Alberto Nisman, presente

A un año de su muerte, lo primero que me vino a la memoria fueron las dos frases que utilicé días posteriores a aquel triste 18 de enero de 2015: “Prudencia en los dichos” y “ser cuidadosos en la investigación”. Así como sucedió con la Embajada de Israel y la AMIA, la sombra de la impunidad no debía golpear, una vez más, la democracia argentina. La sensación de la historia repetida se hizo presente y por esa razón, ante la muerte de Alberto Nisman, hice referencia a la incapacidad y la desidia del poder de turno a la hora de proteger a un fiscal de la nación y advertí, con aquellas frases sobre el decir y el hacer, sobre un hecho de esta gravedad institucional. El resultado, un año después, es que la demanda de justicia y verdad sigue intacta.

A un año de este acontecimiento nos encontramos sin certezas de cuáles fueron las causales de su muerte. La investigación exhibió siempre irregularidades, deficiencias y omisiones que no sólo ponen en riesgo el descubrimiento de la verdad, sino que afectan derechos humanos de rango constitucional y ponen en evidencia la ineficacia de un sistema arcaico y selectivo. La intromisión del Poder Ejecutivo en asuntos judiciales, prohibida en la Constitución, atenta contra la división y la independencia de los poderes de la República.

Una vez más, se mostró la negligencia del Estado para cumplir con una función esencial que el contrato social le asigna, de garantizar la vida de los ciudadanos y buscar la verdad para procurar justicia. Que se haya cometido un magnicidio de esta naturaleza y que no haya luz sobre lo sucedido revela un sistema infiltrado por la corrupción y un Gobierno de turno cómplice. Continuar leyendo

También es el pueblo, Presidenta

En las últimas horas se difundió una carta de la Presidenta de la Nación analizando la marcha del miércoles pasado en homenaje al Fiscal Alberto Nisman, carta que no puedo decir que me haya sorprendido por su tono porque lamentablemente es el que la nos tiene acostumbrados, pero sobre la cual sí me gustaría hacer algunas consideraciones dado que fui uno más de los miles de argentinos que se movilizaron en todo el país.

En primer término, la Presidenta niega el homenaje al Fiscal Nisman, colocándose en el lugar de portadora de la verdad -una vez más- y conocedora de las motivaciones que nos llevaron a miles de argentinos a concurrir a las marchas en todo el país, no solo en la Ciudad de Buenos Aires, más allá que en esa ciudad haya sido el epicentro. Es decir, nos dice a cada uno de nosotros por qué fuimos.

La Sra. Presidenta habla de un respaldo masivo pero no popular a la marcha. Indudablemente habla de otra movilización, en la que yo estuve vi a miles de trabajadores, jóvenes, familias, jubilados, y por qué no, empresarios, que concurrían por distintas motivaciones de acuerdo a las consignas que podían escucharse o leerse. La mayoría de ellos en un respetuoso homenaje a la figura del fiscal Alberto Nisman, y muchos otros, también de manera respetuosa y democrática reclamando mayoritariamente justicia. Una cosa no excluyente de la otra. Porque, les guste o no, el que piensa distinto también es parte del pueblo.

Es decir, fue una marcha que atravesó a toda la sociedad argentina, no solo a los sectores de mayores ingresos, a los que inmediatamente la Presidenta quiere hacer ver como conservadores y reaccionarios, como si tener dinero fuera un sinónimo de ser golpista. Indudablemente la Sra. Presidenta no recordó la situación económica de varios funcionarios, ya que siguiendo este razonamiento absurdo entonces ellos también serían “conservadores” y “golpistas”.

También hace referencia a los funcionarios del Poder Judicial como miembros de un complot destituyente del Gobierno, vinculando a algunos de ellos en actividades ilícitas con el crimen organizado y con las barras bravas. Le recuerdo a Cristina Fernández que si tenía información de ese tipo debía haberlo denunciado, no a través de una carta, sino en sede judicial, ya que de no hacerlo estaría incumpliendo los deberes de funcionario público, lo cual es un delito.

Asimismo vincula a los funcionarios del Poder Judicial con una “tarea destructiva y depredadora de lo institucional”. Resulta paradójico que quien encabeza la administración que más deterioro produjo sobre las instituciones de gobierno desde el retorno a la democracia, quien en 2007 en su campaña prometió superar viejas antinomias y trabajar por una mayor calidad institucional, promesa en la que algunos creímos y nos dispusimos a acompañar, aunque rápidamente nos dimos cuenta que esto no iba a ser así, hoy hable de un partido judicial, vinculándolo con el tristemente célebre partido militar. Hubiese sido bueno que en sus años como abogada en la provincia de Santa Cruz, cuando nos gobernaba el partido militar, la Presidenta hubiese presentado algún recurso de amparo como hicieron muchos otros dirigentes políticos como el Dr. Raúl Alfonsín, que pusieron su matrícula de abogados en pos de la defensa de los Derechos Humanos. La Presidenta no lo hizo.

Por último, me gustaría recordarle que este también es el gobierno de la mentira del INDEC sobre los índices de inflación y pobreza, de los chicos que mueren por desnutrición en el Norte, de la baja en la calidad educativa, de los hospitales sin insumos y equipos sin funcionar (como el de Río Gallegos, donde no pudieron hacerle una tomografía), de la mayor inseguridad y el crecimiento del narcotráfico, de la pérdida de autoabastecimiento petrolero y de la crisis energética, del más trágico incidente ferroviario de la historia argentina, de la mayor cantidad de muertos en una inundación urbana (su ciudad de nacimiento, La Plata en 2013, por si se olvidó) y de la corrupción, y por si fuera poco es el primer gobierno de la historia que tiene un Vicepresidente procesado por coimas y una Presidenta imputada al mismo tiempo.

Sra Presidenta, por favor, en vez de preocuparse en revisar tapas de diarios viejos, dedíquese a trabajar en la construcción de una sociedad democrática, desarrollada, más justa e igualitaria. Ese es el deseo de millones de argentinos, muchos de los cuáles concurrimos el 18 de febrero a la marcha en homenaje al Fiscal Alberto Nisman.

La enseñanza del caso Nisman

Hay dos aspectos importantes que pueden extraerse de la muerte del fiscal Nisman: la incapacidad del Gobierno para proteger la vida de los ciudadanos, en especial la de un fiscal que debió estar fuertemente protegido dado que se hallaba en una instancia extraordinaria. Y por otro, la demora en la interpretación de lo sucedido por parte de la Presidente de la Nación, que además de tardía resultó contradictoria y confusa.

Quedó de manifiesto la incapacidad o la desidia al no haber protegido al Fiscal, más en  momentos previos a su exposición ante el Congreso de la Nación. El comportamiento de la custodia del fiscal es altamente cuestionable.  Uno se pregunta sobre la idoneidad de todos los servicios de inteligencia de la diversas fuerzas que el Gobierno controla.  Todo esto habla de la incapacidad de esta administración para cumplir con la función más elemental que el contrato social le asigna: garantizar la vida de los ciudadanos. Que se haya cometido un magnicidio sobre el que el gobierno no tiene ni idea aún es de una gravedad institucional que no podemos ponderar en su verdadera magnitud.

Tengan en cuenta que esta reflexión esta basada en la hipótesis más benévola para el Gobierno. Simplemente me niego a pensar que sectores del kichnerismo hayan estado detrás de eso aunque no llegar a la verdad dará bases firmas a este terrible hipótesis. 

A su vez, descreo de la iniciativa que el oficialismo lleva adelante en el Congreso en relación a crear una nueva agencia de inteligencia. Da la impresión de ser una nueva improvisación a las que nos tienen acostumbrado y que salvo algo cosmético, no termina cambiando absolutamente nada. Esta es una tarea que merece un profundo debate y consenso y debe ampliarse al conjunto de organismos de seguridad federales.

El Gobierno no parece estar interesado en este enfoque y pretende sancionar “su reforma”. Por lo tanto, será tarea del próximo encontrar una solución. Este debate profundo y el posterior proceso de cambios es responsabilidad de todas las fuerzas políticas que pretenden ser alternativas para gobernar. La verdadera reforma de las fuerzas federales de seguridad y los servicios de informaciones es una tarea urgente, quizás la primera de una verdadera política de Estado que debemos asumir las fuerzas democráticas de nuestro país.

Finalmente. hay una enseñanza del caso Nisman: el coraje y valor de un hombre para investigar el corazón del poder justamente en el caso más enigmático y grave de los últimos años: el atentado de la AMIA. Vaya su vida de ejemplo y bandera para los fiscales y jueces que hoy tienen la responsabilidad de esclarecer numerosos casos de los cuales el pueblo argentino espera conocer la verdad. Esperemos que se conozca.