Soy inocente, no quiero ir preso

Luis Novaresio

La historia es más o menos así. El 1º de mayo, tipo 6 de la tarde,  fui a trabajar. El sacerdocio del periodismo y los medios que nunca descansan, pero ese es otro tema. Feriado nacional. Jueves puente  hacia un viernes 2 de mayo de descanso obligatorio. Nadie en la ciudad. A no ser los que seguían de caravana en fiesta ininterrumpida desde la noche anterior en Palermo Hollywood, territorio de mayor consumo de alcohol por metro cuadrado.

La escena se desarrolla en Humboldt casi Gorriti. Estaciono y ropero de cuatro puertas, dos metros de alto y ancho, con ciertas apariencias humanas (dice ciertas), se me acerca y me dice: “Son 40 pesitos, maestro”. Un trapito, con perdón de la ironía del diminutivo. Humboldt es de estacionamiento libre siempre. El 1º de mayo feriado, sin ninguna restricción para el estacionamiento en recuerdo de los mártires de Chicago. El ropero, con quien no daba discutir el homenaje a los precursores de las 8 horas laborales, tenía la amenaza grabada en su frente del tipo “si te pongo una mano encima es la última vez que ves esa calle y disfrutás del día no laborable”.  “Te agradezco”, le dije al hombre sin que él supiera que mi gratitud nacía de no haber sido sacudido ipso facto y no de la declinación de su amable pedido de 4 billetes con el Monumento a la bandera en el reverso. “Entonces deme 30 y arreglamos”, negoció.

Ya se contó en esta columna que dos legisladoras porteñas del Frente Para la Victoria proponen reglamentar al ropero, es decir, a los señores trapitos, que cobran ilegalmente por estacionar en un espacio libre.  Una de ellas, Claudia Neira, explicó en InfobaeTV que la idea es que “se pueda convenir con libertad” (sic) entre el automovilista y el señor ropero el monto, condiciones y disponibilidad de contribución hacia el trapito. Absolutamente factible, entendí en carne propia el 1º de mayo pasado.

Llegué  a mi trabajo y twitié, arrobando a Claudia Neira, sobre lo ocurrido. Inesperadamente ella me contestó preguntándome si había hecho la denuncia policial. Le respondí que justo en ese momento se me daba por ir a trabajar (¡también yo!) y que no me daban los tiempos. Que esperaba que ella como legisladora representante de los porteños, se ocupara del tema.

Y se ocupó, cómo no. Gracias  Claudia, “besis”, aprovecho para decirle. Ayer me enteré de que la Fiscalía general de la ciudad de Buenos Aires, instada por Neira,  me citará a declarar como víctima de los ilegales trapitos para que denuncie que fui apretado y que cuente lo que ya conté, como han hecho miles y miles de mortales que nos negamos a ser coaccionados por personas que invocan la necesidad para seguirnos metiendo la mano en el bolsillo ante la inacción de representantes del pueblo como Neira que se les ocurre cristalizar con un registro de cuidacoches esa misma situación indigna de exclusión a costa de 40 mangos de tu bolsillo. La Fiscalía no tiene más remedio. La legisladora notificó una contravención. Marche Novaresio a declarar. 

¿Podría Neira haberse constituido en el lugar (o en los estadios, lugares de recitales, calles de toda la ciudad, etc) y comprobar que no hay chance de pactar libremente con patoteros (la mayoría)? ¿Podría ella pensar que su ley es carente  de base real? ¿Podría suponer que no es justo para quien está en la calle que se piense en registrarlos para que sigan en la calle? ¿Tendría ella que imaginar que lo que hay que hacer es ser creativo y darles una chance en serio de superación, inclusión y evitar que lo irregular gane y, por ende, se regularice en base a la ley del más fuerte? Podría. En cambio, burocratizó la cosa y me mandó a mí (hoy soy yo, mañana sos vos, manso lector) a declarar a la fiscalía para que, como víctima (¡víctima de otra burocracia más!) declare lo que todos sabemos. Que hay trapitos. Que cobran en contravención con la ley. Que te aprietan si no pagás o te abollan el auto. En suma, que voy a declarar que el sentido común ha muerto. Al menos en uno de los representantes populares que cree que la demagogia es progresista.

¿Cómo me fue al final con el ropero? No pagué  y cundo volví me dijo. “Te salvás porque laburas en la tele. Pero que Pamela David me manda un saludito mañana”.  Todavía no hablé con Pamela. Pero seguro que ella me va a entender. ¿No?