Nuevos brotes de antisemitismo

Julio María Sanguinetti

En el histórico sindicato de empleados de comercio e industria (Federación Uruguaya de Empleados de Comercio y Servicios,  Fuecys), la legendaria organización que lideró Pepe D’Elía durante años, se ha planteado el inverosímil llamado a boicotear los productos israelíes que se vendan en el comercio uruguayo. El secretario de Derechos Humanos del sindicato aclaró que el boicot “no es antisemita sino antisionista”, con lo que logró cabalmente que la enmienda fuera peor que el soneto.

En efecto, la definición conceptual responde a un nuevo desvío propagandístico bastante común en los últimos años, creado para esconder justamente el racismo. Importa, por lo tanto, aclarar bien las ideas. El antisemitismo o antijudaísmo es la actitud de rechazo, hostilidad y discriminación a la persona de los judíos. Es la horrorosa actitud persecutoria que comenzó en el ámbito religioso, se profundizó en la Edad Media por la actitud cristiana de acusar al pueblo judío de “haber matado a Jesús” (el deicidio) y ha tenido variantes modernas de tipo racista, como la que cultivaron los nazis.

El antisionismo, por su parte, es tan reaccionario y nefasto como el anterior: niega el derecho de los judíos a existir como nación y constituir un Estado. El primero agravia a la persona, el otro lo hace con toda la comunidad nacional.

El hecho es gravísimo. Hace muy pocos días, el país se vistió de luto con el asesinato de un ciudadano uruguayo, de origen judío, apuñalado por otro ciudadano uruguayo, converso al islamismo. Nunca había ocurrido algo igual. No fue un atentado como el de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA), producto de una organización terrorista, pero no era menos: era el atentado terrorista cometido en Uruguay por un terrorista individual, que respondía a una consigna universal de ataque al pueblo judío.

Dijimos entonces que los responsables eran muchos, no sólo el que tomó el arma asesina para responder a la consigna que los seguidores del Estado Islámico han repetido en los últimos tiempos: “Esté donde esté, hay que matar al judío”. También son responsables los que, de un modo u otro, han contribuido a crear la imagen del pueblo palestino sojuzgado por un Israel criminal.

Por supuesto, no dicen que la franja de Gaza (que nunca había sido gobernada por los palestinos, que antes fue territorio egipcio y luego israelí, desde 1967) hoy la tiene en su poder una administración dominada por Hamas, organización radical, terrorista y antijudía. No dicen que ese territorio les fue entregado a los palestinos por Israel, en 2005, en prenda de paz y lo único que logró fue que desde allí se organizara un persistente ataque en su contra. Naturalmente, tampoco dicen que si no hay Estado palestino (como debiera haber), es porque, en 1948, cuando Naciones Unidas creó los dos Estados (el árabe y el judío), los Estados árabes, por su odio a Israel, rechazaron la existencia del otro Estado y generaron el conflicto que dura hasta hoy. Hablan de territorios “ocupados” por Israel, como si antes hubiera sido soberanía palestina, pero ignoran —además— que Israel ha reconocido la existencia de la autoridad palestina en Cisjordania y Gaza, sin lograr que, a la recíproca, se le reconozca su derecho a existir.

Podríamos argumentar mucho más al respecto. Lo que importa es decir que, en este país, hay quienes están alimentando el racismo, el antijudaísmo, antisemitismo, antisionismo o como se le quiera llamar. Que lo están haciendo sistemáticamente. Lo peor es que lo hace gente que se dice de izquierda, asociándose al núcleo religioso y político más reaccionario de los tiempos contemporáneos, el que mantiene la discriminación de la mujer, el que mantiene el predominio de la ley religiosa sobre la civil, el que usa y abusa del poder económico en la expresión más grotesca del capitalismo. Se dicen de izquierda y no se ruborizan cuando se hacen cómplices de estas barbaridades.

Difundo el volante de Fuecys y las declaraciones de su portavoz. El PIT-CNT salió astutamente a desmarcarse del boicot diciendo que no lo promovían, pero que cada sindicato era autónomo y podía realizar lo que quisiera. En el tema de fondo, “reconocen” al Estado Palestino y “al de Israel”, pero “condenan las acciones ofensivas de las fuerzas militares israelíes”. O sea, ignoran olímpicamente la existencia de los ataques constantes que Israel recibe desde hace 68 años. Consideran “acciones ofensivas” lo que son réplicas, en legítima defensa, de la constante agresión de quienes ni siquiera reconocen la existencia de Israel. Porque el gobierno de Cisjordania, que maneja el Al Fatah por lo menos acepta a su vecino, pero Hamas, que gobierna Gaza, lo desconoce. Como ocurre con otros movimientos radicales y aun con Estados, como es el caso de Irán.

La afirmación del PIT-CNT aclara pero no aclara. No asume que la conducta de esos dirigentes de Fuecys es decididamente discriminatoria y antisemita. No se pliega al boicot, pero reconoce la autonomía de cada sindicato y, en el fondo del tema, reitera lo que ha sido su posición, la misma inverosímil posición de una izquierda que se dice progresista y se abraza a un mundo musulmán regresivo y autoritario.

Con toda esta prédica se sataniza a Israel y, al mismo tiempo, al pueblo judío todo. Así es que se construye el clima que termina armando la mano de los asesinos. Nadie tiene derecho a desentenderse de las consecuencias de lo que se sostiene. Estos malabarismos verbales del “antisionismo” y de la “agresión militar” de Israel son los toques publicitarios que desnudan un prejuicio y alientan a quienes, desde la sombra y el odio, anidan rencores, prejuicios y semillas de violencia. En un momento de tanta sensibilidad en el tema, luego del asesinato del señor Fremd, está claro que el grupúsculo sindical está en campaña.