Boudou y Kant, cara a cara

“Obra de tal forma que tus actos puedan ser tomados como ley universal”. Ese fue el imperativo categórico que el filosofo alemán Emanuel Kant pensó como base de sus principios morales. Lo que yo haga debe tener chances de ser imitable por el resto de mis congéneres con conciencia y convicción de ser un acto no reprochable.

Desde el “linchamiento mediático” esgrimido por el jefe de gabinete Jorge Capitanich (no queda claro en qué medio trabaja el fiscal Jorge di Lello) hasta la renuncia ipso facto exigida por Elisa Carrió, el abanico de propuestas escuchadas en las últimas 48 horas ante el pedido para que el vicepresidente sea indagado ha sido enorme.

Jurídicamente, ¿Boudou debería renunciar? La respuesta es no. En algo habrá que coincidir con el secretario coordinador cuando en su “Aló ministro” diario reclama la presunción de inocencia. Hasta ahora hay sólo un fiscal que le pide a un juez que se lo llame a indagatoria, o sea, que se le impute formalmente un delito y se le dé la chance de defenderse. Eso es la indagatoria: el acto material de defensa. Se está lejos de un procesamiento y aún más de una eventual condena.

¿Alcanzan los profusos y fundados indicios que se han mostrado desde el periodismo para configurar una acción incompatible con su función pública? Claro que no. En una República las investigaciones y sanciones se desarrollan en los tribunales. ¿Qué deberían ser más expeditivos? Claro. ¿Qué deberían tener el coraje de desarrollarse aún contra funcionarios mientras están en el poder y no cuando han caído en el olvido de sus mandatos? También. Pero siempre en la justicia. De paso: gloria y reconocimiento a Jorge Asís que desde hace años y años relató minuciosamente el caso Ciccone desde su portal de noticias aún en soledad cuando muchos otros creían que la presencia eterna de algunos gobernantes.

Políticamente, ¿debe renunciar? Aquí el análisis es otro y bien distinto. La pregunta hay que hacérsela fundamentalmente a quien propició su llegada a la vicepresidencia. Fue Cristina Kirchner quien lo ungió con su exclusiva mano como su compañero de fórmula exagerando hasta el suspenso la decisión entre él, Daniel Filmus y Carlos Tomada que compartieron la terna de los postulados, también, por ella misma. ¿Le molesta a la primera mandataria este pedido judicial con el primer hombre en la historia constitucional argentina que desempeñando ese cargo puede verse sometido a investigación penal? Linchamiento mediático fue el texto del jefe de gabinete que luce como acuñado en la residencia de Olivos más que en el despacho ministerial.

¿Y qué alternativas tiene Boudou? Tiene la opción de abroquelarse en la formalidad de la ley y ganar tiempo o reflexionar a la luz del filósofo alemán. Aquí, puede plantearse si su actitud puede ser utilizada como ley universal. O, al menos, como ley en la política argentina. ¿Ayuda a mejorar la calidad institucional, emblema programático de la gestión de Cristina Kirchner cuando ganó en su primer turno electoral, que pesen sobre él sospechas fundadas de un ilícito grave en un cargo público? No hay reproche jurídico sobre su inocencia. Al menos, todavía. ¿Pesa en algo el imperativo moral para la política argentina?

Algunos podrán decir que, por sólo citar un ejemplo, Mauricio Macri está procesado (aquí sí con sospecha fundada) por haber cometido un ilícito con las escuchas ilegales y se mantiene en su cargo. También es cierto. Para esto no hace falta recurrir a Kant y alcanza con citar al refranero popular. Mal de muchos sigue siendo aún consuelo de tontos.

¿No pasa nada?

Las interpretaciones de la política son opinables. Las aritméticas, no.

Casi 7 de cada 10 votos en todo el país le dijeron no al kirchnerismo. En algunos casos, le dieron vuelta la espalda con deliberada intención de infligir dolor optando por las listas que aparecieron (hasta ahora solamente) para desafiar el poder que hasta el 2011 parecía invulnerable. Bastó que se propusieran antikirchernistas para que cosecharan votos. El Frente renovador de Buenos Aires tiene fecha de nacimiento hace apenas cuatro meses. Descalabró la hegemonía del oficialismo sin poder vislumbrarse hasta este momento si el impacto no llega a minar las aspiraciones futuras de muchos habitantes de la Casa de Gobierno de la Plata. Y hay más: en Santa Fe, sumados los socialistas y el PRO, el “no” se elevó a 8 sobre 10. En Mendoza, la derrota para el FPV fue 7 a 3 a manos de los opositores. En Córdoba y Capital Federal, más de 8 a 2. Aritméticas puras.

“No pasa nada”, arguyó Juliana Di Tullio, la todavía jefa del bloque oficialista de la Cámara de Diputados. Fue sobria si se la compara con el discurso del vicepresidente de la Nación que comandó anoche un acto electoral de cierre de comicios en el que pretendía consagrar con inusitada ampulosidad una inexistente victoria. Apelar a mayorías en las Cámaras, basadas en los legisladores obtenidos hace dos años no sometidos a elección y así disimular el resultado de ayer fue un recurso demasiado obvio como el tono festivo del orador. ¿No pasó nada? ¿En serio creen que les creemos?

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Ayer la voté, hoy decepciona

“Pero lo cierto que ella es Isabel Perón. ¿Qué es Isabel Perón? Isabel Perón fue una persona abandonada por los distintos sectores del PJ que pugnaban entre ellos. Fue una mujer abandonada (por el PJ) y por el sindicalismo.”

Voté a Elisa Carrió como candidata a Presidente dos veces. En 2003 y 2007. Mi admiración intelectual es mucho más vieja. Creo que nace de haber asistido a una jornada de normativa constitucional cuando estudiaba en la Facultad  y ver cómo una joven e impetuosa docente del Chaco sacudía con argumentos deslumbrantes a la mesa de expositores compuesta por los más calificados especialistas en derecho público. Dijo algo así: “El derecho es un conjunto básico de normas morales hecho ley que pone una divisoria entre los republicanos y los autoritarios”.  Y lo hizo sentada frente a los que aún debatían sobre la legalidad del Estatuto del Proceso de reorganización nacional.

Después fue su llegada a la política de la mano de Raúl Alfonsín, a quien no le perdonó el pacto de Olivos con Carlos de Anillaco. Entonces, Carrió se agigantó para muchos. Sin importarle su aspecto físico, embistió contra el menemismo mientras la mayoría disfrutaba del uno a uno celebrado con pizza con champagne. El fin de esa década de los ’90 la encontró con Fernando de la Rúa. Recuerdo la campaña por los canales de televisión: de un lado del candidato de la Alianza Lilita y del otro, Luis Brandoni, apuntalando al apenas dicente que aspiraba (e iba a ganar) a la Presidencia de la Nación. Y también sobrevino su ruptura con la UCR. El resto es historia reciente.

No conozco a muchos dirigentes con la ilustración de Elisa Carrió. Pocos pueden, por ejemplo, citar a la Escuela de Frankfurt y observarla desde el cristal del día a día argentino. Casi ninguno sabría debatir a la luz del derecho comparado y fundamentar lo que se dice. Escasos, escasísimos, protagonistas de la política nacional pueden demostrar que esa actividad no los enriqueció y que ningún acto de corrupción los salpica.

¿Y entonces? Que comparar a Cristina Kirchner con Isabel Perón es inadmisible para cualquiera que haya vivido o leído la historia argentina. El encomillado inicial de esta crónica pertenece a la diputada chaqueña. Si lo hace una dirigente como la Elisa Carrió, es de una provocación casi lindante con el desprecio por la república. Que preocupa. Y, esencialmente, decepciona. Raro modo de hacer política.

Fue una enorme decepción que en una entrevista que concedió ayer a Jorge Lanata, Lilita usase esa comparación. Es sugestivo escuchar que a la primera frase le sigue un silencio como de reflexión. Y que, no obstante eso, insista. ¿Hace falta justificar que no hay la menor chance de analogía? ¿Hay que explicar que la esposa del tres veces Presidente llegó a acompañarlo en la fórmula por mero parentesco y una enorme desconfianza, violencia y división de la época? ¿Hay que invocar la limitación intelectual de María Estela Martínez o recordar a López Rega, la triple A y el clima de los 70?

Hacer historia contrafáctica es un incomprobable ejercicio intelectual sin más valor que de una chicana, generalmente de mala fe. “Si Evita viviera”, colmó el cliché y los lugares comunes de este estilo. ¿Hay necesidad en estos tiempos de recurrir a una protagonista previa de la historia negra de 1976 para hacer oposición política?

La década kirchnerista dejará en sus saldos negativos una altísima dosis de corrupción en el manejo de los dineros públicos. Computará una peor consecuencia de impunidad para investigarla y una militancia dogmática de muchos personajes que se dicen oficialistas y ostentan con impudicia el desprecio por el derecho. Habrá que reconstruir el principio de control de los actos de gobierno, su publicidad y el apego a la ley y no a las autoritarias mentes supuestamente iluminadas.

Pero para que eso sea juzgado por la historia hace falta república y mucho respeto personal. No hay por qué traer a agosto del 2013 a Isabel Perón. No hace falta.  No es necesario, si hay buena fe, azuzar el fantasma nefasto de una pobre mujer de la historia argentina que sirvió de gatillo para una noche larga de 7 años de duración. Ni aun frente a un gobierno poco amigo del respeto por las normas. Salvo que se trate, por quien lo dice, de querer comerse al caníbal.