Un perro policía al desnudo

El anunciado libro de Gabriel Levinas sobre Horacio Verbitsky, titulado “Doble agente”, desnuda a un individuo y con él a todo un conglomerado de personajes semejantes. Asombra a los neófitos una realidad que era por todos conocida entre los militantes. Digo militantes y me refiero a los de verdad, a los que enfrentaban al poder y no a los empleados del mismo.

Hubo tiempos donde se entregaron vidas y hoy, hay vidas que viven sólo de explotar la memoria de aquellos tiempos. ¿Cómo hubiera podido salir Europa de la guerra o más cerca aún, Alemania de la caída del Muro de Berlín, si hubiese existido un sector dispuesto a vivir del dolor de los recuerdos? Las sociedades progresan cuando convierten el dolor en experiencia y no en una forma de vida. Y es ahí donde Levinas desnuda a un personaje central en el cultivo del odio y el resentimiento, alguien cuya vida estuvo dedicada a la supuesta revolución del resentimiento.

Fui muy amigo de Rodolfo “El loco” Galimberti, un valiente como pocos, un aventurero que nunca se tentó con ser militante. La diferencia entre un militante y un aventurero es enorme; donde uno sueña el anonimato, el otro arriesga todo por la gesta que lo encarama, cualquiera ella sea. Galimberti decía de este personaje hoy desnudo: “¿Qué hablás vos si la dictadura no te tocó ni el timbre?”. Y Jacobo Timerman supo opinar que “de él se puede decir cualquier cosa menos que sea una buena persona”. Y podría agregar opiniones de gente digna de respeto hacia este poco respetable personaje. Por ejemplo, que escribió un aburrido libro “Robo para la corona” acusando a la anterior dinastía, como si la actual, que en esos menesteres la supera ampliamente, no mereciera ser denunciada sólo porque él fue habilitado en el ejercicio del poder.

Cuando el ex presidente Kirchner venía “por todo”, intentaron acallar la rebeldía de la Iglesia y el personaje menor se prestó a escribir un libro acusando al Cardenal Bergoglio. Recuerdo que me consultó, con esa cara de prócer malo que sabe poner cuando asume su papel de meter miedo. Él juntó a un par de imbéciles de la misma calaña e intentaron dañar la imagen del ahora Papa en el Vaticano. Nunca olvido el odio que me surgía cuando me consultaban sobre Francisco periodistas de distintos países y terminaban siempre con la misma curiosidad: “¿Qué piensa de la denuncia de…?” Por eso aprecio tanto a Gabriel Levinas, porque los biógrafos del hombre más importante del presente en la humanidad ya no tendrán que consultar las memorias de quien acusa a los otros de ser iguales o parecidos a él. Eso sí, no le quitemos méritos, escribió un libro contra un Cardenal y lo hizo Papa, no debe de haber muchos casos parecidos en la historia. Si sigue escribiendo contra Macri puede convertirlo en Presidente. Veleidades de un imbécil que se cree lúcido.

Los Kirchner nunca se ocuparon de los Derechos Humanos cuando eso implicaba valentía y riesgo, cuando no era rentable. Cuando bajaron el cuadro de Videla era como pegarle al campeón del mundo en el geriátrico. Los Zaffarrni fueron parte de la Dictadura y este supuesto “Perro” jugaba un partido con la camiseta del contrario. No nos dejan salir del pasado al que deformaron para convertir en venganza rentable. No asumen sus errores que fueron muchos, demasiados, construyen impunidad para sus delitos y una justicia vengativa para sus enemigos. Deforman el pasado, degradan el presente y terminan estos supuestos revolucionarios votando candidatos que no se les parecen en nada. ¿O será que sólo cuestionan el espejo de sí mismos que tanto niegan?

A este”Perro”, muchos lo creían un doberman, otros lo considerábamos un simple Chihuahua. Ahora sabemos la raza: es ovejero alemán, esos que la gente llama por su nombre común, “perro policía”.

Y el kirchnerismo, que es una secta, lo necesita, es imprescindible pertenecer a un coto cerrado para poder decir que las denuncias carecen de valor porque provienen del bando contrario; es una forma de volverse invulnerable a la verdad, a esa que si la asumen los deja al desnudo, tan pobres de pasado como de presente. Desnudos.

Los violentos y el poder

En los setenta, la violencia de la guerrilla conduce al suicidio a una parte importante de mi generación. Digo suicidio ya que encararon una guerra en la que era imposible vencer. Y de esa voluntad desesperada va a surgir lo impensable, que fue la desaparición definitiva de sus represores. En la demencia de hacer desaparecer a la guerrilla encontraron el lugar de su propia inexistencia. La derecha, en su variante militar e intelectual, va a quedar reducida al triste espacio del verdugo; va a sufrir castigos tan excesivos como los que soñó imponer, pero no como fuerza de las armas sino como decisión de una democracia. Y contra eso no quedó siquiera ni el valor de las palabras.

Fue tan definitivo el triunfo del derrotado que tuvo espacio para inventar una supuesta teoría donde- para que nadie imaginara la existencia de dos demonios- la única violencia ilegal era la del Estado, quedando la otra unida al sueño imaginario de las revoluciones. Aún en democracia, cuando la guerrilla mataba era épico y cuando les respondían era siempre López Rega y las tres A. Una deformación de la realidad que permite desvirtuar la voluntad del pueblo, degradar a su partido, el peronismo y convertir el error de buscar la violencia suicida en el recuerdo del heroísmo revolucionario.

Nunca fui de derecha, claro que tampoco por ejercitar la violencia nadie tuvo autoridad para instalarse en la izquierda. Perón no fundó ninguna guerrilla, sólo convocó a un sector a acompañarlo en su retorno democrático y es esa misma organización, premiada con Gobernadores, Ministros y legisladores, la que decide retornar a la violencia en plena democracia. No estamos debatiendo la violencia contra la Dictadura, sino su demencia de ejercerla en medio de una democracia de la que formaban parte.

La deformación de esa historia intenta imponer el protagonismo de los guerrilleros por sobre el del pueblo, como si a Perón lo hubieran traído ellos, como si la violencia de las minorías fuera más importante que el peso enorme de la clase trabajadora. El peronismo no era ni yanqui ni marxista y eso, en un tiempo donde el marxismo parecía ser el dueño del futuro. Hoy, cuando el Gobierno se abraza a deformaciones que nos separan de las democracias y las libertades con la absurda excusa de confrontar con el supuesto imperialismo, debemos denunciar que en nada este accionar se asienta en nuestras ideas. En rigor, estuvo tan lejos Carlos Menem de nuestro pensamiento al articular sus “relaciones carnales” como absurdo es que hoy nos alineamos con sectores que jamás fueron parte de nuestra historia. Pareciera que los negocios privados de los funcionarios son más importantes que los intereses colectivos.

El peronismo tiene elementos culturales y políticos dignos de ser recuperados, por encima de la deformación derechista de Menem o de la violencia discursiva del kirchnerismo. No propongo recuperarlo para volver al poder, sino tan solo para aportar sus aciertos, criticar sus errores y para sumarlos a futuras fuerzas donde se recupere lo mejor de cada sector.

Se agota un Gobierno que utilizó el nombre del peronismo únicamente para deformar sus ideas. Es tiempo que los peronistas recuperemos nuestros aportes, para la memoria colectiva y no para ponerlos al servicio de ninguna ambición personal.

Héctor Leis y la violencia de los 70

“No permitir que se reescribiera la tragedia de su generación en términos épicos”. Es solo una frase del homenaje que le hace Ricardo Roa en Clarín.  Fue comunista y montonero, guerrillero, preso y exiliado. Pero esencialmente un pensador, de esos que tenemos pocos, de esos que son capaces de revisar el pasado para que lo comprendan las generaciones venideras y no para que lo parasiten los fracasados de siempre. Fue un pensador, no un revisionista como tantos que se adaptan a cualquier coyuntura. Continuar leyendo