Una nueva etapa de mayor confianza

En 1970, Walter Mischel, un profesor de la Universidad de Stanford, llevó a cabo un experimento para estudiar la gratificación diferida en las personas. Es decir, la capacidad que tiene una persona de controlar un deseo o una tentación para, en vez de recibir una recompensa instantánea, obtener algo de mayor valor en el futuro. El experimento es popularmente conocido como la prueba del malvavisco o Marshmallow experiment.

El ensayo consistió en ofrecer a niños de diversa edad —de cuatro a seis— un plato con un malvavisco (o una galletita) y dos opciones: podían comer el malvavisco o esperar un tiempo incierto ante la promesa de que obtendrían otro extra. Aquellos que tenían la capacidad de esperar unos 15 minutos obtenían como recompensa un segundo malvavisco. Durante las décadas siguientes, el profesor Mischel hizo un seguimiento de cada niño y encontró un correlato sorprendente. Los que habían sido pacientes en el experimento luego obtuvieron mejores notas en exámenes, mostraron menores índices de obesidad y alcanzaron puestos de trabajo mejor remunerados.

En 2012, la Universidad de Rochester llevó a cabo un estudio similar, pero con una diferencia sustancial. Antes de someterlos al mismo experimento, dividieron a los niños en dos grupos y realizaron un ejercicio previo. Al primero le prometieron reiteradas veces una recompensa mayor (pinturas y crayones para jugar), pero nunca cumplieron con la entrega. Con el segundo cumplieron todas las promesas. Al comenzar el experimento, la gran mayoría de los niños del primer grupo se comió el malvavisco sobre el plato sin esperar al segundo.

¿Qué podemos aprender de estos dos experimentos? Continuar leyendo

Una nueva generación de argentinos coreanos

“Los coreanos son los latinos de Asia”, dijo entre broma y franqueza Jorge Roballo, el embajador argentino en Corea del Sur, en una entrevista. Roballo reconoce que en el fondo los coreanos y los argentinos somos similares: apasionados y emocionales, para quienes crear vínculos personales de confianza es muy importante.

Las relaciones diplomáticas de Argentina con el país asiático comenzaron en 1962 y casi coinciden con la llegada de las primeras familias surcoreanas a la Argentina, en 1965. Desde entonces, la generosidad de este país supo abrazar a una colectividad de treinta mil coreanos.

Este año se cumplen 50 años de inmigración, tiempo que no podemos menospreciar: En medio siglo se forman nuevos países, sucumben viejos imperios y hasta cambian los mapas del mundo; en definitiva, medio siglo es tiempo suficiente para que sucedan cambios profundos en cualquier sociedad.

Para la colectividad coreana 50 años significan, además, la transición y la maduración de dos generaciones diferentes: La primera, que en su mayoría llegó durante la década de los ochenta y noventa, y la segunda, que nació y se crió en el país posteriormente.

Como miembro de la comunidad, pero también como argentino, este aniversario me llama a reflexionar sobre el camino recorrido y el futuro por venir. Continuar leyendo

Cuando la educación es prioridad de todos

En 1960 Corea del Sur tenía un PBI per cápita menor al de Ghana. El país estaba devastado, porque apenas unas décadas antes había sufrido la invasión del Imperio japonés y, luego de independizarse, una guerra prolongada con Corea del Norte. Con una extensión de tan solo un tercio del territorio de la provincia de Buenos Aires, Corea se encontraba sin recursos naturales explotables y sin una población capacitada. De hecho, era uno de los países asiáticos con mayor tasa de analfabetismo en la región. Parecía estar condenado a tener un futuro negro.

Frente a esta situación, Corea del Sur tomó una decisión cardinal: la mayor apuesta del gobierno fue en educación, que desde entonces se volvió una férrea política de Estado. Medio siglo después, los resultados son contundentes: los estudiantes coreanos son unos de los más competitivos del mundo. Alcanzaron los mejores resultados en matemática y lectura en los exámenes PISA de 2012 (quinto lugar), superaron así a todos los países europeos, incluyendo a Finlandia.

Asimismo, obtuvieron el mejor rendimiento del mundo junto a los estudiantes de Singapur en las pruebas PISA para la solución creativa de problemas complejos, un examen que evalúa la capacidad de los estudiantes para razonar de forma autónoma y resolver problemas de la vida real. Continuar leyendo

Un coreano más a las grandes ligas

Nadie prestó demasiada atención en 2006 cuando el actual secretario general de la ONU, el coreano Ban Ki-Moon, se presentó como candidato para liderar la organización internacional más importante del mundo. Corea del Sur, que tiene apenas un territorio equivalente a un tercio de la provincia de Buenos Aires, perdía tanto en tamaño como en poderío económico contra las otras dos potencias de Asia: Japón y China.

Sin embargo, en octubre de 2006, en contra de todos los pronósticos, Ban Ki-Moon asumió la Secretaría General de la Organización de Naciones Unidas en una elección sin precedente y se convirtió en el primer coreano en la historia en liderar ese organismo supranacional. Continuar leyendo

Protocolo confuciano

Hace unos días la Presidente Cristina Fernández de Kirchner viajó a China para “profundizar la Alianza Estratégica Integral de Argentina con la economía más grande del mundo”. El viaje tuvo lugar en un contexto económico e institucional muy sensible del país, golpeado por la recesión y por la muerte del fiscal Nisman, quien estaba investigando a la Presidente por la causa del atentado a la AMIA.

El miércoles, durante las reuniones oficiales con empresarios chinos, la cuenta oficial de twitter de la mandataria publicó un mensaje en el que reemplazó las letras “R” por las letras “L” en tono de burla a la pronunciación del idioma asiático. Inmediatamente publicó otro mensaje justificando la burla como una manera de digerir las cosas con humor. El error fue doble. Continuar leyendo

Los desafíos culturales de las colectividades asiáticas

La Argentina se construyó en base a muchas colectividades de inmigrantes que vinieron para buscar un futuro mejor. Las más recientes son las colectividades asiáticas: la japonesa lleva un siglo en el país, la coreana medio y la china unas décadas. Es decir, las tres colectividades transitaron el traspaso generacional y tienen hijos que nacieron, se educaron y crecieron siendo argentinos; que compartieron con la Argentina el caudal de una vida en común y se nutrieron con hábitos, costumbres e ideas compartidas.

A pesar de esto, las nuevas generaciones asiático-argentinas mantienen dos desafíos culturales con los cuales tienen que lidiar frecuentemente. La primera se refiere a la palabra ”chino”, utilizada en la Argentina para definir a cualquier persona con rasgos asiáticos, sea de la ascendencia que sea. La segunda reside en la falta de ejercicio de la sociedad para acostumbrarse a un paisaje urbano con “nuevos argentinos” de ojos rasgados.

Es cierto que China, Corea y Japón comparten ancestros en algún punto remoto de la historia. No obstante, son tres naciones profundamente diferentes que toman como ofensa la falta de apreciación de sus respectivas identidades. Está claro que no todos los asiáticos son necesariamente chinos, ni China es el único país de Asia. Sin embargo, muchas veces la gente recurre a una simple generalización, probablemente obligada por una ignorancia natural y no malintencionada. Basta con entender que hay grandes diferencias entre China, Corea y Japón, para saldar este desafío.

Resolver el segundo desafío cultural es una responsabilidad compartida por ambas partes: la sociedad argentina y los “nuevos argentinos”. Emigrar significa muchísimas cosas, entre ellas, renunciar. Cuando uno emigra a otro país, deja un pedazo de su historia, cultura, tradiciones y costumbres detrás, para avanzar. En cuanto llega al nuevo lugar, comienza a “negociar” cuánto de lo nuevo va a absorber y cuánto de lo viejo va a resignar.

A la generación que le sigue a ésta que se abrió paso en el nuevo país le toca un rol diferente porque le tocan condiciones diferentes. La última tiene la generosa oportunidad de permitirse ser genuinamente parte de su país natal y al mismo tiempo ser parte del país de sus padres.

La necesidad de ejercicio de ambas partes se refiere a que, en primer lugar, la nueva generación debe esforzarse para integrarse completamente a la sociedad argentina, sin excusas. Y en segundo lugar, a que la sociedad debe permitir fluir ese esfuerzo sin mayor resistencia. Esto es, aceptar este nuevo paisaje urbano, en donde no sólo tenemos argentinos con rasgos occidentales, sino que también tenemos argentinos con rasgos orientales.

Me gusta mucho una frase del legislador Iván Petrella, para quien trabajo, que va en este sentido: “La Argentina, en verdad, se resiste a ser un país de la identidad estática porque le sienta mucho mejor ser un país de la diversidad: distintos orígenes, religiones, historias y lenguajes coexistiendo en paz”.

A la Argentina que viene me la imagino cosmopolita e integrada al mundo como un ejemplo a seguir de convivencia cultural armoniosa. Pero para esto no podemos esperar pasivamente a que la inercia del cambio generacional y la globalización acomoden los prejuicios a su gusto. Aportar a la integración es una decisión diaria de cada uno de nosotros y cada momento es una oportunidad para afianzarla o fracturarla.

Hay un refrán coreano que dice que uno llega a apreciar hasta donde conoce. Conocer y entender al prójimo es la tierra fértil que luego da lugar al respeto, una de las virtudes que tenemos que afianzar para marcar el sendero ideal que queremos transitar en nuestra democracia.

El mejor regalo del Papa Francisco a Corea del Sur y a nuestra colectividad

Hace unas semanas se oficializó la visita del Papa Francisco a Corea del Sur el próximo 14 de agosto. Es la tercera visita en treinta años de un Papa al país asiático. Las dos primeras fueron realizadas por el Papa Juan Pablo II en 1984 y 1989.

El Sumo Pontífice llegará a Seúl y se encontrará con la Presidente Park Geun-Hye.  En los días posteriores, oficiará una misa de la Asunción de la Santísima Virgen, se reunirá con jóvenes católicos de quince países asiáticos en la Sexta Jornada de la Juventud Asiática, llevará a cabo la beatificación de 124 mártires coreanos, realizará visitas a diferentes hogares y finalizará celebrando una misa en la catedral Myengdong en Seúl, la más importante de Corea.

Corea es, geográficamente, el país más alejado de la Argentina. Esta distancia se replica en la cultura, las tradiciones, el idioma, la idiosincrasia y las costumbres. Si bien obviamente el Papa no está visitando Corea del Sur en representación de Argentina, sino de la Iglesia Católica, el evento puede ser aprovechado para avanzar en el conocimiento mutuo de dos países tan diferentes. La visita del argentino más influyente del mundo es, en este sentido, una gran oportunidad. 

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