En la vida hay que elegir: Antártida o realidad

Y la Presidente, efectivamente, ya eligió. Hubo algunos amagues que hicieron creer un camino distinto. Carlos Kunkel, tan sincero y frontal como intransigente, dejó caer el mismo domingo de las primarias que si había algo que corregir, se haría. Quizá entusiasmado por esto, el ministro paralelo de Seguridad, Sergio Berni, se animó a apoyar eventuales correcciones. Ricardo Forster siguió sin resignar la capacidad de pensar por sí mismo y evitó los lugares comunes reclamando mirar de frente la realidad comicial. Alguno que otro más puso un pie en ese sendero. Pero Cristina Fernández clausuró ayer toda chance en ese sentido.

El discurso de hace horas en Tecnópolis no es digno de la mujer más votada de la historia argentina. La primera mandataria no se merece un relato como el que ella quiso escuchar. Porque, así ha de ser, Cristina se hablaba a sí misma como mirándose a un espejo deseado por su imaginación, hecho añicos por la realidad. Hablaba para sí, con prescindencia de quienes la escuchábamos. Si no, no se entiende.

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