La sociedad votó en contra de Cristina

El kirchnerismo fue un retroceso para nuestra democracia. Degradó todas y cada una de las instituciones y midió todo por una sola vara: la obsecuencia a la Presidenta, dueña de un discurso tan autoritario como incoherente. Estamos divididos entre los que la aplauden y los que no entendemos qué diablos aplauden, tomaron el Estado por asalto, y desde esos espacios de prebendas y beneficios nos cantaron la marcha de una supuesta revolución.

Nunca respetaron el peronismo, y ni siquiera tuvieron la dignidad de asumir que lo usaban porque sus verdaderas identidades no lograrían ni siquiera ser votadas. Quisieron instalar a Néstor Kirchner en un lugar de la historia que para la gran mayoría no corresponde, salvo en ese uso desmedido del poder del Estado para apropiarse de todo, dineros y dignidades.

Me molestan y mucho, los que inventaron la izquierda kirchnerista, demasiado falsa para no ser interesada. Ellos, mis viejos amigos -los Kirchner- nunca se ocuparon de los derechos humanos en la difícil. Lo mismo que sus amigos, los Zaffaroni o los Verbistsky, que durante la Dictadura caminaron por las calles, hicieron negocios y negociaron. En el caso de los Kirchner, ya en democracia, se dedicaron con Menem a privatizar YPF con Parrilli de miembro informante; todos jugados al negocio de la venta. Luego, años más tarde, fortunas de pérdidas para el país de por medio, jugaron a los héroes recuperando todo con un costo que pagaran generaciones. Todos tramposos, ya en el poder, usaron una parte del botín para los restos de viejas izquierdas y de derechos humanos, que pasaron de ser el orgullo de una sociedad a ser parte de un gobierno pasajero, una importante bajada de categoría.

No me pueden decir que Macri es de derecha y que la Presidenta es de izquierda. Macri es conservador pero absolutamente democrático; la Presidenta es absolutamente autoritaria y cultora de la desmesura, mucho más cercana a la incoherencia que a la justicia social. Ha conducido su fuerza a la derrota sin que nadie se atreva a señalarle que cada intervención suya era una manera de espantar votos de todas las clases sociales. Su egoísmo la llevó a imponer fórmulas que lograron la derrota en la provincia de Buenos Aires, un logro digno de una jefa irresponsable y poco conocedora de la misma sociedad a la que dice conducir.

El kirchnerismo fue una enfermedad del poder que se retira con sus propios gestores, dura lo mismo que sus dueños. La corrupción no es un simple dato que acusa la oposición, está en la misma esencia del “modelo”.

Yo voy a votar a Macri. Podría haber votado a Scioli si él dejaba de ser un fiel seguidor de la Presidenta, si hubiera sido capaz de ser él. Soy peronista, Macri no daña mi historia porque no la usa; Scioli la sigue arrastrando sin siquiera recordar a Perón y sus aportes. La Presidenta nunca respetó al peronismo, por eso quiso inventar a su esposo como un fundador de algo, pero olvidó que aquello que no arraiga en el pueblo no dura más que el tiempo fugaz que sus inventores en el poder. No crean que son más que Menem, son tan pasajeros y olvidables como él. Lograron adhesiones sectarias y de formación marxista, pero eso es más para espantar votos que para explicar lo sucedido.

El domingo, la sociedad que le entregó el poder a la Presidenta decidió que era tiempo de retirárselo. La culpa no fue de Scioli ni de Aníbal, la culpa fue de la Presidenta y de un entorno que aplaudió mientras sus desmesuras eran rentables en poder y en dinero, ahora que dan pérdida viene el tiempo del pase de facturas y el alejamiento paulatino.

Su último discurso, donde ni mencionó al candidato que la hereda, fue una muestra de su falta absoluta de respeto por su mismo partido. Sus seguidores y obsecuentes disfrutaron hasta hoy de esa desmesura, ahora ya de nada les sirve, salvo para darles cierta garantía de que los conduce hacia una nueva derrota. Como opino hace tiempo, el ciclo del kirchnerismo está agotado y de ese fanatismo no quedará pronto más que un amargo sabor de fracaso. No mucho más.

El largo adiós del kirchnerismo

El acto del 25 de Mayo estuvo al borde del absurdo. Bien pensado por sus gestores, sin limitar sus gastos, una mezcla de atracciones de todo tipo que terminan en multitudes que simulan lealtades y pertenencias. La secuela de oficialistas emocionados y oportunistas asustados fue enorme. Los que gobiernan venían de duras derrotas en Santa Fe, Mendoza y Capital, y de un triunfo en Salta que pertenecía más al peronismo que al kirchnerismo. Ese es el rumbo que toma el proceso electoral, la supuesta izquierda kirchnerista debe retroceder y volver a juntar votos con figuras del viejo peronismo. El kirchnerismo no era la superación de nada, solo un atraso de pragmatismo impune con veleidades de izquierdas y progresismos. Y ahora el peronismo se tomara su revancha.

En Salta, Santa Fe, Córdoba, se nota el retorno al peronismo dentro del hecho concreto de que solo salgan terceros sin chances de ganar. Con los kirchneristas no lograrían ni eso. La Campora se presentó en Capital con el fracaso que se pudo visualizar. Y la Presidenta toma consciencia de que su tiempo agoniza, se despide con demasiada soberbia como para que la recuerden después. Los humildes permanecen en el corazón, los soberbios, sin poder son solo olvidados o maltratados. La Presidenta vive imponiendo el miedo y ejecutando el castigo, sin el cargo y la lapicera pasará a ser parte de un partidito de izquierda con agonía previsible. Los que imponen poder desde el cargo cuando deben elegir sucesor saben, a veces inconscientemente que están eligiendo su verdugo.

Asusta la cantidad de individuos propensos a comerse el amague, a imaginar que el Gobierno es invencible porque junta una multitud que soporta un largo discurso que confunde a la patria con el más crudo y decadente nepotismo. Como si el oportunismo invadiera mentes propensas al oficialismo permanente, veletas que debilitan a la misma democracia.

Ellos son impunes. La imagen de Boudou es una muestra gratis de una manera de enfrentar la vida, de una concepción de la impunidad del poder. Y del otro lado, pocos valientes, demasiados asustados. Demasiados de esos que caen en la trampa de los caraduras que te imponen “no va a votar a la derecha” como si Scioli y la Presidenta ocuparan el espacio del progresismo y la revolución.

Hoy el progresismo es la democracia, es una justicia independiente que no caiga en las oscuras manos de la procuradora de turno, un parlamento donde se vote con dignidad. El kirchnerismo es impunidad, tragamonedas y odio a los sectores productivos, es moneda sin valor ya que nada que ellos hagan tiene sentido ni seriedad. Los discursos presidenciales son sin límites ni ideas en juego, nos acercan más a la Venezuela del odio que al resto del continente. Vivimos un fracaso con pretensiones fundacionales, una usurpación del estado en manos de personajes sin otra motivación que la más pura ambición.

El radicalismo jugó con lucidez y se acercó al Pro, el otro camino implicaba el seguro triunfo de Scioli. Ahora todos quieren que Macri acuerde con Massa y se asegure el triunfo. Es posible que sin acuerdo entre ambos sea más difícil ganarle al oficialismo, a un oficialismo que sin duda dejará de ser kirchnerista en el mismo momento en que Cristina se baje del poder. Dime de que alardeas y te diré de qué careces, muchos leales prometen la más dura de las traiciones. La Presidenta no tuvo piedad con sus seguidores, no la van a tener ellos cuando se baje del poder. Ya lo expresó el gobernador de Salta, ella se ira a su casa.

Y el eterno conflicto de la pretenciosa izquierda ilustrada con los humildes, los votos son de Scioli, Carta Abierta pretende candidatos más jugados, justo ellos, que nunca se enteraron de la existencia de Boudou ni Lázaro Báez. Ellos, duros con los opositores mientras acarician la más obscena corrupción oficialista. Somos una sociedad donde una parte de la derecha compite con restos de viejas izquierdas para ver quién de los dos es más pusilánime.

Es el fin de ciclo. Con derrota o sin ella, el kirchnerismo desaparecerá. Y por ahora, lo más seguro es la derrota. Se están acercando a su propio final.

Aplausos y sumisión

Ellos aplauden y yo me enojo, ellos se ríen y yo me irrito. Los discursos de la Presidenta no solo no me llegan sino que además me generan un profundo rechazo, siento que no tengo nada que ver con ella. Ellos saben por qué aplauden y además deben imaginar por qué me irrito, se me ocurre que aplauden por lo bien que les va y en consecuencia ni les importa escuchar lo que intenta decir el discurso de la Presidenta. A mí la vida se me complica, o mejor dicho la capacidad de comprensión, hay algunos con los que compartí el sueño de un país solidario, y aplauden y dicen que ellos lo están haciendo, y hay otros, muchos, a los que siempre desprecié por su egoísmo, y esos aplauden siempre, mientras se enriquece su egoísmo.

Hay rebeldes del ayer convertidos en sumisos de hoy. Muchos de esos a los que nada les conformaba y ahora todo les parece digno de ser aplaudido. Hasta alguno que enfrentó a Perón porque le resultaba reformista y ahora se apasiona por la Presidenta porque le resulta progresista. Estos rebeldes de ayer convertidos en sumisos de hoy, dando explicaciones propias de intelectuales, de esas que parecen inteligentes porque cuesta entenderlas, o simplemente no se las puede entender. Y me pareció quem para muchos, un gobierno resulta progresista desde el momento que le entrega un pedazo de poder a los progresistas. Antes, de jóvenes, nada parecía conformarlos, hoy, ya maduros, pasado el tiempo de la revolución soñada se dan por bien pagos a cambio de un cargo y sus agregados, secretarias, chofer, viajes en ejecutiva, parientes asimilados a la planta permanente del Estado.

El pasado, ese de la dictadura que se utiliza para que acusen a cada enemigo, ese pasado es también propiedad de la corrupción del presente. Se inventaron un pasado heroico un montón de personajes que siempre fueron lo mismo que ahora, oportunistas. Ni los Kirchner ni los Zaffaroni, ni los Verbitsky, ni tantos otros fueron perseguidos ni expresaron heroísmo en las difíciles. Cuando Alfonsín llevó adelante el Juicio a las Juntas, hasta en esos tiempos seguían ausentes sin aviso. Luego inventarían su propia epopeya. Siempre digo que cuando Néstor Kirchner baja el cuadro de Videla era como pegarle a Cassius Clay en el geriátrico y en la silla de ruedas. El objetivo era dividir, forjar las consignas de una secta, negar las virtudes ajenas para imponer los rencores propios, de eso se trata “el modelo”.

Al engendrar un espíritu sectario se deja de ser objetivo y se asignan todas las virtudes a los propios mientras se imponen todos los defectos en el campo de los otros. La secta ayuda a la consigna, la consigna es la tumba de la idea, la sumisión es siempre un espacio donde agoniza la libertad. Y con solo verlo a Scioli declamando obediencia y verlos a ellos exigiendo dependencia, con solo observar ese horrible cuadro de la continuidad del “modelo”, uno imagina cuál será su final. Lo malo y terrible del personalismo es que se convierte en la manera más ridícula de enfrentar la muerte, parte el sueño del Jefe incluye transitar la eternidad, se quiere volver hereditario, y ellos, los obsecuentes, salen generosos a aplaudir a la descendencia, a descubrirle virtudes a la ya larga parquedad del Príncipe heredero.

Y supieron recurrir a los ya escasos y aburridos discípulos de Stalin, y a otros pensadores dispuestos a recuperar el sueño gastado de la “lucha de clases”. Claro que no era el enfrentamiento de los pobres contra los ricos, nada de eso, solo el resentimiento de los nuevos ricos oficialistas contra algunos antiguos ricos que se creían con derecho a opinar. En realidad, cuando salieron a enfrentar a los poderosos eligieron intentar eliminar a los mejores. A los que no hacían silencio por miedo al poder de turno, a los que intentaban reivindicar la libertad.

Confundieron a la corrupción con la revolución, a la libertad con la derecha y las “corporaciones”, y no intentaron eliminar a los ricos y poderosos, tan solo que se corran para poder ellos, los nuevos progresistas ocupar su lugar.

Ellos deben saber por qué aplauden, yo también sé por qué aplauden ellos y por qué estamos obligados a enfrentarlos y enojarnos nosotros. Porque este presente está agotado, es la peor y más horrible visión del futuro. Enfrentarlos para estar seguros de que sufran una derrota electoral.

Nunca antes los más corruptos de los negocios se asociaron a los restos de viejos sueños revolucionarios, hasta hubo un tiempo donde uno dudaba de quien ocupaba el lugar de lo importante. El tiempo es cruel, arruina a los decorados y hoy, la corrupción emerge por encima de todas y cada una de las excusas. Es el destino eterno de las burocracias, morir enfermas de corrupción.

Una democracia degradada, el legado kirchnerista

Vivimos una coyuntura donde los conflictos son demasiados y no se percibe un avance o una voluntad de superación. El conflicto es inherente a toda sociedad, pero el mismo puede ser la fuente de una tensión que nos impulse a superarnos o una reiteración que solo nos sirva para aumentar la sensación de fracaso. Lo grave es cuando quien gobierna utiliza al conflicto como la fuente de su poder y en consecuencia genera una tensión social que puede servirle al gobernante de turno sin que asumamos el daño que puede hacerle a la sociedad.

Vivimos divididos hasta para definir el momento en el que se iniciaron nuestros males, utilizando al pasado como excusa para no entrar al futuro. Algunos fijan el punto inicial de nuestras frustraciones en el golpe de Estado contra Yrigoyen, otros lo denuncian en la llegada del peronismo, los peronistas lo instalan en el golpe del cincuenta y cinco, y ni hablemos del debate sobre la violencia y los derechos humanos en los setenta. Nunca fuimos capaces de discutir en serio el tema de la violencia, pensamos que con la condena a la dictadura nos sacamos toda la responsabilidad de encima. El actual Gobierno, en lugar de convocar a un acercamiento de posiciones, nos invitó a discutir sin razón ni sentido alguno el monumento a Cristóbal Colón y el lugar de Roca en la historia. Instaló rencores donde no los había -en rigor, construyó la imagen de que en todo disidente se incubaba un traidor. Inventó enemigos nuevos y defendió sus pretensiones de burguesía feudal otorgando un espacio secundario a viejas izquierdas fracasadas que salieron a defender la corrupción como si fuera el germen de una revolución justiciera.

Es un gobierno que toma del peronismo sus peores momentos de confrontación, y cuestiona al Perón que vuelve con un mensaje pacificador. Asumen el lugar de los imberbes que Perón hechó de la plaza y convocan a los marxistas trasnochados, fracasados en el mundo, como defensores de una causa cuya única virtud es que les asigna un lugar en el Gobierno que jamás hubieran alcanzado a través de un proceso electoral.

Con relación al peronismo, es tan absurda la posición de los fanáticos que lo imaginan el único protagonista político valorable como la de aquellos que le endilgan al mismo todas las culpas de los males que sufrimos. Fue una etapa de nuestra historia, la expresión cultural de los que hasta ese momento no formaban parte respetable de la sociedad. Tuvimos la suerte de que Perón volviera a ser electo y convocara a la unidad nacional. Luego cada quien guardará los matices de su propia mirada, pero asumiendo que esas diferencias no pueden ser una razón para no convivir y compartir el futuro. El uso que de esa memoria hicieron Menem y los Kirchner poco o nada tiene que ver con sus propuestas. Mientras la memoria del peronismo arrastre votos, no faltarán candidatos que se amolden a su recuerdo. En realidad, el peronismo terminó con la muerte de su líder, si izquierdas y derechas se ocultan bajo su nombre es tan solo por la impotencia que tienen para construir sus propias fuerzas políticas.

Necesitamos superar las limitaciones mentales y sociales que nos va a dejar el Gobierno que transita su último año. Los que se dicen “herederos del modelo” son tan solo personajes que no quieren perder las prebendas que supieron conseguir. La idea del adversario debe imponerse a la del enemigo, asumir que el que piensa distinto es parte de la diversidad que requiere la democracia, que cualquiera que gane las elecciones va a poder transitar su mandato sin que ningún sector esté en condiciones de impedirlo. Me duele mucho cuando me dicen, peronistas o antis, que sin el peronismo no se puede gobernar. Me lastima que una causa que nació como un camino a la justicia social termine siendo el verdugo de la democracia. Los espacios de poder que genera todo gobierno terminan siendo el camino del éxito personal en una sociedad donde se fue extendiendo la sensación de fracaso. El oficialismo es la expresión de la burocracia contra los ciudadanos, los empleados del Estado se imaginan los dueños y señores del destino colectivo. Esa idea siempre terminó en fracaso.

La dictadura se llevó para siempre a la extrema derecha, esa que solo soñaba con eliminar a la izquierda. Pero nos dejó como pesada herencia un resentimiento que define a personajes menores que a cambio de odiar a la derecha se imaginan convertirse en izquierda. Debemos aclarar algunas cosas. Con solo decir que uno odia a la derecha,  reivindicar el suicidio del “Che” Guevara o pensar que la democracia es burguesa, nada de eso alcanza para que uno se pueda asumir ni progresista ni de izquierdas. Menos aún si creemos que por ser empleado del Estado o utilizar sus dineros en contra de los que producen uno se convierte en un luchador por la justicia. La burocracia se apropia de los dineros que el Estado tendría que usar para ayudar a los pobres y termina manteniendo a un montón de “vivos” que dicen ocuparse de los pobres cuando solo se dedican a parasitarles los escasos recursos que les pertenecen.

Solo comprometiéndonos con la política, solo defendiendo nuestras ideas, podremos superar este retroceso que implicó el oficialismo que agoniza. Necesitamos un esfuerzo más para dejar de ser una democracia degradada. Sepamos construir la autoridad que nos permita expulsar al autoritarismo. Es un desafío y una obligación.

Manos blandas

Tenembaum y Zlotogwiazda acosaban a Sergio Berni por haber sido duro con los que cortaron la ruta. Y luego siguieron con los extranjeros: ese turismo que incitamos -a partir de que se puede robar sin castigo- seguro que lo convoca la Secretaria del área… Daban datos tontos de organismos absurdos que intentan condenar a los policías en defensa de los delincuentes. Los extranjeros detenidos son pocos, dejemos ingresar al turismo delictivo, es un permiso que nos evita ser de derechas…

Cortar calles es condenado en La Habana y en Miami, pero hay un sistema intelectual progresista dispuesto a defender el caos convencido de que el orden es de derechas. De los Zaffaroni y las Garré el Gobierno necesitó recurrir a los Berni y los Granados. La idea de ser duros con los empresarios y tiernos con el delito no era un camino al socialismo de amigos sino tan sólo a la degradación de este capitalismo frustrado en el que vivimos.

Hacer una Ley de Medios para lograr – entre el Estado y los ricos oscuros que beneficia – quedarse con todos los Medios, no unificaba la opinión pública sino sólo a una caterva de alcahuetes aburridos. Y lo mejor de todo, que esos periodistas defiendan al permisivismo en un medio privado, sabiendo todos que ninguno que no piense y opine aplaudiendo con los lóbulos cerebrales puede concurrir a las iglesias de la alcahuetería oficial. Y dejo en claro que Tenembaun y Zlotogwiazda son de lo mejor que tenemos; no coincido en este tema, pero desde ya merecen todo mi respeto.

El Kirchnerismo edificó una alianza con restos de izquierda fracasados y extraviados, que iniciaron un camino hacia el sueño de un feudalismo de avanzada. El debate se clausuró en las palabras de la Presidenta, personaje que odia a Perón, convencida de que tiene comprada una cuota de gloria futura, como si el eco extendiera en el tiempo el sonido monótono de los aplaudidores.

Esta idea de los dos demonios y el talento heroico de la guerrilla, este fundamento sin ideas nos fue marcando el devenir. Una cuota de odio al peronismo aprovechando que la mayoría de sus seguidores necesitan vivir del Estado. Una cuota de odio a todo uniformado a partir de no asumir la derrota sufrida en la peor de las formas. Una concepción de la vida y del orden que no se sostiene en ninguna realidad bien gobernada. Y una apuesta al caos como camino hacia una revolución tan infantil como irracional. Si toman todas las fábricas y cortan todas las calles, no habrá llegado el tiempo de los obreros sino el momento donde el fascismo se imponga en la conciencia de los burgueses asustados. Sienten que tomaron el palacio de invierno, no para cambiar el sistema político sino tan sólo para instalarse ellos en sus aposentos.

Todo resulta raro, complejo, demasiado mezclado como para entenderlo en la primer mirada. Los ricos amigos sacan fortunas desmesuradas del país mientras restos de izquierda explican cuáles son los beneficios de los necesitados. La moneda se disuelve mientras después de demasiado tiempo de gobierno lo justifican explicando que todavía quedan algunos más prósperos que ellos. Es un esquema original, donde lo importante del Estado está en manos de ejecutores prebendarios y el resto, lo no esencial, al uso y explotación de supuestos miembros de un partido justiciero. Eso sí, todos conservan en común una evidente incapacidad de ejecutar.

El Kirchnerismo fue apenas un collage de fotos del pasado que acarició y apañó  frustraciones en la misma medida en que engendró fracasos y divisiones. Nos dejan sin moneda ni combustibles, y en sus miserias sólo pueden elegir al candidato que como Scioli sobrevive por expresar que los imita y fracasar en el intento. Cuando Forster nos dijo que Scioli no los representa, debería haber agregado una explicación. Para mí es simple: “un capitalismo de amigos sin histeria no permite justificar una inclusión empoderada de los viejos sobrevivientes de la izquierda”.

En los mapas del mañana, las rutas del dinero van a quedar mucho más marcadas que las de la revolución. Es que lo robado se fue y la revolución no llegó. El problema que tenemos no se resuelve al debatir el pasado y a Roca, el problema sigue estando en la necesidad de superar definitivamente este nefasto presente.

Agonías

El gobierno soñó eternidades: un Presidente, al que heredó su esposa, en una sociedad con enormes necesidades, donde la Hermana es la ministra de Bienestar  Social y una caterva de empleados públicos rentados ocuparon un estadio de fútbol para aplaudir al Príncipe heredero, que comenzó a balbucear sus palotes políticos, pocos meses antes de que su Madre debiera retirarse.

En Cuba, el socialismo eliminó a la democracia. Los cubanos se quedaron sin libertad pero nunca llegaron a gozar del preciado bien de la  Justicia, que sería el fruto codiciado de la planta de la Igualdad.  Y los disidentes perseguidos, y los que debían optar entre la obediencia o el mar con sus tiburones, conviven con un Fidel que poco o nada aportó a la justicia mientras se dedicó a eliminar la libertad. Y en su final lo hereda el hermano, no sea que el socialismo olvide su pasión por la monarquía hereditaria.  Y los rusos, que ayer desplegaban imperialismo revolucionario, y después de que el muro les aplastó las veleidades socialistas se expanden al ritmo del nacionalismo y de las mafias.

Las viejas izquierdas educaban en el desprecio a la democracia y en el valor secundario de la libertad. Como si la humanidad estuviera obligada a optar entre los ricos y los burócratas. Todavía los ricos guardan algunos datos de la competencia, los burócratas no soportan esa veleidad. En la ambición suelen ganar algunos de los mejores; en la obsecuencia burocrática sólo se  selecciona a los peores. Los ricos, en su ambición, no suelen ser generosos; los burócratas directamente necesitan entregar su dignidad unida al espíritu crítico, y después de eso no queda más que odio y resentimiento.

Nuestras viejas izquierdas, abundantes en pensadores y escritos, nunca lograron armar una fuerza que les permita abordar el poder por los votos. La violencia vulneró en demasía los sueños de poder revolucionarios, fue una enorme entrega de vidas a cambio de ninguna posibilidad de tomar el poder. Solo el viento de los tiempos explica el absurdo de que critiquen a Perón mientras aplauden a los Kirchner, quizá el genocidio fue el dato central de este cambio de exigencias. Ayer, plenos de vitalidad juvenil, fracasaron al elegir la tragedia;  hoy, cansados de mirar con “la ñata contra el vidrio”, se conforman con asumir un protagonismo obediente y  sin crítica en los nítidos tiempos de la comedia.

Y construyeron una secta en torno al poder. Responden a toda crítica repitiendo como loros los logros de la década ganada. Enumeran todos de la misma manera; la ausencia de convicción los obliga a memorizar las respuestas. Los dogmas son ideas cerradas; un error puede gestar una fisura y si por ella se filtra una duda, ella implica un ataque a la verdad. Pensamiento cerrado, Jefe absoluto, discurso que se escucha, se aplaude y se incorpora al dogma sin meditar. Y ocupación del Estado, asalto de los cargos y las prebendas; en nombre del pueblo, actúan como si se fueran a quedar para siempre en el poder.

Sea quien fuere el elegido para el próximo gobierno, deberá gastar tiempo en expulsar esa caterva de empleados públicos que se apropian de dineros que les quitan a los verdaderos necesitados. Un supuesto pueblo de universitarios agresivos usurpando un Estado que debiera estar al servicio del pueblo verdadero. Eso fue el Kirchnerismo, una usurpación de los necesitados por los oportunistas y, en su desfachatez, intentaron llamarse  “militantes”. Perón, que fue en todo un adelantado, ya había expulsado a los imberbes de la plaza.