Campañas anticipadas, un problema sin resolver

Me tomo tres párrafos para dar a conocer una experiencia regional que intenta ponerle límites a la campaña anticipada.

Las elecciones presidenciales en Guatemala se realizarán el 13 de septiembre de 2015. Sin embargo, la campaña electoral se adelantó inusitadamente. El Tribunal Electoral no anduvo con vueltas y en julio de 2014 tomó una medida extrema. Se le quitó la personería jurídica a once partidos políticos. En esa lista figura el poderoso partido de gobierno, el partido Patriota.

La resolución del TSE fue emitida en conferencia de prensa por el pleno de los magistrados y ante la mirada atenta de la sociedad. Rudy Pineda, presidente del TSE, dijo que la suspensión sería por seis meses, pero se podría levantar antes si cesaba el mensaje que originó la sanción. Eso sí, si dichas agrupaciones no cumplían con lo requerido por el TSE al concluir la sanción “se cancelaría el partido político”. Así de fácil.

Toda la institución electoral se ocupó del tema: el equipo de trabajo estuvo conformado por 15 inspectores regionales, 22 delegados departamentales, 312 subdelegados municipales y personal administrativo, quienes verificaron en todo el país la existencia de propaganda electoral anticipada. Por esta decisión el Tribunal recibió el apoyo de muchas organizaciones no gubernamentales y se ganó el respeto de la ciudadanía al comprobar que había voluntad política por parte de las autoridades. Esta es la corta historia de una institución que pasó de tener poco prestigio a tener mucho.

En la Argentina la campaña anticipada se ha naturalizado. Un año antes del inicio formal de la campaña electoral los precandidatos nos brindaron un festival de proselitismo; contrataron cartelería en vía pública y gigantografías en autopistas y rutas de manera legal. Ya no se trata, como en las elecciones anteriores, de pintadas o afiches pegados en postes a las 3 de la madrugada. Es muy fácil advertir que estos carteles presentan el nombre de la empresa propietaria del cartel o la cartelera, el cuit y el teléfono de la misma. De esta manera se puede determinar fácilmente quién es el que ha pagado por esa publicidad política ilegal.

Sin embargo, poco se ha hecho. La Cámara Nacional Electoral incorporó en su portal una sección de denuncia que no ha tenido la correspondiente difusión. En soledad el fiscal Jorge Di Lello convocó a las empresas de publicidad para informarles acerca de la normativa electoral y advirtió que podría intimarlas en caso de no cumplir con la misma.

Si bien esto representa un avance debemos dejar en claro que llega tarde. Por lo menos doce meses tarde. Durante ese año se produjo un golpe letal para toda concepción comprometida con las elecciones limpias, transparentes y equitativas. Al día de hoy, y más allá de este esfuerzo de la Justicia, el país se encuentra inundado de carteles de precandidatos, sobre todo de los que actualmente detentan algún cargo en el ejecutivo nacional, provincial o municipal. No por casualidad tenemos instaladas a nivel nacional solo tres precandidaturas. La campaña anticipada actúa como una suerte de imposición de mercado (político), algo a lo que estamos muy acostumbrados los consumidores cuando nos dirigimos a una góndola de supermercado.

De mucho no han servido las exhortaciones que la Cámara Nacional Electoral les envió a todos los jueces federales que entienden en materia electoral para que cumplan con la ley.

Acerca de los costos que representa la campaña anticipada poco se habla, lo que sí puede asegurarse es que se trata de cifras multimillonarias. Dinero de dudosa procedencia que no se rinde, que no existe.

La campaña anticipada es un problema mucho más grave de lo que se imagina. Involucra dos temas centrales que hacen a la calidad democrática: equidad electoral y financiamiento. Constituye la piedra basal de uno de los déficits más generalizados de la región: la ausencia de condiciones para la alternancia, o dicho de otro modo, la feudalización de la política, que es casi lo mismo. Con la naturalización de la campaña anticipada ganan los “partidos de poder”, los que se ubican en una posición de privilegio, ya sea gobernando una nación, una provincia o un municipio.

Si la normativa no es clara o no es operativa, hay que mejorarla o reemplazarla, pero lo que no puede pasar es que algo ilegal se torne normal. Si la autoridad de aplicación no aplica estamos ante un gran problema que afecta al sistema político en su conjunto. Si se trata de un problema “cultural” queremos decir que nada efectivo se ha hecho para lograr cambios de prácticas en este sentido.

Las autoridades electorales deben primero reconocer el problema para avanzar en su solución. Lamentablemente, este proceso electoral ha sufrido consecuencias negativas que parecen irreversibles; sin embargo, el ejemplo de Guatemala nos puede servir de estímulo ya que confirma que algo se puede hacer al respecto. Solo hace falta un poco de voluntad política.

La OEA debe acompañar las elecciones generales

La Organización de los Estados Americanos (OEA) tiene un Departamento para la Cooperación y la Observación Electoral (DECO). Desde 1962 se implementaron más de 200 Observaciones Electorales en 27 de los 34 Estados miembros de la OEA, desplegando más de 5.000 Observadores Internacionales.

Una experiencia muy rica para analizar pero por sobre todas las cosas ha resultado fundamental para la consolidación de muchas democracias de la región como así también para superar escenarios de alta conflictividad política.

Me tocó participar de estas Misiones de Observación Electoral (MOE) en varias oportunidades y pude percibir en carne propia el respeto que emana en los actores políticos, sea en la inhóspita soledad de la puna boliviana o en la periferia de la selva peruana. La sola presencia de un Observador Electoral disipa toda intención de cometer irregularidades por parte de los que controlan el territorio.

En la Argentina nunca se invitó a una Misión de Observación Electoral. De las 200 MOEs ninguna pasó por aquí. Para que esto ocurra los gobiernos deben hacer el pedido formal. Nunca se ha hecho aun cuando el país financia las MOEs que se implementan en los distintos rincones de la región.

El clima político en nuestro país amerita que se tomen medidas adicionales para garantizar la seguridad del proceso electoral.

Notamos que poco se discute acerca de la seguridad de las elecciones 2015. Esta cuestión no está en la agenda y merece mucha atención.

Las elecciones íntegras presentan un requisito central: el elector no puede ejercer libremente sus derechos políticos en contextos de violencia y presión.

A los hechos “habituales” (que lamentablemente hemos naturalizado) deben sumársele declaraciones de los propios dirigentes del oficialismo que aseguran que será una campaña y una elección “violenta”. Así lo ha manifestado, por ejemplo, un senador de la nación del partido de gobierno, Marcelo Fuentes.

En nuestro país tenemos distritos más problemáticos que otros. El caso de la provincia de Buenos Aires es el que merece más atención. Allí se concentra el 40% del padrón electoral y se han sucedido una cantidad importante de problemas, algunos muy conocidos como el robo sistemático de boletas en 2007 y en las elecciones posteriores inclusive.

También contamos con la información de las últimas elecciones sobre las mesas de votación en donde se registraron irregularidades o resultados que se han distanciado mucho del promedio general.

Es por ello que Transparencia Electoral le ha enviado una nota a la Dirección Nacional Electoral del Ministerio del Interior con la intención de que arbitre los medios necesarios para solicitar la presencia de observadores de la OEA en las próximas elecciones, lo cual representará una medida preventiva más a fin de garantizar elecciones íntegras y seguras.

La OEA podría hacer una significativa contribución en este clima complejo que atraviesa nuestro país.

No hay ningún argumento que se oponga a esta posibilidad. Inclusive si se negara la tensión que se respira en el escenario prelectoral, las MOEs también podrían hacer su aporte. Sus informes y sus recomendaciones podrían ayudarnos a resolver problemas relacionados con campaña anticipada, financiamiento, clientelismo, entre otros.

Si se trata de mejorar nuestro proceso electoral, no debe haber lugar para especulaciones, ni para prejuicios, ni tampoco se trata de apelar con argumentos de soberanía política. La OEA puede y debe acompañar las elecciones presidenciales del 2015.