Paranoia y cinismo de un soldado derrotado

Lo de Víctor Hugo Morales no se entiende. Una radio de capitales españoles lo instala para recibir favores del gobierno de turno. Cambia el gobierno y, por lógica, esa radio necesita cambiar el oficialista. Entonces, el ayer beneficiado y hoy dejado de lado denuncia persecución. Aclaremos que Prisa —ahora desarticulado por sus deudas— fue invitado a venir al país en su momento por  Néstor Kirchner para que existieran voces diferentes a las que lo criticaban. Larga historia, tuvieron que encubrir la compra con una empresa norteamericana, pues sólo ellos pueden comprar medios en nuestro país. La ley de medios nunca se ocupó de modificar ese convenio; al kirchnerismo le era útil para determinadas situaciones.

Mantener el programa de Víctor Hugo no sólo no aportaba avisos oficiales, sino que además espantaba audiencia y avisadores privados. A nadie se le puede ocurrir que un medio privado que eligió un periodista por su relación con el gobierno lo sostenga después de una derrota electoral. Esas son las duras leyes del mercado, leyes en las cuales muchos de los que se rasgan las vestiduras se hicieron ricos. De sobra explotaron a su servicio la relación con el poderoso del momento. ¿Qué relación le asignan a este cambio de trabajo con la libertad de prensa?

Lo simpático del asunto está en que —al margen de su decadencia económica— el grupo Prisa, en su arribo al país, estuvo siempre enfrentado con el grupo Clarín. Parecería que existe una medida distinta según si persiguen ellos o si son perseguidos. Algo heredan del estalinismo, aprendieron a soportar la democracia, pero jamás se sentirán a gusto con ella.

La derecha siempre corre el riesgo de exagerar en la concentración económica, pero la izquierda agoniza por su absurda concepción de la libertad. Nunca un Estado tuvo tantos medios a su servicio como el de la presidente Cristina Kirchner, desde los oficiales hasta los privados comprados por amigos enriquecidos. Ejercían el oficialismo tanto Canal 7 como Canal 9 y Canal 11; de aire quedaba libre el 13, al que intentaban limitar. Luego tenían Encuentro y C5N, CN23, 360 y Crónica TV. Quedaban en libertad privada tanto América como América 24 y Canal 26. Están convencidos de que el relato era más importante que la misma realidad y si hubieran podido instalar definitivamente la ley de medios, no habría quedado un disidente con medio para expresarse.

La ley de medios no era sólo contra el grupo Clarín, era contra todos los que pensaban distinto y estaban dispuestos a luchar por expresarse. Usaron desmesuradamente el Estado a su servicio. Ahora les toca transitar por la llanura, esa es una ley de la democracia, cuesta entender de qué se quejan.

Estoy convencido de que si hubieran invertido la fortuna que gastaron en propaganda en obras para los necesitados, si hubieran hecho eso, no estarían llorando la derrota. El candidato fue Daniel Scioli por su capacidad de transitar por todos los espacios de la sociedad, por ser el menos sectario de ese grupo. La derrota los ha llevado a la dispersión y entonces aparecen estos adoradores de la ley de medios para convertir a Víctor Hugo, uno de los más alineados y agresivos del derrotado oficialismo, en la expresión del conjunto.

Al volver, el general Juan Domingo Perón supo decir: “Con todos los medios en mis manos me derrocaron, con todos los medios en contra fui electo presidente”. Sigue vigente en algún sector del kirchnerismo una visión estalinista de los medios de comunicación y la convicción de que necesitan resistir, una manera de no aceptar que ellos son los responsables del resultado. Cuando el peronismo perdió las elecciones, supo elegir el camino de la renovación, una manera de asumir la necesidad de transformar la derrota en autocrítica. El kirchnerismo es un ejército derrotado que no logra superar psicológicamente el golpe y en consecuencia soporta la deserción como el resultado de la dispersión de sus fuerzas. Los gobernadores y los intendentes están obligados a acordar con el poder de turno y no dudan en hacerlo. Otros, que eligen trabajar en su futuro político, se van organizando en torno al peronismo y, finalmente, los grupos surgidos de viejos izquierdismos no peronistas buscan sostener su lugar sin asumir que era sólo posible desde el Gobierno y se vuelve nostalgia sin este.

Los que se cansaron de perseguir a los disidentes —entre los que me incluyo— ahora se rasgan las vestiduras al primer roce con la realidad. Que alguien se ocupe de avisarles que no caigan en la paranoia, que no los persigue nadie, que simplemente perdieron la elección y lo que viene es tan sólo experiencia entre iguales. Cuestión de acostumbrarse.

Apuntes sobre un debate pendiente

Lo malo de los Gobiernos fracasados es que suelen arrastrar sus ideas o las que dijeron que los guiaban al fango de su propia derrota. El Gobierno de Cristina Kirchner, que por suerte nos dejó, expresaba como pocos esta mezcla absurda de ideales dignos con ejecuciones desastrosas. La dictadura de los setenta fue tan genocida con la guerrilla que terminó destruyendo para siempre el lugar de las Fuerzas Armadas y devolviéndole a la guerrilla un prestigio de víctima respetable que era discutible su merecimiento. En eso el kirchnerismo ocupó un espacio desde ya menos nefasto, pero también lastimó con dureza aquellos principios que decía defender.

Si la desmesura de Domingo Cavallo y Roberto Dromi por destruir el Estado les dejó a los Kirchner un enorme espacio para ocuparlo, la manera agresiva y corrupta con la que el matrimonio degradó la función pública le deja al PRO un enorme margen para recuperar el lugar del mismo Estado expulsando a los negociantes que lo usurparon. Ahora vuelven los fanáticos del liberalismo como religión de los ricos, fe donde los gerentes ofician como sus sacerdotes. Esta caterva de personajes menores no llega a comprender que el Estado y lo privado son instrumentos de la política y no dogmas salvadores de ninguna sociedad. Continuar leyendo

Se retiran enojados

En las palabras de Martín Sabbatella están presentes todas las deformaciones del kirchnerismo. Es maravilloso ver cómo se ponen en movimiento las dos teorías del estalinismo: “la culpa la tuvo el otro” y  “no hacerle el juego a la derecha”. Parecen las palabras del pobre Diego Brancatelli, sucesor y digno heredero de Carta Abierta: “Nosotros queremos el bien del país”, como si a los restantes nos impulsara la pasión del mal y “Cristina está muy por encima del resto, por eso no la entienden”. Ya lo había dicho José Pablo Feinmann al que llaman filósofo, “es demasiado inteligente para el resto de la sociedad”. De paso Sabbatella más que duplicó el número de empleados en la AFSCA (Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual) de la que es titular; todo sea por el bien de las instituciones.

Cuando impusieron la absurda y deformada  Ley de Medios lo hicieron con el objetivo de quedarse con todo; lo habían dicho, “venían por todo”. Fue una Ley contra Clarín, un enemigo elegido a partir de su virtud – defectos le sobran – pero Clarín dice lo que piensa; eso es una corporación.  Era brutal escucharlos a estos nacionalistas de Puerto Madero contar las licencias de cable por pueblo mientras dejaban a DIRECTV libre de aplicaciones a cambio tan sólo de que no hablen mal del Gobierno. El empresario nacional es enemigo porque opina, el extranjero es amigo siempre que haga silencio, como Canal 11, que al pertenecer a Telefónica y ser extranjero, con hacer silencio sobre el Gobierno ya estaba todo bien. Y el señor Sabbatella dice que lo persiguen las mafias, las de los otros. Las de ellos están siendo derrotadas  por los votos. Se olvidó de mencionar a la mafia de los votantes, la que limpió del mundo a los estalinistas como él. Continuar leyendo

Kirchnerismo, la versión progresista del atraso

El kirchnerismo necesitó presentarse en su versión diluida y edulcorada para tener posibilidades de sobrevivir. El Scioli menos querido terminó siendo el candidato más necesitado. Algunos encuestadores alquilados por el poder aseguraban que la Presidente se despedía plena de afecto, pero en todo caso no dejaba bien parado al “proyecto”. La línea dura, la que iba por todo, debió retroceder y ablandar posiciones. El supuesto radicalismo de la Ley de Medios finaliza su epopeya con todos los candidatos en TN. Nadie intentó llevar el debate a 6-7-8 o al recinto oficial de Carta Abierta. Los fanáticos no son las imágenes que sirven para convocar votos de clase media, y hoy los que expresaron hasta el aburrimiento su rechazo a Scioli hacen silencio o aplauden su propio olvido. El poder tiene razones que las presuntas ideologías no tienen. Los cargos y los negociados, los acomodos y los beneficios que permite el oficialismo lo convierten en el partido mayoritario, aunque ya el sciolismo le va absorbiendo aplaudidores al Gobierno. El kirchnerismo es la versión progresista del atraso; se refugia en las provincias donde la necesidad limita el ejercicio de la libertad. En Córdoba, por poner un ejemplo, gobierna el peronismo y el kirchnerismo ocupa un espacio secundario. Esto demuestra dos cosas: cuán lejos están del peronismo y cómo a mayor desarrollo y cultura política le corresponde menor vigencia.

Las PASO dejaron muchas enseñanzas y definieron una nueva sociedad. En la anterior elección presidencial, la oposición estaba dividida y con una imagen tan debilitada que sus candidatos ni siquiera sobrevivieron a la derrota. Se impuso una mayoría absoluta decidida a convertirse en monarquía hereditaria. Ahora -por suerte- no avanzan, retroceden. Siguen usando el Gobierno para intentar ganar elecciones; ese objetivo sólo se impone en las regiones donde la necesidad convirtió al ciudadano en clientela. El resultado dejó al oficialismo sin soberbia y sin seguridad de ganar en primera vuelta; al PRO lo dejó consciente de estar pagando caro no haber buscado más una política de alianzas que un desarrollo propio y a Massa lo terminó salvando De la Sota: recuperó protagonismo, pero en una situación complicada. La sociedad se compromete y vota con más responsabilidad, no regala su apoyo; se cuida mucho de la soberbia y del fracaso.

Esta elección será diferente, hay razones para ser optimistas. Es tan poco lo que depositamos en los candidatos que ni siquiera nos van a lastimar sus fracasos. Claro que vuelve la democracia. Perdida la mayoría absoluta, habrá leyes a debatir porque el kirchnerismo destruyó la Justicia pero también el Congreso. Nunca ser diputado o senador estuvo tan devaluado, tuvo tan poca presencia y respeto de la sociedad. Ni hablemos de ser juez: este joven Julián Alvarez -secretario de Justicia- intentó instalar como juez a un mecánico amigo. Para estos limitados personajes la obsecuencia es la virtud que sustituye al talento y a la formación; para todo alcahuete que se precie su indignidad es un principio de la virtud.

El mero hecho del debate entre los candidatos ya nos ofrece una nueva sociedad. Que los candidatos abandonen la teoría del enemigo para ocupar la idea del adversario, ése sólo paso ya implica un cambio profundo. Hay un avance: para la Presidenta, los que pensábamos distinto éramos sus enemigos, representábamos al imperialismo y las corporaciones. Yo me considero amigo de Daniel Scioli. No es mi candidato, pero no puedo negar que su mera candidatura ya implica un avance. El oficialismo tenía palomas y halcones, estos últimos no pudieron imponer un candidato propio. La idea de que le tocaba a uno de esos que imaginaban que ser bruto pero leal merecía premio electoral; confundieron la política palaciega con la política en la sociedad. La secta no suele funcionar en las épocas difíciles. En la bonanza, los alcahuetes y los obsecuentes parecen talentosos; en las malas esos decadentes seguidores se convierten en un lastre que es necesario ocultar. La democracia no es tierra para fanáticos y los inteligentes no suelen sobrevivir en la obsecuencia.

Si los tres candidatos con posibilidades toman conciencia de que cada uno de ellos expresa a un sector de la sociedad, y que todos son necesarios para construir un país que les devuelva la esperanza a nuestros hijos, si ellos asumen esa responsabilidad, volveremos a encontrar un camino en la convivencia. El kirchnerismo implicó el odio y la necesidad de inventar un enemigo para definir la identidad propia. Superar esa limitación es una obligación de todos. La dirigencia puede intentar ese rumbo, pero la sociedad debe comprometerse para imponerlo. Es un buen momento. Estamos saliendo de lo peor, superando la decadencia que impuso el sectarismo. Sin negar que lo que falta es demasiado, eso ya es bastante.

La inmoralidad kirchnerista

Se expandió una supuesta teoría según la cual los demás deforman las noticias y en consecuencia ellos, los que nos gobiernan, deben cuidar que no nos engañen. La carrera de Medios de la UBA sufre un virus de marxismo gastado y vencido que imagina corporaciones privadas por todos lados y desarrolla la teoría del Estado que puede defenderlos. La Ley de Medios se basa esencialmente en combatir a los privados utilizando su dimensión como excusa y su libertad como motivo de la persecución.

En los medios privados triunfa el talento del que convoca a la audiencia; en los medios públicos, el talento principal es la obsecuencia disfrazada de lealtad al poder de turno. En este proceso termina siendo todo deformado. Por ejemplo, la justicia es “legitima” cuando defiende a miembros y a los poderosos del Gobierno que son siempre los más poderosos de todos. Y se transformaría en “ilegitima” cuando cuestiona al poder en ejercicio. Y ese mismo poder en ejercicio, se victimiza y acusa de ser perseguido por los que encuentran sus corrupciones que son asumidas y conocidas por todos los actores.

El marxismo cayó en el mundo simplemente porque lo único peor al poder económico y las corporaciones son los burócratas. Cuando la Presidenta defiende a Cuba y a Fidel no lo hace por la justicia que supuestamente lograron sino tan sólo por el autoritarismo y la burocracia que realmente engendraron. Cuba es el último baluarte del marxismo, de ese marxismo que desaparece en el mundo, que el peronismo superó en su momento de expansión y que el kirchnerismo viene a descubrir y elegir como su pensamiento propio cuando ya tiene sus últimas bocanadas de respiración artificial, tan artificial que durante mucho tiempo vivió de Rusia y luego necesitó vivir de Venezuela. Ahora desarman su dictadura con pretensiones de proletariado y realidad de burocracia.

El taxista que hace unos meses me llevaba al aeropuerto de La Habana me decía: “nunca me animé a hablar por miedo a dejar sin alimento a mis hijos, ahora le digo a usted y me arriesgo, ese ejército enorme que tiene Fidel no sirve ni para hacerle cosquillas a los gringos, ese ejercito enorme es para controlarnos a nosotros”. Mucho miedo hay en Cuba. Este último fue mi sexto viaje a la isla, siempre intenté entender esa realidad; en los últimos tiempos ya no había nada para entender. Hace un tiempo viajamos con De la Sota a Paraná, Entre Ríos, participamos de un acto. Al otro día compré los dos diarios y ninguno mencionaba al gobernador de Córdoba. ¿El motivo? Sergio Uribarri maneja los dos periódicos, según me dijeron conocidos entrerrianos. El kirchnerismo es un camino directo hacia la dictadura de la burocracia, siempre en nombre del proletariado, en nombre de ése al que sólo le daban el lugar de clientela electoral.

Ellos instalaron el dogma que dice “la ley de medios termina con las corporaciones”. No explican que se convierte en una nueva y gran corporación al servicio del Estado. Las corporaciones hoy más fuertes son el Gobierno y la corrupción que lo acompaña. Hay algunos grandes que vienen de antes, pero cualquiera de ellos al lado del kirchnerismo es un nene de pecho. Que no sigan con el cuento de ver la paja en el ojo ajeno, el Gobierno ya no puede dejar de ver la viga en el propio ojo, y eso es la corrupción.

Hubo uno que en tiempos de otra dinastía escribió un valiente “Robo para la corona”. Con la actual monarquía supo dejar en claro que era sólo para reclamar su parte. Si la corona menemista robaba y la kirchnerista no, no es un tema ideológico, es sólo un asunto de complicidad.

Discepolín supo decirnos con su talento infinito en Cambalache que “los inmorales nos han igualado”. Se quedó corto, no conoció al Kirchnerismo. Habría que cambiar la letra: “los inmorales nos han superado”. No sé si rima, pero es mucho más cercano a la verdad.

Manos blandas

Tenembaum y Zlotogwiazda acosaban a Sergio Berni por haber sido duro con los que cortaron la ruta. Y luego siguieron con los extranjeros: ese turismo que incitamos -a partir de que se puede robar sin castigo- seguro que lo convoca la Secretaria del área… Daban datos tontos de organismos absurdos que intentan condenar a los policías en defensa de los delincuentes. Los extranjeros detenidos son pocos, dejemos ingresar al turismo delictivo, es un permiso que nos evita ser de derechas…

Cortar calles es condenado en La Habana y en Miami, pero hay un sistema intelectual progresista dispuesto a defender el caos convencido de que el orden es de derechas. De los Zaffaroni y las Garré el Gobierno necesitó recurrir a los Berni y los Granados. La idea de ser duros con los empresarios y tiernos con el delito no era un camino al socialismo de amigos sino tan sólo a la degradación de este capitalismo frustrado en el que vivimos.

Hacer una Ley de Medios para lograr – entre el Estado y los ricos oscuros que beneficia – quedarse con todos los Medios, no unificaba la opinión pública sino sólo a una caterva de alcahuetes aburridos. Y lo mejor de todo, que esos periodistas defiendan al permisivismo en un medio privado, sabiendo todos que ninguno que no piense y opine aplaudiendo con los lóbulos cerebrales puede concurrir a las iglesias de la alcahuetería oficial. Y dejo en claro que Tenembaun y Zlotogwiazda son de lo mejor que tenemos; no coincido en este tema, pero desde ya merecen todo mi respeto.

El Kirchnerismo edificó una alianza con restos de izquierda fracasados y extraviados, que iniciaron un camino hacia el sueño de un feudalismo de avanzada. El debate se clausuró en las palabras de la Presidenta, personaje que odia a Perón, convencida de que tiene comprada una cuota de gloria futura, como si el eco extendiera en el tiempo el sonido monótono de los aplaudidores.

Esta idea de los dos demonios y el talento heroico de la guerrilla, este fundamento sin ideas nos fue marcando el devenir. Una cuota de odio al peronismo aprovechando que la mayoría de sus seguidores necesitan vivir del Estado. Una cuota de odio a todo uniformado a partir de no asumir la derrota sufrida en la peor de las formas. Una concepción de la vida y del orden que no se sostiene en ninguna realidad bien gobernada. Y una apuesta al caos como camino hacia una revolución tan infantil como irracional. Si toman todas las fábricas y cortan todas las calles, no habrá llegado el tiempo de los obreros sino el momento donde el fascismo se imponga en la conciencia de los burgueses asustados. Sienten que tomaron el palacio de invierno, no para cambiar el sistema político sino tan sólo para instalarse ellos en sus aposentos.

Todo resulta raro, complejo, demasiado mezclado como para entenderlo en la primer mirada. Los ricos amigos sacan fortunas desmesuradas del país mientras restos de izquierda explican cuáles son los beneficios de los necesitados. La moneda se disuelve mientras después de demasiado tiempo de gobierno lo justifican explicando que todavía quedan algunos más prósperos que ellos. Es un esquema original, donde lo importante del Estado está en manos de ejecutores prebendarios y el resto, lo no esencial, al uso y explotación de supuestos miembros de un partido justiciero. Eso sí, todos conservan en común una evidente incapacidad de ejecutar.

El Kirchnerismo fue apenas un collage de fotos del pasado que acarició y apañó  frustraciones en la misma medida en que engendró fracasos y divisiones. Nos dejan sin moneda ni combustibles, y en sus miserias sólo pueden elegir al candidato que como Scioli sobrevive por expresar que los imita y fracasar en el intento. Cuando Forster nos dijo que Scioli no los representa, debería haber agregado una explicación. Para mí es simple: “un capitalismo de amigos sin histeria no permite justificar una inclusión empoderada de los viejos sobrevivientes de la izquierda”.

En los mapas del mañana, las rutas del dinero van a quedar mucho más marcadas que las de la revolución. Es que lo robado se fue y la revolución no llegó. El problema que tenemos no se resuelve al debatir el pasado y a Roca, el problema sigue estando en la necesidad de superar definitivamente este nefasto presente.

La absurda Ley de Medios que nos legó el kirchnerismo

La absurda Ley de Medios que nos supo legar el Kirchnerismo es un aporte de los restos de estalinismo del pasado impuesto como sello del presente. Domingo Cavallo, un convencido de que renunciar a la dignidad era rentable, firmó un acuerdo con los EEUU no recíproco, por el cual ellos podían comprar nuestros medios de comunicación, pero nosotros no podíamos comprar los de ellos. Casi faltaba aclarar que ellos eran una Nación y nosotros carecíamos de vocación para serlo. Gracias a este absurdo artilugio, Radio Continental es española – pero a nombre de una empresa de EEUU- lo mismo que el Canal 9, siendo Canal 11 anterior a toda norma y en consecuencia de discutible legalidad. Lo cierto es que a esto se suma DIRECTV que, con casi tres millones de abonados, no es afectado por las huestes de Martín Sabatella ni por la Ley de Medios. No es una simple acusación, así es en la realidad.

Una cosa es el imperialismo y otra muy distinta son sus empresas cuando arreglaron con el Estado. Siendo titular del Comfer les pedí varias veces a estos revolucionarios que denunciaran ese tratado. Sin embargo, alguna razón habrá para que se sigan haciendo los distraídos. Todos sus discursos y cuestionamientos terminan en el umbral de algún negociado cercano al poder.

Lo cierto es que los medios extranjeros no hablan del Gobierno, en consecuencia no son enemigos como Clarín. Los muchachos son nacionales y populares, siempre y cuando el otro caiga en el pecado de disidencia; quien no sale de la obsecuencia oficialista no merece la Siberia del AFSCA.  De los cuatro canales de aire, el Gobierno -o sea el oficialismo- maneja tres, el 7, el 9 y el 11, (TV Pública, Canal 9 y Telefé).  Luego tiene Canal Encuentro, C5N, CN23, 360, Argentinísima y algunos agregados, sin tomar en cuenta las radios, donde decenas de micrófonos convierten a Radio Mitre en dueña de más del cincuenta por ciento de la audiencia. Porque hasta para odiar hay que tener talento, a veces ni el gobierno alcanza. Y la obsecuencia no es buen gancho para atraer audiencia.

La Ley de Medios intenta que quienes no sean oficialistas puedan ser perseguidos como conspiradores y así es un instrumento esencial para terminar con la libertad de prensa y la democracia. La consigna es clara: o  aplauso cerrado a discurso presidencial o pertenencia a los grupos concentrados.  Asesinaron la sutileza en el altar de la obsecuencia rentada. El cuento es simple, los demás ocupamos el espacio del poder concentrado. Tengo todavía un amigo inocente que me dice “a vos te invitan los medios concentrados”, yo le respondo que los otros, los alcahuetes sólo me nombran para cuestionarme, que si no fuera por los concentrados abríamos pasado a la clandestinidad. Me parece que es el destino que nos tienen reservado. Ellos vienen  del viejo marxismo mal digerido, siempre piensan que tienen la propiedad de la verdad. Lo cierto es que a los privados invitan oficialistas y muchos van, y a los oficialistas jamás llevan disidentes. Después de Beatriz Sarlo con “a mí no, Barone”, la asociación de obsecuentes con veleidades revolucionarias decidió poner bolilla negra a todo individuo no dispuesto a aplaudir a libro cerrado el discurso presidencial.

Clarín tiene muchos defectos y correcciones necesarias, pero que quede claro de sobra que sólo se lo cuestiona por lo que opina, por su virtud, que el resto son simples detalles. El hecho de que cuenten las Licencias de cada pueblo de los Cables nacionales y se hagan los distraídos con DIRECTV demuestra demasiado a las claras lo que tienen en la cabeza. Las extranjeras, DIRECTV y las Telefónicas, esas tienen una sola Licencia nacional; a las disidentes les cuentan una Licencia por pueblo. Estamos sufriendo un Gobierno de derechas que le cedió lugares secundarios a vetustos restos de izquierda y en consecuencia mientras los personajes centrales del Gobierno se ocupan de la ineficiencia y el saqueo, los otros nos cuentan que están haciendo la revolución. Tanto pegarle al imperialismo pero parece que usaban sus bancos para resguardar sus humildes ahorros.

Cuando la suerte que es grela nos permita un Gobierno democrático en serio, toda esta caterva de alcahuetes de una revolución que nunca hicieron van a ser mano de obra desocupada, como los que sobraban de la horrible dictadura. Lo más talentoso del Kirchnerismo fue otorgarle categoría de dignidad a los aplaudidores y  a la obsecuencia. Cuando se queden sin el Estado van a seguir el camino del menemismo, una mezcla de disolución con muchas acusaciones y pocos aportes. En el final nos suele mojar la persistente lluvia de la realidad.

Democracia sólo si ganamos

Las derrotas suelen dejar las almas al desnudo. En los triunfos todos se expresan con dignidad, el único riesgo es la exageración. Por el contrario, las derrotas exponen a que se delate la falta de grandeza, que se caiga en al espacio de lo patético.

Como en las postrimerías del gobierno de Carlos Menem, hoy los seguidores se refieren al valor de los logros. El discurso de la Presidenta fue una muestra de desprecio a quienes no la votamos. Dijo que quería hablar con nuestros dueños, las corporaciones y los bancos, no nos supo respetar como ciudadanos. Los que no la apoyamos somos empleados del mal. Nos alejamos del bien en el momento en que dejamos de aplaudirla.

Había miedo. Flotaba la imagen de la Venezuela dividida, el recuerdo del cincuenta y cuatro por ciento era el mantra oficialista que autorizaba la desmesura. Yo mismo ya me conformaba con la seguridad de que apenas llegarían a ser un tercio de la sociedad. Ahora que sabemos que son sólo la cuarta parte estamos todos más tranquilos.

En el 2011 expresaban una postura más dialogante, más abarcadora. Sacaron demasiados votos y decidieron ir por todo. En ese esfuerzo terminaron perdiendo la mitad.

No son un partido, no quieren a nadie, ni al peronismo ni a Scioli, ni a los que dudan ni a los que callan, ellos gritan y aplauden, están poseídos por el estigma de la verdad. Y acariciados por las delicias del poder.

Son los dueños del “modelo”, un camino sinuoso trazado a manotazos, un adentro delimitado por el enemigo para un grupo donde los odios son más fuertes que los amores.

Alguno buscó la culpa en la ausencia de la ley de medios, imaginaban que si ya nadie opinaba distinto habría llegado la hora donde todos votaran igual.

El voto válido era el que los apoyaba, quien deja de hacerlo cayó en manos de las corporaciones y los imperios. La democracia si ganamos, tan solo en ese caso. Una visión particular.

Gritan que no son cifras definitivas y que siguen siendo la primera fuerza política, y todo es cierto, y si no se calman  ya todo puede ser peor.

Una sociedad donde muchos intentan subirse al poder y todavía nadie se animo a bajarse de él con dignidad. Hasta ahora todos se cayeron. En lugar de agradecer que los hubieran elegido hoy nos acusan por haber dejado de hacerlo.

No sólo terminó un ciclo político, para la gran mayoría se supero el riego del autoritarismo. Pero nos dejan un enorme retroceso, un odio que dividió sin sentido ni necesidad. Somos muchos, demasiados, los que dejamos de saludarnos por una supuesta causa que ni siquiera llegamos a entender.

Nos dejan eso,  un odio que nos va a costar superar.