con la “estimación” de un dólar oficial a seis pesos atribuida al secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a comienzos del año, pero aún muestra que es imparcial o falaz interpretar que la devaluación oficial acompaña el ritmo de la inflación. En realidad “corrió desde atrás” al subir menos que la inflación real algunos meses, mientras que lo hizo más en otros. En enero, la inflación difundida por legisladores de la oposición en el Congreso fue de 2,58%, contra un incremento del dólar oficial 1,20%; 1,23% contra 1,33% en febrero; 1,54% contra 1,51% en marzo, y 1,52% contra 1,31% en abril.

El atraso cambiario presionó para que el dólar recuperara la tendencia ganadora en mayo y junio. En el quinto mes del año, la inflación detectada fue de 1,57% contra 1,84% que ganó el dólar, y en junio fue 1,93% contra 2,08 por ciento. En julio, la divisa mayorista ganó 2,2%, cuando algunas consultoras privadas ya calculan una aceleración de los precios en un rango de 2,4 a 3 por ciento. Así, una aproximación más realista muestra en el primer semestre un incremento de precios minoristas de 10,82% contra una suba del dólar de 9,65%: el billete siguió rezagado contra el promedio de los precios.

Por eso, el Banco Central decidió acelerar el ritmo de apreciación de la divisa. Si se tomara en cuenta la progresión alcista del bimestre junio-julio (subió 23 centavos, desde los 5,285 a 5,515 pesos) el incremento sería 4,35% bimestral, un 26,1% anual. Si se anualizara el 2,24% que avanzó el billete verde en julio, esta suba del dólar aceleraría un 26,9 por ciento. Es decir, la autoridad monetaria está apretando el acelerador.

En estrictos términos de devaluación, hay que decir que el peso argentino se devaluó 10,84% en el transcurso del año (frente a 12,2% que ganó el dólar), desde los u$s0,203 por peso ($4,925 por dólar en enero) a u$s0,181 por peso el 31 de julio. Anualizada, esta devaluación asciende a 18,58%, un porcentaje significativo que contraría la expresión de Cristina Kirchner, quien dijo en mayo que “para devaluar tendrán que esperar a otro Gobierno”.

Brasil y Venezuela

Probablemente haya sido el ajuste del dólar en Brasil el factor que más empujo al BCRA a apurar la escalada local de la divisa. En el trimestre mayo-julio el país vecino apreció el dólar un 14 por ciento. Respecto de enero, la divisa norteamericana en Brasil avanzó 12,2%, lo mismo que ganó el dólar oficial en Argentina. Esta relación es crucial en materia de exportaciones, debido a que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina. Sin embargo, la diferencia de inflación entre ambos (3,15% contra 10,82% en el primer semestre) es otro dolor de cabeza para los funcionarios argentinos y factor de pérdida de competitividad para los productos nacionales.

El combate de la inflación que el Gobierno decidió hacer manifiesto en este 2013 es un fracaso concreto y subyace a las medidas para ajustar la tasa de cambio. Cuanto más ajustes, controles y acuerdos de precios se intentaron aplicar, menos efecto se consiguió en las góndolas. Por el contrario, la inflación parece estabilizarse en un 2% mensual.

Argentina está muy lejos de la realidad de Venezuela, pero simula seguir sus pasos. La administración chavista intentó a su modo fijar precios en época preelectoral y luego de los comicios la inflación se le fue de control: acumuló 25% durante el primer semestre del año, por encima del 7,5% del mismo período de 2012.

El país caribeño mantiene un férreo control de cambios con una cotización oficial de 6,30 bolívares por dólar, aunque la moneda de los EEUU es prácticamente inaccesible de no ser por el mercado paralelo, en el que su valor se quintuplica. Por ejemplo, el codiciado dólar “turista” al que acceden pocos venezolanos, con montos de u$s1.000 en promedio y un límite de u$s2.500, vale cerca de 11,7 bolívares, casi el doble que el oficial. En la Argentina, la tasa de recargo es apenas 20 por ciento.

Asimismo, en febrero, el gobierno de Nicolás Maduro decidió devaluar casi el 32% el bolívar respecto del dólar, que pasó de costar 4,3 bolívares a los actuales 6,3. Argentina todavía está lejos de un ajuste tan brutal, con su devaluación estimada en 18,8% anual. Más que un espejo Venezuela es en este sentido una caricatura que exagera el presente argentino, pero obliga a pensar sobre las consecuencias de las políticas económicas erráticas, descoordinadas y tolerantes de una inflación que carcome los ingresos.

La odisea del pan y el tomate

La última semana cobró fuerza una discusión estéril para explicar la suba de dos productos básicos como el pan y el tomate y establecer responsabilidades en las cadenas de producción, distribución y comercialización. El incremento de estos alimentos obedece a razones distintas: mientras que el pan aumentó como consecuencia de una serie de medidas de política económica que impactaron en su precio final, en el caso de la hortaliza hubo una cuestión estacional y por lo tanto pasajera, que se repite cada invierno.

En el pan influye el salto del precio de la harina, resultado de la menor siembra que tuvo el cereal en 111 años, con una zafra de 9 millones de toneladas, casi 40% menos que en 2012, dañada a su vez por una intensa sequía. La magra cosecha se debió también a que el nivel de retenciones -con una tasa del 23% en el grano de trigo y del 13% en la harina- desincentivó el cultivo, sometido a rígidos cupos de exportación. Para revertir esta situación, la Presidente anunció en mayo un plan para devolver las retenciones al trigo a través de un fideicomiso, pero este beneficio se percibirá a partir de la presente campaña, que se cosechará el próximo verano. Llegó muy tarde para remediar el actual déficit en el mercado interno.

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Pasó el “trimestre dorado”

El trimestre abril-junio es en términos estacionales el período fuerte para la economía argentina, en particular por el rol exportador del agro que funciona como virtual motor para la actividad general. Pero muchas de las expectativas puestas en cuanto al ingreso de dólares que ayuden a distender algunos de los desequilibrios “macro” no fueron cubiertas y dejan una incertidumbre concreta para la segunda mitad del año.

El 2013 tomó clara ventaja para convertirse el año de mayor caída de reservas de la administración kirchnerista. Hasta el viernes perdieron u$s6.085 millones, un 14%, a 37.205 millones de dólares. En todo 2011, las reservas descendieron u$s5.814 millones, mientras que en 2012 lo hicieron en 3.086 millones. Los más de u$s37 mil millones de reservas constituyen un monto elevado en términos históricos, pero llama la atención la velocidad que está tomando la caída. Los activos del Banco Central están funcionando como un fondo anticíclico, efectivo para mantener el crecimiento económico del lado positivo, pero con un alto costo fiscal que consume el “stock” y avanza hacia un horizonte de empobrecimiento en el futuro.

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Cedin: dudosa solución para todos los males

El Certificado de Depósito de Inversión (Cedin) debutó esta semana en el convulsionado mercado financiero argentino y desde el Gobierno continúan sumándole aplicaciones tan amplias que dejan más dudas que precisiones sobre la posibilidad de plasmar en los hechos todos sus objetivos.

La polémica iniciativa toma cuerpo en un momento en que la salida de dólares de la economía formal se hace sentir con fuerza, como muestran, por ejemplo, la caída de reservas del BCRA o la reducción del superávit comercial. El certificado para “exteriorizar” divisas asoma en el enunciado oficial como una solución para todos los males que en el último año y medio le quitaron impulso a la actividad local. Entre sus atribuciones se menciona que:

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Moreno vence al dólar, pero no a la inflación

Desde hace seis semanas se sostienen con éxito las iniciativas oficiales para detener la escalada del dólar paralelo a través de un abordaje ortodoxo, a las que se suman los “aprietes” del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, a diversos agentes del mercado cambiario, que comenzaron cuando la brecha entre el dólar libre y el oficial alcanzó el 100 por ciento y el funcionario tomó las riendas del combate contra la fuga al billete verde.

Esta política tiene sus costos: las operaciones realizadas por la mesa de dinero de la ANSeS, que vende bonos en dólares, son eficaces para depreciar el tipo de cambio implícito (“contado con liquidación”), pero también presionan a la baja a las cotizaciones de estos títulos públicos que aún permanecen en cartera. Es decir, se exponen los activos del ente previsional a cambio de bajar el dólar “blue”, ligado al “contado con liqui”, que es lo mismo que decir que se afectan los fondos de los jubilados presentes y futuros. Además, la entidad se priva de percibir dólares llegado el momento de los vencimientos de capital e intereses de esos títulos.

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