En su agonía, el kirchnerismo se lleva puesta a la Justicia

El kirchnerismo es sin duda el resultado de fanatizar la mediocridad. Cuando uno revisa sus odios y sus amores se encuentran con una pobreza que no podemos definir “franciscana” porque le queda grande y debemos aceptar que es simplemente “santacruceña”. Scioli visitó a sus viejos enemigos de 6-7-8 y frente a la pregunta doctrinaria de “¿usted concurrió a Clarín?”, la respuesta fue para, mi gusto, de antología, algo parecido a “yo ando por todos lados”. Y se habían roto los límites de la cárcel kirchnerista: aquel Néstor que lanzó su alarido “¿qué te pasa Clarín?” y los seguidores gastando fortunas del Estado en medios obsecuentes. Cuando hagamos la cuenta de lo dilapidado tomaremos conciencia que se trataba del dinero de los necesitados. 

El kirchnerismo se construyó sobre algunos odios concretos y muchos amores ocultos. Fortunas se desarrollaron a partir del odio a Clarín y siempre quiero dejar en claro que lo odiaban por su virtud de ser libre en sus opiniones, si en lugar de Héctor Magnetto estaba cualquiera de los decadentes y despreciables empresarios conocidos por todos, nos quedábamos sin prensa. El empresariado nacional guarda para su propia honra la dignidad del gerente de una petrolera extranjera, el otro es Magnetto, y paremos de contar.

El enemigo era Scioli y, al elegirlo, la Presidenta asume su primera derrota frente a la realidad. El enemigo era Clarín, concurrir al piso y la tribuna de TN -como lo hizo la tropa K el pasado miércoles- implicaba asumir que la guerra había terminado. Estamos frente a una elección donde la competencia está más asentada en los errores de los candidatos que en sus aciertos. Una elección donde hay una certeza (“no nos van a defraudar”), es tan escasa la expectativa que depositamos en el futuro que difícilmente la respuesta sea peor que la esperada. Ya se inicia la etapa del olvido del que se va, la obsecuencia es ahora una pasión y una energía necesaria para depositar al servicio del poder de los que vienen.

El gran debate del presente es sobre el pequeño futuro que nos corresponde asumir. Algunos imaginan que Scioli va a ser un seguidor de Cristina, otros, me incluyo, pensamos que el kirchnerismo quedará tan sólo como una enfermedad pasajera de la política nacional.

Zannini es la expresión de lo oscuro de la política, de ese espacio enorme que nace con la vuelta a la democracia y que se impone a la misma política. Un lado oscuro que vive oculto, sin opiniones públicas, sin una voluntad de la transparencia frente a la sociedad. Son parte de la izquierda fracasada que inventó una memoria falsa donde al peronismo no lo forjaron los trabajadores sino los guerrilleros. Son los que desvirtúan las luchas populares, donde en lugar de nacer con Perón en el cuarenta y cinco todo nace con la guerrilla y sus errores, donde los héroes serían hoy la memoria de los vivos para gozar de los cargos y las prebendas. O sea, una generación de supuestos revolucionarios que desprecia a los obreros y parasita a los desaparecidos, y todo esto, con una concepción de complicidad que les permite convertirse en los nuevos ricos de esta decadente sociedad. No hay en ellos una voluntad de generar una sociedad más justa, sólo hay un conjunto de consignas que sirven para intentar vestir la desnudez de su ambición.

Los últimos pasos del Gobierno son todos destinados a corromper la Justicia para construir su propia impunidad. En eso Zannini es especialista, ya lo logró en Santa Cruz al eliminar al procurador. Justicia legitima, personajes menores que consideran que debe existir una vara para los amigos y otra para los que no participan de ese sector elegido. Justicia legítima implica legalización de la complicidad.

Vivimos una decadencia que ni siquiera llegamos a comprender. Pareciera que el gran maestro Discepolin se quedó corto cuando dijo “los inmorales nos han igualado”. Con estos muchachos nos ganaron lejos. Sólo nos salva el hecho que la mayoría de ellos son obsecuentes al poder de turno que tal vez –con suerte – se los lleve puestos y que nos dejan una grave crisis para sufrir en poco tiempo. El kirchnerismo que agoniza, en todo caso, se lleva lo peor de nosotros, gane quien gane ya nada será igual. Soy optimista, uno quiere imaginar que lo peor ya pasó.

Solo contra todos

Tuve largas charlas con Jesús Cariglino, intendente de Malvinas Argentinas. Me llamaba la atención que hubiera sido capaz de enfrentar a la Presidenta en su mejor elección y convertirse en uno de los pocos jefes municipales capaces de sobrevivir a esa confrontación. El kirchnerismo no tiene nada que ver con el progresismo ni la supuesta izquierda, pero da batalla con todos los elementos del peor estalinismo. Usa todo el poder del Estado para derrotar adversarios y, en este caso, no sirvieron sus artimañas. Esto implica que si un intendente se ocupa de su municipio puede estar seguro del acompañamiento de sus votantes. Ver la obra que edificó durante su mandato define una idea de lo que debe ser una gestión.

Claro que para muchos sensibles opinadores la historia de los supuestos “barones del conurbano” es igual para todos. Como si un supuesto experto en arte generalizara sobre los cuadros de un museo, sería una simple manera de expresar ignorancia. Algunos hicieron hospitales mientras otros multiplicaron la miseria; siempre y cuando los juzguemos con la misma vara no va a existir la política. Y en el dialogo con Jesús fueron apareciendo las razones de fondo del retroceso que impuso el gobierno kirchnerista. La idea de premiar a los obsecuentes y de castigar a los disidentes siempre implica recorrer un camino seguro hacia la decadencia. Aquel que ama su función y la desarrolla con pasión exige que lo respeten. La contracara de esto está a la vista: cuanto más floja es la gestión de un intendente o un gobernador, más obligado está a practicar el aplauso al poder de turno. Una manera infalible de seleccionar a los peores.

Pareciera que, por otro lado, la supuesta ideología sustituye los desaciertos de la gestión. Cuando el presidente Maduro culpa al Imperio intenta olvidar sus propias responsabilidades en la miseria que engendraron. El kirchnerismo ejerce siempre el mismo oficio, se imagina a sí mismo de izquierda o progresista tan sólo por los odios y resentimientos que porta.

Cuando Néstor Kirchner se enfrentó con Clarín, según los obsecuentes de turno, uno debía compartir el odio tal cual fue ordenado por el jefe. Pensar que al mismo tiempo le entregaban a Telefónica negocios infinitos mientras se fomentaba el crecimiento de DIRECTV fuera del alcance de la ley. Y todo a cambio de que el Canal 11 se convirtiera en una señal boba, sin contenidos. Con el dinero del juego – ese juego que siempre enfrentó y cuestionó el peronismo, ese juego que el General nos pide que votemos en contra – genera ganancias que implican un poder infinito, comparable con el fantasma que la Presidenta convoca cuando se refiere a las poderosas “corporaciones”. Ya sabemos que ninguna corporación es más grande que las que maneja el Gobierno y que se refieren únicamente a los sectores que todavía no pudieron doblegar. Cada vez que la escucho con esa cantinela sé que se refiere a los que opinan libremente, percibo sobradamente que me imagina dependiendo de alguna corporación. Como si por el solo hecho de no obedecerla uno cayera en las redes del mal.

Mis charlas con Jesús Cariglino las vamos a desarrollar en un libro. Será un dialogo donde un hacedor responde a alguien que quiere hablar de ideas. Se me ocurre que caminar las calles de nuestra sociedad marca la decadencia impuesta por esta nefasta “década ganada” y la pobreza se palpa, el atraso lastima, los discursos emitidos por la cadena oficial transitan sólo por el espacio de unas rencillas de consorcio. El último discurso de más de tres horas en el Congreso fue sin lugar a dudas una mancha de decadencia en nuestra democracia. Se trata de una simple manera de definir la división de nuestra sociedad, entre los que opinan que el discurso de la Presidenta tiene estatura de estadista y los que nos sentimos avergonzados por el tono y el contenido con el que insiste en dividirnos.

Tomo como ejemplo a Jesús Cariglino porque los enfrentó y los derrotó en el momento de mayor poder y soberbia a este kirchnerismo hoy decadente. Y esa energía y esa voluntad es la que necesitamos para recuperar nuestra democracia. Que no me vengan con discursos de encuestadores; precisamente hoy leí uno que me enojó mucho. Me quedé con la duda si el que lo escribía no ejercitaba un intento de oficialismo solapado.

Yo creo que la política es obra y decisión. Pienso también que, cuando estamos obligados a confrontar, no tenemos derecho a hacernos los distraídos. Lucho contra este Gobierno y elijo la imagen y la fuerza de un amigo que lo enfrentó solo y contra todos en el dos mil once. Ahora somos muchos, el kirchnerismo está derrotado, la absoluta mayoría así lo decidió. A los encuestadores oficialistas les llegó la hora de abstenerse.