Internacionalizar la educación superior

Leandro Goroyesky

En un mundo cada día más globalizado, la educación es un aspecto central que sitúa a los países en la era del conocimiento. El flujo migratorio en general es un elemento de análisis central para el desarrollo, y en ese sentido la movilidad de estudiantes extranjeros a nivel internacional es un elemento que permite potenciar el quehacer nacional. El estudiante extranjero genera efectos positivos en diversos sectores de la vida de un país. Desde el aporte académico en su ámbito de estudio, cultural en su enraizamiento social, turístico en su afán por conocer nuevos rumbos y económicos en el aporte al consumo y la recaudación impositiva.

Según información pública de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en 2012 4,5 millones de estudiantes universitarios cursaron en el extranjero. Por ende, incentivar la recepción de alumnos internacionales, debe transformarse en un desafío de suma relevancia para el sistema educativo nacional.

Los datos oficiales proporcionados por la Secretaría de Políticas Universitarias de la Nación informan que, en dicho año, 50 mil alumnos extranjeros cursaron en instituciones de educación superior en nuestro país. El número refleja un incremento loable teniendo en cuenta que en 2008 nuestro país recibió 24 mil estudiantes extranjeros.  Cabe señalar que según el relevamiento oficial de la Presidencia, la matrícula total de alumnos del sistema de educación superior argentino en 2013, ascendió a 1.808.000 estudiantes. El margen de crecimiento sigue siendo promisorio.

Los buenos resultados obtenidos hasta el momento obedecen a múltiples factores.  Nuestro país ha progresado en la materia. En el 2006, a fin de promover la actividad universitaria argentina en el exterior y dar respuesta a requerimientos nacionales de asistencia especializada, el Ministerio de Educación de la Nación creó el Programa de Promoción de la Universidad Argentina (PPUA). Dicha repartición ha realizado una importante labor en la promoción integral de la oferta educativa argentina, aglutinando en misiones y ferias internacionales a instituciones públicas de gestión estatal con instituciones públicas de gestión privada. Asimismo, cabe destacar el trabajo coordinado con la Fundación Exportar  y con los gobiernos de la Ciudad de Buenos Aires y de la Provincia de Buenos Aires, respectivamente. Aquí primó el trabajo conjunto y coordinado sobre los intereses políticos particulares, funcionando el estado como eje coordinante del trabajo, potenciando y no obstaculizando el trabajo armónico de las universidades.

Políticas públicas de estas características nos permiten visualizar que nuestros dirigentes pueden trabajar en conjunto, más allá de sus diferencias partidarias, en búsqueda del desarrollo nacional. No obstante ello, el impulso político que tuvo la actividad durante los últimos años, pareciera enfriarse producto de una serie de factores nacionales e internacionales que lo alejan del foco de interés. Sobre ellos debemos trabajar.

Analizando el total de alumnos extranjeros en el mundo, según la UNESCO,  Estados Unidos recibe al 19%  del total, seguido del Reino Unido con el 11 %, Australia con un 8 %, Francia con el 7%, Alemania con el 6% y Japón con el 4%. De todas formas, y dada la reconfiguración del orden internacional, la educación argentina debería prestar mayor atención al Asia Pacífico: más de 500.000 chinos salen anualmente de su país a estudiar en universidades extranjeras. Alrededor de 200 mil estudiantes provenientes de la India recorren universidades internacionales para completar sus estudios y 50 mil malayos “exporta” el sistema universitario de aquel país. Sin dudas es un dato de suma relevancia que debe ser abordado con profundidad, teniendo en cuenta las variables migratorias y pedagógicas, alejadas de cualquier prejuicio específico.

Como referencia de plaza educativa hispanoparlante, en España, el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte informó que sobre 1.469.653 estudiantes en el ciclo lectivo 2012/13, 110 mil alumnos eran extranjeros de intercambio, entre comunitarios y extra comunitarios. Vale recalar que el 40% de dichos estudiantes proviene de Latinoamérica.

Por otra parte, el programa ERASMUS de movilidad estudiantil, impulsado por la Comunidad Europea hace más de 20 años, ha demostrado ser de una gran valía en la cosmovisión de los egresados europeos. El MERCOSUR debería diseñar con celeridad un plan de similares características, a fin de lograr la tan mentada unidad sudamericana. Argentina tendría que impulsar un acuerdo de este tipo ya que se transformaría en un destacado actor a nivel regional, dada la competitividad del sistema educativo superior, que asegura la calidad y el amplio acceso en el ámbito de Grado y Posgrado en instituciones de gestión estatal y privada.

En este contexto tratando de abordar la situación como una verdadera política de estado, nuestro país debería proponerse, en un plazo de 8 años, que los estudiantes extranjeros representen el 10 % del total de la matrícula educativa del nivel superior (a datos de hoy 180 mil alumnos). De este modo la internacionalización universitaria generaría un efecto positivo en el campo educativo, social y económico. Un desafío posible.