¿Y si los K no eran tantos como creían ser?

Un cambio en los climas del corazón 

vuelve seco lo húmedo (…)

Dylan Thomas

Puede ser que en los últimos años en algún momento hayas ido a una reunión con gente poco conocida donde empezaron a hablar de política y en medio de la charla, aún sin serlo, dejaste que creyeran que simpatizabas con el kirchnerismo, o al menos no negaste simpatizar cuando tácitamente la conversación te hizo adherir (a mí me pasó). La acción de contradecir a la mayoría te incomodaba. Y al parecer, por la vehemencia de los que hablaban, la mayoría era kirchnerista, y los otros que no hablaban también lo parecían, porque asentían (aunque vos también asentías y no eras kirchnerista). Pero igual pensaste que todos eran kirchneristas, los que hablaban y los que no hablaban. Te habrás preguntado en ese momento ¿para qué voy a andar diciendo acá lo que pienso, si total es lo mismo? Dependiendo de lo firme que fueran tus ideas, incluso es probable que hayas dudado de lo que pensabas y hasta transformado de verdad tus criterios para alinearlos a los de la mayoría.

En 1951, el psicólogo Salomon Asch ideó un experimento que demostró por qué muchos de nosotros en una reunión nos inclinamos a repetir las cosas que dice la mayoría. Y si no estoy muy equivocado, el “experimento de conformidad de Asch puede ayudar también a que podamos entender que la conducta silenciosa y aprobatoria que mantuvimos en reuniones con algunos kirchneristas persuasivos no tenía nada de peculiar, sino que era exactamente la esperable.

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