Canibalismo partidario

Las crónicas de la convención partidaria del sábado pasado me dieron una enorme pena. Cuando más nos hacen falta noticias sobre planteamientos claros, realizaciones, proyectos, movilizaciones, estos debates internos -que llevan al enfrentamiento personal- solo devalúan. A sus protagonistas desde ya, pero al Partido Colorado en su conjunto, que es bastante más importante que cada uno de nosotros.

Ya lo he dicho antes y lo vuelvo a decir. La situación que se dio en la última elección municipal no tiene precedentes. No fue el caso solitario de San José, en anteriores episodios electorales, ni el que se dio en aquellos tiempos difíciles de salida de la dictadura. En esta ocasión, fueron muchas las “desobediencias”, las actitudes fuera del cuadro de las respectivas agrupaciones, las renuncias a candidaturas y una y mil situaciones fuera de lo normal. Su consecuencia fue un gran desconcierto. No estamos avalando nada de lo que ocurrió más allá de las autoridades partidarias, porque nunca las hemos desacatado.

Lo que estamos preguntándonos es si la necesaria construcción de futuro pasa por sanciones y juicios de responsabilidad o por una generosa mirada hacia adelante, por reclamarles más actividades y compromiso a quienes pudieron haber incumplido mandatos partidarios. Continuar leyendo

Un hombre irrepetible

Personalmente conocí a Lincoln en Barcelona. Me había pedido un reportaje para El País de Madrid (donde colaboraba, además, con una página de ajedrez) y no faltó el amigo que me dijera: “Cuidado con este, que no solo es blanquísimo, sino que es medio anarquista o algo así”. Desde ya que el reportaje fue excelente e inicié, desde entonces, lo que terminó siendo una gran amistad y, por encima de ello, me ganaron un enorme respeto y admiración a la personalidad singularísima de este hombre irrepetible.

Alternaba una bohemia nochera con una enorme capacidad de trabajo, que está recogida en miles de artículos y una docena de libros, algunos tan caudalosos como los cinco tomos de Orientales o los cuatro de Caudillos y Doctores. A lo que debe añadirse una obra erudita sobre Mozart, una notable sobre el cine del medio siglo anterior y otros trabajos históricos. Últimamente, venía publicando en El Observador una serie de biografías de personajes, la mayoría desaparecidos, para la memoria colectiva contemporánea, a la que le imponía mirarse en el espejo de esos hombres de nuestro pasado.

Su memoria era de prodigio. En esas charlas que tanto le gustaban, podía recitar de memoria minutos y minutos, sin perder una línea, de innumerables poetas. Su labor de profesor, admirado profesor, se extendía más allá de las clases y su casa era un ir y venir de muchachos en busca de consejos, libros o lecciones sobre temas tan variados como los de sus obras. Continuar leyendo

¿Qué es el “Ateneo Libre”?

El martes pasado, en la Casa del Partido Colorado, presentamos, junto al Dr. Jorge Batlle y un calificadísimo núcleo de ciudadanos colorados, lo que hemos llamado “Ateneo Libre”. Somos, simple y sencillamente, un conjunto de gente que ha tenido responsabilidades institucionales y se siente en la obligación de generar discusiones, análisis y aun pronunciamientos sobre la vida del país, que enfrenta un momento particularmente neblinoso.

No se trata de una agrupación con finalidades electorales ni nada que se le parezca. Ni lo es ni lo será. No venimos a competir con nadie en ese terreno, sino a contribuir con todos, tratando de ayudar al Partido en la difusión de sus ideas y en la permanente actualización de sus enfoques. Por eso el primer acto fue presentarnos ante el Comité Ejecutivo Nacional, la mayor autoridad partidaria, para informar de nuestro emprendimiento y ponernos a sus órdenes en el esfuerzo de recuperación en que está empeñado.

Ha pasado el tiempo de la bonanza que nos regaló el mercado internacional en la última década y nuestra economía vive una situación que comienza a ser realmente difícil. Lo hace desde la debilidad de un Gobierno jaqueado y superado por el sindicalismo. La fractura social se sigue profundizando y la situación de seguridad es una expresión tan rotunda que hasta los inmigrantes sirios, que vienen de una guerra, se quejan de ella.

La educación sigue en manos de las gremiales y el futuro del país se ve comprometido por la sobrevivencia, en el Frente Amplio y el PIT-CNT, de una mentalidad sin convicción democrática ni aceptación de la economía de mercado. Es duro decirlo pero es la verdad. Si hubiera un verdadero sentimiento democrático, no se podría seguir creyendo que Cuba o Venezuela son democracias. Si se entendiera lo que es la economía moderna, globalizada, no se estaría impugnando negociación para alcanzar la liberalización del comercio de servicios, desde un país en que su economía cada vez más se basa en ellos.

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Rivera, una fuente de inspiración

La reasunción de Marne Osorio como intendente de Rivera marca la continuidad del batllismo en el departamento. Son dos períodos de Tabaré Viera y dos períodos de Osorio, con lo que se completarán 20 años decisivos en la historia del departamento norteño.

Quien tenga un poco de perspectiva histórica tendrá claro que la ciudad de Rivera de hoy nada tiene que ver con la que hace 30 años vivía una verdadera crisis económica, con su comercio devastado por la inflación brasileña, que establecía una relación de precios irreal.

La instalación de los free shops en 1986 y el vigoroso desarrollo de la forestación, a partir de 1987, marcaron hitos, con la incorporación de la región a un mundo moderno. A ello debe sumarse, como factor fundamental, la racionalización de la labor municipal, que encaró un trabajo de ordenamiento financiero y desarrollo comunal realmente revolucionario para el departamento.

Ese trabajo tuvo en Tabaré Viera el líder renovador, que se basó en una fuerte tarea de equipo. Por vez primera, y con muchas críticas internas, organizó un gabinete de calidad técnica con el que pudo salir de la improvisación bienintencionada que lo había caracterizado en los últimos tramos, llevándolo más de una vez a situaciones de crisis. Mucha gente adentro del Partido Colorado no entendió en aquel entonces de lo que se trataba. Hoy se reconoce que ese era el camino impuesto por los tiempos, sin abjurar por cierto de los grandes líderes del pasado, como el Dr. Altivo Estévez o Don Guido Machado Brum, caudillos patriarcales de enorme calidades personales y profundo arraigo en la población. Sobre la base edificada por ellos, había que modernizar la administración y eso fue lo que se hizo y se sigue haciendo. Tradición y modernidad no son incompatibles en un partido liberal y progresista desde su nacimiento. Continuar leyendo

El relato kirchnerista también en Uruguay

Es consustancial a los regímenes autoritarios o populistas en general, instalar una versión del mundo en que viven (la conspiración universal en su contra) y un “relato” de la historia que explicita cómo los “malos” llegaron a ser tan malos y cómo ellos, “los buenos”, son herederos de los sacrificados de ayer.

La Argentina kirchnerista es un modelo de ese estilo. Nuestro gobierno frenteamplista, que no tendría porqué sucumbir a las fantasías de ciertos grupos radicales de revolucionarios frustrados, se deja, sin embargo, arrastrar a ese territorio de la mitología que le hace un enorme daño al país.

En el pedregoso territorio de nuestra historia reciente, nos encontramos en estos días con una atrocidad histórica, que alienta una desorbitada campaña que —bajo el manto del esclarecimiento de las agresiones a derechos humanos en tiempos de la dictadura— se embiste contra valores democráticos que debieran estar más allá de pasiones.

El decreto de 19 de mayo de 2015 sobre la base de que “están presentes aun las consecuencias de la acción de la acción ilegitima y terrorismo de Estado sufrido por nuestro país”, retrotrae la investigación hasta el 13 de junio de 1968, cuando el gobierno legítimo de Jorge Pacheco Areco adoptó, dentro de la Constitución, unas medidas prontas de seguridad que comunicó al Poder Legislativo, “dueño de las medidas”.

Como es notorio, aquel gobierno tuvo que actuar en condiciones muy particulares de agitación pública. Eran los tiempos en que la revolución cubana inspiraba a vastos sectores de la población y mientras unos tomaban las armas para derribar la Constitución e instalar un régimen de esa índole, otros, desde el ámbito de la educación, el sindicalismo o el debate intelectual, preconizaban que el país marchara por ese camino. Había un país democrático y un país revolucionario, en parte armado y en parte no, pero revolucionario. El gobierno de entonces, con los aciertos y los errores propios de una conducción en tiempos de tormenta, trató de preservar las instituciones y felizmente lo logró, llegando a unas elecciones en que, además, obtuvo la mayoría.

En ese momento de prueba, la democracia mostró su capacidad de resistencia y así lo dijo el General Seregni, líder y fundador del Frente Amplio, refiriéndose al Presidente Pacheco Areco: “Aprendió rápido, aprendió lo que era el poder, y lo usó. Y hay que reconocer su inteligencia: es cierto, contó con la complacencia del sector político, pero nunca transgredió la Constitución y la ley”.

Es por lo tanto una aberración histórica hablar de “terrorismo de Estado” bajo un gobierno democrático, con libertad de prensa y separación de poderes. El presidente, por otra parte, obtuvo 439 mil votos para su eventual reelección, lo que hizo de él el candidato más votado en una elección en que el Partido Colorado resultó triunfador. O sea que poseía, además de la legitimidad jurídica, un apoyo popular que le robustecía.

Jurídicamente, estamos ante otra aberración. Se pretende considerar ilegítima la adopción de medidas prontas de seguridad que decretó el Poder Ejecutivo y mantuvo el Poder Legislativo. El único encargado de juzgar esas medidas fue el Poder Legislativo. No se puede hoy, medio siglo después, intentar un juicio totalmente fuera de la ley. Se suele decir que el gobierno de Pacheco hizo un uso excesivo de esas medidas. Puede ser o no, pero —en todo caso— el Poder Legislativo fue quien —por acción u omisión— resolvió. Y como algunos pensaron que eso le hacía pasible del juicio político, también se intentó y fracasó.

Estamos, entonces, ante un intento de construcción autoritaria de un relato histórico falso. Es realmente preocupante querer imponer una historia por decreto y hacer de ella bandera de lucha de una causa cuya legitimidad se degrada. Que los familiares de los desaparecidos procuren saber la verdad de lo ocurrido con sus seres queridos, es un derecho sagrado, que nadie ha negado (y que todos los gobiernos y la Justicia han tratado de atender). Desgraciadamente, los resultados han sido escasos, pero aún así permanece intacto el derecho a seguir procurando esa verdad. Sin embargo, es degradante transformar ese derecho legítimo en una bandera política de revancha contra la institución militar, en una proclama divisoria de la sociedad uruguaya donde todo aquel que discrepe será apostrofado y descalificado, en una peligrosa fantasía que insufla en las nuevas generaciones la idea de que hay un ocultamiento conspirativo de verdades escondidas y —lo peor de todo— en la pretensión de legitimar aquellos movimientos que en los años 60, en plena democracia, le declararon la guerra a las instituciones.

Sin reproches ni rencores

La elección municipal no ha sido un éxito para los líderes nacionales de los partidos. Cada uno ha tenido que sufrir una pérdida, desde Mujica, con su esposa, en Montevideo, hasta Larrañaga con Paysandú. A nivel de partidos, sin embargo, quien ha sufrido un peor resultado es el Partido Colorado. De haber obtenido la Intendencia de Salto hubiera preservado su actual representación; la perdió con su mayor votación histórica, pero así fue y nos retrotraemos al solitario bastión de Rivera, al igual que en el 2005.

La Concertación ha demostrado su valor táctico. Si la hubiéramos hecho en todo el país, como se pretendió, la oposición habría triunfado en todo el litoral. En Montevideo, el éxito fue el del señor Novick, a quien acompañaron muchos dirigentes colorados. Es más, los ediles electos han militado hasta hoy en nuestro partido.

El líder de la mayoría partidaria y candidato a la presidencia en la última elección, el Sr. Pedro Bordaberry, se siente responsable y cree que es la hora de “dar un paso al costado”. No compartimos esa idea. Respetamos su gesto como una honesta asunción de responsabilidades políticas, que son inocultables, pero cuando el viento sopla en contra es el momento, precisamente, en que todo el mundo está obligado a poner el pecho. La elección interna lo puso al frente de la colectividad y mientras no haya otro pronunciamiento democrático, nadie puede sustituirlo en su posición ni relevarlo en sus deberes.

Toda la dirigencia colorada, a su vez, cada uno en su plano, tiene una enorme responsabilidad. Nadie puede rehuirla. No se trata de salir hoy a hacer leña del árbol caído. Sobre esa base, nadie crecerá y el que no lo entienda apenas demostrará estrechez de espíritu. Con rencores y soberbia no se construye; solo con ideas, debate y esfuerzo se agrandan las colectividades y a eso debe abocarse cada en su medio. En el Partido Colorado hay un caudal de dirigentes con capacidad para crecer.

Quienes ya hace años no participamos en la conducción partidaria, pero seguimos participando del debate nacional desde nuestra firme convicción colorada y batllista, debemos ayudar a restañar heridas, así como lo hemos hecho todo este tiempo, colaborando con quienes asumían nuestra representación política.

Cada cual hará su aporte desde el lugar que elija. Nunca habrá unanimidades, pero es muy claro que los liderazgos no se inventan sino que surgen de la expresión de ideas y conductas que convocan. Ojalá florezcan en este momento de dificultad, para que esa formidable herramienta histórica que es el Batllismo vuelva a ser la conductora.

En este momento difícil, más que nunca hay que agradecer y felicitar a los dignos correligionarios que, en todo el país, casi sin medios, han luchado con honor. Simplemente por principismo y convicción. ¡Cómo no agradecerle a Ricardo Rachetti su esfuerzo romántico! ¡Cómo no felicitar a los compañeros de Rivera, Tabaré Viera y Marne Osorio, que son ejemplo de lo que debe hacerse! ¡Cómo no felicitar también a los amigos de Salto, a Coutinho y a Malaquina, que recogieron más votos que nunca, aunque no alcanzaran!

No es la hora de los ajusticiamientos o las venganzas. Aquellos que no actuaron dentro de la línea del partido, deben ser procurados para el esfuerzo de reconstrucción. No se trata de hacer reproches sino de preguntarnos si aún tenemos causas para seguir luchando. Ese es el fondo de la cuestión. Y no dudo que esas causas siguen intactas en la histórica colectividad, la que más tiempo gobernó, la que —guste o no guste— más aportó a la construcción nacional, imprimiéndole su sello. No se trata de repetir historias sino de afirmarse en ellas para mirar al porvenir.

Creemos en la república laica y tolerante, sin confesionalismo ni jacobinismo. En un Estado siempre reformado para orientar y equilibrar a la sociedad, sin la asfixia de los intervencionismos ni la deserción de un liberalismo insolidario. En la libertad política, en el respeto al adversario y, por encima de todo, en una sociedad que procura igualar superando, mirando siempre hacia arriba, a través de una educación moderna y un economía competitiva. Si Batlle creó hace cien años los liceos departamentales nuestra generación pudo crear los CAIF, abrir los bachilleratos tecnológicos y las escuelas de tiempo completo. Si Luis Batlle abrió el sendero de la industria, nuestra generación pudo cambiar la matriz productiva del país a través de la forestación, la lechería, la agricultura y la logística. Esa ha sido y es el Batllismo. Esa será siempre nuestra línea. Pensando siempre en un Uruguay insertado en el mundo, como lo hicieron en su tiempo Don Pepe, Baltasar Brum y Don Luis Batlle Berres.

Raíces y frutos

La semana pasada, una sala repleta del Hotel Radisson asistió a la presentación del libro de Luis Hierro López, “Las Raíces Coloradas”, en el que tuvimos la alegría de participar. Lo decimos con la perspectiva de unos días, que nos valorizan la dimensión del acto, al evocar el sentimiento fervoroso de los asistentes.

En la platea había algunos nobles blancos, amigos de Luis, pero la inmensa mayoría —como es natural en un libro de esa índole— eran colorados. Que se sintieron reconfortados con las sobrias palabras de un historiador no colorado, como el Profesor José Rilla; la explicación sustanciosa de porqué escribió el libro que hizo el autor y mi propia declaración, que —más allá de su mérito— fue acogida generosamente por el público, al encontrar en ella una exposición de las esencias de nuestro partido vistas a través de la historia que narra la magnífica obra que convocaba.

Todos quienes allí estuvimos salimos alegres, contentos, con un claro sentido de pertenencia y la expresión inequívoca del deseo fervoroso de que el futuro vea a la colectividad forjadora del país nuevamente en el ejercicio responsable de su conducción. Esa gente expresaba el anhelo de que algo ocurra para encender nuevamente el optimismo en un partido que continúa siendo una garantía fundamental para la ciudadanía democrática y liberal.

En el Frente Amplio, que a veces invoca al Batllismo, está claro que una mitad no es demócrata, no cree en las libertades y por esa razón sigue soñando con Cuba y abrazada al esperpento autoritario y rústico del Maduro venezolano. Nos separa esa enorme distancia de principios.

En el Partido Nacional por cierto que hay una sustancia democrática que nos hermana, pero también hay diferencias que nos distinguen: concebimos la república laica desde concepciones distintas y miramos al Estado desde veredas opuestas, ellos con mucho recelo para con el mismo, nosotros —desde dentro de él— con un espíritu reformista basado en la convicción de que no hay otra herramienta para sustentar los equilibrios de la sociedad. Eso ha sido siempre el Batllismo, desde los liceos de hace cien años hasta las escuelas de tiempo completo de hace veinte.

Estas son convicciones profundas, sustantivas, que confían aun en que vuelvan a reverdecer. Por eso pensamos que en esta hora debemos estimular a los que luchan, pedirles paciencia a los impacientes, fraternidad a quienes se enojan, los brazos en alto a los desalentados, y convocarnos todos para el esfuerzo de mañana. Quienes no aspiramos a posiciones públicas desde hace años, y hemos dado cumplida muestra de estar todo el tiempo ayudando, en todos los terrenos a nuestro alcance, nos sentimos con derecho a decirlo.

La última elección fue un mal momento, pero no debe hacer desfallecer a quienes se sienten responsables, por haber estado al frente de las candidaturas principales al Ejecutivo y al Parlamento. Justamente, el sentido de responsabilidad impone, más que nunca, salir a reconquistar lo perdido y a tratar de escalar. Quienes hoy les cuestionan, muchas veces con alguna razón, han de saber que protestando y descalificando nadie ha construido nada y que si se sienten firmes en sus razones, más que nunca deben ofrecer propuestas de valores, que colmen los vacíos a llenar. No se trata de hacer zancadillas sino, a la inversa, saltar por encima hacia lo alto; convocar, alentar, crear esperanza y no enojo.

Nuestra treintena de candidatos a Intendentes en todo el país son hoy un gran ejemplo. He estado con algunos de ellos, aún en departamentos donde saben que no ganarán, pero sienten que es fundamental mantener en alto la bandera partidaria, agrupar a los fieles, estimular a los muchos jóvenes que hoy son candidatos a alcaldes o ediles y prepararse para el porvenir.

Después de este mayo, que esperemos sea mucho mejor que lo que los encuestadores dicen, tendremos todos que vernos las caras, darnos la mano y reemprender la marcha. Habrá muchos grupos, seguramente, con sus identidades; aparecerán novedades; a las agrupaciones hasta hoy representativas, se les sumarán otras. Se tratará de abrir puertas y no cerrar ventanas. Para que ese día llegue pronto, empecemos por votar a los candidatos colorados y batllistas, y —una vez más— arriba los corazones, como dijera el gran Baltasar.

El libro de Luis Hierro nos ha refrescado los raíces; sobre ellas hemos de regar para que vuelvan frutos.

Compromiso de honor

En 1939, Ortega y Gasset, preocupado por las discusiones políticas argentinas, dijo una célebre conferencia en que enfáticamente, reclamó: “¡Argentinos, a las cosas, a las cosas! Déjense de cuestiones previas personales, de suspicacias. No advierten ustedes el brinco magnífico que daría este país el día que sus hombres se resuelvan de una vez, bravamente, a abrirse el pecho a las cosas”.

Hoy, 2014, nos viene esta invocación a la memoria para hacérsela a nuestros correligionarios colorados y batllistas, a los que nos representan en el Parlamento, a los que hemos votado y queremos seguir votando.

La mala votación del Partido no nos puede arrastrar a reproches o a cuestionamientos que aunque respondan a la mejor intención, no interpretan el momento político y psicológico. Nuestra gente está triste por la situación y hoy solo espera de todos nosotros, y en especial de quienes tienen la responsabilidad principal de conducción, seguir un camino claro y constructivo.

De aquí al 30 nuestro compromiso moral es luchar por el voto a la fórmula Lacalle-Larrañaga. No es un voto por el Partido Nacional sino por la causa republicana, para que no prospere la negación de la crisis educativa, para que no sigamos con el conformismo frente a la violencia que campea en la sociedad, para que no sea la marihuana la respuesta a los vacíos o temores de los jóvenes, para que “la política no esté por encima de la ley”…

La campaña colorada ha sido honrosa y levantada. Tirios y troyanos así lo dijeron. En el medio político se reconocía que Pedro Bordaberry lucía como el candidato más solvente. También que José Amorín debatía con inteligencia. Se lo agradecemos todos. Y si los resultados no han sido los que esperábamos, tenemos que asumir ahora nuestras primeras responsabilidades con altura y mirar hacia delante.

Estamos enfrentados a un compromiso de honor. Hay que salir a buscar a la gente. A explicarle. Y cuando el periodismo político nos pregunta sobre nuestras diferencias internas, hay que decir clara y rotundamente que no estamos más para discutir en público asuntos de familia sino para construir y que ahora, en nombre de nuestras propias causas, estamos procurando que el Frente Amplio, que ya tiene mayoría parlamentaria, no quede solo en el escenario. Después vendrán las elecciones departamentales y tenemos dos intendencias a defender y algunas más para reconquistar. Es otra instancia, es otro juego, donde si se actúa con inteligencia, se pueden cosechar mejores resultados. Y a partir de allí comenzará otro período.

Esos son los desafíos que tenemos por delante. A ellos debemos servir. Las discusiones sobre el pasado interno no interesan. Lo que todos queremos ver es un camino de futuro que ya debe comenzar a construirse cumpliendo los deberes principales. Tenemos causas permanentes para luchar y ellas están por encima de cualquier resultado circunstancial.

Colorados, a las cosas… ¡Arriba corazones!

Ocho razones para no votar al Frente Amplio

Producida la primera vuelta electoral, como colorado y batllista publiqué un artículo en que daba cinco razones fundamentales para dar el voto, en el balotaje, a la fórmula Lacalle-Larrañaga. Repito, la fórmula Lacalle-Larrañaga y no al Partido Nacional, porque ya no están en juego los partidos sino, como dice el propio Frente Amplio, dos candidaturas que presentan visiones distintas de país. A esas cinco, en estos pocos días, veo tres razones más, tan poderosas como las primeras. Recapitulando y añadiendo:

1) El país necesita un cambio urgente en la educación, cuyos paupérrimos resultados son una vergüenza nacional. El Dr. Vázquez niega esa crisis. La fórmula opositora nos asegura un intento serio de reforma.

2) El Dr. Vázquez insiste en la actual política de seguridad y ratifica la candidatura de Eduardo Bonomi como Ministro del Interior. ¿Pasar de 6.000 a 20.000 rapiñas en diez años no es una razón para rectificar rumbos?.

3) La política exterior no puede seguir “en el estribo de Brasil”, encerrados en un Mercosur que nos dificulta salir al mundo, agredidos por Argentina, atados a Venezuela y enterrando nuestra histórica amistad con Israel (que es nada más ni nada menos que defender a los valores occidentales).

4) El gobierno debe estar en manos de quienes elige el pueblo y no de corporaciones gremiales que manejan con autoritarismo y corrupción la vivienda, la salud y hasta imponen leyes con movilizaciones.

5) Preservar el Estado de Derecho e impedir que se sigan votando, a sabiendas, leyes inconstitucionales.

6) Defender de modo intransigente la libertad de expresión del pensamiento, amenazada por una ley de medios que ya se anuncia como “impostergable”.

7) Detener el irresponsable proceso de la legalización de la marihuana, que no ha ofrecido a los jóvenes la menor información sobre sus daños, que ni siquiera se ha podido poner en marcha y que ahora —colmo de los colmos— se está hablando de subsidiar su producción. Gravar el tabaco y subsidiar la marihuana sería el mayor atentado contra cualquier política de salud pública.

8) Ponerle freno a una mayoría parlamentaria que ya anuncia el abuso de su poder.

Para un demócrata, para quien cree en la libertad y la justicia social, se juega más de lo que parece en esta segunda vuelta. Como bien ha dicho y repetido el Dr. Hebert Gatto, el Frente Amplio es profundamente antiliberal. Hay que poner en presencia el medio país que no acepta esta deriva hacia un peronismo corporativo, que aleja a país de su tradición republicana y liberal.