Los espacios y los partidos políticos

La conformación de espacios políticos debe efectuarse desde los partidos políticos y no en contra de estos.

En el espectro opositor se ha puesto de moda hablar de espacios políticos, más allá de los partidos. Se dice, con algo de razón, que por qué no sumarnos aquellos que pensamos más o menos parecido. Justamente, para eso nació la doble vuelta, que permitió sumar los segmentos más parecidos de la opinión en una u otra opción.

Está claro que la oposición al Frente Amplio tiene que ofrecer una alternativa viable, capaz de generar confianza. En el comienzo de este tercer gobierno del Frente Amplio se advierten ya desgastes importantes y todo hace pensar que estos continuarán, porque su incoherencia ideológica ya hoy es insoslayable. Está claro que de un lado están los que creen que el desastre educativo merece un tratamiento y quienes piensan que estamos en el mejor de los mundos. Así como hay quienes creen que el Uruguay debe estar en el mundo comercial y quienes pararon la negociación preliminar del TISA, aun sin saber su contenido, por simple rechazo a la globalización.

Lo ocurrido en Venezuela y en Argentina alienta a la oposición y con razón. Pero la lección hay que entenderla en toda su dimensión. Continuar leyendo

¿Y la institucionalidad?

El ex presidente José Mujica sigue caminando por el mundo hablando de todo, diciendo una cosa y la otra, con muchos aplausos por su forma más que por el contradictorio fondo de sus dichos. Así, después de desearle suerte al Presidente electo de Argentina, dijo: “Mis temores tienen que ver con la estabilidad institucional de la República Argentina, en un dibujo político que no es fácil, no es sencillo, pero ojalá que esta desconfianza, también hija de la historia, no se confirme…”.
Ya sabemos que Mauricio Macri tendrá que enfrentar una situación gravísima: un país sin reservas monetarias, unos tipos de cambio distorsionados que van desde 9 a 15 pesos, una trama de subsidios cruzados que alteran la comercialización de productos básicos y una serie de reclamos que costarían mucho dinero a un presupuesto sin equilibrio fiscal. A partir de ahí, poner dudas sobre la institucionalidad argentina es aventurado y peligroso.
Que nos perdone el ex Presidente. Su personaje de Mujica comunicador tiene libertad de palabra, pero el límite se lo pone el Mujica ex presidente. No es cualquiera que habla. Es un ex presidente, que no puede —no debe— dudar de la institucionalidad de un país hermano que acaba de pasar por una ejemplar elección e instalar un nuevo partido en el Gobierno. Dudar de la estabilidad no solamente agravia al Gobierno electo, sino que quizás hiera aún más a la oposición, porque ya la está ubicando en actitud conspirativa.
Si hay temores de estabilidad, es porque se dibujarían ya en el horizonte corrientes que no aceptan el pronunciamiento electoral y estarían agazapadas esperando para dar el zarpazo. Continuar leyendo

El inocultable declive del populismo latinoamericano

La (mal) llamada “ola progresista” parece estar llegando a su fin. Terminado el ciclo de prosperidad importada, que alimentó un populismo incapaz de realizaciones duraderas, las sociedades de la región están dando claras señales de hartazgo.

La elección argentina ha sido un campanazo. Ha quedado claro que la sociedad argentina no soporta más el estilo de gobierno de la Dra. Cristina Fernández de Kirchner. Sus 46 cadenas mediáticas en lo que va del año, su retórica agresiva, su constante división de la sociedad, su arbitrariedad sin límites para agraviar adversarios políticos llega a su fin. Su candidato, un hombre moderado a quien se resignó pese a que no lo quería, la ha salvado de una hecatombe, pero la derrota en la poderosa provincia de Buenos Aires —el mayor distrito electoral del país— caracteriza un inocultable declive. Por cierto, la elección presidencial no está aún definida, pero cualquiera que gane sabe que tiene que modificar ese estilo y, en lo sustancial, muchas de esas políticas resultantes de una visión conspirativa que hacía de la Argentina la víctima aparente de las peores conspiraciones universales.

En Brasil la crisis se sigue profundizando y las revelaciones sobre la corrupción del Partido de los Trabajadores y la fuerza que comandó Lula da Silva estos años no tienen precedentes en la historia de la potencia del norte. A sólo un año de su nuevo Gobierno, Dilma Rousseff ve tambalear su permanencia.

La situación de Venezuela, por su parte, es también dramática. Los líderes opositores arbitrariamente presos, los medios de comunicación sometidos, la economía en un descalabro inédito en un país con un mínimo de desarrollo y la corrupción instalada en el Gobierno, exhiben un panorama realmente crítico. Continuar leyendo

¿Qué es el “Ateneo Libre”?

El martes pasado, en la Casa del Partido Colorado, presentamos, junto al Dr. Jorge Batlle y un calificadísimo núcleo de ciudadanos colorados, lo que hemos llamado “Ateneo Libre”. Somos, simple y sencillamente, un conjunto de gente que ha tenido responsabilidades institucionales y se siente en la obligación de generar discusiones, análisis y aun pronunciamientos sobre la vida del país, que enfrenta un momento particularmente neblinoso.

No se trata de una agrupación con finalidades electorales ni nada que se le parezca. Ni lo es ni lo será. No venimos a competir con nadie en ese terreno, sino a contribuir con todos, tratando de ayudar al Partido en la difusión de sus ideas y en la permanente actualización de sus enfoques. Por eso el primer acto fue presentarnos ante el Comité Ejecutivo Nacional, la mayor autoridad partidaria, para informar de nuestro emprendimiento y ponernos a sus órdenes en el esfuerzo de recuperación en que está empeñado.

Ha pasado el tiempo de la bonanza que nos regaló el mercado internacional en la última década y nuestra economía vive una situación que comienza a ser realmente difícil. Lo hace desde la debilidad de un Gobierno jaqueado y superado por el sindicalismo. La fractura social se sigue profundizando y la situación de seguridad es una expresión tan rotunda que hasta los inmigrantes sirios, que vienen de una guerra, se quejan de ella.

La educación sigue en manos de las gremiales y el futuro del país se ve comprometido por la sobrevivencia, en el Frente Amplio y el PIT-CNT, de una mentalidad sin convicción democrática ni aceptación de la economía de mercado. Es duro decirlo pero es la verdad. Si hubiera un verdadero sentimiento democrático, no se podría seguir creyendo que Cuba o Venezuela son democracias. Si se entendiera lo que es la economía moderna, globalizada, no se estaría impugnando negociación para alcanzar la liberalización del comercio de servicios, desde un país en que su economía cada vez más se basa en ellos.

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El Frente Amplio es peronista, no batillista

La analogía entre Batllismo y Frente Amplio es profundamente equivocada, salteándose las profundas diferencias filosóficas e ideológicas entre ambas formaciones políticas. En cambio, cada vez más, el Frente Amplio se aproxima a la práctica histórica del peronismo.

Dejándose llevar por una prédica que viene realizando el Frente Amplio desde hace algún tiempo, algunos calificados periodistas han establecido un paralelo entre el Batllismo y el Frente Amplio, a partir de que éste se ha convertido en un partido cuasi hegemónico, que ha logrado ganar tres elecciones seguidas. El éxito electoral del Frente Amplio es obvio y, en ese sentido, puede entenderse que se establezca una comparación con lo que fueron los tiempos de mayoría batllista, antes y después de la dictadura. Si vamos a la sustancia, en cambio, nada tiene que ver el Frente Amplio con lo que fue —y sigue siendo— el Batllismo, sustantivamente distinto al corporativismo de raíz peronista hacia el cual se ha deslizado el oficialismo uruguayo.

Ante todo, el Batllismo es “democracia liberal” y el Frente Amplio no puede decirlo cuando su Presidente acuñó ya el siniestro concepto de que “la política predomina sobre lo jurídico”, ampliamente publicitado cuando el Mercosur suspendió arbitrariamente al Paraguay y habilitó el ingreso de Venezuela. Como ha dicho el Dr. Hebert Gatto en reciente artículo, “está claro que pese a las mutaciones ideológicas que atravesó la izquierda, es su fuerte antiliberalismo el que aún la domina”, lo que pone “en juego diferentes valoraciones sobre el individuo, las clases sociales, el constitucionalismo, las garantías de los derechos y las formas futuras de convivencia económico-social”. 

La catarata de leyes inconstitucionales, votadas deliberadamente bajo esa condición, ratifica la idea de que el Estado de Derecho no es un valor a cuidar para el frentismo. Nada debería sorprender cuando, al lado de dirigentes demócratas, militan comunistas y tupamaros, que si bien hoy actúan bajo los códigos, lo hacen por interesada resignación y no por una convicción claramente asumida. El modo abusivo en cómo han empleado su mayoría parlamentaria es reveladora de esa estirpe autoritaria que alienta en vastos sectores frentistas.

Ello se refleja también, inequívocamente, en nuestra política exterior, arrastrada hacia la devoción a la dictadura cubana y a la cripto-dictadura venezolana, que todos los días pisotea las más fundamentales libertades. Por cierto, el Uruguay mantuvo siempre relaciones diplomáticas con regímenes contrarios a su sistema, en una línea de pluralismo ideológico que no contaminó los vínculos formales de nuestra República. Con Cuba y Venezuela, nuestro gobierno ha actuado, más allá de ese rumbo, adhiriéndose a sus prédicas liberticidas; se han declarado hermanados y han defendido aun las disparatadas disposiciones del Presidente Nicolás Maduro. En esa misma línea, se ha enterrado la clásica defensa de la existencia del Estado de Israel para sumarse del peor modo al coro de sus enemigos.

En otro terreno fundamental, es evidente que las corporaciones sindicales ejercen el verdadero poder en la estructura frentista. Los episodios en la administración de la salud, la vivienda, la educación o el voto parlamentario impuesto a sus legisladores por el SUNCA en la conocida ley de responsabilidad empresarial, son testimonio irrefutable de esa subordinación política a la imposición gremial. La actitud del Batllismo fue históricamente distinta, porque respetó el valor del sindicalismo sin que desde el gobierno se le contaminara políticamente. En los tiempos en que el Batllismo estaba en el gobierno y manejaba los resortes de la política social, siempre consideró que el Estado debía ser el árbitro entre el capital y el trabajo y que éticamente el partido de gobierno debía abstenerse de cooptar a la dirección gremial. No hay duda de que Batlle y Ordóñez podía haberlo hecho en su tiempo, pero su política fue explícitamente la de no interferir en la vida gremial.

Por esta razón, el gobierno frentista es perfectamente comparable con el peronismo histórico y el kirchnerismo actual, que asientan su poder en el manejo de una poderosa estructura gremial que ejerce un poder de hecho y es administradora de fondos públicos. Si algo faltara, como definición, basten las recientes expresiones de la Senadora Topolanski, que afirmó en reportaje a Brecha que “las mayorías que no se consiguen en el Parlamento, se consiguen con la gente en la calle”.

En el ámbito de la concepción democrática, el Batllismo rechazó la lucha de clases como motor de la historia y sostuvo siempre que la democracia, con el voto ciudadano, era el camino para que los más pudieran influir en el rumbo del país. Por el contrario, el Frente Amplio se ha alejado de esa línea de conciliación social y ha estimulado con rencores la división de la sociedad. En ese sentido, son ejemplares las palabras del Presidente Mujica en su reciente audición, llamando al odio entre pobres y ricos, como si nuestra sociedad no fuera una gran congregación de clases medias, con minoritarios extremos a sus dos puntas, que no desfiguran la igualdad ante la ley que es código histórico de nuestra nacionalidad.

Son demasiado profundas estas diferencias para deslizarse hacia esa comparación equivocada. El Frente Amplio es cada día más peronismo y menos socialdemocracia y, más allá de la retórica, así lo dicen los hechos.