Plan Pro.Emple.Ar: un anuncio más que positivo

Lorena Putero

Nota escrita con Mariela Molina[1]

 

No es noticia decir que el mundo atraviesa una crisis del empleo, situación que se agudiza entre los más jóvenes ya que según datos de la OIT el desempleo juvenil mundial es superior al 13%. Es en línea con esta situación mundial y en particular para enfrentarla en nuestro país que el PRO.Emplear resulta un anuncio más que positivo.

Según explicó el Ministro de Trabajo, Carlos Tomada, se compone de un conjunto de instrumentos para proteger el empleo, promover el trabajo registrado e incentivar la inserción laboral de trabajadores en situación de actual vulnerabilidad, prevé articular las políticas de formación profesional y apoyo para lograr un mayor nivel educativo, de entrenamiento e inserción laboral y las relacionadas con la aplicación de incentivos a la contratación a fin de mejorar de forma sistémica la empleabilidad de personas en situación de vulnerabilidad, facilitando del mismo modo su inserción en el trabajo registrado.

Se trata de la articulación de varias medidas de política que permite trazar una trayectoria orientada hacia el empleo registrado. Por ejemplo, aquellos jóvenes beneficiarios del programa Progresar, en el que se asiste a jóvenes en condiciones de vulnerabilidad con 600 pesos por mes, pueden ver incrementado ese beneficio a 2.000 pesos por mes si ingresan a trabajar a una fábrica, por medio del Programa de Inserción laboral, ya existente, que promueve la inserción de trabajadores y trabajadoras desocupados en empleos de calidad, mediante la implementación de incentivos económicos a las empresas que decidan incrementar su dotación de personal. Luego, si la fábrica decide emplear a ese joven de forma definitiva el aporte del Estado se elevará a 2.700 pesos para completar el sueldo básico del convenio y tendrá una duración del beneficio entre 6 y 12 meses, de acuerdo a cada industria. De modo que lo que se logra es potenciar los posibles impactos positivos de los diferentes programas de empleabilidad existente.

Además, una de las medidas más celebradas es la posibilidad de combinar dos beneficios existentes como el otorgado por el Progresar con el Programa de Inserción Laboral o las Acciones de Entrenamiento para el Trabajo en Empresas (que son prácticas en ambientes de trabajo que incluyen procesos de formación y tutoría para enriquecer las destrezas y habilidades de trabajadoras y trabajadores desocupados), junto con el beneficio otorgado por el Progresar.

Ahora bien, en el contexto actual de transformaciones del mundo del trabajo, el mercado laboral se tornó un espacio inseguro en muchos aspectos vinculados al empleo y generador de identidades fragmentadas en torno al trabajo. En este sentido, el trabajo autogestionado que ofrecen actores de la economía social y popular, como empresas recuperadas y otras organizaciones cooperativas, se presenta como una fuente de puestos de trabajo, que adicionalmente, constituye una respuesta posible para enfrentar dichas fragmentaciones e inseguridades.

En este sentido, el sector de la economía social y popular ha adquirido visibilidad pública a partir de la crisis del 2001, cuando experiencias como el trueque, emprendimientos de organizaciones sociales o las fábricas recuperadas comenzaron a establecerse como opciones ante la pobreza y el desempleo. Luego, a partir del año 2003 el sector fue fortalecido con distintas políticas públicas como el Programa Trabajo Autogestionado (Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de la Nacion), el Programa de Manos a la Obra y el Programa Argentina Trabaja (Ministerio de Desarrollo Social) o el Programa ProHuerta (INTA), entre otros. Actualmente estas experiencias, lejos de desaparecer, continúan produciendo y sus objetivos han virado desde la garantía de subsistencia hacia posicionarse como una opción concreta y diferenciada de trabajo.

Este tipo de experiencias comparten una característica fundamental, dada por un fuerte arraigo territorial, es decir, se trata de empresas que además de cumplir con sus objetivos productivos, se abren a la comunidad cumpliendo funciones sociales y solidarias. Asimismo, los trabajadores que conforman los colectivos de producción forman parte de la mencionada comunidad. El ejercicio de la autogestión, tanto en fábricas y empresas recuperadas como en otras unidades productivas cooperativas, ha desarrollado un conjunto de saberes y formas de resolver determinadas problemáticas que consideramos resultan fundamentales para la formación y transmisión cultural basada en el trabajo como eje de apoyo. Es decir que, la empresa en su conjunto se constituye como un actor económico y social central, que en muchos casos ha permitido la inclusión a través del trabajo en el mundo del cooperativismo.

Es por ello fundamental que se  considere a estas experiencias como un actor económico capaz de generar trabajo, riqueza y se los incorpore a políticas públicas desde ese lugar. En este sentido reconocemos como necesaria la incorporación de los distintos actores de la Economía Social al PRO.Emplear para implementar estas capacitaciones en un ámbito de trabajo autogestionado y cooperativo, que implique para los beneficiarios una experiencia que podría asimilarse a “su primera experiencia en un entorno de trabajo”, otro de los aspectos que efectivamente aumenta las probabilidades de inserción de los individuos en el mercado laboral. Compartir e intercambiar con los trabajadores de estas experiencias de la economía social puede servir de catalizador para la transmisión de saberes y valores que forman parte de una cultura del trabajo colectiva que, en muchos casos, abre el camino hacia una trayectoria laboral segura y solidaria.

Por otro lado, muchas veces este sector se encuentra carente de trabajadores formados en tanto en el oficio como en la práctica de la autogestión y donde se requiere incorporar jóvenes. En este sentido, la Economía Social constituye un espacio a potenciar y que puede constituirse, al mismo tiempo, en potenciador de la lucha contra la vulnerabilidad que sufre un buen número de jóvenes en Argentina, quienes podrían aumentar las posibilidades de desarrollar trayectorias laborales estables.

En definitiva, sería interesante pensar en la posibilidad de ampliar la propuesta que encierra el Pro.EmpleAr, que está circunscripta al marco de un grupo determinado de empresas, hacia el sector de la economía social y popular, que está compuesto por experiencias que tienen una vinculación más directa y estrecha con aquellos jóvenes que necesitan de la mayor creatividad posible de parte de los hacedores de políticas públicas para lograr el salto cualitativo que los direccione en torno a un camino de trabajo, formación y educación, tan amplio como los de nuestro campo social y cultural.


[1] Investigadoras del Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz (CESO).