La sociedad votó en contra de Cristina

El kirchnerismo fue un retroceso para nuestra democracia. Degradó todas y cada una de las instituciones y midió todo por una sola vara: la obsecuencia a la Presidenta, dueña de un discurso tan autoritario como incoherente. Estamos divididos entre los que la aplauden y los que no entendemos qué diablos aplauden, tomaron el Estado por asalto, y desde esos espacios de prebendas y beneficios nos cantaron la marcha de una supuesta revolución.

Nunca respetaron el peronismo, y ni siquiera tuvieron la dignidad de asumir que lo usaban porque sus verdaderas identidades no lograrían ni siquiera ser votadas. Quisieron instalar a Néstor Kirchner en un lugar de la historia que para la gran mayoría no corresponde, salvo en ese uso desmedido del poder del Estado para apropiarse de todo, dineros y dignidades.

Me molestan y mucho, los que inventaron la izquierda kirchnerista, demasiado falsa para no ser interesada. Ellos, mis viejos amigos -los Kirchner- nunca se ocuparon de los derechos humanos en la difícil. Lo mismo que sus amigos, los Zaffaroni o los Verbistsky, que durante la Dictadura caminaron por las calles, hicieron negocios y negociaron. En el caso de los Kirchner, ya en democracia, se dedicaron con Menem a privatizar YPF con Parrilli de miembro informante; todos jugados al negocio de la venta. Luego, años más tarde, fortunas de pérdidas para el país de por medio, jugaron a los héroes recuperando todo con un costo que pagaran generaciones. Todos tramposos, ya en el poder, usaron una parte del botín para los restos de viejas izquierdas y de derechos humanos, que pasaron de ser el orgullo de una sociedad a ser parte de un gobierno pasajero, una importante bajada de categoría.

No me pueden decir que Macri es de derecha y que la Presidenta es de izquierda. Macri es conservador pero absolutamente democrático; la Presidenta es absolutamente autoritaria y cultora de la desmesura, mucho más cercana a la incoherencia que a la justicia social. Ha conducido su fuerza a la derrota sin que nadie se atreva a señalarle que cada intervención suya era una manera de espantar votos de todas las clases sociales. Su egoísmo la llevó a imponer fórmulas que lograron la derrota en la provincia de Buenos Aires, un logro digno de una jefa irresponsable y poco conocedora de la misma sociedad a la que dice conducir.

El kirchnerismo fue una enfermedad del poder que se retira con sus propios gestores, dura lo mismo que sus dueños. La corrupción no es un simple dato que acusa la oposición, está en la misma esencia del “modelo”.

Yo voy a votar a Macri. Podría haber votado a Scioli si él dejaba de ser un fiel seguidor de la Presidenta, si hubiera sido capaz de ser él. Soy peronista, Macri no daña mi historia porque no la usa; Scioli la sigue arrastrando sin siquiera recordar a Perón y sus aportes. La Presidenta nunca respetó al peronismo, por eso quiso inventar a su esposo como un fundador de algo, pero olvidó que aquello que no arraiga en el pueblo no dura más que el tiempo fugaz que sus inventores en el poder. No crean que son más que Menem, son tan pasajeros y olvidables como él. Lograron adhesiones sectarias y de formación marxista, pero eso es más para espantar votos que para explicar lo sucedido.

El domingo, la sociedad que le entregó el poder a la Presidenta decidió que era tiempo de retirárselo. La culpa no fue de Scioli ni de Aníbal, la culpa fue de la Presidenta y de un entorno que aplaudió mientras sus desmesuras eran rentables en poder y en dinero, ahora que dan pérdida viene el tiempo del pase de facturas y el alejamiento paulatino.

Su último discurso, donde ni mencionó al candidato que la hereda, fue una muestra de su falta absoluta de respeto por su mismo partido. Sus seguidores y obsecuentes disfrutaron hasta hoy de esa desmesura, ahora ya de nada les sirve, salvo para darles cierta garantía de que los conduce hacia una nueva derrota. Como opino hace tiempo, el ciclo del kirchnerismo está agotado y de ese fanatismo no quedará pronto más que un amargo sabor de fracaso. No mucho más.

El kirchnerismo, un autoritarismo feudal y grotesco

El peronismo existió como pensamiento, como un conjunto de ideas que intentaron modelar un país. Nadie como Perón desarrolló una estructura de propuestas escritas que resultaron en un importante cuerpo doctrinario. Perón tuvo pocos seguidores intelectuales y dos grandes enemigos, los marxistas y los liberales. Cuando definía su consigna “ni yanquis ni marxistas” lo hacía con la voluntad de tomar distancia de los dos imperialismos pero también de sus apasionados seguidores en nuestra tierra. El peronismo tiene sus raíces en la clase trabajadora, que sin duda genera una concepción cultural bastante distante de las ideologías europeas.

El último Perón intenta integrar la violencia guerrillera a su gobierno y les entrega una enorme cuota de poder, pero la cortedad mental de sus conducciones los lleva a imaginar que el verdadero poder “está en la boca del fusil”. De este error histórico deviene una de las causas de la caída de la democracia o, al menos, una justificación para la derecha golpista que ejecutará el nefasto genocidio. La imaginada “guerra de los jefes guerrilleros” se degradará en sangrienta cacería, donde entregan la vida muchos de los mejores militantes de la generación. En esta sangrienta represión encuentran su final las Fuerzas Armadas y sus duros ideólogos, esos que opinaban que al matar a la guerrilla se acababa la amenaza y que al hacerlo nos convertían en la “vanguardia de occidente”. Pretensión exagerada para premio de un genocidio. Hay pensamientos que, al separarse de la realidad, se terminan convirtiendo en una enfermedad.

El aporte de esa dictadura nefasta fue llevarse para siempre una concepción del orden y la cultura, una idea que imaginaba que la consecuencia de reprimir permitía vivir de rentas abriendo un banco en cada cuadra de la ciudad, pagando diez por ciento mensual en dólares y destruyendo todo lo productivo. La peor consecuencia de esa masacre está en la degradación de toda la sociedad y como terminan muriendo en su intento de matar y devolviéndole vigencia a su víctima, a una guerrilla que portaba la soberbia del guerrero y terminó refugiándose en las prebendas de la víctima y del perseguido. Como si la guerrilla por no ser gobierno tuviera licencia para matar.

El kirchnerismo se encontró con la reivindicación de los Derechos Humanos y la izquierda luego de llegar al gobierno. Nunca antes se había interesado en esos temas, pero descubre que sus negocios pueden ser camuflados por la convocatoria al progresismo. Un mecanismo simple, un gobierno de pragmáticos y comerciantes le cede un espacio a los Derechos Humanos también a restos de fracasados marxismos y a cambio de eso, logra una defensa ideológica de sus prebendas acumuladas.

Ese encuentro entre una concepción feudal de la política y del poder con grupos llenos de pretensiones ideológicas engendra una organización parecida a un partido pero en rigor limitada a las órdenes y los caprichos del jefe de turno. La obediencia en los negocios surge de la necesidad de las prebendas y en la política tiene dos viejas escuelas, la guerrilla y el Partido Comunista. En ambos grupos el disidente era pariente del traidor, nada explica más su fracaso que este asesinato de la libertad.

Los enormes gastos del Estado en medios y publicidad van a forjar un partido del oportunismo. Primero inventan un revisionismo histórico tan mediocre como innecesario. Pacho O´Donell va a jugar un papel en esa degradación. Luego vendrá un remedo de formaciones que persiguen a los disidentes para acusarlos, esenciales al estalinismo en su inicio; y así se instala la oscura imagen de Horacio Verbistsky. Finalmente se suma una concepción del Derecho tan permisiva y frívola que cuestiona al orden como simple vicio burgués y Eugenio Zaffaroni será un propulsor de este absurdo cambalache. Lo llamativo es que ninguno de estos personajes, lo mismo que los Kirchner, fueron perseguidos por la Dictadura, ni siquiera necesitaron salir del país. Solo coincidían en cuestionar y degradar el orden y las instituciones vigentes como si el progreso se refugiara en la simple convocatoria al caos.

Perón les resultaba molesto, lo mismo que sus seguidores. Inventaron una memoria de la Dictadura donde ellos eran la única víctima y los únicos rescatables. Transformaron la Justicia en venganza: por peores que hayan sido los genocidas, merecen los mismos derechos que todo ser humano, pero a ellos sólo les interesaba el poder y los beneficios que les generaba, inventando un pretencioso “modelo” que únicamente reivindicaba a la burocracia y defendía sus innumerables delitos. Un autoritarismo feudal y grotesco se instaló en nuestra sociedad. Nada parecido al peronismo cuyo logro se basaba en integrar los caídos al sistema, aquí solo se trata de convertirlos en clientela electoral.

Las elecciones nos van a sacar de este riesgoso relativismo cultural con saqueo económico. Es hora de que asumamos que los otros candidatos expresan a la democracia que necesitamos recuperar, y que luego vendrán los tiempos de afinar el rumbo político. Derrotarlos es imprescindible; cuando lo logremos no olvidemos quienes fueron sus gestores. Esos no son nuestros adversarios, esos son nuestros enemigos. Es imprescindible asumirlo.

Héctor Leis y la violencia de los 70

“No permitir que se reescribiera la tragedia de su generación en términos épicos”. Es solo una frase del homenaje que le hace Ricardo Roa en Clarín.  Fue comunista y montonero, guerrillero, preso y exiliado. Pero esencialmente un pensador, de esos que tenemos pocos, de esos que son capaces de revisar el pasado para que lo comprendan las generaciones venideras y no para que lo parasiten los fracasados de siempre. Fue un pensador, no un revisionista como tantos que se adaptan a cualquier coyuntura. Continuar leyendo

La pulseada

En la vida es por amor o por plata, y cuando los que gobiernan carecen de proyecto es porque han terminado construyendo una gran complicidad. Todas las burocracias supuestamente revolucionarias culminaron en mafias; los negocios aplastaron los sueños. Y el vicepresidente no necesita de jueces ni de causas, ya todos sabemos cómo es. Es parte de los operadores que terminaron sustituyendo al militante.

Boudou fue elegido por la Presidenta por responder a lo que ella imagina como un cuadro político: un vivo elegante, frívolo y exitoso, con nula formación política y sin ninguna limitación moral. El personaje recorrió escenarios donde la política es un simple camino al negocio, municipios y compañeros de ruta que tienen cara de ir por todo, egoístas ocupando los espacios que el Estado necesita para ejercer la solidaridad. Lo mediático existe y agrede, pero los veintidós millones de dólares de Lázaro Báez parece que vienen de los medios monopólicos suizos. Siendo ministro de Economía le factura siete millones al otro revolucionario de Gildo el Formoseño, toda gente dedicada al bien común.

Boudou es una vida que delata un proyecto, el kirchnerista, ese donde se llevan todo y cuando los descubren en algo cuentan que hicieron leyes para los pobres, como si en lugar de estarse enriqueciendo era que estaban haciendo la revolución. Todos los personajes de esta obra tienen historia y trayectoria. Cuando nos mostraba la imagen del ministro de Salud, si uno viaja a Tucumán, sabe de sobra de qué se trata. No es que uno de los funcionarios le salió dudoso. Por el contrario, es que todos terminaron formando parte del espacio del negocio, o si lo miramos desde otro lado, que fueron elegidos para transitar la complicidad.

Nos quieren volver locos. Uno no puede imaginar a un Boudou ayudando a los pobres, ni nadie lo imagina soñando por un país mejor. De solo verle la cara nos queda claro que está en camino de hacerse rico. El gobierno se ha vuelto un espacio que todo lo que cobija lo degrada. Los Derechos Humanos eran lo más puro que nos quedaba hasta que el kirchnerismo los volvió burocracia, los nacionalizó en versión de Santa Cruz. Es decir, los obligó a hacerse cargo del oscuro pasado de negocios en tiempos de dictadura que carga el kirchnerismo y los invitó a compartir la bonanza de hacer rentable la indignidad. Sé que hay algunos o muchos que luchan desde el gobierno por una causa justa, y que lo mismo que los votantes se van convirtiendo en agresiva minoría.

Una parte importante de los personajes que nos gobiernan son comerciantes corruptos que tomaron las consignas de la justicia social como cobertura de sus fechorías. Para defender a Boudou y a los demás pueden echar a los jueces que quieran, condecorar miles de Zaffaronis, someternos a la tortura de una cadena oficial por día, que la Presidenta nos vuelva a la infancia donde la maestra nos deslumbraba y a veces aburría con su solvencia y sus saberes. Pero la historia ya los marcó para siempre. Boudou es el rostro que mejor expresa al gobierno. Caradura y frívolo, mediocre y altanero, descarado cómplice de una tribu de mercachifles disfrazados de justicieros. No dejen de defenderlo, Amado Boudou es la síntesis de todos Ustedes. El kirchenrismo realmente es un movimiento revolucionario: los procesados condenan a los jueces. Eso significa una verdadera revolución.

Aquelarre

Las ideas suelen entreverarse, a veces por los cambios de la etapa, otras por la voluntad de ocultar intenciones. Y eso sí, nunca como ahora. Me siento peronista y cultor del progreso. Es de sobra donde dice que se ubica el gobierno. Pero, de pronto, convencieron a varios de que pertenecemos al sector Gorila y neo liberal. Y me lo dicen ellos, demasiados de quienes tengo duros recuerdos de oficialismos eternos. Ellos, como si hubieran vivido la dictadura en la clandestinidad o en la contienda, ellos que se enriquecieron cultivando el siempre rentable oficialismo.

Y se mezclan para protegerse, empresarios y sindicalistas que florecieron en la dictadura junto a algunos perseguidos a los que asignan un papel secundario. Aparecen como un cuerpo único y coherente, como si las ideas que simulan tuvieran la solidez de las prebendas que abrazan. Ellos que acompañaron, apasionados,  las privatizaciones por los supuestos logros que prometían, nos decían que eran para todos pero sabían que de seguro solo les tocaba a  ellos. Expandieron el juego con la misma pasión que el peronismo la industria Flor de Ceibo o el Frondizismo la industria pesada. Y se iban endureciendo en sus posiciones mientras se enriquecían en sus propiedades. Cada vez más enriquecidos por las prebendas y más agresivos por las supuestas acciones “justicieras”. Empresarios, sindicalistas y políticos de probada capacidad de adaptación a  gobiernos y  modas construyendo el partido de los expoliadores del estado. Eso sí, como si los atacara una actitud culposa cada tanto distribuían dineros  para beneficiar a los que menos tienen.

El oficialismo permanente es un estado rentable del alma.

No es una agrupación apta para tímidos y vergonzosos, se necesita de espíritus duros templados en la forja de justificar lo que sea necesario o de adaptarse a todos los climas y obediencias. En el reino animal lo llaman mimetismo, en la intelectualidad autóctona lo titulan “revisionismo histórico”.  Es una manera de amoldar el pasado para permitir volver maleable el presente. El poder vale por sí.. Lo demás es solo un decorado circunstancial. Algunos fueron convocados por ser expertos en ese deporte de aplaudir al vencedor, otros tan solo se acercaron ya maduros y cansados de soportar las miserias de ser opositores. Un partido oficialista como columna vertebral y algunos cansados de confrontar, y hoy jugando de comparsa.  Todos juntos armaron el famoso kirchnerismo.

En los setenta la guerrilla ya era para la mayoría de los militantes una simple variante suicida y sin posibilidades de vencer. Pero el heroísmo de tantos de sus mártires fue convertido en bandera de derechos humanos, y en ese camino lograron degradar hasta lo más digno de esos tiempos.  No son ellos los únicos con derechos para revisar el pasado, pero son sin duda los más responsables de este desgraciado presente. Es hora de que se hagan cargo.