Impuesto al desértico mercado de capitales argentino

Leandro Gabin

“La idea es gravar la renta financiera con equilibrio, sin demagogia, analizando el costo-beneficio para no ser un espanta inversiones financiero, pero la timba financiera tiene que ser gravada”. Con esa frase, el diputado kirchnerista Héctor Recalde volvió a marcar la cancha con lo que será el proyecto para gravar las “ganancias” en el mercado de capitales.

Más allá de las consideraciones, quienes buscan colocar impuestos a las transacciones con activos financieros no deberían olvidar dónde van a ir a pescar. El mercado de capitales argentino es insignificante, tanto por cantidad de empresas cotizantes, volumen, interés del público en general, y demás. O sea, se buscará colocarle un impuesto a una actividad marginal, subdesarrollada, y sin estímulos para crecer.

Esto no es un dato nuevo. Lo poco relevante de la actividad financiera y bursátil en el país no es un slogan del sector, carente de un poder de lobby que pueda frenar el proyecto. Sino del mismísimo Gobierno.

Según la Comisión Nacional de Valores (CNV), el organismo que regula el mercado de capitales y que depende del Ministerio de Economía (léase el brazo bursátil del Gobierno), “el mercado de capitales presenta escaso desarrollo en términos relativos a otras economías comparables latinoamericanas”.

En una presentación que hizo la misma CNV hace unos meses, se detalla lo insignificante del mercado local:

-En la Argentina cotizan 107 compañías, contra 245 en Chile, 277 en Perú y 365 en Brasil. Esto solo haciendo la comparación con mercados regionales.

-Argentina tiene 292 fondos comunes de inversión registrados contra 548 en México, 2215 en Chile, 2457 en España y 11.935 en Brasil.

-Es casi inexistente la cantidad de clientes que tienen los fondos: Argentina ostenta unos 139 mil, mientras que en México más de 2 millones, más de 5 millones en España y unos 10,5 millones en Brasil.

Otros indicadores hablan a la claras del poco interés que ya tiene en la población el mercado capitales, algo que si aparece un impuesto a la renta, terminará por sepultar. En base a un encuesta del 2007 que hizo la CNV en todo el país (la última de la que haya registro), el 78% desconoce cuáles son los instrumentos del mercado de capitales. Y solo el 8% realizó al menos una inversión en el mercado de capitales.

Todo esto demuestra que antes que aplicarle un impuesto, al mercado de capitales habría que desarrollarlo. En otros países del mundo donde se aplican gravámenes a la renta financiera, primero se tiene un mercado a quien cobrarle. Pareciera que esa parte del análisis es la que falta a Recalde, como también le faltó al otrora banquero Alfonso Prat Gay que propuso un proyecto en esa línea.

Más allá de la retórica popular y tribunera de estos proyectos que buscan castigar a los “especuladores” y “financistas” de la Argentina, lo cierto es que resultará improbable reducir el Impuesto a las Ganancias por gravar la renta financiera. Sencillamente porque generará que las pocas operaciones que se hacen en la Argentina se realicen desde el exterior. Actualmente el 90% de las operaciones con acciones argentinas se hace vía Nueva York (los ADR). O sea, lo que mueven en la Bolsa de Comercio es muy insignificante. Con el impuesto, será el 100% lo que se negocie puertas afuera. Lo mismo que decir que el mercado de capitales se terminará de extranjerizar completamente.

¿Cómo buscará el Gobierno que el inversor minorista compre, por ejemplo, los bonos de YPF cuando se le está advirtiendo que tendrá un impuesto en el futuro cercano? ¿En que quedará la reforma del mercado de capitales que impulsó el Ejecutivo para “desarrollar” la actividad financiera? ¿Finalmente, pasará el filtro oficial? Amado Boudou frenó el último intento de avanzar sobre este tema, cuando convenció a Cristina Kirchner que lo que se recaudaría sería irrelevante. La presidenta ahora estará presente a fines de este mes en otro aniversario (el 159) de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Se esperarán definiciones políticas sobre el futuro de un mercado de capitales que nunca terminó de despegar.