Adiós al Chueco

Se fue un amigo, un peronista, alguien que encontró en una causa su razón para vivir. No fue un romántico, pero nunca llegó a convertirse en un pragmático. Siempre supo nadar en las aguas del poder, pero sin perder la conciencia de la supremacía de la política. En eso y por eso era peronista; sabía que la política era el espacio desde el cual se podía intentar lo colectivo. Nada lo asombraba, y tampoco se dejaba llevar por la degradación que se había convertido en costumbre, en moneda cotidiana. Tenía códigos, esos que algunos frívolos asignan a la mafia y que son siempre expresión de la dignidad humana, esos que obligan a ser solidario con el caído y comprensivo con el débil, esos principios que le suelen imponer el limite a la desmesura de la mera ambición.

Cuando Néstor asumió, el Chueco fue un tema de nuestra conversación, quería conocer la razón de su enorme presencia en el peronismo, yo le insistía en que la agenda del Chueco era la esencia del padrón partidario. Recuerdo haberle avisado a Néstor que iría al encuentro anual que el Chueco haría en un espacio enorme, con muchos invitados. Fuimos pocos, muy pocos kirchneristas, pero el peronismo estaba casi todo. El Chueco no era de rendir pleitesía, nunca fue un obsecuente de nadie, siempre la peleó según su visión de la realidad. Manejaba todo tipo de personajes y situaciones, pero la política y el peronismo eran lo importante, todo lo demás lo negociaba. Continuar leyendo