Al ADN de la nada

Pomposamente, el Gobierno anuncia un cambio en el ADN de la educación. Ya esa promesa la había formulado el Dr. Tabaré Vázquez en la campaña presidencial y todos esperamos entonces que el nuevo Gobierno modificara equipos y propuestas, trabajando desde el primer día. Como es notorio, dejó a la misma gente, con el Prof. Wilson Netto al frente, que es una garantía de que nada cambiará en la buena dirección. El Gobierno, al tomar la decisión de mantener a los mismos jerarcas —obligado a hacerlo por los equilibrios políticos internos— resolvió lo contrario de lo proclamado, porque no puede hacer nacer de nuevo a quienes han opinado toda la vida de otro modo.

Sin ir más lejos, este Codicen no ha tomado, a lo largo de todo este año, la menor medida para estructurar un marco curricular para las edades de 4 a 14 años, como lo dice la ley de educación vigente y lo prometió el Presidente reiteradamente.

No se ha siquiera insinuado nada. El mismo silencio que el Codicen ha guardado en todos estos meses frente al desborde gremial que ha sufrido el país. Es más: El Codicen ha aclarado que no pidió el desalojo de su propia sede, operado días pasados, con el consiguiente revuelo de los grupos radicales que el Frente Amplio alimentó en su tiempo y que ahora cosecha lo que antes sembró. Lo único que ha dicho el Prof. Netto es que desde julio hasta hoy, como consecuencia de los paros, se han perdido miles de estudiantes, que están tratando de recuperar, pero que en su mayoría difícilmente retornen a las aulas

Es notorio que el Codicen no actúa en consonancia con el Gobierno. No lo hizo ostensiblemente recién, cuando la ocupación, y no lo hace tampoco, solapadamente, en la elaboración de las propuestas de cambio de las que se habla. Basta escuchar al subsecretario Fernando Filgueira y al Prof. Netto para advertir que sus sintonías de onda son distintas. Continuar leyendo

Una renuncia que es mucho más

Ante todo, digamos que Read no solo es un dirigente experimentado, sino alguien tan emblemático como que ya fue orador en la celebración del 1.º de mayo de 1983, cuando, aún bajo la dictadura, un grupo de gremios coordinados en el Plenario Intersindical de Trabajadores (PIT) lograron una sorprendente autorización para hacer un acto tradicional, hasta entonces prohibido. Al año siguiente, el 1.º de mayo, el sindicalismo exhibiría la nueva denominación de PIT-CNT, que reunificaba ese plenario con la vieja CNT. En todo ese proceso, fue Richard Read figura principalísima y orador permanente hasta el 1.º de mayo de 2013, cuando llamó la atención planteando el tema de la ética del trabajador: “No quiero al atorrante, al vago, al lumpen. No quiero eso en mi sindicato, quiero laburantes”.

Con el tiempo, todos maduramos y ese ya era el caso. Aquel joven de discurso radical que conocimos entonces daba paso a un dirigente que comprendía por dónde pasaba el fondo del interés del trabajador.

Desde entonces, cada tanto, Read se desmarcaba del oficialismo sindical, notoriamente alineado con la orientación comunista y del Movimiento de Liberación Nacional (MLN). Comenzó a hablar de “productividad”, una mala palabra para esa conducción, considerada una expresión típicamente capitalista. Bajo ese rubro, sin embargo, Read logró un acuerdo en su ramo, en que -en ciertos sectores- se bajó la jornada laboral a 6 horas sobre la base de un aumento en la producción. Continuar leyendo

Baja la repetición… pero también la exigencia

El Monitor Educativo Liceal 2014 hizo público, con gran satisfacción de las autoridades, la baja en el nivel de repetición en la enseñanza secundaria.

El nivel de promociones pasó de 69,1 % en 2013 a 72,1 % en 2014. En 2004 era de 74,13 %, o sea que, luego de 10 años, ni siquiera se ha alcanzado el nivel de aquel entonces. Importa señalar, además, que nadie cree que esos números quieran decir lo mismo, cuando es público y notorio que los niveles de exigencia han bajado drásticamente. Han bajado en la tolerancia a las faltas (las famosas 20 faltas están en la historia) y también ha descendido verticalmente el nivel de rendimiento requerido.

Más de una vez hemos dicho, y lo repetimos hoy, que con los criterios actuales, tanto en primaria como en secundaria, dentro de poco no habrá repetición. Lo cual simplemente querrá decir que los muchachos pasaron de año, pero no que aprendieron lo que tenían que aprender. Es el progreso estadístico al cual se nos tiene acostumbrados, mientras seguimos marchando hacia el abismo.

Las autoridades de Educación Secundaria niegan que haya una presión oficial para bajar esos parámetros. No hay profesor que no nos diga lo contrario. Por supuesto, nadie quiere entrar en conflicto con la autoridad, pero lo han reconocido las propias gremiales, normalmente inclinadas a considerar que se brinda la mejor educación posible y que reducen sus cuestionamientos a los sueldos. Continuar leyendo

Túnica blanca y moña azul

Esa vestimenta clásica ha sido -y sigue siendo- una de las definiciones sustantivas de la identidad uruguaya. Ella expresa la igualdad republicana y la laicidad del Estado. En los bancos de la escuela no hay ricos o pobres, católicos o judíos, negros o blancos. Todos, con la túnica blanca y la moña azul, son iguales en dignidad, derechos y deberes.

Por esa razón es que planteamos la necesidad de establecer, desde el principio, que la bienvenida inmigración siria, bienvenida como toda inmigración, ha de vivir un doble proceso: el de adaptarse a las leyes y los hábitos de nuestra sociedad, así como esta, a la inversa, debe procurar, con amplitud de criterio, integrarla a la matriz nacional. Esa matriz hoy felizmente consolidada sobre la base de gente proveniente de los más diversos orígenes, mayoritariamente de España e Italia, pero también de Líbano, de los barrios judíos de Europa y Medio Oriente, de Armenia, de Croacia, de Lituania, de Grecia y por supuesto de nuestros vecinos.

El debate desatado ha servido para identificar equívocos que es muy bueno comenzar a despejar. Sin las intemperancias que también han salido a luz. Continuar leyendo

Los paros y los alumnos

Una vez más, esta semana se ha detenido la enseñanza. En un sistema cuya prestación en horas está por debajo del mundo entero, se siguen perdiendo días de trabajo educativo, como si estuviéramos viviendo en el mejor de los mundos.

Gremiales poco atentas a su deber de educar, indiferentes ante los malos resultados que registran nuestros jóvenes, siguen parando sus actividades. Desde ya que hay un reclamo salarial explicable, que no requeriría de paros y podría hacerse sentir públicamente por mil y un modos. Pero no es así, el paro es una gimnasia ya asumida y se aplica sin pudor. En el caso, la enseñanza se detiene todo el día, colgada a un paro parcial del PIT-CNT, con lo que su propia plataforma queda desdibujada en un mar de escarceos preparatorios del presupuesto nacional.

Al reclamo salarial se le agregan consignas que denotan una mentalidad retrógrada y son testimonio inocultable de la dificultad para renovar. Se cuestiona la actuación de la Ministro de Educación, que ha osado hablar —justamente— de educación; se condena que se tomen decisiones programáticas sin consultar a las gremiales (como si existiera esa obligación) y, para colmo, se proclama el rechazo al TISA, el “acuerdo sobre el comercio internacional de servicios”, que naturalmente no tiene nada que ver con la educación y solo es un viejo reflejo de la izquierda obsoleta.

En ese entorno, se insiste en que hay una especie de plan diabólico para “privatizar” la educación. Se ponen como pruebas el “contrasentido” de la aspiración del sindicalista Richard Read de fundar un liceo para hijos de trabajadores del sector de la bebida y que al propio Presidente  se “le escapó” la idea de usar “vouchers educativos” como en Chile.

Naturalmente, el tal plan es claro que no existe y el gobierno no ha manifestado nada en esa dirección. El problema es que reclamos como el del sindicato de la bebida revelan un estado de opinión generalizado sobre la caída en la calidad de la educación pública. Es notorio que gente modesta está haciendo un esfuerzo enorme para enviar a sus hijos a la educación privada. Según cifras oficiales, entre el 2004 y 2013 la matrícula de primaria ha caído un 16% en el sector publico y ha aumentado un 20% en el privado. No se trata de ninguna siniestra conjura sino sencillamente de que la familia uruguaya siente la necesidad de volcarse a los establecimientos privados, así como tradicionalmente era un orgullo pertenecer a los oficiales.

Personalmente, hice primaria en el “Elbio Fernández”, matriz de la escuela laica, los cuatro años de liceo en el N° 1 José Enrique Rodó y los dos de “preparatorio” en el Instituto Alfredo Vázquez Acevedo. Mucho le debo a todos ellos y para mi generación eran un orgullo. Es verdad que la enseñanza de entonces no tenía la masificación de hoy. Había solo siete liceos públicos en Montevideo, cuando hoy son 72. Ya no es posible una pequeña Sorbona como era “el Vázquez” de la época, pero no por ello el nivel promedio tiene que bajar tanto, al punto de que a la enseñanza pública se va cada día más por resignación que por opción. Y esto empieza justamente en el orden, en la regularidad de las clases, en el clima interno, en la seguridad… Parece mentira, pero hasta la seguridad hoy es un valor en ese ámbito.

El ex Presidente Mujica dijo que a los gremios de la enseñanza  hay que “reventarlos”. Es una expresión muy propia de él. Más allá del exabrupto, revela que desde todos los ángulos de la opinión se observan a estas gremiales como un factor de atraso. Como entidades corporativas que, más allá del reclamo salarial, solo repiten consignas tan desencaminadas como este maldecido TISA, que —una y otra vez— se ha aclarado que no es más que un intento de acuerdo de liberalización en el sector servicios, fundamental en nuestro país.

Todas las alertas que se hagan sobre la educación son pocas. En nuestro país y en la región. Pero no parecen llegarle para nada a las gremiales docentes que, encerradas en sí mismas, siguen en su mundo de eslóganes. El Presidente Vázquez les reclamó resultados en el Consejo de Ministros que se desarrolló en Dolores. Ojalá sea así. Pero la realidad no nos alienta a pensar que estamos en el buen camino. Todo lo contrario.

Con esta educación no hay futuro posible

Una y otra vez hemos dicho y escrito que, en el mundo globalizado de la sociedad de conocimiento, no había espacio para progresar sin una juventud formada y educada para competir en ese contexto. Pensábamos en una perspectiva de futuro, pero éste —como decía Einstein— llega demasiado rápido y ya estamos enfrentados al tema. Nuestro desarrollo económico hoy empieza a estar lastrado por la falta de capacitación de los postulantes de trabajo y hay numerosas empresas internacionales que han desistido de instalarse en Uruguay por no encontrar, precisamente, el personal formado que procuraban.

Estamos ante un dramático cuello de botella, revelador de una sociedad en que el trabajo ha dejado de ser un valor. El 96% de 366 empresarios consultados en una reciente encuesta de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios señaló que la mayor carencia del personal joven es la falta de responsabilidad, su actitud carente de compromiso ante su labor y su falta de iniciativa. A ello se añadió que el 52% de los empresarios consultados afirmaron que los jóvenes mostraban una preparación insuficiente.  Continuar leyendo

Sobre el fracaso de la reforma de la UTU

El Presidente Mujica hizo de autonomizar a la Universidad del Trabajo de Uruguay (UTU) y alejarla del Codicen un caballito de batalla que terminó, como él mismo lo ha reconocido, en un fracaso.

Con su insistencia había generado una enorme expectativa adentro de la UTU, que hoy se ve frustrada, como lo expresan jerarcas y sindicalistas.

Desde mi punto de vista, una vez más se hace un reduccionismo del enfoque temático, de la complejidad y unidad del proceso educativo, deteniéndose en el tema institucional y presupuestal. Se construyó el espejismo de imaginarse que la separación del resto del sistema educativo suponía una mejora por sí misma, cuando de ningún modo es así.

Realmente no se advierten razones de fondo para ese planteo. El nacimiento del Codicen fue el resultado de la imperiosa necesidad de coordinar primaria y las dos ramas de la enseñanza media. Ello fue saludable y por eso hoy el ciclo básico de secundaria se cumple con igual valor tanto en la tradicional Secundaria como en la UTU. Quizás haya faltado una visión más de conjunto, pero es un hecho incuestionable que la existencia de esa autoridad es la que ha permitido armonizar mucho mejor esas ramas de la educación que antes navegaban con un autismo profundo, sin que nadie se coordinara con nadie.

Que el Codicen en ocasiones pueda resultar burocráticamente pesado, es verdad; pero eso reza para todas la ramas y no solo para la UTU. Un gobierno que sepa lo que procura debe comenzar, justamente, porque al designar al Codicen tenga en cuenta esa realidad y encargue a quienes están dispuestos a delegar y descentralizar funciones secundarias o simplemente de gestión, para concentrarse en la programación de conjunto y la estructuración de presupuestos acordes con esa idea, estableciendo prioridades claras.

Es más: quien preside el Codicen viene de ser Director General de UTU, de modo y manera que es quien mejor conoce las necesidades de ese organismo y cabe pensar que lo tendrá como su prioridad. Si la UTU hoy registra carencias y trabas administrativas, nos imaginamos que no es por desinterés del Codicen sino por la propia burocracia de UTU y las limitaciones presupuestales que naturalmente existen, especialmente en una rama que está en crecimiento.

Bueno es recordar que los Bachilleratos Tecnológicos creados en la reforma de 1995 fueron un éxito desde el primer día y se configuraron en un intento serio, acaso el más serio, por elevar el nivel de la enseñanza tecnológica, al entrar en un nivel terciario. Todo pasa justamente por seguir esa tendencia y allí el cuello de botella es la formación docente, la necesidad de procurar profesores de categoría en las especializaciones más modernas y en cambio constante.

El tema, entonces, no es simplemente “autonomizar”, porque ello suele terminar en las famosas “chacras” administrativas, que se van enquistando y formando enclaves desestructurados. El desafío está en saber realmente lo que se quiere, armar proyectos específicos y buscar —ahí sí— las financiaciones adecuadas, que es lo que normalmente no se hace, porque se discute primero el dinero y después se ve lo que hay que hacer.

En algún momento, con mucha confusión conceptual, el Prof. Netto habló de que el país tenía un sistema “neoliberal”, cuando luego lo acusó de dogmático por uniformidad. O sea lo contrario de “neoliberal”, que se supone es libertad para todo el mundo, adentro del sistema. También se opuso a seguir las tendencias del mercado, cuando parecería que es razonable hacerlo. Desde ya sin las rigideces de pensar solo en tareas específicas sino procurando, a la vez, mirar las necesidades del país y formar a los alumnos con la generalidad suficiente para ser versátiles y adaptarse a los cambios que inevitablemente se irán produciendo.

No hay duda de que el país tiene que seguir mejorando y actualizando su educación técnica, como lo viene haciendo claramente desde la restauración democrática, aunque sus jerarcas actuales —que crecieron en esos años— hoy se hagan los distraídos, afectados por esa pasión refundacional que ha contagiado el Presidente Mujica y parece que todo empezó con él. Tampoco hay dudas de que el país lo comenzó a entender desde entonces y que “m’hijo el dotor” no es ya el sueño de todas las familias uruguayas. La sobredemanda de los bachilleratos lo demostró desde 1996. Se trata, entonces, de no enredarse en debates jurídico-político-institucionales, buscar delegar lo delegable, agilizar las burocracias como se pueda, pero —sobre todo— tener claro dónde están las prioridades. Porque cuando todo es prioridad, nada es prioridad.

Desgraciadamente, el actual gobierno ha establecido el monopolio político, no acepta discutir otros criterios y por eso no ha permitido que la oposición esté presente en los Consejos Directivos. Es un gravísimo error. Esperemos que los actuales jerarcas sean lo más transparentes posibles en la información y acepten, en otros ámbitos, discutir lo que debiera procesarse adentro. Tendemos a pensar que difícilmente sea así, pero por lo menos hoy hagamos un llamado a esa reflexión.

Entre el conservadurismo y el reduccionismo educativo

Al Presidente Mujica hay que reconocerle la honestidad de asumir, reiteradamente, que fracasó en materia educativa. Es algo muy fuerte en un gobernante que el día que juró ante la Asamblea General fijó esa meta como la principal de su gobierno: “educación, educación, educación y otra vez educación”. Así lo dijo.

Ese gesto, sin embargo, no abrió un real camino hacia el proceso de modernización de nuestro sistema, tanto en su calidad como en su proyección social, donde hoy se constata el rezago formidable de los jóvenes de los sectores más pobres. Para alguien que se considera de izquierda eso sí que debería sentirse como un fracaso y los datos ofrecidos recientemente por el Instituto Nacional de Evaluación Educativa son realmente para llorar. No repetiremos los números que se han publicado hasta el cansancio. El hecho es que en América Latina, Uruguay adolece de la distancia más grande entre los alumnos del sector de mayor poder adquisitivo y el más pobre.

A partir de este hecho, sin duda que estamos ante un fracaso, pero mucho mayor que el que reconoce el Presidente, que reduce ese resultado a la negativa que le tributó su bancada parlamentaria a la propuesta de dotar de autonomía a la UTU, separándola de la ANEP. En rigor, esa propuesta no tenía mucho sentido. ¿Qué se ganaría con sacar a la UTU de la ANEP? ¿Hay algo que la UTU no puede hacer por estar debajo del paraguas administrativo de un organismo rectore, el Codicen, que coordina a las tres ramas de la enseñanza primaria y media? Es más: cuando el propio presidente del Codicen viene de la UTU, en qué el Codicen obstaculiza el desarrollo de la UTU?

A la inversa, desmembrar el Codicen es renunciar a la visión de conjunto de una enseñanza que es un proceso continuo y, por lo tanto, requiere programas que se coordinen, procedimientos que se armonicen e ideas básicas que se compartan. Antes de la creación del Codicen, justamente, esa era la situación, con una Primaria que no miraba hacia Secundaria y mandaba allí a sus alumnos sin saber lo que venía y así sucesivamente. Cuando se creó el ciclo básico, además, quedó impuesto que Secundaria y UTU debían trabajar conjuntamente, para que el mismo pudiera cumplirse en las dos ramas de la enseñanza media y la técnica dejara de ser la cenicienta.

Lo que el Presidente Mujica reclamaba era una mayor atención a la capacitación tecnológica, propósito sin duda respetable, pero que para nada se iba lograr simplemente separando a la UTU del sistema coordinado que supone la ANEP.

El hecho es que de esa discusión salió al final la creación de la UTEC, Universidad Tecnológica, proyectada y propuesta insistentemente por el Partido Colorado. La misma está comenzando a andar y ha abierto espacios en el sector alimentación (especialmente, la lechería) y mecatrónica, con más ambición, para egresados de la UTU o de Secundaria que se especialicen en mecánica y pueden acceder hasta el nivel de ingenieros. No es desdeñable la actitud recelosa que la Universidad de la República tiene para esta nueva institución, a la que ve como una molesta competidora.

Como se va viendo, nuestro sistema educativo no ha entrado en un real proceso de reforma y, para peor, el nuevo gobierno ha resuelto seguir con lo que estaba. Ni siquiera ha cambiado a los jerarcas, lo que todo hace pensar que el tranco resignado que hasta hoy nos preside será la condena de otra generación de adolescentes, donde solamente los excepcionales saldrán delante de verdad.

El tema educativo es muy complejo para reducirlo a algunos esquemitas institucionales, de crear una autonomía o trasladar un organismo. Para empezar, hay que definir temas básicos, como la actitud ante el trabajo, ante el mercado laboral. El Presidente Mujica mira hacia allí con pragmatismo pero no puede ignorar que —históricamente— el Frente Amplio ha repudiado esa visión bajo el emblema de que no se pueden formar trabajadores para el mercado capitalista sino que, por el contrario, el sistema está para forjar ciudadanos críticos, capaces de cambiar este sistema burgués tan horrible que predomina en el mundo. Compartimos con Mujica su idea y vamos más allá: todo el sistema educativo —como lo proponía Pedro Figari hace un siglo— debe siempre pensar en producir, sean sus productos materiales o intelectuales, pero producir siempre. Como es sabido, la Universidad de la República piensa distinto y siente que el mercado es su enemigo.

En un plano más amplio, la cultura cientifico-tecnológica está lejos de la concepción de nuestra Enseñanza Secundaria y es preciso revolucionar ese contenido. No para que todo el mundo sea ingeniero pero sí para superar que no sea la matemática una barrera insalvable para la inmensa mayoría de nuestra juventud. Quienes venimos del derecho, de las materias humanísticas, por supuesto que seguimos creyendo en la relevancia de la enseñanza histórica y filosófica, pero la misma ha de equilibrarse con el otro costado de la cultura, que es la ciencia y sus derivados.

Estos son los debates de fondo que hay que dar y resolver como país. Ya hemos comprobado que con presupuesto solo no se resuelve nada, porque se multiplicó el presupuesto y ni siquiera quedamos igual sino que retrocedimos. Por supuesto, tampoco se puede tener un profesorado de calidad sin dinero, pero ésta nunca fue una profesión para enriquecerse sino fundamentalmente vocacional y es esa vocación la que se perdió. Hoy no atrae enseñar, la vida de las comunidades educativas no es un modelo de solidaridad y efervescencia cultural. Hasta la violencia degrada las relaciones y ellos es consecuencia de que la sociedad toda se ha embrutecido en el modo de hablar, de saludarse, de vestirse, de relacionarse con el vecino de puerta o el parroquiano con el que se comparte un ómnibus. Todo ese conglomerado es la cultura, justamente, y es lo que debemos algún día, en serio, discutir y empezar gradualmente a resolver.

Desastre inocultable

Una de las pocas modificaciones importantes y positivas ocurridas en el sistema educativo uruguayo, de tan lamentables resultados, fue la creación del Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEEd). Cualquier organización moderna requiere de evaluaciones objetivas, que vayan midiendo resultados y, de ese modo, permitan orientar mejor las acciones pedagógicas y administrativas.

Cuando se designó a sus autoridades, todo el mundo aplaudió los nombramientos y estimó que la designación de Pedro Ravela como director ejecutivo aseguraba la idoneidad del trabajo. Se trataba de un técnico ampliamente reconocido, quien había coordinado la engorrosa prueba PISA en Uruguay y era —y es— considerado el mayor experto en el tema.

Al llegar a la difusión de la primera evaluación importante, empero, se produce su renuncia por discrepar con la conducción del organismo, lo que preocupa y es de lamentar hacia el futuro. En esta primera oportunidad, los procedimientos fueron los adecuados. Se ha encendido, ahora, una luz amarilla sobre lo que vendrá.

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En la evaluación difundida, que condujo el director renunciante, los datos duros reaparecen, para confirmar el desastre educativo en que vivimos. Un gobierno que se proclama “de izquierda” consagra la mayor inequidad en el espacio de formación de nuestros jóvenes, justamente el fundamental para quebrar el círculo vicioso de pobreza-ignorancia-pobreza. Un mayor presupuesto derivó en peores resultados.

La población de 18 a 20 años que llegó a 12 años de educación formal, en Uruguay es apenas el 28%, menos que Paraguay (43%), Brasil (47%), Argentina (48%), Bolivia (56%) y Chile (76%). No se necesita calificativo alguno porque los números son terminantes. Nuestros jóvenes no llegan a terminar estudios secundarios y estamos detrás de todos aquellos países que antes nos miraban con envidia. El liceo no les atrae, se aburren, sienten que no les sirve para nada y desertan. ¿Se puede revertir esta situación con más de lo mismo, como cree nuestro gobierno?

Lo mismo ocurre cuando se analiza al rendimiento de alumnos en función del entorno socio-cultural. El Uruguay no es el país con mayor desigualdad social, comparando en la región. Sin embargo, en la educación muestra un resultado espantoso en términos de equidad, lo que hacia el futuro nos condena a retroceder. En los entornos socialmente más desfavorables, el 87% no alcanza el mínimo de comprensión en matemáticas. Más grave aún es comprobar que seguimos caminando hacia atrás porque los resultados de 2012 son peores que los de 2003.

Podría seguirse analizando números pero basten con estos porque todos coinciden. La deserción es enorme, los niveles alcanzados son bajísimos, las horas de clase son notoriamente insuficientes y esto nos rezaga en la comparación con nuestros vecinos de región (lo que es realmente oprobioso). Retrocedemos incluso con respecto a nosotros mismos.

No advertimos, sin embargo, una preocupación acorde con la realidad. El presidente Mujica se limita a hablar de la exaltación de la enseñanza técnica, que es lo menos malo y agota allí sus razonamientos. El Presidente electo hizo una campaña totalmente continuista y ahora insinúa cambios, pero no asume que lo primero sería desandar la nefasta ley que surgió de aquel vacío “debate educativo” que se condujo en su período.

El país hoy no tiene desafío mayor. Si no se logra hacer un cambio a fondo, quedará condenado a la mediocridad e incluso retrocederá en términos de equidad social. No es posible aceptarlo. El país tuvo en su educación la palanca de su construcción democrática; hoy es un factor de desigualdad progresiva. Todas las expectativas de futuro se juegan en ese escenario y ya no hay discurso que pueda llenar ese vacío.

Por qué Luis Lacalle

Las cifras electorales, sin duda, le ofrecen al Frente Amplio favoritismo para la segunda vuelta electoral. Sin embargo, ello no significa la imposibilidad de dar vuelta un resultado. Elecciones son elecciones y nunca hay que dar todo por perdido, especialmente cuando se tienen causas por las que seguir luchando.

Este es el caso. El Partido Colorado votó mal y —muy especialmente— sufrió ese “balotaje anticipado” de quienes se inclinaban hacia el Partido Nacional pensando que era el mejor modo de vencer al Frente Amplio. Nos aburrimos de aclarar que no era así, pero notoriamente mucha gente así lo hizo. Lo que importa ahora es tener claro que los colorados y batllistas tenemos poderosas razones para votar por el Dr. Luis Lacalle Pou. (El doctor Lacalle Pou, no por el Partido Nacional, porque la contienda de partidos terminó y ahora simplemente hay dos opciones personales, con sus respectivos compromisos programáticos).

Es verdad cuando el Frente Amplio dice que hay dos visiones y basta señalar las principales diferencias:

1) En materia de educación el Dr. Lacalle nos asegura la búsqueda de un cambio por caminos parecidos a los nuestros, mientras que el Dr. Vázquez sigue negando la crisis del sistema, al pie del manejo realizado por las gremiales.

2) La seguridad nos convoca claramente a procurar una alternativa al camino hasta ahora seguido y que en 10 años nos llevó de 6.000 a 20.000 rapiñas.

3) La política exterior, muy importante para el trabajo nacional, ha de abandonar la presunta camaradería ideológica y procurar una defensa inteligente de los intereses nacionales, que empieza con buscar flexibilidad en el encierro del Mercosur, lograr que Argentina termine con sus agresivas medidas y no seguir atados al carro anacrónico del Socialismo del Siglo XXI que ha arruinado a Venezuela.

4) Es fundamental que el poder público sea ejercido por las personas elegidas por la ciudadanía y no por dirigencias gremiales, como las que le impusieron leyes al Parlamento y secuestraron el poder en salud y vivienda, armando corruptas estructuras corporativas.

5) Retornar a un respetado Estado de Derecho y no continuar con la violación constante de la Constitución, a través de leyes que, en todas las materias, han pretendido imponer caprichosos criterios.

Éstas son razones fundamentales de principio. Razones que definen nuestro voto. Sin pensar en acuerdos políticos ni preferencias personales sobre candidaturas, nos inclinamos por las garantías que uno y otro candidato nos ofrecen.

Aunque el balotaje sea difícil, no es imposible. Y vale la pena luchar para afirmar que hay un medio país que piensa distinto a la circunstancial mayoría del domingo.