La resurrección del Grand Old Party

Luis Rosales

Los norteamericanos volvieron a votar. En una muestra más de la enorme fortaleza de sus instituciones y tradiciones, otra vez lo hicieron el primer martes de noviembre. En esta oportunidad y en amplia mayoría le dieron la razón a la oposición republicana, transformando así al presidente Obama en un pato rengo que a duras penas podrá llegar al fin de su mandato en el 2016.

Los resultados van mostrando una tendencia aún mayor de lo que predecían todas las encuestas y estudios de opinión. El primer mandatario negro de la historia de los EE.UU. deberá negociar con sus adversarios hasta las comas de la legislación que necesita para gobernar durante estos meses finales. El GOP (Grand Old Party), como se lo conoce al Partido Republicano, no sólo retendrá la mayoría de la Cámara de Representantes, obtenida en los comicios parlamentarios del 2010, sino que también conquista el control del poderoso Senado, por una diferencia de votos aún más amplia de lo prevista.

A los demócratas no sólo se les complica la situación respecto de la legislación futura, sino que también permite la apertura de la caja de pandora. Proyectos y logros de estos seis años, como los del seguro de salud, las leyes relativas a la inmigración y tantos otros pueden ser revisados y en muchos casos revertidos. Sin dudas, en los próximos años Estados Unidos asistirá a un cambio de rumbo significativo.

Pero tal vez lo más importante de la decisión de ayer puede consistir en lo que los estadounidenses puedan estar gestando de cara a la selección del máximo ocupante del Salón Oval después del 2016. Si bien una diferencia remarcable en las elecciones parlamentarias como la que obtuvieron los republicanos no les asegura nada, sin dudas acelera y facilita el recambio. Será más complicado que candidatos demócratas de fuste, que como la ex Primera Dama Hillary Clinton, finalmente se decidan a competir por el premio mayor. Por otro lado, estos números alentarán a varios opositores a probar suerte. Muchos hablan ya de una nueva final a lo Romeo y Julieta, donde las dos familias archirrivales se enfrenten nuevamente: los Clinton versus los Bush, estos últimos ahora representados por Jeb, hermano e hijo de presidentes y ex gobernador del Estado de la Florida.

Pero tal vez lo más destacable del comicio lo constituye la solidez de las instituciones y la salud el sistema. Allí radica la verdadera fortaleza del gigante. Ayer Obama tomaba con tranquilidad el resultado y convocaba para este viernes a la Casa Blanca a los principales líderes políticos con la idea de rediscutir el rumbo de la Nación. Nunca se planteó la situación como un asunto de vida o muerte, de él o el caos. Y eso que desde aquella oficina se maneja algo más de poder que desde las de otros de sus colegas, especialmente los del extremo sur del mismo continente: las reservas monetarias más grandes del mundo, la máquina de fabricar dólares, el ejército más poderoso de la tierra, entre otras enormes tentaciones. La responsabilidad política de todos hace que si se tengan que ir, se van…y listo. Todos vuelven a sus trabajos privados, a dar conferencias o siguen en política como opositores. Se fue Reagan, se fue hasta Bush, el cuasi emperador que ahora es un jubilado que pasea y cuida vacas por sus campos tejanos.

Allí está la verdadera fuerza. Las instituciones por sobre los hombres y mujeres, La Constitución por sobre los personalismos. La responsabilidad política por sobre la demagogia. Así lograron en doscientos años pasar de ser un puñado de pobres colonias rebeldes que no querían pagarle más impuestos al rey inglés a la superpotencia actual. Así vuelven a demostrar que tienen futuro, porque siguen respetando las reglas de juego.