La decadencia de ser kirchnerista

Julio Bárbaro

Recuerdo en nuestra juventud cuando los del Partido Comunista y alguna otra variante del marxismo nos aclaraban que si ganaban ellos clausuraban la democracia. Lo contaban y lo copiaban de los países que decían imitar. Era un juego perverso: si ganás vos, te pido libertades y derechos; si gano yo, la cosa cambia, soy dueño de la verdad y te la impongo de manera definitiva. Y uno se quedaba con alguna duda. Ser democrático implica aceptar a todos, pero el limite y es no permitir que jueguen los que no aceptan las reglas.

Algo parecido me pasa con los kirchneristas. Cuando ellos gobernaban no me dejaron pisar la televisión pública -eso sí, no perdieron oportunidad de utilizarla en mi contra-y ahora que fueron derrotados en las elecciones, se hacen los ofendidos y los perseguidos en Radio Nacional y en el canal oficial porque no se los respeta como se debe en una democracia. Uno se queda dudando, si será que tienen algo de razón o si simplemente nos toman de idiotas. Nos corren con el cuento de la Dictadura -digo cuento porque ellos en su mayoría no tuvieron nada de dignos- y se suben a la tribuna la Señora Cristina y el prócer de la amplitud de límites, el doctor Zaffaroni, y nos dan discursos revolucionarios, ellos, abogados que jugaron a los distraídos en la difícil y ahora, en la cómoda, se compraron una patente de heroísmo tardío. La tía Alicia Kirchner estaba colaborando, los Kirchner perseguían deudores, los Zaffaroni juraban por la causa y todos juntos nos explican cómo es el camino del heroísmo.

Y ni hablemos de los del PC, esos que lograron zafar a partir de un pacto con el mundo comunista que trasmitía por Radio Moscú mensajes tan revolucionarios como uno que jamás olvidaré, y decía, “los sectores progresistas de Videla y Viola”.

Y además, andan pidiendo que los Estados Unidos y la Iglesia abran los archivos para ver qué pasaba; eso sí, los que conducían la guerrilla, ellos no tienen ningún archivo que desnudar. Ellos no tienen obligación de nada, ni de autocrítica ni de otro deporte que el de jugar a la víctima. Y lo peor, que en ese juego se mezclan muchos que practicaron el oportunismo de ayer y el de hoy, como  Zaffaroni, cuyas condiciones son tan amplias que le permiten jurar por los principios que el poder imponga en cada momento. Los otros, los que defendemos una causa, esos somos los giles que molestamos a los catedráticos de la agachada.

Ahora vienen con la cantinela que “Macri es de derecha”, como si Scioli fuera la avanzada de la cuarta internacional marxista. Macri es democrático, en consecuencia mucho más avanzado que los kirchneristas, gente además es autoritaria y corrupta. Tanto cacarear con la Ley de Medios y no derogaron un convenio firmado por Domingo Cavallo que les permitía a las empresas de Estados Unidos comprar medios aclarando que nosotros no podíamos hacerlo allá.

La verdad es que, esta gente, cuando gana te oprime y cuando pierde te acusa. Menos mal que el peronismo -o lo que queda de él- se va corriendo, y se quedan solos como fanáticos de una revolución que entienden ellos porque sin duda son los únicos beneficiados.

El kirchnerismo es un partido de burócratas enamorados del poder que no tienen ninguna coherencia ni lógica. Hemos recuperado la democracia, ahora debemos dentro de ella luchar por la justicia social. Y eso no es tarea de fanáticos ni de burócratas, es responsabilidad de una sociedad democrática y de opciones políticas que se respeten.

Perón nos pedía “no sean ni sectarios ni excluyentes”. El viejo era tan visionario que nos estaba previniendo para que no terminemos cayendo en la peor de las decadencias, la de ser kirchneristas.