No al voto a los 16

Luis Novaresio

Conmigo o en mi contra. Progresistas o reaccionarios. Libertarios o conservadores. Una inmensa nube de humo se lanzó en medio del debate del voto optativo para los mayores de 16 años que, con maestría en la estrategia de distracción, fogoneó el gobierno nacional para evitar discutir el fondo de la cuestión. Ya deberíamos estar acostumbrados, pero parece que todos estos años de dogmatizar irracionalmente las posiciones para que,  siempre,  los argentinos se dividan en dos bandos no alcanzaron o, vaya uno a saber, si no será que el “ser nacional” tiene un ADN irremediable que gusta del enfrentamiento para respirar con tranquilidad.

Me opongo a conceder el voto a los que no han cumplido los 18 años porque es no prioritario, incoherente y engañoso.

No es prioritario

Las voces que defienden la iniciativa sostienen que la idea es “ensanchar la base de la democracia”. Si este sistema se asienta en la transparencia de la voluntad popular expresada en el sufragio, a hoy el mayor problema sigue siendo el anacronismo en el modo de emitir el voto y en su recuento. Votamos con papeletas que se adulteran, se roban y se cuentan de un modo prehistórico. Si se quiere “ensanchar” el respeto por los ciudadanos, debería empezarse por proponer que los que hoy ya votan tengan el derecho de acceder a un sistema sencillo y seguro. La boleta única que contiene en una misma hoja el nombre de todos los candidatos de todos los partidos ya
fue probada con mucho éxito en Santa Fe y permitió combatir, sin más, a los ladrones de sufragios que como mano de obra desocupada se encargaban de hacer desaparecer las papeletas de los partidos “enemigos”. El voto electrónico cuestionado seriamente por muchas ONG, es cierto, jamás fue propuesto a la hora de hacer cristalino el sistema, lo que demuestra que no hay voluntad  de mejorar la cosa.

Es incoherente

Vale la pena señalar aquí algunas contradicciones que se sumarán, si se aprueba el proyecto,  al ya destartalado sistema jurídico de menores en nuestro país.

Un chico de 16 años tendrá más libertad que un mayor de edad para decidir si vota o no. Es decir, se consagra el amplio derecho de votación voluntario que funciona en naciones con democracias asentadas pero sólo para los menores.  Menos sé del sistema, más derecho tengo sería el axioma.

Un menor, sometido a la patria potestad de sus padres hasta los 18 años, podría contradecirlos en la voluntad de ir a sufragar pero no tendría capacidad para comprar un auto, manejarlo o salir del país por decisión propia. Si trabajara, tendría serios problemas para disponer de su sueldo o para invertirlo pero no aparecería ningún obstáculo para que votase a su presidente.

De no adecuarse todo el régimen electoral, un chico de 16 podría elegir a un presidente pero no a un gobernador o a un intendente o concejal. Las legislaciones provinciales no aparecen con voluntad de ser armonizadas.

Es engañoso

Como se dijo al comienzo, el proyecto no responde a una voluntad de discutir en aguas profundas de la política sino que es un mero chapoteo superficial de la politiquería.  De lo que aquí se trata es de un voraz deseo de quien hoy ejerce el poder para seguir imponiendo la agenda y satisfacer, en cualquier caso, el capricho de sentirse todopoderoso que concreta deseos con sólo expresarlos. No es cierto, también hay que decirlo, que haya un cálculo de números que hoy, evidentemente, puede serle favorable al oficialismo porque esa cantidad de potenciales votantes no desequilibra el resultado final.

De lo que se trata es de suministrar regulares dosis de irreconciliable disenso que garanticen enconos políticos encolumnando de un lado blanco a unos y del otro bien negro a los otros y así evitar discutir en serio los temas prioritarios: inseguridad, corrupción, inflación, pobreza, etc., etc., etc. Llama la atención entonces que algunos se coman el amague y hasta lleguen a contraproponer desde partidos centenarios, hoy carentes de brújula, que
se vote obligatoriamente hasta los 75 –en vez de hasta los 70- consagrándose como autores de otra paparruchada innecesaria. Mayor preocupación aún dan los que  juegan a ser opositores pero libertarios favorecedores del voto joven aprobado a los sopapos sin que noten que han sido salpicados por la ola de la funcionalidad de los que no pretenden otra cosa que seguir a como dé lugar en donde están. A perpetuidad.