José Batlle y Ordóñez en la televisión

Con El origen, la televisión uruguaya ha dejado en evidencia que es posible crear productos de calidad, empleando un lenguaje televisivo capaz de atraer al gran público.

Facundo Ponce de León viene haciendo una demostración notable para nuestra vida cultural: narrar grandes hitos de la historia, con un lenguaje televisivo, capaz de llegar al gran público sin tergiversaciones. Lo ha hecho con equilibrio y honestidad. Siempre alguien podrá decir, de cualquiera de sus programas, que hubiera añadido algo o quitado otra cosa, pero el lenguaje de las imágenes impone un relato que, además de auténtico, debe ser atractivo y eso es lo que se logra con creces, sin desmedro de su calidad.

Se informa que la audiencia del programa superó en ese momento a todo lo que había en televisión, con habituales platos fuertes de entretenimiento. Teledoce merece, por lo tanto, el reconocimiento de que después de haber arriesgado con una producción de esta naturaleza en horario principal, haya mediado una respuesta esperanzadora. El hecho es tan alentador como que, por el contrario, las redes sociales exhiban una fantástica ignorancia sobre Batlle y Ordóñez, sin duda la figura política más conocida del país. Realmente es alarmante el desconocimiento de aspectos elementales de la vida nacional, un síntoma más del retraso educativo que adolecemos. Continuar leyendo

Canibalismo partidario

Las crónicas de la convención partidaria del sábado pasado me dieron una enorme pena. Cuando más nos hacen falta noticias sobre planteamientos claros, realizaciones, proyectos, movilizaciones, estos debates internos -que llevan al enfrentamiento personal- solo devalúan. A sus protagonistas desde ya, pero al Partido Colorado en su conjunto, que es bastante más importante que cada uno de nosotros.

Ya lo he dicho antes y lo vuelvo a decir. La situación que se dio en la última elección municipal no tiene precedentes. No fue el caso solitario de San José, en anteriores episodios electorales, ni el que se dio en aquellos tiempos difíciles de salida de la dictadura. En esta ocasión, fueron muchas las “desobediencias”, las actitudes fuera del cuadro de las respectivas agrupaciones, las renuncias a candidaturas y una y mil situaciones fuera de lo normal. Su consecuencia fue un gran desconcierto. No estamos avalando nada de lo que ocurrió más allá de las autoridades partidarias, porque nunca las hemos desacatado.

Lo que estamos preguntándonos es si la necesaria construcción de futuro pasa por sanciones y juicios de responsabilidad o por una generosa mirada hacia adelante, por reclamarles más actividades y compromiso a quienes pudieron haber incumplido mandatos partidarios. Continuar leyendo

Rivera, una fuente de inspiración

La reasunción de Marne Osorio como intendente de Rivera marca la continuidad del batllismo en el departamento. Son dos períodos de Tabaré Viera y dos períodos de Osorio, con lo que se completarán 20 años decisivos en la historia del departamento norteño.

Quien tenga un poco de perspectiva histórica tendrá claro que la ciudad de Rivera de hoy nada tiene que ver con la que hace 30 años vivía una verdadera crisis económica, con su comercio devastado por la inflación brasileña, que establecía una relación de precios irreal.

La instalación de los free shops en 1986 y el vigoroso desarrollo de la forestación, a partir de 1987, marcaron hitos, con la incorporación de la región a un mundo moderno. A ello debe sumarse, como factor fundamental, la racionalización de la labor municipal, que encaró un trabajo de ordenamiento financiero y desarrollo comunal realmente revolucionario para el departamento.

Ese trabajo tuvo en Tabaré Viera el líder renovador, que se basó en una fuerte tarea de equipo. Por vez primera, y con muchas críticas internas, organizó un gabinete de calidad técnica con el que pudo salir de la improvisación bienintencionada que lo había caracterizado en los últimos tramos, llevándolo más de una vez a situaciones de crisis. Mucha gente adentro del Partido Colorado no entendió en aquel entonces de lo que se trataba. Hoy se reconoce que ese era el camino impuesto por los tiempos, sin abjurar por cierto de los grandes líderes del pasado, como el Dr. Altivo Estévez o Don Guido Machado Brum, caudillos patriarcales de enorme calidades personales y profundo arraigo en la población. Sobre la base edificada por ellos, había que modernizar la administración y eso fue lo que se hizo y se sigue haciendo. Tradición y modernidad no son incompatibles en un partido liberal y progresista desde su nacimiento. Continuar leyendo

El Frente Amplio es peronista, no batillista

La analogía entre Batllismo y Frente Amplio es profundamente equivocada, salteándose las profundas diferencias filosóficas e ideológicas entre ambas formaciones políticas. En cambio, cada vez más, el Frente Amplio se aproxima a la práctica histórica del peronismo.

Dejándose llevar por una prédica que viene realizando el Frente Amplio desde hace algún tiempo, algunos calificados periodistas han establecido un paralelo entre el Batllismo y el Frente Amplio, a partir de que éste se ha convertido en un partido cuasi hegemónico, que ha logrado ganar tres elecciones seguidas. El éxito electoral del Frente Amplio es obvio y, en ese sentido, puede entenderse que se establezca una comparación con lo que fueron los tiempos de mayoría batllista, antes y después de la dictadura. Si vamos a la sustancia, en cambio, nada tiene que ver el Frente Amplio con lo que fue —y sigue siendo— el Batllismo, sustantivamente distinto al corporativismo de raíz peronista hacia el cual se ha deslizado el oficialismo uruguayo.

Ante todo, el Batllismo es “democracia liberal” y el Frente Amplio no puede decirlo cuando su Presidente acuñó ya el siniestro concepto de que “la política predomina sobre lo jurídico”, ampliamente publicitado cuando el Mercosur suspendió arbitrariamente al Paraguay y habilitó el ingreso de Venezuela. Como ha dicho el Dr. Hebert Gatto en reciente artículo, “está claro que pese a las mutaciones ideológicas que atravesó la izquierda, es su fuerte antiliberalismo el que aún la domina”, lo que pone “en juego diferentes valoraciones sobre el individuo, las clases sociales, el constitucionalismo, las garantías de los derechos y las formas futuras de convivencia económico-social”. 

La catarata de leyes inconstitucionales, votadas deliberadamente bajo esa condición, ratifica la idea de que el Estado de Derecho no es un valor a cuidar para el frentismo. Nada debería sorprender cuando, al lado de dirigentes demócratas, militan comunistas y tupamaros, que si bien hoy actúan bajo los códigos, lo hacen por interesada resignación y no por una convicción claramente asumida. El modo abusivo en cómo han empleado su mayoría parlamentaria es reveladora de esa estirpe autoritaria que alienta en vastos sectores frentistas.

Ello se refleja también, inequívocamente, en nuestra política exterior, arrastrada hacia la devoción a la dictadura cubana y a la cripto-dictadura venezolana, que todos los días pisotea las más fundamentales libertades. Por cierto, el Uruguay mantuvo siempre relaciones diplomáticas con regímenes contrarios a su sistema, en una línea de pluralismo ideológico que no contaminó los vínculos formales de nuestra República. Con Cuba y Venezuela, nuestro gobierno ha actuado, más allá de ese rumbo, adhiriéndose a sus prédicas liberticidas; se han declarado hermanados y han defendido aun las disparatadas disposiciones del Presidente Nicolás Maduro. En esa misma línea, se ha enterrado la clásica defensa de la existencia del Estado de Israel para sumarse del peor modo al coro de sus enemigos.

En otro terreno fundamental, es evidente que las corporaciones sindicales ejercen el verdadero poder en la estructura frentista. Los episodios en la administración de la salud, la vivienda, la educación o el voto parlamentario impuesto a sus legisladores por el SUNCA en la conocida ley de responsabilidad empresarial, son testimonio irrefutable de esa subordinación política a la imposición gremial. La actitud del Batllismo fue históricamente distinta, porque respetó el valor del sindicalismo sin que desde el gobierno se le contaminara políticamente. En los tiempos en que el Batllismo estaba en el gobierno y manejaba los resortes de la política social, siempre consideró que el Estado debía ser el árbitro entre el capital y el trabajo y que éticamente el partido de gobierno debía abstenerse de cooptar a la dirección gremial. No hay duda de que Batlle y Ordóñez podía haberlo hecho en su tiempo, pero su política fue explícitamente la de no interferir en la vida gremial.

Por esta razón, el gobierno frentista es perfectamente comparable con el peronismo histórico y el kirchnerismo actual, que asientan su poder en el manejo de una poderosa estructura gremial que ejerce un poder de hecho y es administradora de fondos públicos. Si algo faltara, como definición, basten las recientes expresiones de la Senadora Topolanski, que afirmó en reportaje a Brecha que “las mayorías que no se consiguen en el Parlamento, se consiguen con la gente en la calle”.

En el ámbito de la concepción democrática, el Batllismo rechazó la lucha de clases como motor de la historia y sostuvo siempre que la democracia, con el voto ciudadano, era el camino para que los más pudieran influir en el rumbo del país. Por el contrario, el Frente Amplio se ha alejado de esa línea de conciliación social y ha estimulado con rencores la división de la sociedad. En ese sentido, son ejemplares las palabras del Presidente Mujica en su reciente audición, llamando al odio entre pobres y ricos, como si nuestra sociedad no fuera una gran congregación de clases medias, con minoritarios extremos a sus dos puntas, que no desfiguran la igualdad ante la ley que es código histórico de nuestra nacionalidad.

Son demasiado profundas estas diferencias para deslizarse hacia esa comparación equivocada. El Frente Amplio es cada día más peronismo y menos socialdemocracia y, más allá de la retórica, así lo dicen los hechos.