La decadencia agresiva del kirchnerismo

Julio Bárbaro

La Presidenta no para de hablarnos, de decirnos que no estamos a su nivel, a veces de comparar nuestra inflación ilimitada con la de España, todo vale para cadena oficial. La confrontación con la Justicia tiene cada vez más ribetes de querer evitar consecuencias personales. Y la tropa que le obedece no duda nunca, ni tiene bajas: es un ejército rentado y obediente donde ya hace tiempo que se abandonó la pretensión de pensar, de opinar, de poder diferenciarse en algo de la conducción. Algunos dicen que el peronismo siempre fue así, absurda manera de describir lo que ignoran. El peronismo tenía sectores que pensaban distinto y lo manifestaban. El partido y los sindicatos se enfrentaban, la rama femenina estaba en otra posición, a veces Perón lograba encolumnar a todos y otras, muchas, tenía que asumir las limitaciones de su poder. Era un movimiento pleno de matices. El kirchnerismo es una versión aburrida de los partidos marxistas, con controles de lealtades y alcahuetes denunciantes. Si el peronismo hubiera sido como el kirchnerismo no hubiera durado ni una década.

La Presidenta actúa como si pudiera imponer un poder absoluto sobre sus seguidores, cosa que las prebendas del Estado hacen posible pero que sin duda desde el llano no son imaginables. Años de democracia donde el poder fue creciendo sin límites, a la destrucción ilimitada que proponían Cavallo y Dromi le siguió esta ocupación sin rumbo ni sentido. Ayer se privatizaba para hacer negocios, hoy se estatiza por la misma razón. Y sin duda los Kirchner participaron en las dos oleadas, ellos fueron imprescindibles para vender YPF -recordemos que su amanuense Parrilli fue el miembro informante de esa traición-  y ellos intentaron apropiarse de una parte con ganancias adelantadas, demencia inexplicable, y la volvieron a comprar como si estuvieran salvando nuestro destino.

El Futbol para Todos fue utilizado para ellos, los barras bravas eran contratados para defender oficialistas, la justicia flexible nos fue dejando sin castigo y en consecuencia sin límites. Ya no podemos ni siquiera compartir un partido de futbol, sembradores de vientos, estamos recogiendo tempestades. Entre oficialistas y opositores se fue gestando una distancia y una agresividad que carece tanto de explicación como de sentido. Como si fuéramos dos culturas, como si habláramos dos lenguas, como si tuviera algún sentido convivir agrediendo supuestos enemigos. La Justicia también fue dividiendo sus alas, terminó siendo tan ciega para la venganza como impotente frente al delito.

La inflación es de las más importantes del mundo, ni siquiera sabemos cuánto es. La deuda era un logro ganador de la década, ya quedan dudas de como saldremos de ella. El orden era necesario y ahora ya parece parte de un recuerdo. Los derechos humanos que ayer eran un logro hoy ya se encuentran devaluados por los excesos y el oportunismo de su uso.

Los discursos son tantos que apabullan, los hechos son tan graves que lastiman, que obligan a tomar distancia a gente que no se caracteriza por su tendencia a diferenciarse. El poder es una autoridad excedida en sus discursos y su guardia pretoriana esta exasperada por el temor de la derrota. Soy de los que opinan que el kirchnerismo agoniza, que cualquiera sea el ganador tendrá que ir diferenciado de esta decadencia agresiva. Tanto que no se animan a pensar en la derrota. Eso sí, el inconsciente los lleva a perseguir a los jueces que no manejan, que no les obedecen. Niegan la derrota pero le tienen miedo a la justicia. Es una manera de asumir que imaginan la proximidad de la derrota.