La religión necesita estar por encima de las venganzas políticas

Somos una sociedad deslumbrante, donde todos hablamos en contra de la grieta mientras nos dedicamos a destrozar al que opina distinto. Lo del Papa es maravilloso. Un cardenal que surgió de nosotros es hoy la persona más escuchada del mundo, pero para nosotros es un fracaso. Le cuestionan no haberse convertido en el jefe de la oposición, dicho esto por decenas de personajes que en la vida se ocuparon de enfrentar a nadie ni organizar a su propia familia. El Santo Padre fue clave en el enfrentamiento contra los Kirchner, cuando no era fácil y eso es indiscutible. Néstor Kirchner convocó a un oscuro escriba, un intrigante, tan talentoso que escribió un libro contra él y lo hizo Papa. En tiempos de los Kirchner -de Néstor en especial- Bergoglio fue de los pocos que pelearon en serio, antes de que las huestes se convirtieran en multitudes.

Somos varios los que tratamos con esfuerzo denodado de exponer el peronismo rescatable, el del último Perón, que lo hubo y bastante más que quienes lo denigran y suelen pertenecer a espacios muy difíciles o imposibles de rescatar. Insisto en separar el peronismo del kirchnerismo, de este estalinismo de la tragamonedas que tanto daño nos hizo. Pero me cuesta demasiado. Aparecen fanáticos convencidos de que el “populismo” es el mal, no sea cosa que nos olvidemos de recuperar los heroicos aportes de Martínez de Hoz y Domingo Cavallo con Dromi dibujando contratos. El peronismo tuvo aciertos y defectos; el radicalismo fue parecido. Luego, el resto de la derecha solo arrastra algunos golpes militares y una Sociedad Rural aplaudiendo a Onganía en Carroza y silbando a Raúl Alfonsín. Ahora es otra cosa, son un eje productivo de la sociedad, pero pasado tenemos todos.

Ganó Macri y muchos de los peronistas lo votamos. Necesitamos que los que no nos quieren dejen de echarnos la culpa de todo. Entremos al futuro sin tanta necesidad de venganza pero sí de justicia. Presos necesitamos pero paren de atacar al peronismo, al populismo y al Papa. Amontonan enemigos, no sea cosa que se cierre la grieta. No entienden que los que apoyamos la democracia nos necesitamos demasiado, no sobra nadie.

El Papa es de aquí. Admirado por el mundo, es distinto a nosotros; si no lo fuera, no hubiera llegado ni a párroco del barrio. Algunos lo increpan a los gritos y le exigen que se asuma como jefe de la oposición, o como cabeza del oficialismo. Como que habitamos un chiquero del cual alguien surgió a pesar nuestro y entonces todos le enrostran que haya llegado a Papa y no nos acompañe en nuestra pequeñez. Le envía un rosario a Milagros Sala, y me animo a expresar que quien no entiende esto no es un ateo, es tan solo un impío. Que no se puede poner la religión en el mismo nivel que la política y menos nosotros, que vivimos degradándola. Es bueno que alguien logre estar un poquito por encima de nuestra patética mediocridad, lo absurdo es que cuando alguien lo logra nos provoque lo peor de nosotros.

El Papa enfrentó a los Kirchner cuando fue necesario y decidió acompañar el período de recambio presencial en paz, sin tomar partido, y cuando lo tomaba lo hacía sabiendo que del lado de los derrotados había demasiados necesitados y lo único que faltaba era que él se solidarizara con los otros, los ricos y vencedores. La religión no ignora a la política, pero necesita estar por encima de sus leyes. Recibió a Cristina cuando el protocolo y la política lo merecían, para ayudar a nuestra democracia. Luego en Paraguay, como en Cuba, supo marcar el fin de lo protocolar y acallar a demasiados mediocres que lo imaginaban el Papa kirchnerista.

Cuando el triste y aburrido Durán Barba opina, sigue comprometiendo al Presidente, al que a veces considera menos inteligente que él. Soy de los que piensan que el PRO todavía no reconoció a su verdadera jefa de campaña, Cristina Kirchner, sin la cual el experto hubiera quedado en su merecido silencio, que demasiados le hubiéramos sabido agradecer.

Nadie es profeta en su tierra, tampoco el Papa, pero cualquiera sea la opinión del caso, puede ser superficial o compleja, entender la realidad o manifestar tan sólo nuestros resentimientos, que son excesivos. Hay una caterva de elegantes que multiplican diatribas contra el Papa, contra los católicos y los peronistas y luego se mandan una plegaria para sellar la grieta.

El Santo Padre necesita estar por encima de la mediocridad de nuestros odios. El solo hecho de que lo intente mueve lo peor de muchos de nosotros. Más allá del Papa, dejemos de hablar en contra de la grieta insultando al que opina distinto, hacerlo nos deja en el aburrido lugar del psicópata. Al menos tengamos la grandeza de entender que la fe necesita estar por encima de la venganza, en una de esas también mejoramos como personas. Estoy convencido que los otros tienen más culpas, al menos por ahora, pero también sé de sobra que debo trabajar en calmar los ánimos y eso sí debo intentarlo para siempre. Necesitamos que algunos soñadores acallen los alaridos de tantos vengadores. El Papa es hoy el hombre de opinión más respetada de la humanidad. Eso sí, a nosotros, nos queda grande. Y se nota demasiado.

Un perro policía al desnudo

El anunciado libro de Gabriel Levinas sobre Horacio Verbitsky, titulado “Doble agente”, desnuda a un individuo y con él a todo un conglomerado de personajes semejantes. Asombra a los neófitos una realidad que era por todos conocida entre los militantes. Digo militantes y me refiero a los de verdad, a los que enfrentaban al poder y no a los empleados del mismo.

Hubo tiempos donde se entregaron vidas y hoy, hay vidas que viven sólo de explotar la memoria de aquellos tiempos. ¿Cómo hubiera podido salir Europa de la guerra o más cerca aún, Alemania de la caída del Muro de Berlín, si hubiese existido un sector dispuesto a vivir del dolor de los recuerdos? Las sociedades progresan cuando convierten el dolor en experiencia y no en una forma de vida. Y es ahí donde Levinas desnuda a un personaje central en el cultivo del odio y el resentimiento, alguien cuya vida estuvo dedicada a la supuesta revolución del resentimiento.

Fui muy amigo de Rodolfo “El loco” Galimberti, un valiente como pocos, un aventurero que nunca se tentó con ser militante. La diferencia entre un militante y un aventurero es enorme; donde uno sueña el anonimato, el otro arriesga todo por la gesta que lo encarama, cualquiera ella sea. Galimberti decía de este personaje hoy desnudo: “¿Qué hablás vos si la dictadura no te tocó ni el timbre?”. Y Jacobo Timerman supo opinar que “de él se puede decir cualquier cosa menos que sea una buena persona”. Y podría agregar opiniones de gente digna de respeto hacia este poco respetable personaje. Por ejemplo, que escribió un aburrido libro “Robo para la corona” acusando a la anterior dinastía, como si la actual, que en esos menesteres la supera ampliamente, no mereciera ser denunciada sólo porque él fue habilitado en el ejercicio del poder.

Cuando el ex presidente Kirchner venía “por todo”, intentaron acallar la rebeldía de la Iglesia y el personaje menor se prestó a escribir un libro acusando al Cardenal Bergoglio. Recuerdo que me consultó, con esa cara de prócer malo que sabe poner cuando asume su papel de meter miedo. Él juntó a un par de imbéciles de la misma calaña e intentaron dañar la imagen del ahora Papa en el Vaticano. Nunca olvido el odio que me surgía cuando me consultaban sobre Francisco periodistas de distintos países y terminaban siempre con la misma curiosidad: “¿Qué piensa de la denuncia de…?” Por eso aprecio tanto a Gabriel Levinas, porque los biógrafos del hombre más importante del presente en la humanidad ya no tendrán que consultar las memorias de quien acusa a los otros de ser iguales o parecidos a él. Eso sí, no le quitemos méritos, escribió un libro contra un Cardenal y lo hizo Papa, no debe de haber muchos casos parecidos en la historia. Si sigue escribiendo contra Macri puede convertirlo en Presidente. Veleidades de un imbécil que se cree lúcido.

Los Kirchner nunca se ocuparon de los Derechos Humanos cuando eso implicaba valentía y riesgo, cuando no era rentable. Cuando bajaron el cuadro de Videla era como pegarle al campeón del mundo en el geriátrico. Los Zaffarrni fueron parte de la Dictadura y este supuesto “Perro” jugaba un partido con la camiseta del contrario. No nos dejan salir del pasado al que deformaron para convertir en venganza rentable. No asumen sus errores que fueron muchos, demasiados, construyen impunidad para sus delitos y una justicia vengativa para sus enemigos. Deforman el pasado, degradan el presente y terminan estos supuestos revolucionarios votando candidatos que no se les parecen en nada. ¿O será que sólo cuestionan el espejo de sí mismos que tanto niegan?

A este”Perro”, muchos lo creían un doberman, otros lo considerábamos un simple Chihuahua. Ahora sabemos la raza: es ovejero alemán, esos que la gente llama por su nombre común, “perro policía”.

Y el kirchnerismo, que es una secta, lo necesita, es imprescindible pertenecer a un coto cerrado para poder decir que las denuncias carecen de valor porque provienen del bando contrario; es una forma de volverse invulnerable a la verdad, a esa que si la asumen los deja al desnudo, tan pobres de pasado como de presente. Desnudos.

Un modelo de odio

Cuando las instituciones son débiles suelen incitar las ambiciones de los peores. Es cuando las sociedades aparentan ser desiertos a cultivar, jóvenes sin rumbo a los que se puede malear a gusto del invasor. Toda sociedad necesita de un tiempo fundacional, tanto como que ninguna aguanta que esa pubertad se convierta en la reiteración de un tiempo de dudas que impida alcanzar la madurez. Con Menem, los adoradores del mercado y la moneda nos degradaron a un universo de gerentes extranjeros, devaluaron al ciudadano para convertirlo en consumidor o inversor. La irracional idea de destruir el Estado lo dejó al servicio de quienes soñaban con invadirlo.

Con los Kirchner, el Estado se convirtió en un poder absoluto que ya no intentaba negociar con los privados sino que gestaba su propia burguesía. El juego y la obra pública fueron el eje del poder económico; las infinitas prebendas que distribuye el Estado engendraron luego las adhesiones políticas. Se subsidió a las empresas para convertir en corrupción lo que hubiera debido ser beneficio para el ciudadano. Un buen momento para los países productores de alimentos se derivó en un tiempo de enriquecimiento de dispersas burocracias. Disfrutar del Estado engendró un partido del oportunismo coyuntural, nunca antes las ideologías terminaron siendo un simple decorado de la ambición y los negociados. Vetustos restos de pretendidas izquierdas aportaron su experiencia en engendrar teorías justificadoras para cualquier desaguisado. Haber apoyado las dictaduras marxistas de ayer los convertía en expertos para justificar los desatinos de hoy.

Sólo recordar que habían instalado un grupo de intrigantes para cuestionar al Cardenal Bergoglio, una filial de esos servicios que hoy dicen repudiar se ocupaba de denunciar a la Iglesia Católica. Cuando el Papa Francisco deslumbra al mundo con su pensamiento delata, entre otras cosas, la pequeñez de sus detractores. Pero queda claro que los verdaderos enemigos del Gobierno somos los que no estamos dispuestos a dejarnos aplastar por sus imposiciones ni mucho menos a convencer por sus tediosas y mediocres justificaciones.

Toda secta genera explicaciones que las hacen aparecer como racionales. Explicaciones que repiten como loros, obligados por la obediencia y el castigo a la libertad individual. Este tenebroso Gobierno actúa como si nunca tuvieran que abandonar el poder, intentan olvidar que transitan su último año. Cuando uno escucha a la Presidente o al jefe de Gabinete siente vergüenza ajena, es difícil entender a los que le asignan talento a la simple ausencia a veces de cordura y casi siempre de sentido común.

Todo autoritarismo es un intento de convocar a lo peor de una sociedad, a todos aquellos que sueñan con una cuota de poder y no les importa demasiado el costo que deban pagar para obtenerlo. Están todos, desde los oportunistas de siempr -en los negocios, los sindicatos y la política- hasta los jóvenes que imaginaban que con un cargo público y un odio compartido se convertían en dueños de una causa. De pronto una muerte los obligó a desnudar sus limitaciones, y entonces, los que pretendían grandeza y eternidades, se arrastran negando finales y encarnando la peor versión de su pequeñez.

Se imaginan de izquierdas sólo por cuestionar las democracias y enamorase de los países donde con la excusa de distribuir justicia se ejerce la opresión o la misma limitación de la libertad. Dicen que nos ayudaron a avanzar. Sin embargo, nunca la división de nuestra sociedad fue más cruel testigo del atraso que lograron imponer. Los enemigos y los odios han ocupado el espacio de los sueños. Ese logro es el triste fruto de doce años de kirchnerismo, del modelo que necesitamos derrotar.

Otra Cuba

El final de un conflicto histórico importante nos asombró hace pocos días. Obama y Raúl Castro habían roto un cerco que implicaba una limitación para la humanidad. Aquel bloqueo a Cuba le había conferido a esa experiencia socialista mayor trascendencia que la que había intentado quitar. Fidel, sucedido por su hermano, sobreviviendo después de la caída del muro, pero desde hace mucho ya sin nada para mostrar. Estaba el relato de los logros en salud y educación, los médicos que ayudaban a otros países, pero transitar esa sociedad era aceptar que el fracaso era ya un final indiscutible.

El bloqueo les había servido de excusa, pero no hace tanto que el resto del mundo comunista se había terminado cayendo solo, que el marxismo ayer imparable hoy no tiene donde ocultar sus limitaciones. Y los que intentan otorgarle un empate al resultado de la historia pueden darle al fracaso un premio consuelo, pero que los recalcitrantes del marxismo ateo le agradezcan al Santo Padre su gestión para acordar con el imperialismo, ese final no estaba en ninguno de los miles de textos que se llevó el sueño de la Revolución. Sólo la Santa Madre Iglesia puede convertir un final de ciclo en encuentro de paz.

Un debate absurdo nos somete a la cuestión de si ganó Cuba o si lo hizo los Estados Unidos, un resultado deportivo que olvida algunos detalles, por ejemplo las miles de vidas que se llevó el intento de extender la experiencia cubana al resto del continente. A ningún marxista se le hubiera ocurrido que el muro se les venga encima, a ningún militante revolucionario lo motivó la idea de que el socialismo terminara convocando inversores.

Los marxistas imaginaban un mundo donde el capitalismo retrocediera frente al avance del nuevo paradigma, y se me ocurre que la realidad no es ni parecida a esas esperanzas. El personaje nefasto de Stalin se dedicó a incendiar algunas iglesias imaginando que le tocaría a algún sucesor de sus ideas ocupar el lugar que con tanta solvencia ocupa el Papa Francisco. Se me ocurre que, cuando lo asesinan a Trotski, desnudan su concepción real de la revolución, que cuando lo instalan a Fidel como dictador lo hacen para combatir el bloqueo, pero quedan abrazados a una dictadura que terminó no pudiendo ser justificada por la supuesta justicia que decía prometer. Demasiadas condenas a las dictaduras de derechas para terminar en una experiencia de izquierda.

Cuba intentó exportar su revolución y educó a miles en las artes de la guerrilla. Decenas de miles de vidas están ligadas y entregadas en sus sueños expansionistas. Aquel modelo que se imaginaba digno de la admiración e imitación del continente, ese modelo terminó su agonía con el fin del bloqueo.

La idea del imperialismo como enemigo no alcanzaba para construir el socialismo como alternativa. Tener un enemigo no implica ser dueño de un proyecto, con Cuba se termina el sueño de la revolución que despreciaba el camino del reformismo. Y se cierra para siempre la justificación de la dictadura para desplegar el socialismo. Toda dictadura es un retroceso en el camino de la libertad, y si fuera cierto que la democracia es un logro burgués, habría que aceptar que la burguesía es más progresista que sus supuestos detractores revolucionarios.

Cuba fue una revolución social que fue mutando en dictadura marxista. Eran tiempos donde Rusia expandía su imperio estalinista, donde la China de Mao encaraba su revolución cultural. Tiempos donde parecía que el capitalismo retrocedía para desaparecer. De esas experiencias ya no queda nada, solo un grupo de nostálgicos que se conforman con explicar que fue un empate o que Cuba ganó por su dignidad. Esa mirada es posible si olvidamos el costo en vidas de ese intento de mundo revolucionario, si le echamos la culpa al bloqueo de las miserias que soportan, si le asignamos a la revolución el derecho a ser construida sobre las miserias del pueblo.

La burocracia de Fidel termina heredada por Raúl, la monarquía hereditaria sobrevive en la vocación de eternidad de las burocracias; la persecución al disidente se inicia en el asesinato de Trotski y se expresa en toda la vigencia de los servicios de información de la isla. El fin del bloqueo es un sello que se instala sobre esta última experiencia de dictadura marxista. Implica de pronto asumir que nuestro correligionario, el “Che” Guevara, puede quedar como la imagen de un héroe trágico, pero esa tragedia es ya un fracaso indiscutible. Y publican el apoyo de supuestos cuerpos legislativos donde por casualidad, no hay ningún disidente.

Cuba exportó su violencia revolucionaria, miles de vidas se entregaron a esa causa, pero este final desnuda el fracaso definitivo de la experiencia, muestra que fue el reformismo el que entregó avances a los pueblos sin necesidad de vidas ni guerrillas.

Y tantos escritos donde dan por sentado que Perón era reformista y el cubanismo, revolucionario, tantos señores que intentan deformar el pasado para darle a las minorías una supremacía sobre la conciencia de los pueblos; todo eso queda al desnudo como propiedad de una secta sin destino.

El peronismo tuvo aciertos y errores, pero “ni yanquis ni marxistas” era la consigna de la sabiduría, la que mostró que la teníamos más clara que la mayoría de los que se creían superiores.

Y en rigor, algo de lo nuestro puede y debe ser rescatado, lo único que sigue vigente es la propuesta de una “tercera vía”.

Y no es casual que tantos que siguen reivindicando la experiencia cubana acompañen políticas donde la democracia enfrenta al que piensa distinto como un simple disidente a condenar. Hay una concepción actual de los medios oficialistas y la justicia legitima muy parecida a eso que agoniza en Cuba. De esa caída del último muro todavía nosotros tenemos mucho que aprender.