El relato kirchnerista también en Uruguay

Es consustancial a los regímenes autoritarios o populistas en general, instalar una versión del mundo en que viven (la conspiración universal en su contra) y un “relato” de la historia que explicita cómo los “malos” llegaron a ser tan malos y cómo ellos, “los buenos”, son herederos de los sacrificados de ayer.

La Argentina kirchnerista es un modelo de ese estilo. Nuestro gobierno frenteamplista, que no tendría porqué sucumbir a las fantasías de ciertos grupos radicales de revolucionarios frustrados, se deja, sin embargo, arrastrar a ese territorio de la mitología que le hace un enorme daño al país.

En el pedregoso territorio de nuestra historia reciente, nos encontramos en estos días con una atrocidad histórica, que alienta una desorbitada campaña que —bajo el manto del esclarecimiento de las agresiones a derechos humanos en tiempos de la dictadura— se embiste contra valores democráticos que debieran estar más allá de pasiones.

El decreto de 19 de mayo de 2015 sobre la base de que “están presentes aun las consecuencias de la acción de la acción ilegitima y terrorismo de Estado sufrido por nuestro país”, retrotrae la investigación hasta el 13 de junio de 1968, cuando el gobierno legítimo de Jorge Pacheco Areco adoptó, dentro de la Constitución, unas medidas prontas de seguridad que comunicó al Poder Legislativo, “dueño de las medidas”.

Como es notorio, aquel gobierno tuvo que actuar en condiciones muy particulares de agitación pública. Eran los tiempos en que la revolución cubana inspiraba a vastos sectores de la población y mientras unos tomaban las armas para derribar la Constitución e instalar un régimen de esa índole, otros, desde el ámbito de la educación, el sindicalismo o el debate intelectual, preconizaban que el país marchara por ese camino. Había un país democrático y un país revolucionario, en parte armado y en parte no, pero revolucionario. El gobierno de entonces, con los aciertos y los errores propios de una conducción en tiempos de tormenta, trató de preservar las instituciones y felizmente lo logró, llegando a unas elecciones en que, además, obtuvo la mayoría.

En ese momento de prueba, la democracia mostró su capacidad de resistencia y así lo dijo el General Seregni, líder y fundador del Frente Amplio, refiriéndose al Presidente Pacheco Areco: “Aprendió rápido, aprendió lo que era el poder, y lo usó. Y hay que reconocer su inteligencia: es cierto, contó con la complacencia del sector político, pero nunca transgredió la Constitución y la ley”.

Es por lo tanto una aberración histórica hablar de “terrorismo de Estado” bajo un gobierno democrático, con libertad de prensa y separación de poderes. El presidente, por otra parte, obtuvo 439 mil votos para su eventual reelección, lo que hizo de él el candidato más votado en una elección en que el Partido Colorado resultó triunfador. O sea que poseía, además de la legitimidad jurídica, un apoyo popular que le robustecía.

Jurídicamente, estamos ante otra aberración. Se pretende considerar ilegítima la adopción de medidas prontas de seguridad que decretó el Poder Ejecutivo y mantuvo el Poder Legislativo. El único encargado de juzgar esas medidas fue el Poder Legislativo. No se puede hoy, medio siglo después, intentar un juicio totalmente fuera de la ley. Se suele decir que el gobierno de Pacheco hizo un uso excesivo de esas medidas. Puede ser o no, pero —en todo caso— el Poder Legislativo fue quien —por acción u omisión— resolvió. Y como algunos pensaron que eso le hacía pasible del juicio político, también se intentó y fracasó.

Estamos, entonces, ante un intento de construcción autoritaria de un relato histórico falso. Es realmente preocupante querer imponer una historia por decreto y hacer de ella bandera de lucha de una causa cuya legitimidad se degrada. Que los familiares de los desaparecidos procuren saber la verdad de lo ocurrido con sus seres queridos, es un derecho sagrado, que nadie ha negado (y que todos los gobiernos y la Justicia han tratado de atender). Desgraciadamente, los resultados han sido escasos, pero aún así permanece intacto el derecho a seguir procurando esa verdad. Sin embargo, es degradante transformar ese derecho legítimo en una bandera política de revancha contra la institución militar, en una proclama divisoria de la sociedad uruguaya donde todo aquel que discrepe será apostrofado y descalificado, en una peligrosa fantasía que insufla en las nuevas generaciones la idea de que hay un ocultamiento conspirativo de verdades escondidas y —lo peor de todo— en la pretensión de legitimar aquellos movimientos que en los años 60, en plena democracia, le declararon la guerra a las instituciones.

Acuciante necesidad de cambio

La campaña política de la Concertación ha sido accidentada. No es la hora de discutir sobre lo que ha ocurrido sino tratar de rescatar una buena idea política, que sin duda nos alienta a defender la posibilidad de un cambio en la Intendencia montevideana.

La necesidad de ese cambio parece cada día más acuciante. Son 25 años de mediocridad, de impuestos acrecidos y de nada que permita redimir una administración penosa. La limpieza nunca pudo resolverse, los pavimentos son un desastre, el abandono de los barrios pobres es alarmante, el tránsito caótico y no solo sin soluciones sino con desastres como el corredor Garzón y suma y sigue. En 25 años, apenas han continuado lo que venía de atrás, ya financiado, como el saneamiento y pocas cosas más. Los más de 600 millones de dólares que cada año ponemos los montevideanos en las arcas municipales, no reciben una mínima contrapartida.

Es la hora entonces de cambiar. Por los penosos resultados y por el estilo político de gobernar, por su autoritarismo, por su exclusivismo político, por el abuso de cargos políticos y de falta de respeto por la administración profesional, por el colectivismo populista que caracteriza a todo el Frente Amplio y que está —como pensamiento y reflejo— detrás de sus decisiones.

Frente a esa administración, está la Concertación, donde se suman votos colorados, blancos e independientes.

Los colorados, naturalmente, votamos al candidato colorado. Es una figura nueva, de las que procuramos atraer a la vida política para seguir alentando el proceso de renovación que nuestro partido necesita. Es un abogado joven, entusiasta, que plantea un programa muy bien pensado, con un excelente equipo técnico.

Hay correligionarios que han emprendido otros caminos. Desde el respeto de siempre, les decimos que se equivocan y sería deseable que recapacitaran para entender que deben votar a nuestro candidato. Los que adentro de la Concertación buscan otras opciones, si la motivación principal es promover un cambio, la opción colorada es tan válida como la más valida de las demás, ya que todas suman voluntades para ese lema circunstancial. El Partido Colorado tiene que tener presencia y contribuir. No es posible que no comprendamos la necesidad de apoyarlo, precisamente porque se pasa un difícil momento, porque tenemos que superarlo para encender nuevamente la llama batllista.

Aun más grave es el error de quienes creen que apoyando a Daniel Martínez, evitan el mal menor de la señora Topolansky. Realmente no advierten que ésta posee una elevada chance de ganar, a la que contribuirían involuntariamente, y que —aún en la otra hipótesis— han de saber que una Intendencia frentista, cualquiera fuere su titular, seguirá el mismo trillo de hoy. Y que el Ing. Martínez estará absolutamente condicionado por el grupo del MPP y la propia señora Topolansky. Políticamente es así. El Presidente Vázquez puede sortear, con mucha dificultad pero más o menos sortear, los obstáculos que le pone el ex Presidente Mujica; el Ing. Martínez no tendrá la menor posibilidad frente al condicionamiento permanente que la impondrá el MPP. Es imposible no advertirlo.

Hay otro riesgo incluso peor: quienes creen que votando al Ing. Martínez le podrían cerrar el paso a la señora Topolansky podrían, si son muchos, darle al Frente Amplio una bancada de más de 20 ediles. Ello supondría que el Frente Amplio, por sí solo, podría cambiarle el nombre a todas las calles, plazas y parques de Montevideo, contraer empréstitos y bloquear cualquier llamado a sala. En suma, un gobierno absoluto, sin contrapeso efectivo alguno.

Sabemos que la candidatura colorada arrancó tarde, con un candidato que, por nuevo y renovador, no es suficientemente conocido. Que sus medios económicos son mínimos y, como consecuencia, escasa su presencia publicitaria. Lo sabemos. Pero también sabemos que hay mucha gente, como nosotros, que cree en lo que significan el Partido Colorado y el Batllismo, que sigue queriendo a un Montevideo que construyó como ciudad el Batllismo, que alienta la esperanza cierta de que el Partido se recuperará del mal resultado de la última elección. Cuando se advierte, como estos días, la matriz totalitaria de un Frente Amplio, que sale a la calle a defender la dictadura venezolana y la prisión de los líderes opositores, más que nunca sentimos el compromiso batllista por la libertad y la justicia.

Estas son nuestras razones, cada día más claras, para acompañar en Montevideo al candidato colorado. Esperemos que así se entienda.

Compromiso de honor

En 1939, Ortega y Gasset, preocupado por las discusiones políticas argentinas, dijo una célebre conferencia en que enfáticamente, reclamó: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias. No advierten ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas”.

Hoy, 2014, nos viene esta invocación a la memoria para hacérsela a nuestros correligionarios colorados y batllistas, a los que nos representan en el Parlamento, a los que hemos votado y queremos seguir votando.

La mala votación del Partido no nos puede arrastrar a reproches o a cuestionamientos que aunque respondan a la mejor intención, no interpretan el momento político y psicológico. Nuestra gente está triste por la situación y hoy solo espera de todos nosotros, y en especial de quienes tienen la responsabilidad principal de conducción, seguir un camino claro y constructivo.

De aquí al 30 nuestro compromiso moral es luchar por el voto a la fórmula Lacalle-Larrañaga. No es un voto por el Partido Nacional sino por la causa republicana, para que no prospere la negación de la crisis educativa, para que no sigamos con el conformismo frente a la violencia que campea en la sociedad, para que no sea la marihuana la respuesta a los vacíos o temores de los jóvenes, para que “la política no esté por encima de la ley”…

La campaña colorada ha sido honrosa y levantada. Tirios y troyanos así lo dijeron. En el medio político se reconocía que Pedro Bordaberry lucía como el candidato más solvente. También que José Amorín debatía con inteligencia. Se lo agradecemos todos. Y si los resultados no han sido los que esperábamos, tenemos que asumir ahora nuestras primeras responsabilidades con altura y mirar hacia delante.

Estamos enfrentados a un compromiso de honor. Hay que salir a buscar a la gente. A explicarle. Y cuando el periodismo político nos pregunta sobre nuestras diferencias internas, hay que decir clara y rotundamente que no estamos más para discutir en público asuntos de familia sino para construir y que ahora, en nombre de nuestras propias causas, estamos procurando que el Frente Amplio, que ya tiene mayoría parlamentaria, no quede solo en el escenario. Después vendrán las elecciones departamentales y tenemos dos intendencias a defender y algunas más para reconquistar. Es otra instancia, es otro juego, donde si se actúa con inteligencia, se pueden cosechar mejores resultados. Y a partir de allí comenzará otro período.

Esos son los desafíos que tenemos por delante. A ellos debemos servir. Las discusiones sobre el pasado interno no interesan. Lo que todos queremos ver es un camino de futuro que ya debe comenzar a construirse cumpliendo los deberes principales. Tenemos causas permanentes para luchar y ellas están por encima de cualquier resultado circunstancial.

Colorados, a las cosas… ¡Arriba corazones!

Ocho razones para no votar al Frente Amplio

Producida la primera vuelta electoral, como colorado y batllista publiqué un artículo en que daba cinco razones fundamentales para dar el voto, en el balotaje, a la fórmula Lacalle-Larrañaga. Repito, la fórmula Lacalle-Larrañaga y no al Partido Nacional, porque ya no están en juego los partidos sino, como dice el propio Frente Amplio, dos candidaturas que presentan visiones distintas de país. A esas cinco, en estos pocos días, veo tres razones más, tan poderosas como las primeras. Recapitulando y añadiendo:

1) El país necesita un cambio urgente en la educación, cuyos paupérrimos resultados son una vergüenza nacional. El Dr. Vázquez niega esa crisis. La fórmula opositora nos asegura un intento serio de reforma.

2) El Dr. Vázquez insiste en la actual política de seguridad y ratifica la candidatura de Eduardo Bonomi como Ministro del Interior. ¿Pasar de 6.000 a 20.000 rapiñas en diez años no es una razón para rectificar rumbos?.

3) La política exterior no puede seguir “en el estribo de Brasil”, encerrados en un Mercosur que nos dificulta salir al mundo, agredidos por Argentina, atados a Venezuela y enterrando nuestra histórica amistad con Israel (que es nada más ni nada menos que defender a los valores occidentales).

4) El gobierno debe estar en manos de quienes elige el pueblo y no de corporaciones gremiales que manejan con autoritarismo y corrupción la vivienda, la salud y hasta imponen leyes con movilizaciones.

5) Preservar el Estado de Derecho e impedir que se sigan votando, a sabiendas, leyes inconstitucionales.

6) Defender de modo intransigente la libertad de expresión del pensamiento, amenazada por una ley de medios que ya se anuncia como “impostergable”.

7) Detener el irresponsable proceso de la legalización de la marihuana, que no ha ofrecido a los jóvenes la menor información sobre sus daños, que ni siquiera se ha podido poner en marcha y que ahora —colmo de los colmos— se está hablando de subsidiar su producción. Gravar el tabaco y subsidiar la marihuana sería el mayor atentado contra cualquier política de salud pública.

8) Ponerle freno a una mayoría parlamentaria que ya anuncia el abuso de su poder.

Para un demócrata, para quien cree en la libertad y la justicia social, se juega más de lo que parece en esta segunda vuelta. Como bien ha dicho y repetido el Dr. Hebert Gatto, el Frente Amplio es profundamente antiliberal. Hay que poner en presencia el medio país que no acepta esta deriva hacia un peronismo corporativo, que aleja a país de su tradición republicana y liberal.

Por qué Luis Lacalle

Las cifras electorales, sin duda, le ofrecen al Frente Amplio favoritismo para la segunda vuelta electoral. Sin embargo, ello no significa la imposibilidad de dar vuelta un resultado. Elecciones son elecciones y nunca hay que dar todo por perdido, especialmente cuando se tienen causas por las que seguir luchando.

Este es el caso. El Partido Colorado votó mal y —muy especialmente— sufrió ese “balotaje anticipado” de quienes se inclinaban hacia el Partido Nacional pensando que era el mejor modo de vencer al Frente Amplio. Nos aburrimos de aclarar que no era así, pero notoriamente mucha gente así lo hizo. Lo que importa ahora es tener claro que los colorados y batllistas tenemos poderosas razones para votar por el Dr. Luis Lacalle Pou. (El doctor Lacalle Pou, no por el Partido Nacional, porque la contienda de partidos terminó y ahora simplemente hay dos opciones personales, con sus respectivos compromisos programáticos).

Es verdad cuando el Frente Amplio dice que hay dos visiones y basta señalar las principales diferencias:

1) En materia de educación el Dr. Lacalle nos asegura la búsqueda de un cambio por caminos parecidos a los nuestros, mientras que el Dr. Vázquez sigue negando la crisis del sistema, al pie del manejo realizado por las gremiales.

2) La seguridad nos convoca claramente a procurar una alternativa al camino hasta ahora seguido y que en 10 años nos llevó de 6.000 a 20.000 rapiñas.

3) La política exterior, muy importante para el trabajo nacional, ha de abandonar la presunta camaradería ideológica y procurar una defensa inteligente de los intereses nacionales, que empieza con buscar flexibilidad en el encierro del Mercosur, lograr que Argentina termine con sus agresivas medidas y no seguir atados al carro anacrónico del Socialismo del Siglo XXI que ha arruinado a Venezuela.

4) Es fundamental que el poder público sea ejercido por las personas elegidas por la ciudadanía y no por dirigencias gremiales, como las que le impusieron leyes al Parlamento y secuestraron el poder en salud y vivienda, armando corruptas estructuras corporativas.

5) Retornar a un respetado Estado de Derecho y no continuar con la violación constante de la Constitución, a través de leyes que, en todas las materias, han pretendido imponer caprichosos criterios.

Éstas son razones fundamentales de principio. Razones que definen nuestro voto. Sin pensar en acuerdos políticos ni preferencias personales sobre candidaturas, nos inclinamos por las garantías que uno y otro candidato nos ofrecen.

Aunque el balotaje sea difícil, no es imposible. Y vale la pena luchar para afirmar que hay un medio país que piensa distinto a la circunstancial mayoría del domingo.