El pasado y la autocrítica

Es mucho tiempo para haber aprendido tan poco. La dictadura fue la peor de la historia; fuera de ella, ni la política ni la guerrilla estaban a la altura de las circunstancias. Hacer justicia con la dictadura es tan imprescindible como absurdo que con sólo eso nos saquemos las culpas de encima. Son cuarenta años y Cuba recibe a Barack Obama, ese paraíso que generaba violencia para nuestro continente se disuelve con dignidad, pero no por eso menos derrotado.

Aquel golpe cayó sobre una sociedad políticamente desvalida y con una guerrilla convencida de que el verdadero poder estaba en la boca del fusil. Noches debatiendo sobre el seguro fracaso de la violencia; fuimos dueños de un importante espacio en la democracia, donde los guerreros derrotaron a los políticos y terminaron imponiendo el terrorismo. El fracaso de la violencia era absolutamente previsible para cualquiera que no se dejara llevar por el fanatismo.

La izquierda cabalgaba sobre la ilusión del fin del capitalismo; nunca imaginamos que el condenado era el comunismo. El materialismo se concebía como el dueño del futuro, las ideologías no aceptaban siquiera la permanencia de las religiones. Los católicos eran perseguidos como expresión del atraso en la Unión Soviética como en la misma Cuba. Los sueños de la rebeldía terminaron siendo las pesadillas del fracaso. Con el paso del tiempo, Stalin se parecía demasiado a Adolf Hitler; las dictaduras eran simples coberturas de las pretensiones ideológicas y las vidas humanas no eran respetadas donde el líder sustituía a la democracia. Continuar leyendo

La inmoralidad kirchnerista

Se expandió una supuesta teoría según la cual los demás deforman las noticias y en consecuencia ellos, los que nos gobiernan, deben cuidar que no nos engañen. La carrera de Medios de la UBA sufre un virus de marxismo gastado y vencido que imagina corporaciones privadas por todos lados y desarrolla la teoría del Estado que puede defenderlos. La Ley de Medios se basa esencialmente en combatir a los privados utilizando su dimensión como excusa y su libertad como motivo de la persecución.

En los medios privados triunfa el talento del que convoca a la audiencia; en los medios públicos, el talento principal es la obsecuencia disfrazada de lealtad al poder de turno. En este proceso termina siendo todo deformado. Por ejemplo, la justicia es “legitima” cuando defiende a miembros y a los poderosos del Gobierno que son siempre los más poderosos de todos. Y se transformaría en “ilegitima” cuando cuestiona al poder en ejercicio. Y ese mismo poder en ejercicio, se victimiza y acusa de ser perseguido por los que encuentran sus corrupciones que son asumidas y conocidas por todos los actores.

El marxismo cayó en el mundo simplemente porque lo único peor al poder económico y las corporaciones son los burócratas. Cuando la Presidenta defiende a Cuba y a Fidel no lo hace por la justicia que supuestamente lograron sino tan sólo por el autoritarismo y la burocracia que realmente engendraron. Cuba es el último baluarte del marxismo, de ese marxismo que desaparece en el mundo, que el peronismo superó en su momento de expansión y que el kirchnerismo viene a descubrir y elegir como su pensamiento propio cuando ya tiene sus últimas bocanadas de respiración artificial, tan artificial que durante mucho tiempo vivió de Rusia y luego necesitó vivir de Venezuela. Ahora desarman su dictadura con pretensiones de proletariado y realidad de burocracia.

El taxista que hace unos meses me llevaba al aeropuerto de La Habana me decía: “nunca me animé a hablar por miedo a dejar sin alimento a mis hijos, ahora le digo a usted y me arriesgo, ese ejército enorme que tiene Fidel no sirve ni para hacerle cosquillas a los gringos, ese ejercito enorme es para controlarnos a nosotros”. Mucho miedo hay en Cuba. Este último fue mi sexto viaje a la isla, siempre intenté entender esa realidad; en los últimos tiempos ya no había nada para entender. Hace un tiempo viajamos con De la Sota a Paraná, Entre Ríos, participamos de un acto. Al otro día compré los dos diarios y ninguno mencionaba al gobernador de Córdoba. ¿El motivo? Sergio Uribarri maneja los dos periódicos, según me dijeron conocidos entrerrianos. El kirchnerismo es un camino directo hacia la dictadura de la burocracia, siempre en nombre del proletariado, en nombre de ése al que sólo le daban el lugar de clientela electoral.

Ellos instalaron el dogma que dice “la ley de medios termina con las corporaciones”. No explican que se convierte en una nueva y gran corporación al servicio del Estado. Las corporaciones hoy más fuertes son el Gobierno y la corrupción que lo acompaña. Hay algunos grandes que vienen de antes, pero cualquiera de ellos al lado del kirchnerismo es un nene de pecho. Que no sigan con el cuento de ver la paja en el ojo ajeno, el Gobierno ya no puede dejar de ver la viga en el propio ojo, y eso es la corrupción.

Hubo uno que en tiempos de otra dinastía escribió un valiente “Robo para la corona”. Con la actual monarquía supo dejar en claro que era sólo para reclamar su parte. Si la corona menemista robaba y la kirchnerista no, no es un tema ideológico, es sólo un asunto de complicidad.

Discepolín supo decirnos con su talento infinito en Cambalache que “los inmorales nos han igualado”. Se quedó corto, no conoció al Kirchnerismo. Habría que cambiar la letra: “los inmorales nos han superado”. No sé si rima, pero es mucho más cercano a la verdad.

Política y negocios

En principio, los empresarios y el mercado serían la expresión de la ideología de derechas y el Estado y su burocracia vendrían a ocupar el espacio de la izquierda. Todo esto sería en un principio, porque cuando la burocracia se instala impone reglas de juego para la acumulación de riqueza y poder que terminan siendo mucho más nefastas que las del mercado, que ya lo son y de sobra.

El problema central del juego del libre mercado es la concentración, eso que vivimos nosotros viendo como las farmacias, los bares y hasta los quioscos caen en manos de las cadenas, dejan de pertenecer a un hombre libre y emprendedor para caer en manos de capitales superiores que lo convierten en esclavo y terminan dominando a la sociedad. La concentración de los supermercados fue destruyendo carnicerías y mercaditos, eliminando el pequeño comercio y dejando a millares sin posibilidad laboral. El argumento liberal es que vamos a pagar más barata la gaseosa, la realidad es que terminan degradando la estructura de la sociedad. Y que no me vengan con el cuento de que el mercado lo equilibra, es falso, mientras la concentración no tenga límites el riesgo es del estallido de la misma sociedad. La ambición de los ricos no puede ser el único motor de la historia, es una forma superior de gobierno en relación a la corrupción de las burocracias pero siempre y cuando se les ponga un límite racional. Hoy vivimos el peor y más horrible de los escenarios, en el juego y la obra pública los negociados entre burocracia y empresariados corruptos generan un poder oscuro y delictivo que deforma tanto el capitalismo que dicen combatir como el socialismo que mienten intentar.

Europa es el lugar del mundo donde más se ha logrado edificar un capitalismo con justicia distributiva. Vendrán a decirnos que las colonias y otras guerras de ayer lo permitieron, pero sin lugar a duda la socialdemocracia evolucionó hacia una sociedad más justa. Los marxismos de Rusia y China retrocedieron a capitalismos sin democracia ni libertad, a capitalismos más mafiosos que democráticos, y cuando el actual Gobierno busca su lugar en el mundo lo hace más a partir de las limitaciones que resultan de su sueño autoritario que desde las necesidades de nuestra sociedad. La corrupción de las burocracias suele engendrar sociedades mucho más retrogradas que las que impone la desmesura del capitalismo. El crecimiento del Estado limita al sistema productivo en favor de la burocracia improductiva.

Cuando defienden a Cuba con una dictadura absoluta y la intentan justificar por el bloqueo, cuando olvidan los miles de militantes formados para exportar una revolución que fracasó hasta en su país de origen, cuando la supuesta lucha contra el imperialismo justifica posiciones irracionales, uno recuerda a los intelectuales del mundo defendiendo las atrocidades de Stalin. El cuento de asumir la corrupción para no hacerle el juego a la derecha, ese cuento termina siempre engendrando corruptos que siempre son de derechas.

Cuando con la pretendida teoría de los dos demonios niegan asumir la autocrítica que la guerrilla exige por haber matado en democracia, cuando degradan a los derechos humanos para llevarlos a ocupar el lugar de la venganza, cuando levantan el dedo acusador sobre el pasado personajes que ellos mismos carecen de dignidad en sus propias conductas, cuando todo esto sucede es que la burocracia intenta utilizar la excusa ideológica para erigirse en una casta explotadora de su propio pueblo. Y hasta dicen defender la división de poderes, nefasto, solo separan al Parlamento y a la Justicia como distintas áreas de obediencia al poder de turno. Cualquier parecido con la democracia es mera casualidad.

Terrorismos y barbaries

Nos duele lo de París, lastima esa demencia que no podemos entender, ese fanatismo que intenta imponer una forma de pensar, o mejor dicho, eliminar a los que piensan distinto. Y a nosotros, en especial, nos mueve a recorrer un pasado donde la violencia era un hecho cotidiano. Los vientos de la época que ayer llevaron a muchos a pensar que la violencia era un camino hacia la justicia, y hoy nos marca aquel terrorismo como una forma distante de otra cultura. La violencia contra las dictaduras se explica y justifica como una reacción lógica y en la misma medida cuando la guerrilla siguió actuando en plena democracia, merece y debe ser condenada.

Un fanatismo de moda impone dogmas y castiga debates. La supuesta teoría de los dos demonios daba por hecho que, siendo genocida la dictadura, no se podía discutir el lugar de la víctima, no se podía poner en tela de juicio a la guerrilla. La coincidencia lleva al acercamiento actual entre Cuba y los Estados Unidos y muchos -demasiados- de los que reivindican a Fidel Castro dejan de lado los años de la intención de exportar la revolución al resto del continente. Miles de jóvenes recibieron entrenamiento en la isla, miles de vidas se perdieron en una guerra absurda que no tuvo la menor posibilidad de triunfar en ninguno de los países donde se la intentó.

Cuba terminó en una dictadura que exportaba violencia. Cuando hoy escucho a tantos hablar del heroico pueblo que enfrentó al imperialismo, no tengo duda de que quienes festejan la confrontación dejan de lado o ignoran cómo la pasó el pueblo cubano o a qué costos se produjo y exportó esa revolución. Una cosa digna es enfrentar al imperialismo; otra, es justificar una dictadura a partir de esa confrontación y divulgar violencia para multiplicar la experiencia, y fracasar en todos los casos.

Viajé varias veces a Cuba, pude ver y vivir la evolución de ese proceso, la forma en que se iba perdiendo la mística a la par que se imponía la burocracia. Y en todos los hoteles se acercaba un funcionario a explicar que era necesario pagarles para transgredir las normas, al principio me irritaban y luego fui comprobando que era parte del sistema. Hablé con muchos cubanos que participaban del sueño revolucionario (nunca soporté Miami ni sus adictos), puedo decir que de Cuba me dolió y mucho su fracaso. Claro que peor que eso hubiera sido negarlo…

Ahora todos somos parte de Occidente, la violencia se asoma en otros mundos donde la religión sustituyó a la ideología, si es que uno olvida que las ideologías eran ateas pero se las vivía como si fueran una religión. Asombra ver que otros matan en sociedades donde lo que no se discute es la libertad. Y me parece absurdo que para ser de izquierda en nuestras tierras haya que hacer silencio sobre la dictadura de Castro y sobre los miles de muertos por expandir una revolución que ni siquiera tuvo éxito en su propia tierra. Y aclaro que conociendo Cuba uno entiende que la burocracia y la dictadura fueron para ese pueblo mucho más nefastas que el bloqueo del Imperio.

Se me ocurre que condenar a la distancia es más fácil que revisar un pasado cercano del que alguno de nosotros fuimos protagonistas. La barbarie que hoy vemos en religiones y fanatismos lejanos fue no hace tanto parte de nuestra realidad. Y sin duda hasta el momento no la analizamos con grandeza y sin resentimientos, con la distancia que necesitan nuestros hijos.

Cuando desarrollaban la guerrilla fuimos muchos los que les dijimos que ése era el camino equivocado. Resulta absurdo que la derrota largamente anunciada no conceda siquiera el derecho a discutir esos tiempos. Y lo que es peor, que se use ese pasado equivocado para lastimar hoy a la democracia que supimos conseguir. Hay muchos que no eran democráticos ayer cuando reivindicaban a Cuba y la guerrilla y tampoco lo son hoy cuando intentan deformar esa memoria. Muchos que ayer ejercían la violencia armada y algunos de esos que hoy la limitaron al daño de la palabra. Tiene de bueno que ya no lastiman a nadie, ya sólo se hacen daño a sí mismos.

Otra Cuba

El final de un conflicto histórico importante nos asombró hace pocos días. Obama y Raúl Castro habían roto un cerco que implicaba una limitación para la humanidad. Aquel bloqueo a Cuba le había conferido a esa experiencia socialista mayor trascendencia que la que había intentado quitar. Fidel, sucedido por su hermano, sobreviviendo después de la caída del muro, pero desde hace mucho ya sin nada para mostrar. Estaba el relato de los logros en salud y educación, los médicos que ayudaban a otros países, pero transitar esa sociedad era aceptar que el fracaso era ya un final indiscutible.

El bloqueo les había servido de excusa, pero no hace tanto que el resto del mundo comunista se había terminado cayendo solo, que el marxismo ayer imparable hoy no tiene donde ocultar sus limitaciones. Y los que intentan otorgarle un empate al resultado de la historia pueden darle al fracaso un premio consuelo, pero que los recalcitrantes del marxismo ateo le agradezcan al Santo Padre su gestión para acordar con el imperialismo, ese final no estaba en ninguno de los miles de textos que se llevó el sueño de la Revolución. Sólo la Santa Madre Iglesia puede convertir un final de ciclo en encuentro de paz.

Un debate absurdo nos somete a la cuestión de si ganó Cuba o si lo hizo los Estados Unidos, un resultado deportivo que olvida algunos detalles, por ejemplo las miles de vidas que se llevó el intento de extender la experiencia cubana al resto del continente. A ningún marxista se le hubiera ocurrido que el muro se les venga encima, a ningún militante revolucionario lo motivó la idea de que el socialismo terminara convocando inversores.

Los marxistas imaginaban un mundo donde el capitalismo retrocediera frente al avance del nuevo paradigma, y se me ocurre que la realidad no es ni parecida a esas esperanzas. El personaje nefasto de Stalin se dedicó a incendiar algunas iglesias imaginando que le tocaría a algún sucesor de sus ideas ocupar el lugar que con tanta solvencia ocupa el Papa Francisco. Se me ocurre que, cuando lo asesinan a Trotski, desnudan su concepción real de la revolución, que cuando lo instalan a Fidel como dictador lo hacen para combatir el bloqueo, pero quedan abrazados a una dictadura que terminó no pudiendo ser justificada por la supuesta justicia que decía prometer. Demasiadas condenas a las dictaduras de derechas para terminar en una experiencia de izquierda.

Cuba intentó exportar su revolución y educó a miles en las artes de la guerrilla. Decenas de miles de vidas están ligadas y entregadas en sus sueños expansionistas. Aquel modelo que se imaginaba digno de la admiración e imitación del continente, ese modelo terminó su agonía con el fin del bloqueo.

La idea del imperialismo como enemigo no alcanzaba para construir el socialismo como alternativa. Tener un enemigo no implica ser dueño de un proyecto, con Cuba se termina el sueño de la revolución que despreciaba el camino del reformismo. Y se cierra para siempre la justificación de la dictadura para desplegar el socialismo. Toda dictadura es un retroceso en el camino de la libertad, y si fuera cierto que la democracia es un logro burgués, habría que aceptar que la burguesía es más progresista que sus supuestos detractores revolucionarios.

Cuba fue una revolución social que fue mutando en dictadura marxista. Eran tiempos donde Rusia expandía su imperio estalinista, donde la China de Mao encaraba su revolución cultural. Tiempos donde parecía que el capitalismo retrocedía para desaparecer. De esas experiencias ya no queda nada, solo un grupo de nostálgicos que se conforman con explicar que fue un empate o que Cuba ganó por su dignidad. Esa mirada es posible si olvidamos el costo en vidas de ese intento de mundo revolucionario, si le echamos la culpa al bloqueo de las miserias que soportan, si le asignamos a la revolución el derecho a ser construida sobre las miserias del pueblo.

La burocracia de Fidel termina heredada por Raúl, la monarquía hereditaria sobrevive en la vocación de eternidad de las burocracias; la persecución al disidente se inicia en el asesinato de Trotski y se expresa en toda la vigencia de los servicios de información de la isla. El fin del bloqueo es un sello que se instala sobre esta última experiencia de dictadura marxista. Implica de pronto asumir que nuestro correligionario, el “Che” Guevara, puede quedar como la imagen de un héroe trágico, pero esa tragedia es ya un fracaso indiscutible. Y publican el apoyo de supuestos cuerpos legislativos donde por casualidad, no hay ningún disidente.

Cuba exportó su violencia revolucionaria, miles de vidas se entregaron a esa causa, pero este final desnuda el fracaso definitivo de la experiencia, muestra que fue el reformismo el que entregó avances a los pueblos sin necesidad de vidas ni guerrillas.

Y tantos escritos donde dan por sentado que Perón era reformista y el cubanismo, revolucionario, tantos señores que intentan deformar el pasado para darle a las minorías una supremacía sobre la conciencia de los pueblos; todo eso queda al desnudo como propiedad de una secta sin destino.

El peronismo tuvo aciertos y errores, pero “ni yanquis ni marxistas” era la consigna de la sabiduría, la que mostró que la teníamos más clara que la mayoría de los que se creían superiores.

Y en rigor, algo de lo nuestro puede y debe ser rescatado, lo único que sigue vigente es la propuesta de una “tercera vía”.

Y no es casual que tantos que siguen reivindicando la experiencia cubana acompañen políticas donde la democracia enfrenta al que piensa distinto como un simple disidente a condenar. Hay una concepción actual de los medios oficialistas y la justicia legitima muy parecida a eso que agoniza en Cuba. De esa caída del último muro todavía nosotros tenemos mucho que aprender.